Eric Hobsbawm 1917-2012
El rebelde no era primitivoEn prácticamente todos los obituarios que han aparecido sobre Eric Hobsbawm, fallecido el 1 de octubre en Inglaterra, se destaca que fue un gran historiador marxista, pero no hay mayor esfuerzo en explicar en qué residía su grandeza. Perteneció a una maravillosa generación de historiadores británicos que exploraron desde diferentes ángulos los vericuetos de las condiciones materiales y las luchas sociales del pasado: Moses I. Finley, Ronald Hilton, Christopher Hill, y E. P. Thompson son los miembros mas destacados de esa generación. Junto a ellos usualmente se cita el nombre de Hobsbawm, el más longevo entre ellos. Desde la revista Past and Present y desde sus respectivas publicaciones, todos ellos examinaron críticamente la historia recibida y buscaron nuevas y atractivas maneras de hablar de la esclavitud en la antigüedad clásica, la servidumbre medieval, la Revolución Inglesa del siglo 17 y la formación de la clase obrera inglesa. Aunque afín a ellos, Hobsbawm desarrolló su propia línea de discusión.
Nació en Alejandría, hijo de un judío inglés y una austriaca. Pasó sus primeros años en Viena y su temprana adolescencia en Berlín, adonde las vicisitudes de empleo de su padre lo llevaron. A la muerte, primero de su madre tuberculosa y luego de su padre, quedó al cuidado de un tío que lo llevó a Inglaterra poco tiempo después de la accesión de Hitler al poder. Estudió en Londres y a los 21 años llegó a la Universidad de Cambridge. Durante la Guerra Mundial perteneció a una unidad destacada en la colocación de minas en caso de un eventual ataque alemán.
Hobsbawm se había hecho miembro del Partido Comunista en Berlín en 1932, a los 15 años, y en todas las vicisitudes, tanto del Partido Comunista como de la Unión Soviética, nunca abandonó su membresía, a diferencia de varios otros historiadores, que rompieron con el Partido después de la supresión de la rebelión en Hungría en 1956 o de la ocupación rusa de Checoslovaquia después de la primavera de Praga en 1968. Sin embargo, reconoció plenamente todos los errores y abusos cometidos, pero para él su memoria de las luchas e ilusiones pasadas justificaba su extraordinaria fidelidad a una estructura ya rebasada.
Sus primeros trabajos históricos giraron en torno a Beatrice y Sydney Webb y los precursores del Partido Laborista británico. Por su pertenencia al Partido Comunista nunca pudo obtener la cátedra soñada en Cambridge. Enseñó la mayor parte del tiempo en un pequeño colegio universitario en Londres. Quizás porque sus obligaciones docentes lo llevaron a dar cursos generales introductorios, su ámbito de estudio y reflexión fue mucho más amplio que el de sus colegas. En el 1959 publicó Rebeldes Primitivos en donde exploró los imaginarios y mentalidades de grupos que él llamó pre-políticos, porque asociaban expectativas milenaristas y aspiraciones campesinas. Lo interesante de este libro es que provee un marco para analizar movimientos sociales que no encajaban en el discurso marxista tradicional y que usualmente eran despachados como enajenados. Esta línea de investigación lo llevó años más tarde a publicar Bandidos, donde exploró la figura del bandolero social.
Empezando con su libro La Edad de las Revoluciones, Hobsbawm fue paulatinamente publicando volúmenes sobre la historia de Occidente desde el siglo 18 hasta la disolución de la Unión Soviética en 1991. Los cuatro volúmenes de esta serie son probablemente la más interesante y más novedosa historia occidental accesible a un público general. Industria e Imperio quizás sea el libro por el cual será mejor recordado. Allí aparece su famosa reflexión sobre la medida del tiempo que cronometra la labor de los obreros.
Lo que mucha gente desconoce es que desde adolescente Hobsbawm era un apasionado del jazz, al cual le consagró un libro, The Jazz Scene. Aunque fue muy crítico del intervencionismo norteamericano, era un observador puntual de las formas culturales en Estados Unidos y llegó a decir que fueron los blue jeans los que subvirtieron a la Unión Soviética. Tuvo alguna influencia sobre el Partido Laborista británico en los años noventa, abogando para que se reconociera la naturaleza cambiante de la sociedad. Trabajador incansable, tres meses antes de su muerte entregó a su editor un último libro de trabajos sobre historia cultural, Fractured Spring.
Conocí a Eric Hobsbawm en un coloquio sobre la historia del café que Marco Palacio reunió en Bogotá en 1990. Era afable y cortés y en ningún momento hizo alarde de su prestigio internacional. Me pareció un ser humano extraordinario.
Nota: Mucha de la información biográfica está tomada de su obituario en The Observer.