El triunfo independentista: segunda parte

1.
En su análisis, Pabón diagnosticó lo que a su juicio era el problema mayor de Puerto Rico y prescribió la tarea que podía superarlo. En coincidencia con Emilio Pantojas, el intelectual que más ha criticado la kakistocracia del país, el problema mayor era el statu quo y su bipartidismo, un régimen partidista comprometido con perpetuar políticas neoliberales. El rompimiento del cerco bipartidista era indispensable como estrategia para alterar la configuración de fuerzas favorable al neoliberalismo. “La discusión fundamental (y que no se está dando) es cómo alterar la correlación de fuerzas favorable al statu quo neoliberal.”[iii]
Este diagnóstico imposibilitaba apoyar al PIP: la independencia no tiene “apoyo popular;” el independentismo es un “gueto minoritario,” los votos del PIP han mermado estrepitosamente y, con más importancia, es un partido que se inserta en el “paradigma del estatus.” Con tal identidad, solo los independentistas debían votar por el PIP.
“¿Por qué entonces las personas que buscan una alternativa al statu quo deberían votar por el PIP en vez del MVC? Esta posición solo tiene sentido si el elector se define como independentista y la independencia es el objetivo fundamental que quiere adelantar en las elecciones. Pero si lo que se busca es quebrar el bipartidismo y el régimen de partidos imperante entonces la alternativa debería ser el MVC.”[iv]
En caso de que tal advertencia fuera ignorada, Pabón no tenía duda alguna sobre lo que acontecería: la hemorragia de votos del PIP continuaría. Esta certeza tenía su raíz en su opinión de que el independentismo “tradicional” no podía crecer. Estaba y está condenado al enanismo electoral, una certeza aplicable a toda organización independentista “tradicional.” El PPT, por ejemplo, no prosperó electoralmente porque, sin ser “un partido independentista, … actuó como si lo fuera. … Y esa fue una de las razones por las que este partido no tuvo el impacto electoral deseado.”[v] A fin de cuentas, el independentismo vive encarcelado en su problema mayor: es nacionalista.[vi]
Si esto no bastara, el PIP “es parte integral del régimen de partidos basado en el paradigma del estatus y, en tal sentido, ha sido un sostén directo o indirecto del bipartidismo.” Por lo tanto, “no puede ser una alternativa ni al bipartidismo ni al régimen de partidos hegemónico.”[vii]
El MCV, en cambio, era una opción “novedosa,” “una alternativa real de cambio frente al bipartidismo reinante” y con “un paradigma político alterno” no marcado por el estatus. Más aún, sin ataduras con el estatus, puede “enfocar” “en cuestiones sociales, económicas, y ambientales; y le ofrece un espacio político para crecer fuera del gueto minoritario del independentismo.”[viii]
Cuando unimos los supuestos de sus dos escritos, podemos ver el siguiente razonamiento: (1) el problema mayor de Puerto Rico es el bipartidismo; (2) la centralidad del estatus impide enfrentar este problema y “bloquea” la búsqueda de soluciones a problemas mayores de nuestra sociedad;[ix] (3) el PIP, precisamente por anclar su identidad en la independencia, en el estatus, no es alternativa contra el bipartidismo. Todo lo contrario, es “sostén” del mismo. (4) El PIP es un partido marcado por la disminución constante de sus votos; (5) apoyarlo es continuar con “el statu quo y el bipartidismo”[x] (6) el MVC era la única organización con posibilidades reales de derrotar al bipartidismo. Por lo tanto, (7) era necesario votar por el MVC, una nueva organización no atada al estatus y, además, con posibilidades reales de debilitar a los dos partidos de la colonia.
Todas estas premisas formaron y, a la luz de su análisis post-electoral aún forman, un entramado donde algunas de ellas ocupan un lugar fluido, dependiendo del énfasis que Pabón les asigne. Esa fluidez las hace resbaladizas con la gran excepción de una, que es axioma y, por lo tanto, aseveración que no se cuestiona. El axioma es la creencia de que todo partido definido por el estatus es impedimento para cambios progresistas.
