El águila como aguijón: el buque petrolero Ocean Eagle
PRIMERA PARTE
Un capítulo importante de la historia ambiental de Puerto Rico y Estados Unidos
El Presidente Lyndon B. Johnson (LBJ) y su esposa Lady Bird, junto su familia y el perro favorito de Casa Blanca, Yuri, tomaron por sorpresa a las autoridades de Puerto Rico al aterrizar en la base militar Ramey a las 5:12 de la tarde del sábado 2 de marzo de 1968. El Gobernador de la isla, Roberto Sánchez Vilella, estaba de viaje y en su lugar, siguiendo el orden constitucional, el gobernador interino era el Secretario de Estado, el agrónomo Guillermo Irizarry-Rubio. Ese sábado fue un día marcado por sorpresas que ineludiblemente comienzan con la noticia del retiro de la alcaldesa de San Juan, Felisa Rincón de Gautier, luego de 26 años al mando de la ciudad y al tiempo que cumplía 71 años de edad. Casi como un augurio escatológico de lo que ocurriría el próximo día con el Ocean Eagle en la Bahía de San Juan, el titular sobre el retiro de la alcaldesa leía en letras grandes: «Se acerca el fin de toda una era».1De hecho, entiendo el derrame de aceite del Ocean Eagle como una de las piezas que marcó el comienzo del fin de una era de falta de controles ambientales. En el 1968 nos encontrábamos en uno de los picos del acelerado deterioro ambiental que sufrían EEUU y Puerto Rico desde el final de la Segunda Guerra Mundial. El tiempo que va de mediados de los 1940 y la década de 1950 cristaliza el período denominado como la época dorada del capitalismo norteamericano, cuando el sistema económico de ese país se nutrió, en gran parte, de la reconstrucción de una Europa devastada por el conflicto armado.
La década de los 1960 y parte del transcurso de los 1970 está plagada de imágenes de vertederos a cielo abierto en medio o cerca de las ciudades, descargas continuas de tóxicos, aguas sanitarias y contaminantes al océano, ríos y cuerpos de agua, contaminación del aire a un nivel que en lugares como la Ciudad de Nueva York, Los Ángeles y la Ciudad de México, por nombrar algunas, resultaba casi imposible respirar y la visibilidad a veces era tan poca que las personas apenas podían ver su camino. En 1962, Rachel Carson publicó el libro Silent Spring, que resultó ser uno de los detonadores de la prohibición del uso del pesticida DDT en Estados Unidos y uno de los textos que despiertan la conciencia ambiental en la esfera pública estadounidense.2
Por otro lado, en el 1969 ocurrió el incendio del río Cuyahoga en Ohio, que a su vez descarga en el Lago Erie a la altura de la ciudad de Cleveland. La imagen del río Cuyahoga prendido en fuego por la espesa cantidad de aceite, tóxicos y contaminantes en su superficie sigue siendo una las metáforas de contaminación ambiental más usadas y presentes en la imaginación popular.3
El derrame de aceite del Ocean Eagle ocurre en este contexto histórico que cambió de muchas maneras la forma como nos relacionamos al entorno ambiental en Puerto Rico, es lo más cercano que tenemos al desastre del Cuyahoga en nuestra zona caribeña. Se trata de un momento coyuntural en la historia ambiental de Puerto Rico y de Estados Unidos, es también un antecedente fundacional de instituciones y políticas públicas, al igual que un momento clave en la historia de las mentalidades. Sufrimos en Puerto Rico el segundo derrame de petróleo más grande conocido en el mundo hasta ese momento.
Uno de los expertos que trabajó en el proceso de limpieza, el geólogo petrolero Pedro Antonio Gelabert, recuerda que cuando ocurrió el accidente tuvo que pedir de inmediato información por correo aéreo sobre el encallamiento del SS Torrey Canyon, ocurrido justo un año antes.4El incidente del Ocean Eagle aunque hoy poco conocido, antecede por sólo algunos años a la creación de varias agencias ambientales de EEUU, la aprobación del Clean Water Act y la Safe Drinking Water Act federal, la primera celebración del Día del Día del Planeta Tierra el 22 de abril de 1970 y el surgimiento de la Junta de Calidad Ambiental en Puerto Rico.
