Enfrentan sus retos las incubadoras de microempresas
En Puerto Rico, actualmente se abren paso unas nueve incubadoras de microempresas comunitarias que apoyan a emprendedores de sectores en desventaja económica mediante la capacitación, la asesoría y el acceso a la tecnología. Y esto ocurre a pesar del gobierno, pues según afirmaron integrantes de tres de las incubadoras del patio consultadas, en los pasados cuatro años, ninguna recibió el respaldo del estado para impulsar su modelo de economía solidaria.
De cara a una nueva administración que comienza en enero, los integrantes de las incubadoras son optimistas cautelosos, pues hasta ahora, lo único que han recibido es “una promesa de diálogo, de discutir el concepto”, confesó Juan Febres, de la Incubadora de Microempresas de PECES. “Pero no hay garantías”, advirtió.
Lo sorprendente es que el grupo coincide en que no es por mala voluntad, sino por desconocimiento que no hay políticas públicas que fomenten el desarrollo microempresarial comunitario.
Rosa Maldonado, que alquila bicicletas en la Reserva Natural de Humacao con su microempresa Morrillo Cycling, fruto de la incubadora de PECES, ofreció su experiencia para ilustrar la ausencia de respaldo gubernamental. “El mensaje que envía el gobierno a las microempresas es equivocado. Cuando llegas, lo que encuentras es préstamos. Si vas a cualquier entidad de gobierno, no saben como lidiar con una microempresa comunitaria. Piensan que dar un préstamo automáticamente va a hacer un negocio exitoso. No trabajan lo psicosocial, el acompañamiento. Me involucré en el programa ‘Desarrollo para el pueblo’, y lo que te dan es un ‘coaching’ por internet y unos talleres simples, no para lo que uno necesita en una microempresa. No lo vi como algo eficiente. Las páginas de solicitar permisos inclusive no funcionan, todavía les falta desarrollarlas”.
Mientras que Jorge Muñiz, que coordina la incubadora Surcos, del Centro Sor Isolina Ferré en Caimito, confirmó el argumento. “La gente llega gente pidiéndonos incentivos, porque alguna agencia o municipio los envía. No saben lo que hace una incubadora”.
Ataveyra Medina Hernández, Coordinadora Desarrollo Económico de la Incubadora de Empresas Comunitarias del Caño Martín Peña antes de ser nombrada por la nueva administración como Asesora del Gobernador en Bienestar Social, Cultura y Deportes, opinó que: “A las instituciones gubernamentales les falta conocimiento, sentarse a escuchar de qué se trata la incubación de microempresas. En el país generalmente se impulsan los modelos tradicionales”.
Promesas de la nueva administración
En el programa de gobierno que llevará a Alejandro García Padilla a La Fortaleza, el Partido Popular Democrático se mencionan en términos generales las microempresas, aunque no se precisa en las definiciones, o en el cómo se crearán.
Por ejemplo, entre las promesas se incluye la de “crear incubadoras de negocio en toda la Isla, usando el modelo exitoso de Caguas y de Mayagüez, y de varias ciudades en los Estados Unidos, con instalaciones de incubadora que ofrecen acceso directo a consejería profesional en materia comercial, económica, legal, técnica y organizacional”. También, prometen ofrecer acceso a equipo de oficina y de comunicaciones a bajo costo y ayuda con el financiamiento.
El programa también compromete al nuevo gobernante a “estimular el desarrollo de incubadoras de empresas urbanas de innovación”. Establece que se va a “potenciar el redesarrollo de antiguos edificios comerciales abandonados para atraer pequeños comercios o negocios especializados en áreas de producción cultural e informática que están en proceso de gestación. Estos negocios, generalmente desarrollados por jóvenes profesionales incluyen una gama amplia (consultores de diseño, negocios pequeños de publicidad, empresas de servicios de informática, empresas de servicios virtuales, productores artísticos, empresas disqueras pequeñas, etc.,) que al ubicarse en espacios cercanos generan a su vez sinergias que resultan atractivas para otras empresas nacientes similares.
Estas dos propuestas de incubadoras de tecnología e innovación, sin embargo, se enfocan en el desarrollo de incubadoras que generan microempresas tradicionales, mayormente enfocadas en tecnología, y no comunitarias, y bajo los preceptos de la economía solidaria.