2.
De las premisas mencionadas, la primera es válida; la segunda exagera y distorsiona; las restantes cinco fueron refutadas en las urnas. El PIP creció significativamente y el bipartidismo sufrió su peor derrota. El MCV no era la única opción política que podía crecer y mucho menos la única que podía debilitar el bipartidismo.
La segunda premisa (el estatus entorpece la lucha contra el bipartidismo y “bloquea” concentrar en lo “urgente”) tiene mucho de distorsión.
No hay duda que el estatus ha sido un tema de agonía espiritual y política para muchas generaciones de puertorriqueñas y puertorriqueños. Se ha hablado tanto del mismo que a fuerza de manoseos legales y peregrinajes al Congreso se ha convertido en un “significante vacío,” una palabra que moviliza afectos, resentimientos y cansancios. Es la incomodidad perpetua, la sombra perenne en todo esfuerzo por enfrentar el Congreso en búsqueda de salidas al presente. Es también una imposición del coloniaje.
Pero si el “paradigma del estatus” se define como arena en la que los tres partidos recurrentes concentran la mayor parte de sus recursos en promover su opción, tal visión no seria cierta.
El PIP y el PNP, con claras asimetrías de recursos, luchan e impulsan legislación consistente con la independencia y estadidad respectivamente. El PPD evade el tema y por gran parte de su historia lo dio por resuelto. Su más reciente “resolución” es solo repetición y afirmación de lo que son.
Si el estatus se entiende como norte y afán que impiden, o peor, ofuscan la discusión sobre problemas urgentes, esta definición sería falsa. El PNP no ha tenido obstáculo alguno para adelantar y legislar sus políticas de corte populista y neoliberal (Rosselló), neoliberal (Fortuño). Su problema no es que ignore problemas críticos por tener sus miras en el estatus. Su problema es la ideología y los valores que lo nutren.
Muy contrario a tal premisa, el PIP y el independentismo han participado en luchas obreras, ambientales, estudiantiles, y anti-militaristas sin que el norte independentista los ofuscaran o llevaran a descuidarlas.
La tercera premisa (votar por el PIP no ayudaba a debilitar el bipartidismo), la cuarta y la quinta (la merma constante en el apoyo electoral del PIP) justifican citar una oración condicional que Pabón escribió como certeza:
“Si el PIP quisiera transformar radicalmente su posibilidad de crecer tendría que ir más lejos que el tímido y ambiguo pronunciamiento de que los ‘no independentistas’ pueden votar por su candidato. Tendría que reconocer explícitamente, sin ambages, que las elecciones generales no son plebiscitarias y abandonar el paradigma del estatus (la independencia) como lo que lo fundamenta y define.”[xi]
El PIP, pues, según Pabón, debía “abandonar” la independencia como el programa que lo sustenta y define.
3.
Ante unos resultados contrarios a la certeza que la oración condicional anticipaba, las explicaciones se movieron a otro terreno: la mayoría de los que votaron por Dalmau no eran independentistas y el apoyo que este recibió no se debió a su identidad de independentista. Por eso adelanté el carácter resbaladizo de algunas de las premisas.
Este argumento post electoral es irrelevante a la luz de sus premisas originales: su análisis habló de un crecimiento que pudiera socavar y derrumbar el bipartidismo y eso simplemente requería que los dos partidos principales perdieran votos y que el PIP los ganara. Pero esto era un escenario imposible de acuerdo a la lógica del razonamiento (el “énfasis del PIP en el estatus, la independencia no tiene “apoyo electoral,” merma de votos, etc.) y por eso era imperativo un voto por el MCV, la “única” opción real contra el bipartidismo y la única con el enfoque correcto en las prioridades verdaderas.
