El periodismo de hoy es el de mañana
Se avecina una confrontación sobre qué significa y cuál es el alcance que debe tener el periodismo público, y todo lo que representa en cierto sentido lo “alternativo”.
“Hoy en las Noticias” no tiene a Mili Gil, allí no está tampoco Cordelia González. No se trata de los empleados de El Nuevo Día ante las arbitrariedades de su patrono ni de los desplantes del excéntrico millonario Angulo en el San Juan Star. No han botado a Oscar Serrano o Daisy Sánchez. No se le retiran fondos a la familia Ferré o a El Vocero. Eso explica, en parte, cómo se dimensiona este problema.
El único programa de noticias de una radio pública es víctima de sus propias carencias. Existe, por una parte, un problema de valoración popular puesto que su formato no encaja con el esquema dominante en los que abunda la nota instantánea, con poca reflexión; el comentario superficial, la habladuría salpicada de violencia verbal o, en el mejor de los casos, la información profesional en buena lid, pero sujeta al poder del propietario y la publicidad. Existe, por otra parte, un problema de valoración profesional que tiene que ver con los condicionamientos ideológicos que estructura la distribución desigual del poder económico, político y mediático que rige el país. No me detendré en este asunto, complejo, claro está, pero tomen nota de cuán importante es el contexto de relaciones de poder en este atropello que ocurre en Radio Universidad.
Cada cual, como se ha señalado, elige sus batallas. De acuerdo, pero ésta es una que no hemos elegido nosotros. Se trata de una imposición que no tiene nada que envidiarle a otras acciones de este gobierno, llámese gasoducto o Junta de Síndicos, Diálogo o WIPR.
Eliminar de golpe y fulminantemente un programa central diario, que sirve además de taller para estudiantes y profesores, y sustituirlo sin explicación razonable, sin procesos de evaluación, sin previa consulta a los periodistas, profesores, estudiantes y público implicados en la decisión, no es una mera torpeza. No. Me atrevo a apostar que es más bien un producto elaborado, una estrategia con fondo filosófico, lo que en la guerra llaman “inteligencia”.
Esa estrategia tiene unas premisas que no se dicen en público: 1) La gente no cuenta en verdad para la toma de decisiones. 2) La democracia es un concepto iluso, no existe sino en papel. 3) El rigor académico y sus procesos de verificación y legitimación operan si conviene; no se trata de principios.
Allá y acá esas son las normas del juego. Y la Escuela de Comunicación ya no es la excepción, si alguna vez lo fue.
Hay que preguntarse cuál es el periodismo que se propone. La suma graciosa de clichés —periodismo investigativo, balance, oportunidades— no es suficiente. Más bien ofende a los entendidos. Lo que se proponga, como se le llame a eso para lo cual se convocan nombres de prestigio, no puede ocultar ¡lo que se está enterrando! Se abandona un taller de periodismo diario, realizado sin presiones de la publicidad, el gobierno o los “propietarios”. Esa es la virtud, el valor inconmensurable del periodismo público.
Abandonar el proyecto de hacer periodismo público diario es entregarnos a las manos exclusivas de las grandes y medianas corporaciones privadas con fines de lucro. ¿Dónde queda el balance? ¿La posibilidad de otras voces? ¿La sensibilidad y el rigor sin ataduras? Y, me refiero, claro está, a la posibilidad de ello, puesto que no creo que nadie piense que “Hoy en las Noticias” era el programa ideal.
Difícil armar un proyecto periodístico sin director(a). Difícil llevarlo a niveles superiores sin dirimir las diferencias internas. Misión imposible ha sido porque no se cuenta con la recia voluntad de parte de quienes tienen el poder de fortalecerlo mediante los apoyos académicos y administrativos que ahora sí aparecen para otro programa, en este caso, semanal.
¿Por qué esos ingentes recursos no se invierten en el programa diario, en el Departamento de Noticias?
Hay un cálculo en todo esto que supone una vuelta casi al siglo diecinueve. De hecho, justo a principios del siglo XX los ejemplares de semanarios y revistas quincenales y mensuales superaban por mucho la cantidad de ejemplares diarios, al menos en Estados Unidos. Los diarios alcanzaron la supremacía definitiva mediante dos factores: el desarrollo de nuevas tecnologías que permitían una tremenda reducción de costos por unidad, y por otra parte, la concentración de capital en esas industrias. Pronto, aquel paisaje que también vivimos en Puerto Rico, un país con once, catorce y hasta veinte diarios, sucumbió al esquema capitalista gran corporativo de dos diarios principales, y así quedaron El Mundo y El Imparcial dominando por casi cincuenta años ininterrumpidos. La mayoría de las revistas y los semanarios languidecieron a la sombra de esos gigantes, hasta desaparecer con las excepciones que conocemos en Ponce, Arecibo, Caguas, Humacao y Fajardo.
Hoy, sin embargo, estamos en otro juego muy distinto. Ha hecho crisis definitiva el esquema de grandes corporaciones que lo monopolizaban todo precisamente porque las nuevas nuevas tecnologías han permitido el surgimiento de novedosas y más eficaces formas de comunicación y distribución de la información. Justo ahora, en estos años, nacen miles de diarios o micro diarios, blogs, super blogs, y hasta poderosas industrias cuyos sitios en la Internet son más visitados que los propios medios tradicionales. Lo que ha ocurrido es que la información ahora puede estar disponible 24/7, no sólo cada día sino a cada minuto. La fascinación con estas posibilidades es, a veces, vertiginosa e incontrolable, lo que explica la proliferación del formato “minuto a minuto” por todos lados.
Y ahora, precisamente ahora, bajo estas nuevas condiciones de desarrollo tecnológico, de desafíos profesionales y ocupacionales, a la dirección de la Escuela de Comunicación se le ocurre armar un “gran semanario” para la radio tradicional en lugar de transformarla, a su mayor potencial, en la base de un periodismo de múltiples plataformas y múltiples ofertas de contenido, integradas.
Integración: esa es la clave de los encuadres más lúcidos, más interesantes y más prometedores del periodismo contemporáneo: aprovechamiento y transformación de las plataformas tradicionales, una producción abierta a la colaboración y el intercambio de contenidos, uso intensivo de las nuevas tecnologías, y la posibilidad de informar a cualquier hora y desde múltiples formatos. Una operación compleja que ahora se facilita con la aplicación de las nuevas tecnologías que lo integran todo y tras una inversión modesta de recursos económicos. Entre profesores y estudiantes, exalumnos y amigos, COPU y la UPR cuentan, además, con un ejército envidiable para esa tarea.
Repito: en la segunda década del siglo XXI, reducir la contribución de la Escuela a un “gran” programa semanal es un disparate académico, profesional, técnico y empresarial. Ojalá recapaciten. El periodismo de hoy es el de mañana, así de rápido camina nuestra profesión. ¿Cómo es posible que vayamos en la dirección contraria?