Fuerzas y debilidades gloriosas: sobre la poesía de Gloria Fuertes

Gloria Fuertes en su programa para niños.
A Eleonora Arroyo, por sus hermosas ilustraciones.
Por muchos años Gloria Fuertes (1917-1998) fue para mí un mero nombre sacado de un manual de literatura, el de una de las poetas que junto a otros valientes españoles –Blas de Otero, Gabriel Celaya, Ángela Figuera Aymerich, José Hierro, por ejemplo– escribían poesía de temática social en la España franquista. Pero un día, cuando era estudiante graduado –es decir, cuando era muy pobre– rebuscando en las mesas de una venta de libros usados hallé dos suyos y una revista que traía sus poemas y también los de otros escritores españoles del momento. Treinta centavos pagué por cada libro y diez por la revista; todavía hoy los textos llevan la marca a lápiz del precio. Al llegar a casa me di cuenta de que los tres tomos venían con un “ex libris” de una tal Phyllis B. Trunbull. No sabía quien era la anterior propietaria de las publicaciones compradas en el baratillo; pero alguien importante en la vida de la poeta tenía que ser o haber sido ya que el ejemplar de la revista venía inscrito con una dedicatoria a Trumbull y uno de los poemas ahí incluidos traía anotaciones de un tono abiertamente amoroso del puño y letra de la autora. Por años guardé esos tres tomos sin saber mucho sobre el “ex libris” ni la dedicatoria.
Ex libris
Muchos años después oí el nombre de Fuertes en boca de Iñaki, mi compañero, quien la mencionaba frecuentemente; lo hacía rememorando jocosamente un hecho de su infancia. Para él Fuertes era una mujer de voz ronca que habían conocido porque aparecía en la televisión y declamaba “poemas para los niños”, como decía ella antes de leer sus textos. Era que él, como tantísimos niños españoles, había crecido con esos programas de televisión donde Fuertes –gorda, simpática, maternal, cómica y con un ronco vozarrón cultivado a fuerza de cigarrillos y whisky– declamaba curiosos poemas que escribía especialmente para los niños españoles:

«La vaca que llora», Eleonora Arroyo.
La vaca está triste,
muge lastimera,
ni duerme, ni bebe,
ni pasta en la hierba.
La vaca está triste,
porque su chotito
se lo han llevado
los carniceros al mercado.
Está tan delgada,
la vaca de Elena,
que en vez de dar leche,
da pena.
(La vaca que llora)
Estos eran atípicos poemas infantiles, poblados sí de ratones, canguros, elefantes, gansos y patos, pero en parte eran como los otros suyos, los que escribía para adultos. Eran “poemas para los niños” pero en ellos también aparecía una realidad dura y hasta cruel, realidad que usualmente no forma parte de los poemas que escriben otros autores que tratan de proteger o, mejor, de anestesiar al niño lector con ñoñerías y fantasías. Así es porque los poemas infantiles de Fuertes están compuestos con elementos que también aparecen en su otra poesía, en su poesía para adultos.
Pero los “poemas para los niños” la hicieron famosa en España e Iñaki y muchos otros niños españoles del momento desarrollaron un gusto por la poesía gracias a esos textos atípicos. Hoy nos damos cuenta que esos poemas son raros o “queer”, como su autora. En ese sentido, como en otros, hay un gran paralelismo entre Fuertes y Gabriela Mistral, ambas poetas lesbianas que adoptaron a los niños en forma amplia y casi abstracta, para así convertirse en A Queer Mother for the Nation… (Minneapolis, University of Minnesota Press, 2002), para emplear el título del excelente libro de Licia Fiol-Matta sobre la poeta chilena. Pero en Fuertes hay un humor y una ironía que están ausentes en Mistral, santurrona, reprimida y convencional. Por ello Fuertes declara socarronamente y al hacerlo se ríe de sí misma que espera “que [sus] versos hayan salido a su puta madre” (“Carta explicatoria de Gloria”), que sean transgresores como ella.