Con lo resbaladizo como explicación, el mensaje que, según Pabón, no daría fruto, el mensaje de atraer votos no independentistas, apareció como el mensaje atinado en la discusión post-electoral:
“Su campaña [la de Dalmau], además, reconoció que para que el PIP pudiera crecer tenía que apelar al voto de los sectores mayoritarios del electorado que no son independentistas. De ahí que el partido no hiciera hincapié en los símbolos del partido ni en el reclamo de la independencia.”
Es decir, la búsqueda de votos no independentista, en el análisis pre-electoral, era un gesto “tímido y ambiguo” sin ninguna posibilidad de éxito. Después de las elecciones, Pabón modificó su razonamiento y sugirió que, por crecimiento, él se refería al aumento exclusivo de votos independentistas. Eso era lo único que, desde el axioma, tenía sentido. Repitamos una cita previa:
“¿Por qué entonces las personas que buscan una alternativa al statu quo deberían votar por el PIP en vez del MVC? Esta posición solo tiene sentido si el elector se define como independentista y la independencia es el objetivo fundamental que quiere adelantar en las elecciones. Pero si lo que se busca es quebrar el bipartidismo y el régimen de partidos imperante entonces la alternativa debería ser el MVC.” (Énfasis añadido).
Ahí radicaba el core del razonamiento: el crecimiento del independentismo mediante la suma de independentistas auténticos y, simultáneamente, el debilitamiento del bipartidismo eran imposibles.
De esta manera fluida se puede imaginar que el pronóstico se cumplió porque el independentismo, supuestamente, no creció. La mayoría de los votos por Dalmau no fueron de independentistas. De nuevo, independentistas o no, el objetivo era el crecimiento del PIP, imposible desde el axioma.
El problema fue que los electores mostraron tener un “sentido” distinto a lo que Pabón, desde el axioma, legislaba. Y el problema, para los electores, es que el axioma es inmutable. El mismo halló cumplimiento porque, según Pabón, Dalmau abandonó el paradigma del estatus.
Dalmau “hizo una campaña eficiente, particularmente en las redes sociales,” [y] “combinó la divulgación de su programa de gobierno, ‘Patria Nueva,’ con una estrategia basada en los atributos personales del candidato y que instrumentalizó la sexualización de su figura.” Tampoco hizo “hincapié en los símbolos del partido ni en el reclamo de la independencia” y “la campaña … pareció más la de un candidato independiente que la del candidato independentista.”[xii]
En este mismo artículo, Pabón añadió otro factor: la prensa trató bien a Dalmau. Lúgaro fue vista como “una potencial amenaza al statu quo.”
Bastaron, pues, las redes sociales, el supuesto “sex appeal” de un candidato y un alegado desplazamiento de la independencia en la campaña para que la invisibilidad a la que ha estado sometido el independentismo se esfumara y los miedos empozados en el mundo afectivo de los electores, se disiparan. Los electores, según lo citado, casi olvidaron que Dalmau era el candidato a la gobernación por el Partido Independentista y quizás, me permito agregar, tuvieron la misma experiencia con David Bernier que tampoco resaltó los símbolos del PPD en su campaña en el 2016.
4.
Hay, por supuesto, otra forma de ver el análisis de Pabón. Es el apogeo de un desmerecer de los logros del PIP, mejor apreciado cuando se contrasta con el lente del ensayista sobre Lúgaro y el MVC. Los votos de estos se explican por su anti-neoliberalismo y por no tener posición sobre el estatus. Los votos de Dalmau, por una campaña en las redes, la “sexualización” de su figura y porque de-enfatizaba la independencia. En ambos casos, el denominador común es el supuesto rechazo a la centralidad del estatus que es, precisamente, el axioma analítico del ensayista. Y hay otro axioma nunca mencionado: el PIP, como partido centrado en lucha por la independencia, no merece crecer.
Todo el descontento que antecedió la explosión cívica en las elecciones, el trauma de María, la irrupción del Verano del 19, la corrupción crasa en medio de la pandemia, quedan enterradas en lo mediático y en la “sexualización.”