Las microempresas comunitarias se distinguen de las tradicionales porque son una estrategia de desarrollo económico comunitario, enfocada en atender la pobreza en comunidades marginadas. Son una forma de autogestión y buscan impulsar la economía solidaria. Estas microempresas hacen un contraste con las tradicionales porque no siguen el mismo modelo de negocios en donde el lucro es el fin y lo que determina la felicidad y realización plena del ser humano. En las microempresas comunitarias, el ambiente, la comunidad y la persona, no quedan subordinados al lucro.
Por otra parte, la plataforma de gobierno popular sí indica que se impulsarán las “microempresas cooperativas”. “Vamos a facilitar el proceso de organización de estas entidades, eliminando trabas y controles innecesarios, para lograr la creación de cooperativas, con énfasis en la creación de microempresas cooperativas”.
Igualmente, el programa de gobierno ofrece desarrollar microempresas agrícolas. “Crearemos un Programa de Financiamiento de Microempresas de Ambiente Controlado, donde el gobierno ofrecerá garantizar los préstamos para financiar los costos iniciales de negocio. Se dará prioridad a aquellas empresas que se radique en uno de los pueblos con las tasas más altas de desempleo”.
Un poco de trasfondo
El concepto de incubadora de negocios, según apunta el profesor José Romaguera de la Universidad de Puerto Rico Recinto de Mayagüez, surge en la Universidad de Stanford, durante la la década del ’50.
El movimiento de incubadoras comunitarias ha tomado auge en Puerto Rico en la última década, en gran parte como resultado del trabajo de la Asociación de Incubadoras de MicroEmpresas Comunitarias (AsIMEC). Y es que desde el año 2003, la microempresa familiar CONSULTCOM, creada por el psicólogo social-comunitario y especialista en desarrollo económico comunitario Nelson Reyes-Del Valle y la empresaria y especialista en negocios Lucy Carrasquillo-Ríos, diseñó e implantó el modelo de Incubadora de MicroEmpresas Comunitarias® (iMEC), para promover, impulsar e implantar el desarrollo económico comunitario. El mismo consistió en la incubación de microempresas en comunidades marginadas.
En Latinoamérica, Estados Unidos y Europa, las incubadoras de microempresas también han despuntado.
La Asociación Nacional de Incubadoras de Empresas, NBIA por sus siglas en inglés, es la organización mundial líder en la promoción de incubadoras de empresas y el espíritu empresarial. Cada año, proporciona a miles de profesionales con los recursos de información, educación, defensa y creación de redes para llevar la excelencia en el proceso de ayudar a las compañías en las diferentes etapas de su desarrollo. NBIA ha demostrado que el 87% de los pequeños negocios que son incubados logran éxito a largo plazo.
Los modelos locales de incubadoras
En el caso de la incubadora de microempresas de PECES, Rey Cintrón, Coordinador de Desarrollo Económico allí, explicó que su éxito ha radicado en “combinar los servicios que ofrecen los programas de PECES con la incubadora”. Hizo alusión a la atención a aspectos emocionales y sicosociales de los microempresarios.
“El centro de cuido de niños nos refiere personas al área de desarrollo económico. También hay estudiantes de la escuela de PECES que son emprendedores y tienen el deseo y tienen en mente una idea de negocio, que nos los refieren”, amplía Juan Febres Torres, Analista de Negocios en la incubadora de PECES.
Ante el reto de fungir un poco de árbitros en el proceso de acompañamiento para establecer una microempresa, Febres explica que “sería sumamente irresponsable impulsar un negocio que se sabe que no va a ser viable. Lo importante aquí es la explicación, la sensibilidad de cómo decirle a la persona. Les damos la opinión, a lo mejor no es la que estaban buscando, pero hay que ser honestos en la evaluación de la viabilidad. Tratamos de buscarle la alternativa al participante”.
Cristina Vázquez, de Water Sport and Ecotour, microempresa de kayaks y recorridos guiados en la Reserva Natural de Humacao, y que es fruto de la incubadora, ofrece su experiencia de ejemplo. “Somos cuatro microempresas establecidas allí, y son muchas las ideas que surgen de cada microempresa. Pero nos dicen, esto puede ser, esto puede ser de esta otra manera.
El mayor reto: el financiamiento. “Hay limitaciones. Como incubadora nunca hemos recibido un apoyo del gobierno. Es a través de propuestas, por ejemplo de Fundación Comunitaria, o de los bancos, pero gobierno como tal no”.