La declamación humorística de esos poemas infantiles por Iñaki –todavía, cuando estoy algo deprimido, le pido que la imite y que me recite un “poema para los niños” que él se inventa e improvisa en el momento– me llevó a leer a Fuertes; me llevó a volver a aquellos textos que había hallado por suerte en una venta de libros viejos. La lectura de su poesía fue más allá de esos libros casi milagrosamente salvados; así fue gracias a que el año pasado se celebró el centenario del natalicio de Fuertes y, por ello, aparecieron nuevas ediciones de sus viejos y nuevos libros que reúnen poemas suyos, viejos y nuevos también, con la intención de presentar una imagen más completa de la poeta y su obra.
Adelanto a cualquier lector o lectora interesada que a Fuertes hay que leerla primero fragmentariamente o poco a poco, porque una fuerte dosis de sus versos puede ser contraproducente. Solo tras leer una selección de sus poemas, una antología bien escogida, la lectora o el lector puede o debe enfrentarse a la obra completa que todavía no existe en un volumen único. Por ello y por otras razones es que recomiendo El libro de Gloria Fuertes: Antología de poemas y vida (Edición y textos de Jorge de Cascante, Barcelona, Blacktie Books, 2017), una excelente selección de poemas. Este libro, con su combinación de poemas, testimonios (a veces de la poeta misma, a veces de sus amistades y otras del editor), documentos y fotos, ofrece una magnífica imagen de Fuertes, de su vida y de su obra. Y adelanto la tesis central de estas páginas: la obra de Gloria Fuertes solo cobra sentido pleno cuando se ve como parte de su vida; vida y obra en su caso forman una unidad muy coherente ya que una no se puede entender una sin la otra. No está de moda hablar de vida y obra –lo sé–, pero en este caso tanto la vida como la obra son dignas de conocerse y se entrelazan.
Gloria Fuertes nació en Madrid en el seno de una familia obrera muy pobre. Sobrevivió la Guerra Civil y también la dura posguerra, durísima para una del bando perdedor, como lo era ella. Abandonó la escuela y desempeñó varios empleos poco satisfactorios. Comenzó a escribir y, primero, se asoció a los escritores seguidores de una especie de surrealismo aguado (“postistas”) y luego, a otros que trataban de crear poesía de compromiso social, tarea dura entonces, más para ella que además introducía en su obra y en su acción elementos feministas. Fundó con otras escritoras un movimiento poético llamado “Versos con Falda”. Estudió inglés y bibliotecología en el Instituto Internacional, organización auspiciada por varias universidades estadounidenses. Allí conoció a Phyllis B. Turnbull (1924-1971), hispanistas estadounidense y directora de esa institución. Esta fue su compañera sentimental por quince años, hasta un año antes de la muerte de la estadounidense. Trunbull la llevó a trabajar por tres a universidades del área de Filadelfia. Fuertes decía que se ganó a sus alumnas desde el primer día de clases cuando, al entrar al salón dijo: “Es la primera vez que piso una universidad. Y no lo hago como estudiante, lo hago como profesora.”
Con Turnbull organizó una biblioteca para niños pobres a las afueras de Madrid, donde tenían su casa, y tras la muerte de esta –y tras superar la depresión que la misma le provocó– Fuertes solidificó su fama como personalidad de la televisión española, fama que le era incómoda, pero que trató de llevar a cuestas de la mejor manera posible. Siempre vivió libremente y en sus últimos años, tras el fin del Franquismo, era conocida por su indumentaria de tonos varoniles, especialmente por sus corbatas. Tenía cientos de ellas que le regalaban sus fanáticos televidentes. ¡Hasta el rey Juan Carlos le regaló una! Su vida sentimental fue amplia y abierta, lo que también le ganó un reconocimiento en el destape post-franquista.
Tras enterarme de esos datos de su vida, los libros y la revista que conseguí justo el año de la muerte de Trunbull, cuando se desmanteló y se vendió su biblioteca, cobraron sentido de tesoros o de reliquias y me llevaron a leer la poesía y estudiar la obra de Fuertes. Releí los libros que ya tenía y busqué cuantos pude adquirir. No he leído la totalidad de su producción, pero he manejado una muestra amplia de la misma. A partir de lo leído –y en agradecimiento Iñaki quien todavía imita para mí a Fuertes declamando “poemas para los niños” y a una gran artista argentina que ilustró sus poemas, Eleonora Arroyo– escribo estas páginas.