Estas explicaciones mediáticas y tan cónsonas con la cultura del celebrity pueden hacer sentido ante un naufragio. Porque lo central es que el axioma de su mundo conceptual (el énfasis en el estatus no permite crecimiento electoral) se vino abajo. Es un área sensible y explica la respuesta de Pabón al artículo de César Pérez Lizasuain[xiii] donde este último expresó lo siguiente:
“No es de extrañar que el independentismo progresista haya sido la única fuerza social y política que experimentó un real aumento tras las últimas elecciones (600% respecto a la elección anterior). En el fondo creo que éste ha sido reconocido por buena parte del electorado como el único sector en el campo político capaz de pegar un buen golpe de timón en la dirección que lleva el país.”
En respuesta a este artículo, Pabón lamenta la falta de “rigor” del mismo porque, desde su óptica, hablar del crecimiento del PIP se “parece” a los argumentos trumpistas sobre su victoria electoral. Fue una analogía gruesa y no debió mencionar la soga en la casa del ahorcado. Uno podría reciprocar y decir que, todas las alegaciones de fraude por parte de MVC, fueron y son similares al trumpismo. Y agregar que, en ambos casos, hubo pleitos en los tribunales y también ausencia de pruebas sólidas. Pero tal analogía sería tan gruesa e innecesaria como la esgrimida por Pabón.
Eso de que Lúgaro era el cuco del statu quo no creo que merezca comentario.
5.
Ciertamente, es sensato suponer que la mayoría de los que endosaron a Dalmau no son independentistas. Y ni siquiera hay que agregar que los votos bajo la insignia del PIP crecieron. También es sensato suponer que nadie sabe cuántos de los votos del PIP provienen de personas que migraron al independentismo para quedarse. Tal desconocimiento aparte, estamos ante un hecho: por primera vez desde el 1952 miles de electores vieron a un independentista como una opción legítima para la gobernación. Y sus votos superaron los votos de los candidatos legislativos del PIP. Se trató de un rompimiento de los cerrojos de lo vedado, una expulsión de miedos, un fisurar de los enunciados mencionados en la primera parte de este ensayo.
Este rompimiento, que toma en cuenta la realidad del coloniaje y sus efectos, no aparece en la discusión de Pabón. Su “rigor” se reduce a decir que el PIP solo tiene dos escaños legislativos y no amenazó con ganar una alcaldía. Y como si hubiera culminado la presentación de su evidencia agrega: “Los que andan exaltando los ‘logros históricos’ del PIP deberían tomar esto en consideración al elaborar sus análisis de las elecciones.”
A esto se reduce el análisis de Pabón: a los números.
Lo que está de fondo, sospecho, es que el coloniaje no es problema ni teórico ni político en su mundo conceptual. Decir, como dice, que una cosa es la colonia y otra es la “colonialidad del poder” es aseverar, no argumentar.[xiv] Prefiere hablar del neoliberalismo, como si fuera lo mismo en un país con el posible ejercicio de su soberanía y en una colonia.
6.
De modo que el análisis de Pabón resultó escurridizo. En octubre, Dalmau, actuando como un candidato independiente y con un gesto “tímido” hacia los no independentistas, estaba abocado al fracaso. Cuando el gesto “tímido y ambiguo” cumplió su cometido, la imposibilidad explicativa del primer artículo se convirtió en “explicación” en el segundo. Pero sí hubo un retorno a lo dicho en octubre: el PIP es “sostén” del bipartidismo. Y aquí Pabón repite, casi verbatim, lo escrito en octubre.[xv] Pero este retorno no es simple repetición y más bien revelación de una “pista” sugerida pero no desarrollada en “Lo que está en juego.” En dicho artículo, por ejemplo, frente al argumento de que el MCV hacía un llamado al voto útil y, por consiguiente, se aferraba a una estratagema de la vieja política, Pabón subió el tono ante ese “señalamiento demagógico puesto que lo que se ha planteado es que de los partidos que se oponen al statu quo, el MVC está en mejor posición de asestarle un golpe a la hegemonía del PNP-PPD…”[xvi] Dicho artículo también habló de “quebrar el bipartidismo y el régimen de partidos imperante.”
