¿Es renovable un país?

foto por Pedro Iván Bonilla
Indignación y asuntos por los que indignarse hay de sobra casi todo el tiempo en cualquier parte, así como respuestas indignadas y manifestaciones de repudio. Pero algo en la configuración, secuencia, cantidad o contenido mismo de lo revelado, o el contexto en que lo recibió la gente, hizo que se pasara un umbral. No bastó sentir coraje o vergüenza un instante. Hubo que compartirlo, comentarlo, repetirlo y confirmar con otros que había ocurrido algo inaceptable y que dejar pasar la injuria era incompatible con la idea que nos hacemos de nosotros mismos.
Indignidades, burlas, corrupción, abusos, ha habido de sobra en los años que van desde 1999, cuando la inesperada reacción popular a la muerte de David Sanés en Vieques produjo un ‘despertar’ comparable. Pero este verano, el despliegue de crudeza y vileza registrado en el chat, proviniendo de una administración cuya corrupción quedaba cada vez más al descubierto y contra la que pesaba aún toda la frustración y rabia acumuladas desde María, apretó un botón gigantesco y desató una reacción en cadena cuyo efecto de conjunto nadie tenía forma de anticipar apenas unos días antes. La razón más repetida para sumarse fue que lo revelado en el chat (y la secuela de revelaciones, acusaciones y arrestos que lo antecedió) constituía una ‘falta de respeto’ ante la que ‘el pueblo se hartó’. Así parecieron haberse trastocado profundamente lo que en la psicología moral contemporánea se consideran como expectativas morales básicas de justicia (‘fairness’) y cuidado de otros (‘care’), centrales al sistema operativo socioemocional de nuestra especie (véase el trabajo de Jonathan Haidt). Y no se trató, como ocurre comúnmente, de una indignación individual, pasiva y contemplativa, que no mueve a la acción, sino de una indignación compartida, exigente, activa, transformadora. Así pareció cruzarse un umbral de indignación y de ello resultó un país volcándose a mostrar su repudio, asombrado y entusiasmado ante su propia fuerza y proclamando orgulloso su -al menos momentánea- unidad.
Ante la vileza profusa de la administración, la profusa creatividad e imaginatividad desplegada día a día en las manifestaciones de mediados de julio ofreció una lluvia de oportunidades para asombrarse, conmoverse e inspirarse. La inventiva no sólo se dio a nivel expresivo, en la sorprendente variedad de manifestaciones plasmadas por una diversidad de sectores y entusiastas que se aseguraron de asociar su voz a la causa, sino también al nivel de la imaginación propiamente política: tumbar a un gobernador habría pasado por una ocurrencia ingenua poco antes de que todo esto explotara. Y si bien sacar a un corrupto de Fortaleza no garantiza un mundo nuevo, lograrlo es un recordatorio poderoso del carácter fundamentalmente convencional y contingente del mundo social que nos rodea, lo que ayuda a desinflar un poco su aparente inevitabilidad. En el famoso mayo del 1968 francés un panfleto retaba a la sociedad entera a poner la ‘imaginación al poder’. Lo mismo hicieron las miles de deliciosas ocurrencias de una imaginación colectiva, activa y transformadora, que no sólo ‘imaginó’ sino que hizo, produjo, generó individual y colectivamente una respuesta poderosa al orden imperante. Así pareciera haberse franqueado también un umbral de la imaginación, más allá del cual el país se atrevió a mirarse y tomar en serio la necesidad y la posibilidad de repensarse, reimaginarse, renovarse.
El concepto de ‘umbral absoluto’(‘absolute threshold’), clave en la psicología de la percepción, viene al caso: para que un estímulo llegue a registrarse en mi visión, audición, olfato, gusto, o tacto debe alcanzar o sobrepasar un límite preciso por debajo del cual simplemente no lo percibiré (por ser muy tenue o estar muy lejos). De forma similar, aunque su poder siempre estuvo ahí, lo que puede este pueblo no se volvió visible sino hasta que el tamaño de la indignación y el de la imaginación franquearon sus respectivos umbrales, tras lo cual aparecimos frente a nosotros mismos como podemos ser. Quizá una indignación enorme sin una imaginación enorme o viceversa no habrían generado suficiente fuerza para suscitar lo que ha ocurrido, pero la combinación y presencia sustancial de ambas, como la de los iones de sodio y potasio en el axón de las células nerviosas, dio lugar al corrientazo.