Este accidente de grandes proporciones formó parte del imaginario cultural, del discurso público y del contexto histórico que da lugar a las protecciones ambientales y el surgimiento de una conciencia ambiental moderna en Puerto Rico y Estados Unidos.
Contexto del Estuario y el imperativo de la construcción
La Bahía de San Juan, donde ocurre el accidente, tuvo y tiene una importancia estratégica tan crítica, que tiende a tratársele como si se fuese un cuerpo de agua aislado. Todo lo contrario. La Bahía forma parte de un rico entramado de canales, lagunas, quebradas y ríos que atraviesa noventa millas cuadradas en la costa norte de Puerto Rico, donde el agua dulce de estos ríos y quebradas se mezcla con la salada del Océano Atlántico. De hecho, uno de los puntos de acceso más importantes de agua salada al ecosistema está localizado al norte de la Bahía, adyacente a El Morro, justo en la zona donde ocurrió el encallamiento del Ocean Eagle. Este es el ecosistema que en marzo de 1968 se vio en jaque con el encallamiento del ocean Eagle y sus más de cinco (5) millones de galones de petróleo.
Los cuerpos de agua del Estuario tampoco existen en un vacío. Forman parte de una cuenca hidrográfica que al día de hoy está cubierta en sobre un 70% de cemento, brea y hormigón y que conocemos como el área metropolitana. Este disloque que llevó a Puerto Rico a construir de espaldas a los cuerpos de agua, incluyendo el mar, las lagunas del Estuario, sus bosques costeros y humedales, estaba a toda marcha a finales de la década de 1960.
Cuando ocurre el encallamiento del Ocean Eagle, la prensa del país publicaba a diario páginas enteras promoviendo los diferentes complejos de vivienda a la venta. Uno de ellos llama la atención, el de Laguna Gardens, que según el anuncio se trata de un proyecto «inspirado en los lujosos residenciales de Miami Beach».5 Incluye seis condominios en los bordes de la Laguna San José, un nuevo centro comercial con cine, dos iglesias, una escuela, terrazas, un estacionamiento para cada apartamento, un hotel de 200 habitaciones, un campo de golf, una biblioteca y campos deportivos. El precio de las viviendas comenzaba en $17,500.
No todos los planes se hicieron realidad, quizás afortunadamente para el ecosistema estuarino en la zona de la Laguna San José, y solamente parte del desarrollo terminó construyéndose. Como uno de los grandes beneficios de Laguna Gardens se mencionó su ubicación: estar frente a la hoy autopista Baldorioty de Castro, que en ese momento garantizaba el flujo libre de automóviles a todas horas. Paradójicamente, este modelo de desarrollo que depende exclusivamente de los automóviles, convertía a la avenida Baldorioty de Castro, ya a finales de los 1960, en una de las vías más congestionadas de Puerto Rico, sobre todo en los momentos pico de tráfico.