La poesía de Gloria Fuertes es abundante y muchas veces repetitiva; hay poemas que no alcanzan plenos logros estéticos por sus ripios. Por ejemplo, en un poema para adultos, no un poema infantil, escribe “Ya es vieja / la abeja / pelleja. / La oveja / no quiere / pacer” (“Tango”). Los juegos de palabras, recurso común en su obra, se repiten demasiado frecuentemente: “los terminan los termitos, / y la termita ex-termita / exterminan el manuscrito” (“La termita”). Las cadenas de enumeraciones, algunas caóticas, y largas listas repetitivas que a veces son la totalidad del poema también son recursos comunes de su poesía. Fuertes establece que su estilo es personal y que trata de imitar el habla popular: “Empecé a escribir como hablaba, así nació mi propio estilo, mi personal lenguaje. Necesitaba decir lo que sentía, decirlo, sin preocuparme de cómo decirlo. Quería comunicar el fondo, no me importaba la forma, tenía prisa.” Pero sea como sea, llegó a crear un estilo propio que es fácil de definir y hasta de parodiar, como lo prueban las imitaciones de Iñaki. Ese estilo responde al interés central de su poesía: comunicarse con el pueblo, no centrase en lo que ella ve como atención excesiva a la forma. En un poema suyo ataca el ideal de la llamada poesía pura: “…me gusta más la violada realidad / que la santísima pureza juarramoniana” (“Ya no destrozo la poesía”), dice categóricamente.
Uno de sus logros estéticos es el cultivo de poemas breves, brevísimos, a veces de un solo verso: “Al calor del silencio se maduran mis versos” es el título de uno y es también el cuerpo completo del mismo. Por ello, cuando lo leemos, lo leemos dos veces. Muchos de esos breves poemas se crean a partir de una única imagen y están marcados por un profundo sentido del humor: “El teatro se inventó / cuando un pavo real muy pavo / su cola de pavo abrió.” Ese es el poema completo y aparece bajo el título colectivo de “Minipoemas”. Hay otros en los que demuestra tener conciencia de la llamada anti-poesía. No creo que haya duda de que Fuertes fue lectora aventajada del mexicano Efraín Huertas y del chileno Nicanor Parra o, al menos, que como esos poetas hispanoamericanos establecía una clara relación entre su poesía y el humor. (Habría también que apuntar el impacto de la obra de César Vallejo, pero no en cuanto a otros temas.) El humor es uno de los campos en que se destaca y produce obra de gran interés e importancia en el contexto de su literatura nacional.
Es por esa misma razón que sorprende su constante y profundo interés por la religiosidad, más que por la religión, interés que llega a bordear en lo místico. Pero el suyo es un misticismo –si así se puede considerar– que se manifiesta en lo material y que se identifica con la vida del pueblo y con el humor:
Que no soy mística porque canto al suburbio?
Y canto al suburbio porque en él veo a Cristo.
No soy mística porque siempre me rio
[…]
…lo místico mío es reír.
(Poema)
Cristo, el Niño Jesús, María, los Reyes Magos, San Francisco, Santa Teresa –con quien tiene tanto en común– y especialmente un ente indefinido, contradictorio y juguetón que ella a veces llama Dios aparecen en muchos, muchísimos de sus poemas. Su sentimiento religioso es profundamente ético, social, y, por ello mismo, está muy cercano a la teología de la liberación, movimiento que ella probablemente desconocía y que en sus manifestaciones más representativas o en su difusión fuera de América Latina es posterior a su obra. Hay que aclarar que la religiosidad de Fuertes va en contra de las iglesias establecidas, que esa religiosidad es hasta anticlerical, pero profundamente sentida.
No sorprende, pues, que uno de sus poemas más conocidos se titule “Dios está en pelotas”. Este, escrito durante el Franquismo, la llevó a pasar una noche en la cárcel. Fuertes cuenta la anécdota de su encarcelamiento con otras mujeres: una “mechera” (ladrona en tiendas), una prostituta (obviamente ella la llama sencillamente “puta”), una que estaba allí “por hacer abortos gratis a otras”. Cuando Fuertes les dijo que estaba encarcelada por un poema, sus compañeras de celda la miraron confundidas. Fuertes termina en ese punto la anécdota, pero me imagino –¡Tuvo que ser como lo imagino!– que procedió a recitarles a sus compañeras el poema que la llevó a la cárcel y que estas lo entendieron perfectamente bien y se emocionaron porque aceptaban su mensaje porque intuían a través del poema lo que es la poesía y por qué entendían entonces que esta puede ser peligrosa:
¡Ya está bien,
que se va a helar!
