El payaso presidente
Pocas cosas me parecen más espeluznantes que la idea del payaso presidente. Todos lo conocen, unos lo odian, otros le temen, otros lo idolatran y casi todos ríen con él. Su campaña comenzó como un chiste y como una buena movida publicitaria de quien es tan billonario que no quiere que nadie conozca sus cuentas con el estado, las planillas: el deber que comparte con los ciudadanos que aspira presidir. Se burla de todos: algunos sospechan que simplemente oculta su bancarrota y otros que se trata de otra jugada publicitaria más. Y la campaña electoral se va pareciendo a un cuento olvidable de Rómulo Gallegos parodiado por García Márquez. Si lo acusan de hostigamiento, hostiga como respuesta. Fantasea con súper poderes, como el de obligar al gobierno mexicano a pagar por el muro ridículo con el que parece que quiere imitar al emperador chino que ordenó la construcción de la muralla y mandó a quemar “todos los libros anteriores a él”.1 De paso, esta fortaleza de 7,300 kilómetros no impidió que el mongol Genghis Khan, unos siglos después, comenzara la dinastía que tanto admiró Marco Polo.
Lo más temible de su cínica xenofobia es que acoge temores y odios de una sociedad deprimida consigo misma porque ve desmoronarse la imagen supermánica que hizo de sí. Una sociedad que se recrea en video juegos y películas de súper héroes, con batallas de destrucción masiva para salvar la humanidad y que alimenta sus temores recirculando anticuados estereotipos que asombrosamente siguen funcionando como mitos portadores de verdades trascendentales. (En tiempos en que todo es relativo, la verdad es simplemente el mensaje mismo, como proclama El Hijo del Mesías.) Allá y acá el mensaje es el del temor: allá se teme a los marcianos, los aliens, como en War of the Worlds de Orson Wells; acá, que nos abandone el buen amo, por quien tantas vidas hemos sacrificado en Europa, el Pacífico, Corea, Vietnam y arriesgado otras en sus incursiones centroamericanas y caribeñas.
Pues ese candidato que se burla continuamente de los supuestos éticos de la sociedad del nuevo siglo, como si se hubiera leído a medias la Ética posmoderna de Zigmunt Bauman; sigue fácilmente el libreto que le teje su rival para que devele sus mentiras; que actúa como personaje de cómic de Marvel amenazando con eliminar a los enemigos espectrales, como fantástico ghostbuster; y al que su rival insinúa sería insano entregarle en las manos el botón de la paz o de la hecatombe mundial; ese puede ser Presidente de Estados Unidos y Chief Commander del arsenal nuclear más poderoso del planeta. Es casi como entrar al episodio en que Lex Luthor (no Superman corrupto), como ese otro demonio llamado Hitler, ha ganado el apoyo popular (¡ay! ¡otros monstruos más!) criticando la debacle económica y social de la súper potencia, como habían hecho comunistas, socialistas, antiimperialistas, ecologistas y muchos scholars de sus más prestigiosas universidades. ¿Qué hacer cuando llegue ese momento? ¿Reírse o temblar?
Y no es que la otra no desempeñe su papel en esta triste historieta de súper héroes, pues tras el antifaz se le ven los hilos de Wall Street y del status quo. Y por más que se monte en las reivindicaciones en cuanto a derechos civiles que representa la administración Obama y manosee algunos slogans de su anterior rival, no puede ocultar que esta administración ha sido incapaz de salir del atolladero económico y bélico del cual la dejó la anterior; aumentó su apoyo financiero a Israel mientras fanfarronea derrotar a ISIS; y, lo que es peor, fue incapaz de detener la ola de agresiones policiales contra afroamericanos y latinos enterrando definitivamente el mito de la era pos racial.
El otro presidente
Se llama Carrión. Casi todos lo conocen como el cuñado de Pedro Pierluisi: arquitecto simulado del otro chiste, ese que llaman PROMESA, en cuyo Task Force es “nuestro representante”, pues es el único electo por los puertorriqueños. Pero no, nos equivocamos. Es al contrario: Pierluisi es su cuñado.
José Carrión III (sí, así con números romanos, como los reyes) es hijo de José Carrión, quien además de ser exitoso en el mundo de los seguros fue director de Popular Inc., corporación fundada por su familia y a la que pertenece el Banco Popular (seguimos con nombres decimonónicos).2 Su hermana, María Elena Carrión, como él, egresada de alguna prestigiosa universidad norteamericana, es fundadora de la exitosa Multicultural Capital, que presta asesoría financiera a los buitres de Wall Street. Es también esposa de quien quería ser gobernador de Puerto Rico. Junto a Carlos García, José Ramón González, Ana Matosantos, Andrew Biggs, David Skeele y Arthur González, son los otros malvados de esta mala comedia de aventuras.
José Carrión es presidente de la Junta de Supervisión Fiscal, a.k.a Junta de Control Fiscal. Rafael Bernabe, candidato a la gobernación del ELA, cuya constitución tendrá que jurar defender si resulta electo, reta a este presidente a un debate. Cool! David contra Goliat. Pero los presidentes no debaten; solo debaten los candidatos. Carrión, además, como Gerald Ford, llegó a ser presidente sin ganar una elección; y sin perder ninguna tampoco, porque él, el tercero de los José Carriones, no necesita el apoyo popular, el de su Banco le basta. Este asesor financiero, pintado de agente de seguros, le rinde cuentas al imperio —la banca y el aparato militar que la defiende—, no a nosotros, para quienes igual habrá especial de Navidad. Ups! y si al comando del Death Star está el payaso presidente, ¿cuál fantasía nefasta se cumplirá? ¿El tiempo seguirá siendo el tiempo por encima de la más lógica refutación, como se consolaba Borges?3 ¿O “el mundo será trump”?
- “Leí, días pasados, que el hombre que ordenó la edificación de la casi infinita muralla china fue aquel primer emperador, Shih Huang Ti, que asimismo dispuso que se quemaran todos los libros anteriores a él. Que las dos vastas operaciones –las quinientas a seiscientas leguas de piedra opuestas a los bárbaros, la rigurosa abolición de la historia, es decir del pasado– procedieran de una persona y fueran de algún modo sus atributos, inexplicablemente me satisfizo y, a la vez, me inquietó”. Jorge Luis Borges, “La muralla y los libros”, La nación, 22 de octubre de 1950. https://www.scribd.com/doc/
187446287/La-Muralla-y-Los- Libros [↩] - Ver “Adiós a un veterano de seguros y banca”, El Nuevo Día, 3 de enero de 2014 http://www.elnuevodia.com/
negocios/finanzas/nota/ adiosaunveteranodesegurosybanc a-1680539/ [↩] - “Sexto Empírico… niega el pasado, que ya fue, y el futuro que no es aún, y arguye que el presente es divisible o indivisible. No es indivisible, pues en tal caso no tendría principio que lo vinculara al futuro, ni siquiera medio, porque no tiene medio lo que carece de principio y de fin; tampoco es divisible, pues no en tal caso constaría de una parte que fue y de otra que no es. Ergo, no existe”. Jorge Luis Borges, “Nueva refutación del tiempo”, Páginas escogidas, La Habana, Casa, 246 [Buenos Aires, 1946]. [↩]