En “Inflexión,” el verdadero énfasis quedó al descubierto. Lo “fundamental” no era la erosión de las fuerzas neoliberales. Tampoco era debilitar el bipartidismo (“la hegemonía del PNP-PPD”). Lo fundamental era debilitar a todos los partidos orientados hacia un estatus y, si posible, eliminar al PIP como fuerza política. Eso era, explicitado en “Inflexión,” “lo que estaba en juego.” Y por eso, lejos de celebrar el crecimiento del PIP, lo lamenta. En el análisis post-electoral, Pabón alega que el PIP creció porque el MCV pecó de iluso, no reconoció a su adversario, y no entendió las diferencias estratégicas entre el PIP y ellos. El MCV, él insiste, representa un “paradigma político alterno,” y el PIP “reiteraba” dicho paradigma luciendo una “aparente” renovación. En este ámbito, Pabón reflexiona sobre el “arte de la política” y lamenta que las colindancias, por inacción del MCV, no quedaron claras. Evitar un debate con el PIP sobre el estatus “fue un error que contribuyó a desdibujar lo que estaba en juego en las elecciones y esto desfavoreció a la candidata a la gobernación del MVC. Como afirmé antes de las elecciones, no era suficiente decir ‘ni rojos, ni azules’. Había que precisar cómo se iba a derrotar el régimen bipartidista y el paradigma del estatus que subyace a este régimen.” (Énfasis añadido).
Lo no expresado es que, de haber seguido la recomendación de Pabón, el MVC hubiese obtenido muchos votos y, seguramente, le hubiese quitado votos al PIP. En tal argumento, la fuerza explicativa emana de las acciones que el MVC pudo haber hecho, pero no hizo por desconocer el “arte de la política”; no hay reconocimiento alguno de la labor legislativa de Dalmau ni de la presencia y trabajo en la calle del Partido Independentista. Ahora encontramos que hay, no dos, sino tres “explicaciones” sobre el desempeño electoral del PIP: el alegado desplazamiento de la independencia, la combinación de lo mediático y la sexualización, y el fracaso del MCV en no ver los peligros que Pabón le adjudica al “paradigma del estatus” y, por consiguiente, no haberse diferenciado del PIP en ese terreno. Como dije, el axioma es inmutable. También aparece en todas partes.
Así que la premisa de octubre (derrotar el bipartidismo) se reformuló sustancialmente y entonces sabemos que el objetivo no era desbancar al binomio colonial. Era debilitar a todos los partidos cuya identidad se centrase, según Pabón, en el estatus. Este es el axioma. Lo demás son deducciones.
El PIP, como partido independentista, creció de manera dramática y este hecho, junto a los logros del MVC, socavó la creencia, legítima hasta ese entonces, de que el PPD y el PNP vivían en la impunidad e inmunidad electoral. Frente a este hecho, el axioma es inconmovible. El PIP, según Pabón, al no tener intención alguna de dejar de ser “el partido de la independencia,” no es alternativa contra el bipartidismo. El PIP, ““tal y como se ha definido hasta ahora, no podía (ni puede) ser una alternativa real al bipartidismo.” Los hechos no importan.
7.
El axioma construye una equivalencia entre el PIP, PNP y el PPD. Y como el coloniaje no es problema alguno en su horizonte, el PIP viene a ser idéntico a los otros: todos están en el paradigma del estatus, el paradigma que impide “enfocar” en los problemas urgentes. Con esta óptica, sólo el MCV puede combatir, con efectividad las políticas neoliberales. Sin ataduras con el estatus, puede “enfocar” “en cuestiones sociales, económicas, y ambientales…”[xvii]
Esta equivalencia asigna una simetría en las responsabilidades por la desolación del país cuyo verdugo es el bipartidismo, cuyo “sostén” es el PIP, y donde el estatus es el black hole que se “traga” las prioridades verdaderas.
