Exactamente en contra del cinismo que mata al mundo

A propósito de Néstor Barreto
No sé qué experimentará uno al visitar la casa de Neruda en Isla Negra pero, afortunadamente, la casa del poeta puertorriqueño Néstor Barreto queda en la urbanización San Gerardo en Cupey, que es aquí cerquita. Además ¡Néstor vive! Lo que significa que no hay que hacer fila para entrar. Uno se sienta a la mesa y lo escucha. O más bien, atrapa algunas palabras claves, conceptos para definir luego: ‘heurística límite’, ‘lo imaginal’, ‘frenoteratología’. Estos mismos términos — y muchos otros — aparecerán en el libro que recibes de manos del poeta. La dedicatoria lee “por el futuro.”En el futuro, Néstor espera poder alquilar la segunda planta de su casa, que está pintada de amarillo. Sus últimos inquilinos trabajaban para el Sistema Universitario Ana G. Méndez, donde ha habido muchos recortes de presupuesto debido a la crisis económica-el huracán-el éxodo masivo-la baja en matrícula-el final de los tiempos. Yo trabajo para Ana G. Méndez. Mi contrato vence en julio 2019. En el futuro, espero haber conseguido otro trabajo antes del vencimiento de mi contrato.
Mientras me dedica el libro, Néstor habla sobre su oficio de poeta. “Trabajo la invisibilidad,” me explica.[1] Yo lo miro como si lo entendiera. Que es igual a desviar la mirada y fijarme en sus tirantes, negros sobre una T-shirt blanca. Le quiero decir que soy fanático de sus libros. Que para mí, ni él ni su obra es invisible. Pero temo que eso lo motive a auscultar mi opinión acerca de la frenoteratología.
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De un tiempo para acá, le voy dando vueltas a la idea de que la literatura puertorriqueña invita a una lectura cercana. Quiero decir, en este caso, desde la calle Alaska en San Gerardo, donde Néstor Barreto vive, escribe y firma libros por un futuro donde hayan más y mejores trabajos, y alguien pueda alquilar la segunda planta de su casa. No es tanto una teoría literaria, como un posicionamiento ético-político. Pero tampoco es esto. Es más un comentario al margen de esta anécdota que cuento.
La idea se me ocurrió durante una presentación de libro en una librería local. Un intelectual de la diáspora saludó al público y afirmó: “ustedes jamás se podrían imaginar lo duro que fue pasar el huracán María lejos de aquí”. Entonces pasó a hacer unos comentarios puntuales acerca de la obra.
Lo cierto es que la idea me vino más tarde. En la librería lo único que pensé es que le tocará a otros en otros lugares imaginar lo duro, o no, que fue pasar el huracán lejos de aquí. Aquí, en todo caso, toca solo la imposibilidad de imaginar cómo sería todo ahora si el huracán no hubiera pasado. Quiero decir, que lo duro de la imaginación es que, por más que quisiéramos que fuera distinto, sus posibilidades están atadas a las circunstancias de un tiempo y un lugar en específico.
Quiero decir, también, qué cojones.
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Como regla general, leo los poemas de Néstor por encimita. En espera de una línea o una estrofa que me salte a la vista. Aclaro: por lo general, empiezo a leer los poemas de Néstor como cualquier poema de cualquier otro poeta, con cuidado. Pero entonces los paréntesis o los corchetes o las arrobas o la diversidad de términos que no entiendo y que jamás buscaré, comienzan a cansarme y la vista un poco se distrae. Hasta que algo me llama la atención. En ese sentido, no he leído un solo libro de él completo. Aunque todos los que tengo están marcados de principio a fin.
