Elogio a Estrella
Nota: Esta no es una transcripción del espectáculo presentado por Kairiana Nuñez y compañía en la Casa Ruth de Río Piedras, sino mi aportación al collage performático- un relato en primera persona. Bailes, canciones, y acciones no están descritas, ni tampoco los cortes y añadiduras de Kairiana al texto.
Cuando el alma de un ser querido se nos escapa, nuestro corazón da vueltas sin saber como asentarse. Las palabras empiezan a aflorar salvajes, casi como matojos que hincan. Queremos acceder a las frases que nos permitan delinear la grandeza del ser que parte hacia nuevas mutaciones, sin embargo, no siempre encontramos esas palabras con facilidad. Hay algo que supera el decir y que nos nubla el sentimiento. No por ello toca callar.
Estimados amigos, estamos reunidos para despedir a mi fiel compañera Estrella. Mi perrita se supo ganar el cariño y el respeto de sus amigos y de todo aquel que se cruzaba con ella. Supo transmitir una alegría casi infantil que contagiaba a todos. Transparente como solo un can puede ser, fue una amiga que amaba con certeza. Tal vez, esa haya sido su mayor virtud.
Fallece Estrella después de un extenso y triste padecimiento que puso a prueba todo su carácter. Sé que ahora forma parte del universo entero, circulando con los bellos satélites.
Desde el primer día, Estrella y yo fuimos inseparables. Ha sido mi relación más larga. Nos queríamos sin egoísmos. Dormíamos cerca, ella en una alfombrita, y yo arriba en la cama. Estrella era mi reloj despertador y mi primer buenos días del día.
Estrella fue un regalo de mi abuela. Una amiga de su iglesia estaba regalándolos. Al recibirla, lo primero que hice fue explicarle que aunque en este mundo algunos le dan importancia al color de la piel y a unos rasgos físicos determinados, todos somos iguales y venimos del mismo polvo. En resumen: que nadie la menospreciara, que no menospreciara a nadie. La vida la había bendecido al ser sata porque los satos tienen un sistema inmunológico fuerte, tienen un carácter achispado y nunca padecen de rash.
A Estrella le gustaba escuchar flamenco cuando íbamos a la playa. Yo le ponía su traje plateado, la montaba, subíamos el volumen del Cigala y a la carretera. Estrella sacaba su cabeza por la ventana y aullaba al viento acompañando la guitarra. En la playa se alegraban al vernos. Los perros la olían por todos lados y los muchachos se me acercaban a hablarme de surf. Mi amiga Celeste y Rayo, su chow chow, a veces nos acompañaban. Estrella adoraba a Rayo. Los dos se iban a chapotear y a ladrarle a las olas, mientras Celeste y yo hablábamos de nuestras cosas. Nos quedábamos hasta que caía el sol. La perra era fanática de los atardeceres.
Aunque me da tentación, no puedo decir que Estrella era perfecta. Siempre tuvimos conflictos viendo películas. Al parecer el cine la irritaba. Estrella le ladraba a la pantalla y yo no entendía nada. Luego me tenía que inventar las tramas. Una peli con disparos y persecuciones terminaba siendo un romance épico bajo mis ojos. Perdía el tiempo tratando. Los ladridos no me dejaban disfrutar. Al menos eso me ayudó a leer más. Como no podía ver televisión, leía novelas gordas como Anna Kerenina o Great Expectations.
Aunque del cine no quería saber nada, Estrella era loca con la música. Por un tiempito tuvo una banda con mi vecino Ramiro. Él es violinista de la sinfónica. Cada vez que Estrella escuchaba ese violín se ponía a cantar auuuau uuauuau uuuuauauuuauuau uauuauua uuauuauuauua uauauauauauauu. Más de una vez Ramiro tocó a mi puerta pidiéndome que controlara a la perra. Yo le decía: “Ramiro, la música nos pertenece a todos y si a Estrella tu violín la hace cantar, yo no puedo cohibirla de expresarse”. Ramiro se iba furioso. La sorpresa fue que un día volvió con el violín y un equipo de grabación. Se puso a jammear con ella, le añadió unos beats e hicieron una canción juntos. Yo los grabé en video y lo postié en Youtube. 13,500 views. 274 comments. Grabamos dos canciones más. Todas éxitos. Estrella fue uno de los actos en la boda de Ramiro y Valentina, una de las violas de la sinfónica. Luego de sublimes interpretaciones de Chopin, Ramiro llamó a Estrella al escenario y tocaron sus tres canciones. Sin menospreciar a nadie, yo me atrevería a decir que ese fue el acto que más activó a los invitados. Yo me sentí tan orgullosa, a pesar de lo difícil que se me hace ir a ese tipo de ceremonia…
Las bodas son raras. Una cartelera para ser observada por la comunidad; para mostrar bienes y la capacidad de entretener y embriagar a las masas. Mi amiga Jillian Lu, por ejemplo, se casó a la manera tradicional china, y ¿saben lo que hacían los familiares? Le ponían collares de oro en el cuello y decían cuanto les costó. ¿Cuál era el más caro? ¿El del primo o el de la hermana? La familia entera terminó peleando y tirando platos al piso. Y esa no fue la más algarete: Mi amigo Josué y su ahora esposa Sophie, se convirtieron al hinduismo recientemente. Su fanatismo con el país era tal que los llevó a imponer una costumbre hindi en su boda. En la ceremonia, Josué tuvo que quitarse los zapatos antes de llegar al altar. Una vez descalzó comenzó el caos. Todos los familiares de la novia trataban de robarse los zapatos, mientras la familia del novio trataba de protegerlos; una lucha campal. La familia de Sophie ganó y secuestraron el preciado par. El papá de Josué tuvo que entrar en negociaciones y pagar un rescate. Luego de la extensa actividad, tiramos a Sophie al río y bailamos alrededor de una fogata hasta que el fuego se extinguió.