Se trata, pues, de una discusión que borra todas las diferencias e impone la identidad dictada por el axioma. En tal identidad impuesta, el análisis de Pabón necesita afirmar, como verdad, una aseveración cuestionable. Él necesita afirmar que lo dominante en la lucha independentista es una visión jurídica. La afirmación parece lograr un asidero teórico con la afirmación de que hay que distinguir la colonia de la “colonialidad del poder,” aunque este último término no se define y uno no sabe si se refiere a la “colonialidad” según entendida por el tono de manifiesto de Walter Mignolo o por los argumentos de Aníbal Quijano o por cualquier otro teórico de la teoría decolonial, un marco con importantes contribuciones mezcladas con pura pomposidad.
A la aseveración sobre el dominio jurídico, me limito a decir lo siguiente: desde finales de la década de los años 70, el independentismo comenzó a renovar su discurso con la social-democracia (PIP) y el marxismo-leninismo (MPI-PSP) y el MST. Es muy cierto que un sector independentista buscó alineamientos con el PPD que contribuyeron a debilitar la extraordinaria militancia y solidez organizativa del PSP. Pero las inclinaciones “nacionalistas” de tal sector nunca definieron al PIP y mucho menos al MST. Hacer, entonces, tabula rasa y atribuirle a todo el independentismo los rasgos de uno de sus sectores no es justificable.
No creo necesario repetir las luchas en las que el independentismo ha participado. Sí puedo repetir que la militancia del PIP ha estado presente en luchas estudiantiles, contra la austeridad, la privatización, la Junta, la contaminación ambiental. Que no hayan estado en posiciones de liderato no niega en nada su presencia.
Una vez se reconoce la centralidad del eje explicativo, lo demás es una pendiente lógica: un desmerecimiento crónico del PIP donde ni siquiera queda claro si Pabón también piensa que el PIP no ofrece nada contra el neoliberalismo. Nos queda al menos la inferencia: al ser “sostén” (los adjetivos “directo” o “indirectos” son irrelevantes) del bipartidismo, que es pilar del neoliberalismo, y al “concentrar” en el estatus, que “bloquea” las verdaderas prioridades, el PIP termina ayudando al régimen neoliberal.
El desmerecimiento del PIP, también por inferencia, se extiende a todo el independentismo. El MINH es nacionalista. El MST es “obrerista.” Y el PIP es el PIP.
Como ya vimos, en uno de sus artículos Pabón expresó su deseo: el PIP debe cesar como el partido de la independencia. En “Inflexión,” Pabón estipuló lo que el PIP debe hacer: necesita democratizarse al igual que líderes jóvenes “que puedan romper con el discurso independentista tradicional.” A estas alturas no es difícil deducir el significado de lo anterior: se necesita un independentismo que honre el axioma y no hable del estatus. Volvemos a las premisas y a la autoridad del círculo: El estatus es el problema; el independentismo es parte de ese problema; hay que “renovar” el independentismo dejando atrás el “independentismo tradicional.” Y esto se logra abandonando el énfasis en la independencia. Como advertía en “Lo que está en juego,” si el PIP aceptara su axioma,
“…se transformaría en otro partido cuyas posiciones no serían claramente distinguibles a las del MVC. …. Pero lamentablemente esta posibilidad no está en la agenda del PIP, esto es, dejar de ser lo que son: el partido de la independencia.”
En otras palabras, el PIP no tiene legitimidad alguna. Debe desaparecer como partido de la independencia y hacerse indistinguible del MCV.
Es tiempo de ir resumiendo: la premisa que postula el estatus como obsesión que devora toda discusión fuera de sus fronteras y no permite enfocar en problemas medulares de nuestra sociedad no concuerda con evidencia constatable. Las premisas sobre la imposibilidad de un crecimiento del independentismo que al mismo tiempo debilitara al bipartidismo se derrumbó. La premisa de que solo el MCV podía concentrar en lo verdaderamente importante era y es una falacia.