De Néstor tengo los siguientes títulos: Eva: Romances, seudoromances y seudoseudoromances metropolitanos (1984), Imago (1986, 2010), Alas de perro cocido (1995), Legión, poema pánico (2001), Sí (2006), La actual fantasía de nosotr@s y otros poemas (2011) y Fuera de [orden] [lugar] [sitio] [tiempo] (2017). Al consultar su bibliografía en línea, ansío que no me falte ninguno, mas es “como con los discos,/ nunca podría tener la colección completa/ así que par[é] de pensar en lo denso.”[2]
Eso mismito pienso de la poesía de Néstor, que es tan densa que pasan temporadas en que no me detengo a pensar ni un solo segundo en él ni en su obra ni en sus futuros inquilinos. Porque el futuro es denso, ¿no? Tanto así, que su materia a menudo sobrepasa el tiempo y espacio que supone ocupar y se riega por todo el presente. Que es como un segundo piso de una casa para alquiler en Cupey. O como un fondo falso, porque en el fondo de veras vive un poeta, que preparó el piso para tu posible llegada. Digamos pues que tu presente es el futuro del poeta, según realizado. Que las divisiones de tiempo y espacio no pueden ser sino afectivas. O como escribe Néstor en Eva: “Nena la libertad es el TRASIEGO DE LOS AFECTOS.”[3]
Eso está como para ponerlo en un cuadrito en la cocina.
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En una entrevista del 2013, la escritora Ana María Fuster Lavín le pide a Néstor que describa su “trayectoria sólida y de excelencia” en la poesía y en la fotografía. Él responde:
lo de trayectoria sólida te lo tengo que poner en entredicho. mi poesía ha sido indiferida por todos o casi todos los agentes culturales e interlocutores sistémicamente. tengo 60 años no me engaño. siento indiferencia crítica casi universal hacia mi obra. digo casi porque ha habido cierto interés que no siento cuaje en inclusión a ningún proyecto o concepto macro que no surja de mi intención o gestión. mi brega ha sido desde el margen absoluto. soy «tolerado» como se «tolera» una infección.[4]
La idea, en síntesis, es que para abordar la literatura puertorriqueña hay que estar aquí, donde casi todos los escritores podríamos responder a la pregunta de Ana María de la misma forma. Digo casi porque a uno a menudo le gusta pensarse denso, y sólido y de excelencia. O, en la alternativa, a uno le gusta pensar en su obra como tan intolerable que nadie más aguantaría estar pensando en ella. Entonces, el sentido de margen o de indiferencia que avanza como una infección a lo largo de toda una carrera literaria. Y que da forma a la forma de cada poema. De ahí que sea útil [o usual] [o reconfortante] pensar en los textos de nuestros autores favoritos — y en los propios — como “MONUMENTOS A LA CHIRIPA”. [5] Porque tenían el universo en su contra. Lo que, me parece, es un elemento fundacional de la literatura universal. Pero para poder apreciar el universo, intuyo, se tendría que perder de vista ciertas cosas. Entre ellas, las cosas con que la mayoría de la gente aquí hace literatura.
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Estas son algunas de las líneas que saltan a mi vista cuando leo los libros de Néstor:
Si fuera un ilustrador [en vez de ésto]// si calzara doce y midiera seis con once// si importara pantallas led desde china// si estuviera convencido de algo además/ de estar pelao// si por el criterio del perceptor me/ pudiera colar// si me supiera todos los pueblos de la/ isla y me pudiera inventar cuentos/ basados en caprichos[6]
Hoy día no es tan importante saberse los pueblos de la isla, como el por ciento de residentes por municipio con o sin servicio de energía eléctrica. O con o sin techo. Hoy día, de hecho, importar pantallas led desde China no es ni tan buen negocio [por la pelaera promedio de la gente]. [Y porque no hay luz]. [Y porque mucha gente no tiene dónde vivir]. No obstante, estos versos de Néstor
Por poco escribo que son brillantes.
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Más que alguna secuencia particular de líneas en un poema, lo que me sobrecoge de su obra es el tono. De alguien que, al decir de Bolaño, tiene y defiende una idea de la literatura. Desconozco cuál es su idea. Pero, al leer, siento que cada poema me ofrece la oportunidad de posicionarme [de pronunciarme] en relación a algo o alguien más grande y temible que yo. Como, por ejemplo, el cinismo de “ustedes jamás se podrían imaginar lo duro que fue pasar el huracán María lejos de aquí.”
