En medio de la contienda, la amistad
En estos momentos en que el calendario pareciera reducirse al mandato del cuatrienio electoral, cuando las relaciones sociales encuentran en la figura del adversario político una cifra clave de la relación humana, vale la pena insistir en el misterio de la amistad. Derrida le dedica todo un libro a lo que él llama las políticas de la amistad. Cuando uno hurga en el interior de la palabra amigo, desde Aristóteles y Montaigne, pasando por Nietszche hasta llegar a Heidegger, un amigo es sobre todo un «hermano», alguien a quien relacionamos con lo propio, lo familiar, lo nuestro, por oposición a lo ajeno, lo distante, lo extraño, lo distinto, lo irreconocible. La amistad, definida de este modo, ha sido un ardid de la política, nos dice Derrida, para poner en su lugar a los enemigos, para situarlos y sitiarlos. Uno de los verdaderos objetivos de la llamada política de la amistad ha sido la identificación de los enemigos.
La amistad es un proyecto del porvenir, parece proponernos el filósofo, un proyecto que no acaba de cristalizarse. Y un buen lugar para volver a hablar de ella sería la amistad entre un hombre y una mujer. En su caso, habría que empezar por contemplar la suya misma con la escritora Helene Cixous, una de las grandes amistades de los últimos tiempos, y habría que considerar en esa inadvertida constelación otros arreglos estelares de alineaciones entre hombres y mujeres que se juntaron, no para ser amantes, ni para procrear familias, ni para parecerse como se parecen los amigos que se juntan como si fueran hermanos, sino para ser amigos, así, sin más, en el puro goce y la pura experimentación de su inefable diferencia de género. El futuro de la amistad está comprometido con el respeto a las diferencias, con el reconocimiento de la otredad del otro.
El lector encontrará su propia lista de hombres y mujeres unidos por el vínculo de la amistad sin compromisos. A mí me basta con evocar ahora la amistad de Rosa Luisa Márquez y Antonio Martorell, en parte porque me ha tocado, afortunadamente, la dicha de conocerla de cerca, y en parte porque Puerto Rico ha disfrutado de tantas maneras el modo libre, decidido, intenso, cómplice, audaz y elocuente como Toño y Rosa manifestan el vínculo del afecto a través del trabajo de la creación compartida. He ahí un futuro posible de la amistad entre un hombre y una mujer.
Ya son más de cuarenta años de amistad, y se vislumbra un medio siglo de compartir una estética, un modo de recomponer lo sensible en el escenario, que incluye la elaboración compartida del trabajo de escenografía, actuación, vestuario, dirección, composición, diseño y divulgación de tantas obras a lo largo de tantos espacios, proyectos, países y causas.
De todos los múltiples espectáculos de Rosa y Toño quizás ninguno haya llegado a más lugares simultáneos que el programa radial «Uno, Dos,Tres, Probando», que desde hace 25 años trasmite, al principio mensual y luego semanalmente, Radio Universidad. Escuchar a Rosa y Toño mientras entrevistan a una buena parte de la clase artística del país y de Latinoamérica durante todos estos años ha sido uno de los acercamientos al proceso creativo más detenidos y elocuentes de que se tenga noticia en nuestros medios. Con Rosa y Toño uno va a pensar, a reflexionar, a compartir ideas, a darse la oportunidad de elaborar un concepto generado en el proceso mismo de una conversación. Aparte de los programas memorables con Norma Aleandro, Augusto Boal, Piso 13, Miguel Rubio, Osvaldo Dragún, son más de mil los prigramas hechos a lo largo de varias décadas de colaboración. Este programa es muestra de lo mejor de Radio Universidad. Es un programa que ha estado a la altura de lo que es una Universidad. Habrá que ver si Radio Universidad continúa estando a la altura del programa.
La persistencia y la capacidad de sobrevivencia de un programa de esta categoría son un indicio favorable para el futuro de la conversación en Puerto Rico. En estos días que se celebra también la llegada a 10,000 amigos confirmados de la revista digital 80grados, vale la pena hacer notar el vínculo entre un proyecto tan aparentemente modesto y frugal como el de Toño y Rosa, que consiste sencillamente en ponerse a hablar con amigos por un rato sobre la razón de ser de su trabajo, y una revista tan ambiciosa y compleja como 80grados.
80grados es un proyecto de gran alcance que se ha propuesto, ni más ni menos, reunir en una revista ágil y atrevida lo mejor del pensamiento disidente del país. Quizás no haya nada más importante, en estos tiempos en que todo se reduce a la alevosía del chisme, que la articulación de la disidencia creativa, del planteamiento que se presenta como una alternativa rigurosa a una sociedad que se rige tan pasivamente por la lógica del consumo, la comodidad del lugar común, la inmediatez de la satisfacción propia, la confirmación de los prejuicios consabidos o el estímulo fácil de la prensa amarillista, que es decir, toda la prensa insular. No se trata de poner a 80grados en un pedestal. Esto es un proyecto en ciernes al que le queda mucho por crecer, aprender y vencer.
Y no está demás, para enterarse de una que otra lección importante, fijarse en el ejemplo engañosamente elemental que Rosa Luisa Márquez y Antonio Martorell han desplegado durante 25 años en su luminoso «Una, Dos, tres, Probando». Tampoco está demás redefinir el futuro de un país, no tanto a partir de lo que depare otra contienda electoral más, sino a partir de la amistad compartida de un hombre y una mujer que se juntan con sus amigos a conversar con candidez y alegría. Hay mucho futuro ahí.