Todas estas premisas tienen cierta orientación, que es una visión arcaica del PIP. Para Pabón, el PIP fue progresista hasta las elecciones del 1972.
“Después de su crisis y división en 1973, el PIP abandonó paulatinamente el socialismo democrático, adoptó nuevamente el discurso independentista tradicional y volvió a ser un partido fundamentalmente electoral.”[xviii]
1973: ahí se quedó el análisis de Pabón.
Conclusión:
Dejando atrás el marco conceptual del ensayista, concluyo con las siguientes aseveraciones:
(1) el argumento que legisla la imposibilidad de luchar contra políticas neoliberales y combatir, al mismo tiempo, el coloniaje con un programa de estatus es un dogma. Desde lo inmovible, el argumento no contempla que los dos énfasis puedan entrelazarse y que ambos se nutran, como ha ocurrido en la lucha contra la Junta. Dicho de otro modo: es un argumento que excluye las complejidades del quehacer político y dicta la existencia de dos ámbitos condenados a socavarse mutuamente: o las luchas contra las depredaciones del capitalismo neoliberal o la lucha contra el coloniaje insistiendo en la independencia.
(2) En un muy extraño argumento para evadir el dogma sobre el black hole del estatus, Pabón explica: la lucha por vincular la independencia con demandas y programas sociales se intentó una vez y “fracasó.”[xix] El problema, entonces, es el “destino.” El pasado se convirtió en ley y la lucha pro-independencia quedó atrapada en una repetición inexorable.
(3) Postular la irrelevancia del estatus en el mismo momento en que los argumentos principales del independentismo se han confirmado y cuando el ELA es hoy escaparate vacío ni siquiera defendido por sus propulsores, es un argumento insostenible.
(4) Ante la realidad de que el PIP sí ha participado en luchas sociales, ¿cómo explicar la insistencia en que el estatus le “bloquea” al PIP y al independentismo las prioridades correctas? Aquí veo dos posibilidades. O el axioma invisibiliza dicho trabajo o, como el PIP mantiene su identidad independentista, su trabajo queda deslegitimado. No puede ser efectivo. Se lo “traga” el estatus.
(5) Cuando dogmas y aseveraciones se empecinan en negar hechos, no estamos ante un análisis político. Estamos ante la solidez impávida y feliz de las ontologías. Y si los vínculos del PIP con las luchas sociales se invisibilizan o se deslegitiman, donde quiera que estemos, no es en la arena de lo político.
(6) El análisis de Pabón representa ideas de un sector progresista con una profunda hostilidad hacia el independentismo donde la independencia aparece como senda ilegitima frente a la crisis del presente.
(7) Existe una tensión importante en defender, por un lado, la necesidad de una amplia mayoría contra el bipartidismo y las políticas neoliberales y excluir, por otro lado, a todo un sector independentista para quien la independencia es prominente. La exclusión es mayor: toda persona comprometida con la libre asociación o la anexión como opciones urgentes frente al coloniaje también queda fuera de esa “amplia mayoría.” Cualquier mayoría contra el bipartidismo y el neoliberalismo no puede anclarse en una pluralidad de visiones sobre el estatus, sino en el axioma. La superioridad política de un argumento se presupone
(8) La tensión muestra que el eje explicativo no distingue entre política electoral y esa otra política de lucha de clases y de resistencias cívicas en esa otra arena que en Puerto Rico se ha dado en llamar “la calle.”
(9) Si el independentismo es un “gueto minoritario” y el PIP estaba acorralado por la pérdida de votos, ¿por qué la insistencia, casi “existencial” (“lo que está en juego”) en que el PIP no creciera? Es obvio que se percibía que el independentismo electoral podía Pero el argumento decretaba que no merecía crecer. Como ya dijimos, como el axioma equipara al PIP con los partidos de la derecha neoliberal, el objetivo era anular al PIP como fuerza electoral.