Este año he ido a muchas bodas, demasiadas si me preguntan. Miren cómo soy espontánea y me caso en Las Vegas; Miren cómo me caso con mi gatita Trixie; Miren cómo me caso con un árbol; Miren cómo me caso bajo el agua, en Times Square, en el circo, tirándome de paracaídas, en un carro de carreras, en mi reunión de Alcohólicos Anónimos, en medio de una obra de Samuel Beckett. ¡Puñeta! de repente todo el mundo se está casando y a mí me da con estar sola. Ser la gran bachelorette independiente. Dedicarme a mí y a mi perrita…
Perdonen mi comentario. Sé que me fui por la tangente.
En adelante algunas horas del día serán más difíciles. Yo soy una madrugadora. A las 4:30 AM, bum, despierta como los búhos. A esa hora yo soy yo. No hay jefa ni clientas. Me tomo mi café, escribo en mi libreta y luego a caminar. Estrella siempre iba conmigo. Hacía sus necesidades y yo me ejercitaba. Las personas somos difíciles y llevarnos bien por mucho tiempo es complicado, pero lo que una tiene con un perro, eso es eterno. Yo podía hablar con Estrella de lo que fuera. Ella me escuchaba con atención, me lamía si le gustaba lo que le contaba o refunfuñaba si no. Yo sabía que ella estaba allí, toda presencia, completa en su amistad.
A veces rutinas como estas se salen de control.
El día del accidente empezó a la misma hora, 4 AM. Estrella dirigía la caminata. Esa madrugada se veían más astros de lo usual y yo le estaba explicando sobre las constelaciones. De repente, apareció un hombre con un gran danés gris. Acostumbrada a su amigo Rayo, Estrella se fue corriendo a oler al gigante. Al gran danés no le gustó que Estrella le oliera el culo y virándose, la agarró por el pescuezo. Estrella chilló y yo corrí gritando hacia ellos. El perrote la sacudía. El hombre partió una rama y le dio tres cantazos. El gran danés la soltó y Estrella huyó asustada. A mí me dio un ataque de llanto y el dueño del danés se empezó a disculpar. En ese momento escuché un frenazo, una chillada de gomas y un grito agudo. Le dieron. Salí corriendo y la recogí. Estaba viva pero sangraba. Estrella estuvo una semana hospitalizada. Cuando salió tenía la cadera enganchada a un carrito.
No podía moverse con el carrito pegado a la cadera. Ya que estaba baja de espíritu, me dediqué a contarle historias de ciencia ficción. En uno de estos cuentos una perra-robot proveniente del planeta Astranio, llegaba a la Tierra en una nave espacial. Su olfato era más fuerte que el de los perros terrestres. Podía detectar el aumento de adrenalina. Este poder le permitía salvar a los niños torpes antes que se cayeran de los árboles o de sus bicicletas. Le conté muchos más. Ella aullaba conmigo y le hacía olvidar por un rato lo mucho que le dolía.
No me interesa detallar las semanas en las que Estrella batalló. Su deseo de seguir con nosotros era más poderoso que su cuerpo. Estrella sabía que quedaban más paseos a la playa; canciones que grabar; citas con Rayo; caminatas en la madrugada; ocasiones para menear su rabo dorado o mirar en silencio al mundo. Aguantó lo mejor que pudo.
Enterré a mi perra bajo un árbol de mangó. Al lado hay un banquito donde me sentaré a leer novelas gordas y a esperar. Sé que los frutos serán más dulces el próximo año.
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