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Lo único que me atrevería a decir que conozco de la obra de Néstor es que ni Néstor conoce su obra a la perfección. Un ejemplo: La actual fantasía de nosotr@s incluye un poema de una colección previa. Néstor se lo atribuye a Imago pero resulta que es de Alas de perro cocido. Esta repetición, junto con el error en la referencia, me lleva a pensar que el llamado evento de un libro no es más que una pausa en una larga cadena de producción. Como si se tratara de televisores importados desde China. Pero, como es poesía, su proceso supone ser único. Escribe Yván Silén:
En una sociedad en donde todo muere, ¿por qué no habría de “morir” la poesía, o por qué no se intentaría matarla? Pero la poesía, pese a todo, no ha muerto…La poesía, hoy por hoy es más conflictiva que nunca, es más real que nunca y está más viva que nunca. Porque la poesía vive no sólo de su propia crisis, sino de la crisis de lo real.[7]
Cito a Silén aquí porque es de los pocos que ha escrito sobre la obra de Néstor, y porque esta cita me gusta aunque, para mí, más real que la poesía es la segunda planta de una casa en Cupey, que el poeta pinta de amarillo en espera de una pequeña pausa en la crisis económica que le permita a alguien conseguir trabajo y ganar lo suficiente para alquilarla. En tanto Néstor vive y escribe y espera por ese futuro en la planta baja de su casa, podríamos decir que la poesía vive de la crisis de lo real. O, en la alternativa, que aun si el poeta calzara doce y midiera seis con once, no podría matarla. Así que “[e]n mi loca escala puse lo que había olvidado en/ Un lado y lo que debía crearse en el otro/ Y trabajé como un motor por un chorro de horas.”[8]
Eso está demasiao de largo como para ponerlo en una cuadrito en la cocina.
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La idea, básicamente, es que para abordar la literatura puertorriqueña hay que llegar al portón de la urbanización San Gerardo. O, en la alternativa, imaginar que semejante portón es común en Puerto Rico. Dar tu nombre y decir que tienes una cita para ver un apartamento en los altos de una casa en Alaska. O imaginarte compartiendo zafacones soterrados con un poeta en vida. Doblar en la primera bocacalle a la derecha y seguir hasta el final. O cargar con sus libros en la mochila y jamás confiar en la información bibliográfica en línea. Saludar y sentarte a la mesa. O declararte experto en la frenoteratología sin siquiera haberte detenido en los prólogos de sus libros. Mirar sus tirantes negros sobre una T-shirt blanca. O intentar imaginar qué hubiese sido de tu vida si el poeta hubiera optado por ser ilustrador en vez de esto que es.
Ser poeta no es más que asumir una postura. En palabras de Néstor, la postura es “[e]xactamente en contra del cinismo que/ mata al mundo.”[9]
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En la entrevista con Ana María, Néstor explica más en detalle su aversión por el calificativo ‘sólida’ para describir su trayectoria literaria:
“entonces mis libros se pudren en almacenes institucionales y propios. mi obra es una nota al calce en las antologías [donde se publican fragmentos de mis poemas] todos se niegan a meterle el diente ya sea por compleja por incomprensible por íntima por inclasificable por venir de un yuppie [esta es una clásica] por no conocer sus fuentes, por inquina o por no sé qué más. así que trayectoria sólida no ha sido.[10]
Pues, si ‘sólida’ no brega, ¿qué tal ‘brillante’?
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Si yo me atreviera a dedicarle un libro a Néstor, conforme a mi gusto y mi gana, la dedicatoria leería así: “Nene, la literatura no es la libertad, toda vez que hay que identificarse con un guardia para llegar a tu casa. Aun así, hace posible el TRASIEGO DE LOS AFECTOS. De chiripa.”
