Emma: intrigas amorosas
Emma vive con su padre, Mr. Woodhouse (el incomparable, Bill Nighy), en una mansión que tiene de vecina la de George Knightley (John Flynn), quien es cuñado de Emma (su hermana está casada con el hermano de él). La mansión de Knightley es más suntuosa que la de los Woodhouse, pero él no hace mucho alarde de sus riquezas y –horror para sus vecinos– ¡va a pie a las funciones sociales en vez de ir en uno de sus carruajes! Pasa mucho tiempo en la casa de su cuñada y es el único que le rebate posiciones y argumentos y critica las intrigas de Emma. Es evidente que el padre de Emma lo aprecia, no solo porque es de su clase y es “familia”, sino porque es mayor que Emma y capaz de hacerle frente.
De todos modos, Emma se da a sus inclinaciones de Celestina. Su influencia sobre los vecinos es evidente, pues piensan que sus habilidades casamenteras son visionarias. Pero, como suele suceder con cosas del amor, estas se complican cuando aparece Frank Churchill (Callum Turner), el hijo de Mr. Weston, de quien mucho se habla y poco se sabe. Es apuesto y se espera que herede una fortuna. Las intrigas y los secretos comienzan a enmarañar la trama y tal parece que vamos a entrar en un misterio de Agatha Christie.
Autumn de Wilde hace su debut directoral con este filme hermoso, promedio pero, en muchas partes, divertido. Es esa primera característica lo que cautiva. Junto al camarógrafo Christopher Blauvelt, la cineasta recrea los destalles de la vida de esa clase ociosa con una precisión y una belleza que asombra. Llama la atención, como es el caso en las novelas, que todos en la familia Woodhouse leen. Lo hacen a la luz de (por supuesto) de velas (enfatiza el esfuerzo), pero el detalle revela la inquietud intelectual de personas que vivían de la producción de sus tierras y posesiones y que, básicamente, eran explotadores que casi rayaban en ser esclavistas. ¿Leerían a Thomas Paine o a Rousseau? De Wilde (y Austen) nos hace ver que tal vez sí, pues Knightley reconoce que el hombre trabajador que se ha levantado tiene tanto mérito o más que el heredero a quien todo se lo han dado y su lugar social es adquirido sin ningún esfuerzo.
La guionista Eleanor Catton ha logrado una adaptación estupenda de la novela, pero, a veces, le falta la chispa para que nos sumerjamos en las intrigas amorosas. Creo que un poco más de agilidad en el desarrollo de la historia, aunque distanciara un tanto el guion de la novela, hubiera, señalado más intensamente la frivolidad y la presunción de Emma en sus reclamos de conocedora del corazón de las gentes, sin serle infiel a la intención crítica de Austen. Sí hay una escena maravillosa en la que Emma humilla a Miss Bates (Miranda Hart) en la que las dos actrices y los que la rodean logran ese fenómeno de los actores ingleses de ser parte integral del momento, aunque ni tan siquiera emitan una palabra.
Haber escogido a Anya Taylor-Joy para interpretar a Emma es un logro. La actriz parece haber emergido de uno de los cuadros de la época, digamos de George Romney, y lleva los vestidos del periodo de la Regencia como si su personaje hubiese lanzado la moda del corpiño ajustado y la cintura alta. Su presencia le da un sello de autenticidad a la película.