(10) Argumentos con inferencias y axiomas que no se sostienen no por esto son irrelevantes. La riqueza de lo político rebasa las fronteras de la claridad o deficiencia argumentativa. El estatus es ciertamente un problema y una arena donde las reflexiones son ineludibles. Como mencioné en la primera parte de este ensayo, hay verdades que pueden atrasar un trabajo político sin dejar de ser verdades y errores que pueden ser productivos sin que desaparezcan como errores.
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[i] Conozco a Carlos Pabón desde nuestra militancia en varias organizaciones independentistas y socialistas. Mis serias discrepancias expresadas en este artículo no tienen nada que ver con mi aprecio hacia su persona.
[ii] Me refiero a los siguientes artículos: “Lo que está en juego: elecciones 2020 y la posibilidad del cambio.” 80 grados. 9 de octubre de 2020; “Neoliberalismo, el estatus, y la política en común.” 80 grados. 31 de octubre de 2020; y “Elecciones 2020 en Puerto Rico: ¿punto de inflexión?” 80 grados. 20 de noviembre de 2020. Los citaré como “Lo que está en juego,” “Inflexión,” y “Neoliberalismo.”
[iii] “Lo que está en juego.”
[iv] “Lo que está en juego.”
[v] “Lo que está en juego.”
[vi] Ver “Neoliberalismo.”
[vii] “Lo que está en juego.”
[viii] “Lo que está en juego.”
[ix] Cito: “Insistir en priorizar en el estatus en estos momentos bloquea otras iniciativas que van en la dirección de convocar a un diálogo y a una agenda común en torno a una salida democrática a la crisis. Poder adelantar esa agenda política es lo que me parece prioritario y necesario en este momento.” “Neoliberalismo.”
[x] Esta es una cita pertinente: “No podemos apostar a discursos políticos que lejos de acumular fuerza y ganar pueblo han ido constantemente menguando en su apoyo. Esto es una fórmula para continuar con el statu quo y el bipartidismo, a pesar de que este se encuentra en su momento de mayor debilidad desde 1968. En estas elecciones tenemos la posibilidad real de terminar de socavar el bipartidismo.” “Lo que está en juego.”
[xi] “Lo que está en juego.” Énfasis añadido.
[xii] “Inflexión.” En “Lo que está en juego,” mencionó algo parecido y concluyó que era una “paradoja.” “El problema con esta táctica electoral (que es algo así, “como el mejor de los dos mundos”) es que no se puede desarrollar en todo su potencial sin abandonar su razón de ser (la independencia) pues perderían su identidad política. Esta es la paradoja que ha limitado marcadamente el crecimiento de este partido.”
[xiii] César Pérez Lizasuain, “Sobre Política y Alianzas.” 80 grados. 13 de noviembre de 2020.
[xiv] Ver la aseveración en “Neoliberalismo.”
[xv] En “Inflexión”: El PIP “aun cuando no ha participado de la alternación de gobierno y, por tanto, no es estrictamente parte del bipartidismo, sí es parte integral del sistema de partidos fundamentados en el paradigma del estatus. En tal sentido, este partido ha sido un sostén directo o indirecto del bipartidismo. De modo que el PIP, tal y como se ha definido hasta ahora, no podía (ni puede) ser una alternativa real al bipartidismo.”
“En lo que está en juego:” “Este partido no ha participado de la alternación de gobierno y, por tanto, no es estrictamente hablando parte del bipartidismo. Pero es parte integral del régimen de partidos basado en el paradigma del estatus y, en tal sentido, ha sido un sostén directo o indirecto del bipartidismo. Por ello, el PIP, tal y como se ha definido hasta ahora, no puede ser una alternativa ni al bipartidismo ni al régimen de partidos hegemónico.”
[xvi] Lo que está en juego.”
[xvii] “Lo que está en juego.”
[xviii] “Lo que está en juego.”
[xix] Sus palabras: “Digamos que algo parecido ya se intentó por el independentismo en otro contexto y fracasó.” “Neoliberalismo.”