El Colegio versus la UNE:
Una reflexión sobre el deporte universitario
En la semana del 1 de diciembre, se celebró la final masculina de la Liga Atlética Universitaria (LAI) en el popular deporte de voleibol. Tal y como anticipa el título de este artículo, en la misma compitieron el equipo del Recinto Universitario de Mayagüez (Colegio) y la Universidad del Este (UNE). Desde la perspectiva competitiva fueron tres juegos emocionantes, de mucha calidad en la ejecución, y un juego final a cinco sets que podía atentar con la salud de cualquier espectador. Admito que mi presencia en los tres juegos estaba enmarcada por dos razones fundamentales. Ciertamente, disfruto este deporte, pero además, estaba ejerciendo mis funciones de orgulloso padre. Lo anterior –confieso- no me impidió reflexionar sobre el significado de lo que allí acontecía en términos académicos y de crecimiento personal.
Comencemos por expresar la importancia del deporte en la formación de un ser humano. De igual manera que las artes son indispensables para desarrollar la sensibilidad y fomentar el humanismo, a través del deporte se propende la salud, la civilidad al aprender a lidiar con las derrotas y victorias, la solidaridad entre los miembros del equipo y además, una herramienta fundamental para el mundo laboral: el trabajo en equipo. Es precisamente por todo lo anterior que las universidades mantienen un ofrecimiento constante en las humanidades, independientemente del declive tanto en su matrícula, como en el mercado laboral contemporáneo. Paralelamente, las universidades están conscientes de que el deporte trasciende el aspecto recreativo o de entretenimiento, para convertirse en una herramienta de mucha utilidad en el desarrollo integral de ese egresado, particularmente del que representa a su universidad.
Sobre esto último es sobre lo que realmente estuve reflexionado en los juegos de campeonato. Particularmente, si las dos universidades que competían por el cetro universitario en dicho deporte, compartían la visión de lo que debe ser el deporte universitario según expuesta previamente. Para contestar la anterior interrogante, el lector necesitaría examinar al menos la siguiente información.
Debe comenzarse por preguntarse qué beneficios económicos reciben esos atletas por representar su institución. ¿Es meramente una beca para costear la matrícula y alguna otra aportación para sus alimentos, libros y hospedaje? O por el contrario, se la paga otra cantidad en metálico por su participación, o se le obsequian bienes, como automóviles, para convertirse de facto en profesionales y por consiguiente dejar de ser genuinos universitarios?
Desde la perspectiva académica, ¿cuál es el progreso académico de esos estudiantes (GPA, cursos requisitos aprobados, cantidad de créditos matriculados) durante la temporada que representan a su institución? Pero más importante aún ¿cuál es la taza de retención de esos estudiantes y cuál eventualmente es la taza de graduación? Si se tiene la visión de que el deporte es un instrumento para la formación de ese ciudadano y futuro egresado, es indispensable por consiguiente que aparte de participar en la competencia deportiva, pueda graduarse con su cohorte y ganarse su vida dignamente con su nueva profesión u oficio.
Precisamente accediendo a esa información de esas dos instituciones –o de todas– es que podremos identificar su visión sobre la función del deporte en la academia. Y ello es importante porque sería terrible que lo que surja sea que para una determinada universidad – la que sea – lo importante sea que sus estudiantes le consigan títulos, sin que ello esté acompañado con el crecimiento académico y la formación personal que se supone que la competición universitaria propenda. Sería meramente la explotación del talento deportivo desvinculado totalmente de una visión o formación universitaria. En otra palabras, de lo se trata burdamente es el adelantar precipitadamente el ejercicio profesional en estos deportes por parte de sus atletas, sin el beneficio real de una educación universitaria, aunque ello se realice bajo el palio del deporte universitario y con el visto bueno de la LAI. Claro, me imagino que los ingresos por pago de anuncios (inclusive en la camisa de uno de los jugadores) o de los derechos de transmisión pueden relajar los criterios más rigurosos de burócratas anquilosados.
Vivimos desafortunadamente en una sociedad neoliberal donde cada cual hace lo que le plazca con su capital o con su talento. Ciertamente lo preocupante de esta visión –en la cual muchos de los atletas son reclutados únicamente por sus ejecutorias deportivas– es que su principal opción en la vida será ser atletas profesionales. Cabe entonces preguntarse qué pasará con la mayoría de ellos posteriormente al no poder llegar a ser verdaderos profesionales en el deporte. ¿Qué van a ser con sus vidas entonces; o cuando al madurar sus cuerpos tengan que dedicarse a otros menesteres, a los cuales se supone que su universidad de procedencia los hubiera encaminado?
Como puede intuirse, hay mucho más en una competencia deportiva universitaria que lo que puede percibirse a simple contemplación. Tenemos la obligación de mirar esto más a fondo sin meramente estar aplaudiendo las buenas jugadas y apoyando a nuestros respectivos equipos. Hay mucho más de por medio.
Lo interesante que es que a veces la vida nos da grandes lecciones o como diría el cantautor panameño Ruben Blades “la vida nos da sorpresas”. En ocasiones la visión correcta del deporte triunfa sobre la distorsionada. Precisamente ese es el resultado de estudiar con rigor mientras se práctica, de un entrenamiento disciplinado y de desarrollar una empatía entre los componentes de un equipo genuinamente aficionado y su fanaticada; todos muy consciente del honor de representar a toda una comunidad universitaria. Y ello, siempre prima sobre un supuesto grupo de atletas profesionales que realmente se representan a sí mismos.
Lo que pasa es, que el deporte a veces tiene una mística que opera de manera mágica, pero infalible. Y nos enseña que no se trata de cuál de los conjuntos tiene mejores atletas individuales, sino realmente, cuál tiene el mejor equipo. En eso el deporte tiene una sabiduría envidiable y nos brinda a todos, una lección perenne de vida.