Por otra parte, la misión de la incubadora del Caño Martín Peña es fomentar el desarrollo sustentable de las siete comunidades de cano y canalizar la inversión pública que se hace a través de la corporación pública ENLACE a través de las microempresas de la comunidad. “En nuestro caso, hay una política pública centrada en creación de empresas; por ejemplo, ya hay unas de construcción, de ecoturismo y de reciclaje. Se busca contratar a la misma comunidad para los servicios y procesos que se dan en la comunidad. Hay un registro de empresarios comunitarios que está enfocado en que cumplan con todos los permisos. Las agencias públicas y municipales tienen que contratar con nuestras microempresas ‘con preferencia’, u otras que promueven un modelo de sustentabilidad y la economía solidaria. Sin embargo, a pesar de esa política pública, ha habido hasta ahora una renuencia constante a sentarse en la mesa a firmar esos acuerdos colaborativos. Como parte de nuestros reclamos al gobierno entrante, hemos incluido que se defina ese ‘trato preferencial’”, explicó Medina Hernández. Cómo se va a operacionalizar ese trato preferente, ese es el reto de la incubadora del Caño.
El beneficio de ese trato preferencial que establece la política pública que no se ha hecho valer es obvio para la comunidad: además de que se emplea a su gente y el ingreso económico se reinvierte en los barrios, se establecen prácticas laborales responsables, pues hay una preocupación por el bienestar de los residentes.
El caso de la incubadora de microempresas del Centro Sol Isolina Ferré de Caimito es uno peculiar. Cuenta con un equipo de trabajo envidiable, que incluye personal especializado en mercadeo, arte gráfico y negocios. “Abarcamos a población de todas las áreas de puerto rico. El 80% de los participantes son de fuera de Caimito”, afirmó Muñiz.
La incubadora del Centro Sor Isolina se ubica como un modelo que no es a corto plazo, sino un proceso que toma tiempo. “Los participantes tienen cierto grado de inseguridad, necesitan que alguien los acompañe. Son personas que han sido atropelladas por el gobierno, y muchas veces hay que llevarlos a buscar hasta los permisos. Se trata de trabajar ese elemento emocional; ellos tienen su idea, pero desconocen la burocracia. El recurso humano de la incubadora tiene que tener ganas reales de ayudar a la gente”, expresó el coordinador de Surcos.
El futuro, visto desde las incubadoras
“Nuestra cultura está muy acostumbrada al producto; y no al proceso. La incubadora es un espacio para el proceso. En un espacio para trabajar en un plan estratégico y lograr algo. Hay etapas de desesperación, de desilusión, de desesperanza. Pero con que una microempresaria se dé el espacio de sentarse a evaluar la viabilidad de su proyecto, o la no viabilidad, eso constituye una ganancia. Debemos ver el progreso no como el producto, sino que vayamos hacia un fin común, y apreciar la ganancia del conocimiento”, enfatizó Ataveyra Medina Hernández.
El modelo de incubadoras comunitarias, “es replicable”, opinó Muñiz. “El gobierno debe ser el que respalde la incubación; porque a fin de cuentas se minimiza el desempleo”, dijo.
“Exigiría que las entidades responsables de política pública de desarrollo económico tengan la apertura para escuchar nuestras ideas y también de comprender que muchas veces este modelo que impulsamos es más exitoso si se disemina. Es apostar por la diversificación de nuestra economía. El gobierno siempre va a querer tener control de la actividad económica. Pero si hay voluntad de formular una política pública de desarrollo económico, cónsona con las incubadoras comunitarias, ese es un buen comienzo”, sentenció por su parte Medina Hernández.
Juan Febres Torres asumió enseguida la tarea. “La falta de conocimiento de los funcionarios y líderes es el eslabón perdido, pero nosotros vamos a entrar a hacer conciencia”, aseguró.
“Las incubadoras tienen un deber de hacer anotaciones de las dificultades de los microempresarios que atendemos para facilitar procesos de acercar las necesidades de los microempresarios a los lugares donde se formula política publica. Hay que tener cuidado con el interés del estado en usurpar modelos, copiar frases célebres, y montar un Frankestein, y luego los auténticos microempresarios no están en la mesa. Tiene que haber voluntad política. Y verdadera voluntad de hacer concertación”, comentó Medina Hernández.
El grupo coincidió en que como colectivo, ASIMEC tiene el gran reto de promover el modelo de incubación solidario y comunitario.
Este reportaje fue publicado originalmente en el Periódico TRAZOS.