Gramsci, el Ratón y la Montaña
Las epístolas de Gramsci constituyen, como notó el propio Almeida, una obra en sí misma, una no obstante muy personal e íntima, que nos ofrece detalles sobre la difícil relación de Gramsci con su esposa Giulia, su amistad con su cuñada Tania y sus relaciones complicadas con muchos comunistas dentro y fuera de Italia. Las cartas también nos ofrecen una ventana a sus intereses y agendas de estudio, así como a lo que Almeida llama su “ética de resistencia.” En cuanto a esto último, y como plantea Almeida, las cartas desde la cárcel registran la formidable voluntad de Gramsci, una dispuesta a resistir las espinosas y traumáticas experiencias y circunstancias carcelarias. Para Almeida, las cartas también registran la humanidad de Gramsci, la que a veces perdemos de vista en nuestras lecturas objetivas de sus cuadernos desde la cárcel. Pero a pesar de su carácter íntimo, emotivo y muchas veces fatídico las cartas de Gramsci desde la cárcel son, como muy bien señala Almeida, elementos integrales de los escritos carcelarios del intelectual italiano, en especial porque muchos de sus conceptos y propuestas teóricas fueron suscitados en las cartas o porque fueron confirmadas o validadas en estas. Es necesario entonces estudiar las cartas en su relación a sus otros escritos, en particular los cuadernos. Es precisamente por esto que Almeida también nos exhorta a ahondar el estudio de la obra del intelectual italiano, incluyendo sus cartas, una obra que “dicta mucho de perder vigencia y de reclamar lecturas dialógicas y productivas para encarar los retos que seguimos enfrentando en el presente” (43). Así es, Gramsci sigue siendo todo un clásico, un intelectual cuya obra, conceptos y planteamientos teóricos conservan todavía gran valor y utilidad. Ciertamente, la obra de Gramsci puede seguir ayudándonos a enfrentar numerosos retos actuales, incluyendo los desafíos que implican ese complejo enmarañado de problemas ambientales que hoy enfrentamos.
Ya algunos estudiosos de la obra a Gramsci han retornado a su obra para comprender y enfrentar la crisis ambiental, prestándole atención a su concepción de la naturaleza y a su perspectiva respecto de las relaciones humanas con esta. La mirada y estudio del concepto de la naturaleza en Gramsci comenzó en 1996 con un artículo de Benedetto Fontana para Philosophical Forum: “The Concept of Nature in Gramsci”. Este fue publicado en un momento en el que la teoría social era criticada por diversos pensadores ecologistas que la tildaban de antropocentrista y antiecológica. El marxismo también era entonces reiteradamente criticado por los ecologistas, quienes apuntaban hacia los graves daños ambientales registrados en la Unión Soviética, China y otros países socialistas. El marxismo también había sido criticado por ser productivista, prometeico y antropocentrista. En Puerto Rico la crítica ecologista al marxismo aparece en El Espectro Posmoderno de Arturo Torrecilla. Pero en los noventa aparecieron varios libros y artículos sobre el concepto de la naturaleza en Marx, los que no sólo reivindicaron y revisaron su pensamiento ecológico, enverdeciéndolo, sino que además dieron paso a varias corrientes del marxismo ecológico. Aparte de Marx y Engels, otros conocidos pensadores marxistas también fueron estudiados, revisados y enverdecidos, incluyendo a Gramsci. El mencionado artículo de Fontana fue parte de esa corriente.
