El Bithorn llega a los 50
Los compañeros Ángel Colón y Jorge López, han producido buena cantidad de documentos y valiosa información sobre el cumpleaños número cincuenta del estadio Hiram Bithorn, tema que me parece más urgente.
El hecho se produjo exactamente el miércoles 24 de octubre de 1962, la que es una de las fechas más importantes de mi vida, pues al instante todo cambió para mí y en los próximos años el Bithorn se convirtió en escuela permanente de aprendizaje práctico y taller de formación de buena parte de lo que soy hoy.
En ese tiempo había un puente peatonal elevado que cruzaba lo que se convirtió en el Expreso Las Américas y que nacía en Extensión Roosevelt, que era la residencia oficial de mi familia desde varios años antes, aunque nuestro funcionamiento seguía girando alrededor de Santurce, de donde eran oriundos mis dos padres. Cuando abrió el Bithorn yo me “mudé” a Roosevelt y ese hecho marcó mi vida para siempre.
Ir al estadio se convirtió en una especie de obsesión que nunca se satisfacía por completo, especialmente por la inmensa variedad de espectáculos que se presentaban.
El Bithorn era también frontera y choque de clases con los chamaquitos del caserío Nemesio Canales, ubicado al otro extremo del estadio. Prácticamente todos los días se generaba un conflicto a la hora de escoger los vendedores para dentro del estadio y más aun en la división de la selva de la calle, supuestamente cuidando carros. Digo “supuestamente” porque en aquel tiempo lo único que corría peligro eran los tapabocinas y uno que otro adorno de autos lujosos y con colocarles un pedacito de cartón en el parabrisas de los que aceptaban el cuido, garantizaba que los carros se cuidaran solos, pues hasta para el tumbe había ética. Era cuestión de estar cerca del carro al terminar el juego para recoger la peseta que se “cobraba”. Así que la realidad era que muchos de los “cuidadores” tratarían de colarse para entrar al estadio en la segunda o tercera entrada y salían corriendo en la novena.
Desde temprano yo me ubiqué entre los aspirantes a vendedores, pues mi único objetivo era entrar al estadio para poder ver los juegos, del deporte que fuera. Para los de Canales aquello era una fuente importante de ingresos. Posiblemente por mi forma de ser, me gané la confianza de mis vecinos y así un puesto regular de vendedor, mientras muchos otros tuvieron que definir a los puños. Al analizar en perspectiva, tengo que haber sido el peor vendedor de refrescos del estadio en aquellos años, pues para mí el dinero era secundario. En eso no he cambiado mucho.
LA NOCHE INAUGURAL
Recuerdo que la noche inaugural lloviznó, aunque se pudo jugar. Cito textualmente de los documentos preparados por los compañeros Ángel Colón y Jorge López: “El Bithorn quedó oficialmente inaugurado en sencilla ceremonia cuando la alcaldesa de la Capital, doña Felisa Rincón de Gautier hizo el corte simbólico de cinta y entró por los portones principales. El Obispo, Monseñor Méndez impartió la bendición al nuevo estadio. La Banda de la Policía amenizó los actos protocolares.
“Luego de la presentación de jugadores, salieron al terreno los árbitros Paul Pryor (principal) y Kermit Schmidt (de bases), se entonaron los himnos de los Estados Unidos y Puerto Rico, se izaron ambas banderas y se procedió con el simbólico lanzamiento de la primera bola desde el palco de honor por el legislador Herminio Concepción de Gracia, propulsor de la construcción del estadio”.
Crecido al interior de dos familias deportistas, mis primeras experiencias en el Bithorn elevaron a un nivel desconocido hasta ese momento mi relación con el deporte y más importante aún, con los atletas que lo practican, la que hoy perdura, posiblemente con mayor intensidad y emoción.
El llegar tan temprano al estadio, en poco tiempo me permitió conocer bastante de cerca a los peloteros, con los que llegamos a compartir hasta temas personales, como sus alegrías y tristezas, además de comprender mejor los detalles de ese deporte mágico que es el béisbol. Lamentablemente, esa compenetración no se produjo al mismo nivel con los atletas participantes de otros deportes.
Como rompiendo el libreto para la historia, los dos equipos de la Capital se eliminaron, por lo que el Bithorn no se usó para la final de la temporada de 62-63, en la que Mayagüez venció a Caguas y por eso nos representó en la llamada Serie Interamericana, que se celebró en Panamá con el título para el equipo anfitrión.
LAS MAYORES ASISTENCIAS
Las Justas de Atletismo de la LAI se celebraron en el Bithorn por primera vez el 6 de abril de 1963, cuando la UPR se impuso ante una enorme multitud de ruidosos y belicosos estudiantes que parecían más atentos a las interminables guerras de bombas de agua y muchas otras maldades. La asistencia de 17,137 pagando se mantiene como marca para las Justas de la LAI.
El verano del 63 fue más intenso que las Navidades del 62, ya que la matrícula del Baloncesto Superior, que entonces no tenía el apellido de “Nacional”, estaba compuesta por ocho equipos, tres de los cuales utilizaron el Bithorn como su hogar (Santurce, San Juan y Río Piedras). Precisamente los Cardenales fueron los campeones al vencer a los Leones de Ponce en la final.
Del mismo modo fui testigo – los primeros años como vendedor–, de dramáticas carteleras de boxeo, hasta de campeonato mundial y más adelante de lucha libre.
Recuerdo que en el Bithorn pagaron 20,001 personas en un partido de béisbol entre Caguas y Santurce y 17,621 en uno de Baloncesto Superior entre Bayamón y Río Piedras, en 1969. Ambas marcas que prevalecen.
Del mismo modo, el estadio vistió sus mejores galas para los actos inaugurales y de clausura de los Juegos Centroamericanos de 1966 y los Panamericanos de 1979, que serán recordados por el estruendoso abucheo que le regalaron los miles presentes al entonces gobernador Carlos Romero Barceló, por haber atentado contra nuestra soberanía deportiva.
El domingo primero de abril de 2001 las Grandes Ligas inauguraron oficialmente su temporada de ese año en un Bithorn abarrotado. Carlos Delgado fue el inicialista y cuarto bate y Cheíto Cruz jardinero central y octavo de Toronto, que derrotó 8-1 a Texas, que tenía a Iván Rodríguez detrás del plato y quinto en la alineación.
Posteriormente, los Expos de Montreal utilizaron el estadio como parque local en veinte partidos de serie regular en el 2003 y otros veinte en el 2004. Muchísimo más éxito tuvieron los partidos celebrados en el estadio de Hato Rey como parte de los Clásicos Mundiales de Béisbol en 2006 y 2009.
El Bithorn también ha sido sede de espectaculares presentaciones artísticas que han llenado a capacidad sus butacas y todos los espacios disponibles, alcanzando cifras de hasta cincuenta mil personas. No se podrá escribir la historia del estadio sin consignar otros eventos religiosos y políticos de gran impacto y arraigo popular.
En fin, que el estadio Hiram Bithorn ha sido sede de la mayor parte de los eventos más significativos celebrados en Puerto Rico durante el pasado medio siglo.