«El eco de nuestras voces»: Festival Internacional de Cantautoras de Nicaragua
Llegamos a Managua, Quique y yo, el jueves 21 de noviembre. Desde el aire, ya habíamos comenzado a conocer algo de la geografía nicaragüense. Sobrevolamos el inmenso Lago Managua, a cuya orilla está la ciudad, y admiramos el verdor de la tierra de Sandino y de Ernesto Cardenal. Nicaragua se nos reveló de inmediato como un país acogedor, hospitalario y vivo.
Y es que llegamos a Managua porque tuve el privilegio de ser invitada a participar en el VI Festival Internacional de Cantautoras de Nicaragua. Producido por la Fundación Dúo Guardabarranco, y creado por Katia Cardenal, su propósito principal es “visibilizar y difundir el trabajo de cantautoras regionales y aportar a la cadena de valores sociales desde la propuesta cultural de mujeres cantautoras.”
Conocí el trabajo de Katia y Salvador Cardenal a principios de la década de los ochenta. Me impactaron la dulzura y fuerza de sus voces, y las hermosas armonías que creaban. Pero no los conocí personalmente hasta muchos años después, en su primera visita a Puerto Rico. Al final del concierto me acerqué a saludarlos, y al presentarme me abrazaron con alegría sincera. Para mi sorpresa, Katia me narró que, comenzando ellos su carrera, escuchaban constantemente los discos de Aires Bucaneros, en cuyas armonías vocales encontraron fuente para nutrir las suyas. Me habló en aquel entonces de la posibilidad de viajar a Nicaragua para trabajar alguna presentación junto a ella. Finalmente, este noviembre se dio ese esperado encuentro.
Ningún momento más atinado para realizarlo que el Festival Internacional de Cantautoras. Si reconocemos la dificultad particular que enfrentamos las cantautoras para dar a conocer nuestra obra, puede valorarse una esfuerzo como éste, un evento colaborativo que crea espacios para las voces de las mujeres en la canción, para que se sostenga y se fortalezca la canción que hacemos. Y en el contexto de unos países donde el machismo reina libre, que cantemos las mujeres, tristemente, aún resulta subversivo y provocador. Pero mientras más se oigan nuestras voces, mientras más se respete nuestra canción, mayor oportunidad habrá para la transformación de una cultura que nos hace daño, que nos convierte en víctimas de la violencia, que nos ningunea y nos destruye. Y el trabajo que Katia realiza hacia esa transformación es monumental, porque crea los lazos necesarios para no sentirnos solas, para saber que es urgente que sigamos cantando, escribiendo, pintando, hablando y haciendo.
Esta sexta edición del Festival Internacional de Cantautoras en Nicaragua se llevó a cabo del 22 al 24 de noviembre de 2013, con conciertos en las ciudades de León, Managua y Estelí. Durante el mismo, compartí tarima con tres cantautoras nicaragüenses y una argentina: Katia Cardenal, Elsa Basil, Gaby Baca y Belén Ilé. En otras ediciones, el Festival ha contado con la participación de cantautoras de otras nacionaldades, por ejemplo María Pretiz, Karol Cabalceta, Larissa Coto Valldeperas y Guadalupe Urbina de Costa Rica, Liuba María Hevia de Cuba; Karla Lara de Honduras, Tish Hinojosa de Estados Unidos; Nicole Bus de Holanda; Agrupación Naik Madera de Guatemala; Magdalena Mathey de Chile; Esther Orkester de Noruega; Yomira John de Panamá; Silvia Comes de España; y de Nicaragua Gaby Baca, Elsa Basil, Clara Grun, María José Ocarina, Carola Delgado, Sandra Castrillo, Marja Siu, Diana Corrales y Katia Cardenal.
El público de León nos sorprendió. Acogió cada propuesta con enorme calor y cariño. El pequeño pero hermoso teatro colonial fue el escenario de nuestro primer encuentro. Cada cantautora celebraba el trabajo de cada cual con un entusiasmo desbordante. Fue una noche de descubrimientos, de solidaridad y mucha alegría. En Managua, inauguramos un nuevo espacio para la canción, en un lugar que alberga, entre otras cosas, un proyecto de libros y biblioteca para niños. Y en Estelí, ciudad ubicada en la altura, cafetalera y tabaquera, nos recibió un público de más de mil quinientas personas, en una inmensa plaza, todas escuchando con respeto y entusiasmo a cada una de las mujeres que, con su guitarra, cantaron al amor, a la naturaleza, a la belleza y a la mujer y el hombre solidarios.
Ese fin de semana, en Puerto Rico, se celebraba una gigantesca marcha exigiendo la liberación de Oscar López Rivera. Yo no pude estar allí, pero su nombre lo llevé a cada tarima nicaragüense. Allá dejé un poco de su historia, y de la nuestra. Allá encontré un eco a nuestras voces. Y me traje también el eco de las suyas.