El negocio de la IN-comunicación
“A veces leo/veo las noticias y lo que me dan son ganas de llorar”. La frase anterior la escribió en su página de Facebook una joven estudiante de comunicaciones. Cuando intercambié mensajes con ella percibí, además de su tristeza, su tremenda molestia con el cada vez más exacerbado morbo con que los medios tratan temas en extremo negativos, como por ejemplo, el abuelo que embarazó a su nieta o el país en el que valoran legalizar la pedofilia, por sólo citar dos ejemplos.
Soy de los que me niego a aceptar que comunicación es la simple trasmisión de mensajes de un emisor a un receptor, pues con ello estaríamos legitimando que los golpes, los insultos, las prohibiciones absurdas, la unilateralidad, la autocracia, entre muchas otras acciones de esa índole, serían comunicación.
Creo en la puesta en común y en el intercambio de mensajes entre seres humanos (como interlocutores) en condiciones de libertad e igualdad, como bases de la comunicación humana. Creo también en que los medios masivos deben realizar una verdadera función educativa, independientemente de las presiones del mercado.
Lamentablemente esos principios en los que creo (y tengo la certeza de que muchas otras personas me acompañan en esas creencias), son pisoteados diariamente por la mayoría de esos medios que se dedican a simplemente trasmitir aquello que “vende”, sin importar el efecto/daño que produzca en los receptores.
Hace muchas décadas algunos teóricos demostraron claramente que todo lo que los medios trasmiten produce un efecto inmediato en el comportamiento social (individual y grupal) de aquellas personas que no tienen las herramientas para discernir, evaluar, descartar y a las que llamaron “grupos de fragilidad cultural”.
Lamentablemente en nuestra sociedad no son pocos los que pertenecen a esos grupos y, más lamentablemente aún, muchas de esas personas van a reproducir en sus comportamientos lo que de los medios reciben y “aprenden”.
La tendencia, por lo general, es producir/trasmitir/publicar sin importar mucho qué valores aporta a la educación de las nuevas generaciones, o lo que es más importante, qué necesitan esas nuevas generaciones para concretar una educación integral, con valores positivos, bidireccional. Una educación donde el receptor tenga derecho a escoger qué tipo de información desea que se ponga a su disposición.
En ese contexto estos mal llamados medios de comunicación funcionan, en la práctica, como simples medios de trasmisión de información.
No basta con darle la oportunidad al receptor/consumidor de la información que los medios trasmiten, de expresar sus opiniones, quejas y sugerencias o con encuestarlos en la calle, si el mercado va a seguir decidiendo lo que se les pone a su disposición. Estamos todos (medios de información y sociedad civil) atrapados en un círculo vicioso sin salida: se produce/trasmite/publica lo que vende, lo que las empresas compran para anunciar y lo que los televidentes/lectores/oyentes “compran” para consumir e incorporar a su acervo cultural; y esa compra-venta de información tiene como contenido, mayoritariamente y a veces casi únicamente: violencia, lenguaje vulgar, actitudes y sentimientos nada dignos de ser imitados (García, 2008).
Si partimos de que todo proceso “comunicacional” masivo debe, puede y de hecho realiza, consciente o inconscientemente, una labor educativa, entonces coincidiremos en que el papel de esos medios es fundamental, sobre todo en la formación de conceptos, valores, hábitos, etc. en los jóvenes y niños, quienes por la cantidad de horas que están en contacto sobre todo con los medios audiovisuales (en no pocos casos muchísimas más horas de las que están en contacto con sus padres), reciben de estos una formación, o DEFORMACIÓN, que resulta con frecuencia definitiva en su ulterior desarrollo cultural como ser humano y hasta como profesional.
El problema no es reciente. En 1997 una encuesta de la UNESCO realizada simultáneamente en Europa, Asia, África y América Latina demostró que Terminator era el personaje más admirado por los niños del mundo, que se identificaban con la musculosa encarnación de Arnold Schwarzanegger (Galeano, 2010).
El negocio es lucrativo y cada vez importa más cuánto ganan los medios en dinero que los receptores en valores y principios. Tal parece que no importa para nada la puesta en común y la educación en toda la extensión de la palabra y por ello el morbo, las desgracias, la violencia y cuanta información abominable VENDA, sigue ocupando los principales espacios. A ello contribuye, en mi opinión, el que la propiedad de los medios masivos se concentra cada vez más en unos pocos dueños. Los medios dominantes están controlados por un puñado de poderosos que tienen el poder para dirigirse al mayor número de ciudadanos a través del planeta. Nunca antes tantos hombres fueron mantenidos en la incomunicación por un grupo tan pequeño (Galeano, s.f.).
No obstante lo analizado en los párrafos anteriores, creo que aún podemos afirmar (aunque no sé por cuánto tiempo más) que no todo está perdido. Aunque resulta difícil, todavía podemos demostrar que, aunque el todopoderoso rating (televisivo, radial, impreso) no los acompañe, existen otros medios y modos de informar, entretener, educar alternativos, que si bien no son perfectos (ninguna obra humana lo es), al menos no nos contaminan de una manera tan peligrosa como muchos de los productos que diariamente nos ponen a nuestra disposición los más “importantes” medios actuales.
Como no podemos cambiar el mundo de un plumazo (mucho menos de un disparo), creo que lo “menos malo” que podemos hacer es concentrarnos en las personas que tenemos a nuestro alrededor y ayudarles en su “bregar” con los medios. Podemos y debemos proveer a los jóvenes (y otras personas en las que podamos influir) de herramientas (intelectuales, éticas, morales, entre otras) que los vacunen contra el veneno del que serán “inyectados” por los mal llamados medios de comunicación. Quizás, además, podamos compartir a coro la siguiente frase del irreverente Groucho Marx: “encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro”.
Referencias: Galeano, Eduardo. Pedagogía de la soledad. Recuperado de: http://comunicacionparalapaz.blogspot.com/2010/07/cap-5-galeano.html _______. Hacia una sociedad de la incomunicación. Le Monde Diplomatique, (s.f.) García, Víctor Manuel. Medios de ¿comunicación?. Periódico ¨El Vocero, 25 de noviembre de 2011. Marx Groucho. Frases célebres. Wikipedia, s.a. Recuperado de: http://es.wikipedia.org/wiki/Groucho_Marx