Hay muchísimo a favor y muchísimo en contra de lo que podría usarse ese poder recién hallado. Por nombrar lo obvio, la junta y los corruptos del patio siguen ahí; unos para enriquecerse ellos mismos y otros como los esbirros de un poder y un corrompimiento de mayor escala, el de los beneficiarios plenos de las políticas de austeridad, privatización y demás estrategias de extracción del neoliberalismo económico, que eleva el discurso hipócrita de la austeridad a un valor en sí mismo para imponerlo a las mayorías del mundo en aras del enriquecimiento obsceno de las élites del capitalismo global.
Es claro que el número de los fuertemente atraídos por la idea, la esperanza o simplemente el tema de un nuevo país es grande. Es claro también que el tema no es nuevo en sí mismo; mucho se ha proclamado que otro país es posible y hay muchas cosas ‘nuevas’ hacia las que este pueblo ya iba en camino. Pero la idea de que el ambiente es propicio para adelantarlo y gestarlo aquí y ahora quizás no ha sido tan ampliamente compartida como hoy, si juzgamos por la continuidad del proceso en las asambleas que ahora germinan por toda la isla. Qué se persigue? Supongo que un país al que poder dedicarse, en el que poder permanecer, al que volver. Un país con oportunidades reales y dignas para todos. Una democracia más directamente vivida. Mejores precedentes, desde los cuales elevar el nivel general de existencia al que se aspira. Un país más vigilante ante la corrupción y los abusos; un país más dispuesto a perseguir las audacias de su imaginación.
Al resaltar los temas de la indignación y la imaginación no busco restar importancia a otros, tanto o más dignos de comentario y atención: por ejemplo, el tema de la inclusividad hermosa mostrada en las manifestaciones, el de la espontaneidad y la ausencia de dirigentes, o el del rol decisivo de las generaciones más jóvenes, más ágiles, menos crédulas y más dispuestas a afrontar el mundo combativa e imaginativamente. La constelación de temas identificables puede mirarse desde múltiples ópticas desde las cuales la centralidad de unos u otros variará.
Quizá valga la pena seguirle el rastro a todos estos ‘temas’ y a sus posibles roles ‘motivacionales’, en el sentido psicológico de aquello que tiene que ver con iniciar, guiar y mantener un comportamiento. Cómo propiciar o prolongar ese estado de ánimo compartido, que tanto nos ha llenado de vida este verano, mezcla de gozo, orgullo y rabia, ese gusto incomparable de formar parte, física y/o virtualmente de algo tan vasto como esto? En lugar de un solo despertar y un nuevo país, quizá mejor proclamar una lluvia de despertares y nuevos países, que contrarresten copiosamente los adormecimientos que imponen los ataques al bienestar común y los bombardeos dedicados a destruir nuestras voluntades, nublar nuestros juicios, restringir nuestras opciones, todo lo que se invierte en tratar de mantenernos divididos, distraídos, soñolientos, dóciles. Para admirar la belleza de esos pueblos unidos, alertas, despiertos que escogemos ser. A juzgar por la forma y el número de asambleas de pueblo ya realizadas o programadas es claro que una parte enorme de este pueblo anda buscando ese gozo y no está muy pronto a dormirse de nuevo, tal vez porque siente que en miles de sentidos el verano del 19 no está pronto a terminar.
En fin, ante el saliveo bochornoso de los que sueñan con ‘un Puerto Rico sin puertorriqueños’, somos más los que salivamos por un Puerto Rico sin corrupción, sin funcionarios públicos que no merecen serlo, un Puerto Rico con puertorriqueños liberados de la precariedad, de la inseguridad económica, de la dependencia debilitadora, un Puerto Rico justo, inclusivo, solidario, profundamente democrático, creativo, productivo, eficiente, despierto, enfocado, alerta. Nuevo.