En mi Feo San Juan
Aunque quien frecuenta el Viejo San Juan o vive entre sus callejas aprecia más el sorprendente deterioro que viene sufriendo la antigua ciudad en los meses recientes, el hecho de que se trate del principal centro urbano, histórico y turístico del país convierte este problema en uno de todos. Si alegre y esperanzador fue el arribo de la nueva administración municipal, montada sobre el chijí-chijá de la gobernanza democrática, amargo ha sido el abrupto desengaño que vino seguido de la fanfarria. Cuando pensábamos que la pesadilla de Santini había terminado, la pesadilla de la indiferencia, del desdén, del pisoteo, nos enteramos de que la pesadilla de entonces pudiera ser más llevadera, quizá por ser más honesta, que el nuevo amor muy profesado pero nunca manifestado de los nuevos administradores de la Capital.
La ciudad está más sucia que antes, o por lo menos más sucia que en los años que llevo guardados en el recuerdo. Cualquier observador de mediana capacidad (¡ni hablemos de un observador determinado!), que realice un periplo general a través de la ciudad, descubrirá no sólo esta suciedad y abandono a los que me refiero, si no, además, el deploraba estado en que se encuentran las aceras y encintados, el decaimiento de plazas incluso recién remozadas como La Barandilla, y en especial las grandes mellas de adoquines que se han abierto en varios sectores de las históricas calles, las cuales continúan ampliándose en la medida que pasan los días, en la medida que el municipio no se encarga de rellenarlas con los adoquines que hay de repuesto, y en la medida que el público ignorante continúa llevándose de recuerdo, de souvenir dirán ellos, los azules ladrillos. Igualmente notable resulta el decaimiento de la iluminación pública, causada en parte por las bombillas que no se reemplazan, en parte por el deterioro natural al que el salitre somete a los metales del Viejo San Juan, asuntos cuya atención el municipio ha ignorado en meses recientes, pese a lo mucho que afecta a la seguridad nocturna.
Pero el deterioro no es sólo en el plano material, también ocurre en el plano humano. Con una ferocidad inusitada, la Policía Municipal, ensañada contra la población residente, con un aparente desdén hacia la crisis de seguridad de las calles, incrementada, paradójicamente, por la desarticulación de la barriada La Perla, ataca sin piedad las prácticas de estacionamiento que, por años, se vienen realizado en esta ciudad debido a sus circunstancias particulares. Dado que la cantidad de espacios disponibles en las calles es insuficiente para acomodar tanto los vehículos de los residentes como los de los visitantes, la Policía, desde hace mucho, ha establecido protocolos de convivencia y tolerancia con esta comunidad sanjuanera, que no implican, como algunos sugieren, un desafío a leyes u ordenanzas, una invitación a subvertir el orden, y sí una flexibilidad que mejora la ya de por sí difícil situación del parqueo en la zona. Yo he visto, con estos ojos para ver, a un policía municipal multar a un vehículo que apenas tenía un cuarto de goma dentro de la zona de la línea amarilla, pese a la protesta de vecinos y caminantes que nos encontrábamos en el lugar. Como nos percatamos también allí, la falta de cordialidad, de actitud servicial, cívica, el pronto hostil y a la defensiva cuando se cuestionan sus procederes, resaltan una incapacidad casi absoluta de estos policías municipales para relacionarse correctamente con el público al cual sirven.
Se especula que esta dejadez en el cuido de la ciudad murada responde a un colapso en las finanzas del Municipio que durará, en el mejor de los casos, hasta el comienzo del próximo año fiscal. Tomando por buena la impresión general de que la nueva alcaldesa es persona honesta, competente, incapaz de consumir los fondos públicos de seis meses en uno sólo, debemos colegir, casi por lógica sencilla, que el presupuesto del año entero fue utilizado por la administración Santini en los seis meses que estuvo bajo su control. Si tal fuera el caso, estamos ante una acción altamente ilegal que requiere la pronta atención del Departamento de Justicia, pese a que no vemos ninguna acción en este sentido ni escuchamos alegaciones de la Alcaldesa al respecto; si tal no fuera el caso, entonces enfrentamos un misterio, una gran incógnita municipal que sólo acepta dos explicaciones: o la indiferencia de la nueva alcaldesa es incluso mayor que la de Santini (cosa que nunca, nadie imaginó ni se imagina), o no se ha sabido administrar la mitad del actual presupuesto que quedaba. Prefiero inclinarme por la segunda, que apunta a un problema de competencia, remediable, que al defecto de carácter que apunta la primera, usualmente irremediable. Además, contribuye a esta especulación de que se trata de un problema administrativo el rumor que corre entre los entendidos de la banca y las finanzas de que la Alcaldesa anda rondando las instituciones prestatarias del país, públicas y privadas, a la caza de los $250 millones que necesita para “empatar la pelea”, y que en todas ha encontrado las puertas cerradas. Vaya a saber uno la verdad de este asunto, que no se entiende por qué permanece oculta tras el tupido velo del silencio institucional. Pero sea cual sea la respuesta a esta incógnita, por dondequiera que se le agarre resulta, como mínimo, espinosa.
¿A dónde fue a parar la tan mentada gobernanza democrática al estilo cagüeño de la que tanto alarde se hizo y que tanta esperanza sembró entre los más pensantes? ¿En qué quedó el famoso administrador del Viejo San Juan, eje de esta gobernanza a nivel local? ¿Cuáles fueron los resultados de las grandes reuniones de vecinos realizadas para escoger al personaje, apenas inaugurada la Alcaldesa y a instancias de ella? ¿Qué pasó con los candidatos presentados? A ningún lado, en nada, ninguno y nada son las cuatro respuestas a estas cuatro preguntas. ¿Y qué hacemos entonces ahora, señores sanjuaneros, si lo que aparentemente corre por los pasillos del ayuntamiento es la insania, el espíritu de Juana la Loca? ¿Qué hacemos para evitar que este moho del abandono al que parece condenado el casco antiguo de la ciudad capital, tan esencial para el presente y el futuro de nuestro país, no termine por derruirlo?