Dos mujeres: Maltratadas
Comienzo con María Skłodowska. Sí, esa con que conocemos como madame Curie, la mejor mitad de Pierre Curie. Si no la más importante científica de todos los tiempos, una de las primeras dos. ¿La otra? Ella misma. El 6 de julio de 2018 (Mujeres: Genio y Estatura) dije en estas páginas lo siguiente sobre ella:
Fue la primera en ganar un premio Nobel y la única en ganárselo dos veces y en dos disciplinas distintas: física y química. El de física en 1903 y el de química en 1911. Como si fuera poco, su familia –su marido, su hija y su yerno– tienen cinco entre ellos. Junto a su marido en 1898 descubrió el elemento polonio (que nombró así en honor a su patria Polonia, y el próximo año el radio (de la palabra en latín para rayo). Fueron ellos los que acuñaron el término radiactividad.
En es artículo hablé de la vida de esa gran mujer y de lo que tuvo que soportar en una época en que la sociedad dominada por hombres menospreciaba la mujer. Las humillaciones de las que fue objeto en Paris, que uno piensa que estuvo a la vanguardia de la apertura de tolerancia e inclusión, son avasalladoras. Posiblemente Francia logró reconocer a la mujer más tarde, pero falló miserablemente con Madame Curie, incluyendo el haberla fustigado por conducir un affaire con un ex estudiante de su marido, mucho más joven que ella. ¿Los franceses de Francia escandalizados por queridas y el sexo? ¿La tierra de madame la marquesa de Montespan y madame de Maintenon? ¿La de Madame du Barry y Madame de Pompadour? ¿Y qué me dicen de la compatriota de Marie Curie, la condesa Marie Walewska, la querida de Napoleón? ¡Qué fallo, hermano!
Pues el maltrato que recibió la ilustre científica de los franceses lo ha recibido también de los que hicieron la película “Radioactive” (2019; en Amazon Prime Video) quienes han dependido de un guion incompetente del inglés Jack Thorne y una dirección torpe de Marjane Satrapi, para arruinar una buena actuación de Rosamund Pike como madame Curie. Basada en una “novela gráfica”, así está presentada, como si fuéramos lectores que no queremos leer descripciones de lugares y entornos porque nos cansamos.
Como se imaginan, aunque las bondades médicas de la radiación se mencionan, todo termina como la bomba atómica: aburriéndonos con los comentarios modernos de gente que actúa, en retrospección, como si ellos hubieran sabido qué hacer con la bomba cuando se usó. (Bostezo…)
Jean Seberg (1938-1979) es otra que recibe golpes. La joven fue una actriz de talento moderado que sucumbió, entre otras cosas, a su volubilidad y a su incapacidad de considerar bien en qué se metía. El filme, que lleva su nombre (Seberg; 2020; Amazon Studios) muestra los inicios de la actriz. Después de una campaña publicitaria que hasta por los estándares de Hollywood fue exagerada, sobre su debut en una película de Otto Preminger, que fue una bomba, la joven actriz sin experiencia se convirtió en una sensación internacional cuando en 1960 rindió una actuación estupenda en una de las películas más influyentes del siglo pasado: Breathless de Jean-Luc Godard. La cinta, que sigue inspirando a los directores jóvenes desde entonces, no parece haber hecho mella en el director australiano Benedict Andrews (quien es un estupendo director de teatro). Para esta, su debut cinematográfico, ha puesto un huevo.
Llena de clichés, de superficialidades y con una actuación histérica de Kristen Stewart como Seberg, la película aspira al género de bio-pic (biografía) y a thriller político, pero no tiene agarre para eso último. Más bien nos da las relaciones de Seberg con Hakim Jamal (Anthony Mackie, en una buena actuación) un activista en el movimiento de los derechos civiles en EE. UU. Era primo de Malcolm X y la relación de la actriz con su grupo la puso en la mirilla del FBI y J. Edgard Hoover. La pobre actriz se va involucrando cada vez más cuando desarrolla una romance con el hombre y coquetea con los Panteras Negras. Lo que sí está muy bien en la cinta es que el discrimen racial está claramente expuesto. No les cuento más por si, de todos modos, la quieren ver.
La cinta no pasa de C-, pero en vez de oír al cardiólogo en los debates, es mejor ver cómo el FBI funcionó y está funcionando: como si fuera una Gestapo que, en vez de banderas nazis, agita las de las 50 estrellas y las 13 líneas blancas y rojas.