Si yo me atreviera a escribir como Néstor, esta sería una explicación perfecta de mi poética: “como lo que yo trabajo mucho es el sentimiento,/ me entra mucha mucha broza.”[11] Por lo que mi sugerencia a posibles lectores sería que lean por encimita hasta que algo les salte a la vista.
Si yo me atreviera a vivir conforme a la poesía con la que cargo en mi mochila, hace rato sería “cinta negra en karácter.”[12] Y no tendría ningún reparo en pegarle fuego a los almacenes donde guardo mis MONUMENTOS más preciados. Pero, lo cierto es que temo a que un día llegue hasta el portón de San Gerardo, identifique la calle y el número de la casa a visitar, y suceda que el poeta no viva allí ya.
Entonces sí que habría que soñar con una gira a Isla Negra.
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La idea, en esencia, no es más que el rabo de la rabia que me provocan quienes, de pasada por el territorio, presumen saber qué ha pasado aquí y cómo apalabrarlo. O peor, presumen saber lo que sí y lo que no podemos imaginar en el aquí y el ahora, luego del huracán. Así que vienen a darnos cátedra. O a recolectar data. O a enseñarnos a cómo mejor mirarnos desde una perspectiva global. Pero, ¿y si la experiencia del huracán se reduce a esto?:
es medianoche además de quémanseme el rastreador/ impresor el mircoondas/ y todos los equipos bous no ha pasado nada/…/en este barrio pareciera que yo soy el único que espera/ aproveché y me bañé [lavao de pelo incluido pues un@ no sabe el agua/ cuando se la lleven[13]
Quiero decir, de qué me sirve una perspectiva global si ni siquiera me sé los pueblos de la isla. Aun así, cuando el huracán, en casi todas las casas entró mucha mucha broza.
Quiero decir, que este sentimiento no es de nadie más para trabajar.
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Hay temporadas en que me la paso pensando en la densidad del futuro y eso me lleva a sentirme no muy sólido que digamos. Entonces, a lo David Foster Wallace, vuelvo a organizar mis libros. Cuelgo un cuadrito nuevo en la cocina. Imagino que habito los altos de la casa de Néstor. Pongo música. Canto y piso duro. Pero mi ruido no interrumpe al poeta en su labor. Por culpa de nuestra invisibilidad compartida, quizás.
Nene, la mayoría de las veces ni siquiera sé de qué me hablas. Pero gracias.
[1] Desde que Lalo obtuvo el Rómulo Gallegos—es decir, desde que escribe columnas y ofrece charlas y ponencias y discursos sobre la invisibilidad como pasado, presente y futuro de lo puertorriqueño—es difícil toparse con esta palabra y no asociarla con él. Pero Néstor, me parece, se refiere a algo distinto. Y explica: “Las cosas son invisibles aunque están ahí, pero como hay tantas cosas hay que buscarlas. Hay que tener un ojo. Hay que distinguir, discriminar, y sacar; eliminar cosas para poder ver algo dentro de ellas o, sino, estarías viendo el todo. Entonces cuando estás viendo todas las formas, se invisibilizan algunas para ver la visibilidad de la espesura.” Ver aquí: http://solo-disparates.blogspot.com/2013/02/en-las-letras-desde-puerto-rico-serie.html
[2] De “Colección” en Imago.
[3] Eva, 3.
[4] Ana María Fuster Lavín, “las palabras existen como senuelos para sacarnos monstrous y suavidades”. El Post Antillano. http://www.elpostantillano.net/pagina-0/critica-literaria/5594-ana-maria-fuster-lavin.pdf
[5] La actual fantasia de Nosotr@s, v.
[6] Ibid, 1-2.
[7] Yván Silén (2007). “El Armagedón o los días de la poesía.” Konvergencias, Filosofía y Culturas en Diálogo. III, 6, 7.
[8] De “La broma puede repetirse” en Alas de perro cocido, 41.
[9] Imago, “EA”.
[10] Fuster, supra.
[11] De “Metapoiesis,” en Legión, 8.
[12] Ibid, 2.
[13] Fuera de [orden], 202.