Otro proyecto importante que marca un manejo brutal de los ecosistemas estuarinos a favor del cemento es el de Vista Mar Marina, localizada cerca del complejo de Laguna Gardens, en la Laguna La Torrecilla. En un anuncio de página completa, los desarrolladores de Centex Construction anuncian con euforia su logro de vender solares de 980 y 1,400 metros cuadrados, todos dotados con canales de agua y muelles de concreto que ofrecen acceso a la Laguna La Torrecilla y al Océano Atlántico.6 Según Centex, se trataba de un desarrollo pionero en América Latina, donde los titulares pueden construir la casa que deseen en coordinación con el arquitecto de su preferencia y un contratista, que debe tomar en cuenta la capacidad de las viviendas para albergar botes, lanchas y yates, todo con el fin de lograr «una economía más halagadora».7
Un estudio hecho en ese momento por el colectivo universitario Taller, encontró que, lejos de disfrutar «una economía halagadora», las personas en la zona metro tenían que estar en sus lugares de trabajo un promedio de dos horas antes de comenzar su día laboral para encontrar estacionamiento y evitar las grandes congestiones de tránsito que se formaban desde tempranas horas de la madrugada, tan temprano como las 5:30am. El resultado principal es tensión y mal humor, que afecta sus relaciones de trabajo y el desempeño en sus trabajos. La mayoría de las personas entrevistadas comunicaron su preferencia por un sistema de transportación masiva eficiente para evitar la congestión de tránsito.8Sin embargo, la respuesta gubernamental fue la de seguir construyendo más infraestructura vial. A un costo de 11 millones de dólares, con los que podía restaurarse el sistema de transporte colectivo que había en Puerto Rico, la Autoridad de Carreteras y Transportación anunció en ese mismo año la inauguración del Expreso Las Américas. La agencia de gobierno lanzó una campaña de orientación a los conductores de vehículos sobre cómo manejar en las autopistas.9
En este momento la Rexach Construction anunció el ingreso bruto más grande en la industria de la construcción local, con $38,382,203, un 26% de aumento comparados con los del año anterior y un 40% de aumento en sus activos líquidos.10Quizás la mejor ilustración de este marco ideológico lo provee un anuncio de la PR Cement titulado «¿Podría imaginarse el progreso de Puerto Rico sin cemento?».11
Entre los proyectos de desarrollo anunciados en los periódicos en marzo de 1968 se encuentran los siguientes: Alturas de Flamboyán, Bayamón Gardens, Jardines de Country Club, Concordia Gardens, El Señorial, Hillside, Extensión La Milagrosa, Park Boulevard, Park Gardens, Riverview, Royal Town, Santa Juanita, Santa María, Torrimar y Villa Carolina. Todos estos desarrollos siguen el imperativo del cemento a toda costa, sin considerar el entorno ambiental, que tiende a verse como un estorbo.
A finales de la década del 1960, la economía de isla se basaba en una ideología desarrollista anclada en la construcción acelerada, el cemento, la infraestructura vial y la dependencia exclusiva del automóvil como reflejo en el supuesto bienestar de las personas.
El desastre del derrame de cinco millones de galones de petróleo, un ingrediente fundamental de este modelo económico e ideológico, obliga a todos estos sectores a detenerse por un momento. El Ocean Eagle es una astilla, un aguijón que se encaja en esta gran máquina de construcción sin planificación ni contemplaciones ambientales.
(CONTINÚA)
- Puerto Rico Ilustrado. El Mundo. 2 de marzo del 1968. Páginas 6 y 7 [↩]
- Carson, Rachel. Silent Spring. Boston, Mass.: Houghton Mifflin Company; Anniversary edition, 2002. [↩]
- Jennifer Latson. «The Burning River That Sparked a Revolution»” Time, June 22, 2015. Ver enlace: http://time.com/3921976/cuyahoga-fire/ [↩]
- El incidente ocurrió el 14 de marzo de 1967 en las costas de Cornwall, Inglaterra, donde el carguero encalló, liberando 100,000 toneladas de crudo que impactó 70 millas de costa al sur de Inglaterra y de la Normandía en Francia. Ver: Committee of Scientists on the Scientific and Technological Aspects of the Torrey Canyon Disaster. The Torrey Canyon; report of the Committee of Scientists on the Scientific and Technological Aspects of the Torrey Canyon Disaster, London, M.H.S.O., 1967 y para un testimonio de los acontecimientos ver: Pedro A. Gelabert. Historia del movimiento ambiental de Puerto Rico. Smashwords. Publicado el 17 de diciembre de 2013. [↩]
- El Mundo. 2 de marzo de 1968. Página [↩]
- El Mundo. 1 de marzo de 1968. Página 22 [↩]
- Ibid [↩]
- El Mundo. 6 de marzo de 1968. Página 44 [↩]
- El Mundo. 7 de marzo de 1968. Página 16 [↩]
- El Mundo. 4 de marzo de 1968. Página 26 [↩]
- El Mundo. 4 de marzo de 1968. Página 5 [↩]