¡Tanto adorar al chaval
y nadie tiene cojones
de darle sus pantalones,
su mochila o su morral!
El poema es en verdad una declaración del pacifismo de su autora, tendencia constante en su obra. Así se hace evidente al final del mismo:
Callaros si le queréis, que le da frío la guerra.
Juntad todas las banderas,
y haced una colcha loca,
porque Dios
está en pelota.
La ladrona, la puta y la doctora improvisada tuvieron que disfrutar el poema de la risueña poeta mística de suburbios. Oigo sus risotadas de las oyentes y la voz ronca de Fuertes.
La combinación de extremos que caracteriza su poesía –religiosidad y risa, misticismo y erotismo, pacifismo y agresividad–le da a su obra fuerza y, a veces, también debilidad, una debilidad que muchas veces la causa la repetición de unos mismos recursos poéticos que los lectores ya predicen según lee sus textos.
Es por ello que recomiendo que se lea la obra de Fuertes de forma selectiva primero. Esta no es una poeta a la que desde principios uno debe acercarse tratando de abarcar la totalidad de su producción. (¿No debe ser así con todo poeta?) Además, sobre todo y para mí, la mejor manera de acercarse a su obra –y quizás ello sea una debilidad de la misma– es viéndola en conjunción a su vida. Por ello resulta ideal el acercamiento de Jorge de Cascante en El libro de Gloria Fuertes… Aquí se presenta una excelente selección de sus poemas, con citas y anécdotas intercaladas, y con gran cantidad de fotos y documentos que sirven para crear una biografía de la poeta, biografía que a su vez sirve para encuadrar, afincar y dar sentido a los poemas seleccionados. Más tarde la lectora o el lector interesado puede pasar a otra antología, Obra incompleta (Edición de la autora, Madrid, Cátedra, Letras Hispánicas, 2017). El año pasado, coincidiendo con el centenario de su natalicio, se volvió a publicar esta popular colección que ya tiene 25 ediciones. Pero si solo va a leer una colección, léase la de Cascante que incluye ejemplos de toda su obra, inclusive de sus “poemas para los niños”, lo que no aparecen en la antología preparada por Fuertes misma.
No cabe duda que la poesía de Gloria Fuertes está llena de aciertos y también de fallas que apuntan a claras debilidades y a evidentes fuerzas. Pero es una poesía que hay que leer para entender mejor la vida de los artistas españoles durante el duro periodo de Franquismo, para ver a una escritora que luchó por establecer poco a poco –poema a poema– su identidad como mujer y como lesbiana, y probablemente, para ayudar lectores que declaran que no les gusta la poesía. Así es porque su obra ayuda a ver el encanto de este arcano ente estético.
Fuertes misma dice que “[l]a poesía es un misterio. / Misterio que es revelado al hombre cuando muere…” (“A lo mejor un día”). Pero Fuertes no dice la verdad o no dice toda la verdad porque el misterio de la poesía también queda revelado, aunque de ello la poeta misma no se dé cuenta, en el acto de la lectura del poema y ese acto, en el que se manifiesta la generosidad del artista, como la demuestran sus lecturas en televisión que a tantos impactaron. Y ese acto no deja de tener rasgos religiosos. Por eso aclara con precisión el carácter de su trabajo: “Esto de escribir esto es horroroso […] lo llaman ser poeta y es ser santo…” ( “Aquí estoy expuesta como todos”). Otra vez más poesía y religiosidad quedan confundidas y hasta identificadas en un solo ente.
Por ello y a pesar de sus debilidades y sus fuerzas, recomiendo la lectura de la poesía de Santa Gloria Fuertes, poeta y mártir.

Gloria Fuertes y Phyllis B. Trunbull.
Mientras escribía estas páginas descubrí que existe en Madrid una Fundación Gloria Fuertes. Me he puesto en contacto con la misma y le he ofrecido los dos libros y la revista que compré hace años. Creo que sería el lugar ideal para preservarlos. Quizás sean de utilidad para algún investigador. Espero que acepten mi oferta y que, por fin, esos tesoros, que son en verdad reliquias, estén donde deben estar. Sería mi homenaje a esas dos valientes mujeres.