Si bien el artículo de Fontana introdujo a Gramsci al campo del estudio de los problemas ambientales y ecológicos este apenas despertó interés en su pensamiento ecológico. No fue hasta la segunda década del corriente siglo que resurgió el interés por el tema, evidente en el libro Gramsci: Space, Nature and Politics, una antología de varios artículos sobre la obra del intelectual italiano. En este algunos de los autores no sólo retomaron la idea de Gramsci como un teórico de las relaciones humanas con la naturaleza, sino que propusieron nuevas rutas y aplicaciones de sus ideas. Para Alex Loftus, en su capítulo “Gramsci, Nature, and the Philosophy of Praxis” Gramsci es inclusive el teórico preminente de la ecología política en la tradición marxista. Otros autores, como Adam D. Morton, David Featherstone, Stefan Kipfer y Geoff Mann introdujeron la idea de Gramsci como un teórico de lo espacial, lo que nos permite vincularlo también al giro espacial en la teoría social. Michael Ekers y Alex Loftus en su artículo “Revitalizing the production of nature thesis: A Gramscian turn?” para la revista Progress in Human Geography demostraron la utilidad de las ideas de Gramsci para el desarrollo de la “tesis de la producción de la naturaleza.” Este concepto fue desarrollado por el geógrafo marxista Neil Smith, quien también había desarrollado una importante e influyente teoría espacial. Debo añadir que puesto que para Gramsci lo que media nuestra relación con la naturaleza no es la ciencia sino la tecnología, esta entendida en su sentido más amplio, como técnica y trabajo, su obra es también valiosa para el estudio y crítica de la ciencia y la tecnología moderna.
El concepto de hegemonía de Gramsci es central para entender tantos sus ideas acerca de las relaciones humanas con la naturaleza, como para articular alternativas a la crisis ambiental. Según explica Fontana:
It is his notion of hegemony that points to the potential overcoming of the conflict between humanity’s cultural and technical development and the exploitation of nature. Hegemony—that is, the proliferation of a given conception of the world, and its concrete expression in the world as a way of life and as a sociopolitical order—demands a type of consciousness that transcends narrow, particular interests and concerns, and that looks toward more general and universal ways of thinking and acting. In this sense, humanity’s appropriation of nature in history, and its subjection and exploitation by means of labor and technology, provide the basis for the formation of a hegemonic conception of the world—a Weltanschauung—whose practical realization and dissemination would also mean the resolution of the historical antagonism between humanity and nature. At the same time, the development of material and political conditions conducive to freedom understood as self-determination—as the elaboration and self-imposition of limits and boundaries –might harbinger an awareness of the need for limitation and articulated restraint when it comes to dealing with nature and the environment.
En fin, y como concluye Fontana, se puede derivar una conciencia ecológica en la obra de Gramsci, presente también en sus cartas desde la cárcel. La influencia del concepto de la naturaleza de Marx, y de sus ideas respecto a las relaciones humanas con esta, es evidente en la obra de Gramsci. Sin embargo, su conciencia ecológica provino no únicamente de sus estudios del materialismo práctico de Marx, sino, además, y como plantea John Berger en “How to Live with Stones”, de haber aprendido a vivir con piedras. Esa conciencia tiene mucho que ver con sus orígenes sardos, con su vida y formación en Cerdeña. Parte de la ética de resistencia y de la voluntad de vida de Gramsci a la que se refiere Almeida en su introducción a Los Otros Escritos Carcelarios: Antología de las Cartas desde la Cárcel implica una enorme paciencia y un gran apego a la esperanza, que para Berger se originaron de sus experiencias con el paisaje rocoso y ventoso de Cerdeña. Aquel paisaje de pastos y monumentos megalíticos de un pasado prehistórico—pilas de piedras, nuragas y domus de janas—fue configurado por las diversas y largas historias de habitación, explotación y resistencia en la famosa isla. Berger no plantea que las ideas de Gramsci fueron determinadas por el medioambiente sardo, sino más bien que este, y las experiencias de Gramsci en y con este, y con su historia, inspiraron e informaron sus ideas y prácticas políticas e intelectuales a lo largo de su vida. La constante preocupación de Gramsci por los aspectos relacionales de la vida social, que implica relaciones ecológicas, y que es característico de su filosofía de la praxis, son ejemplo de esto. El propio Gramsci, aunque reacio a hacerlo reconoció jocosamente un “poco de verdad” en esto, en una de sus cartas a Giulia (5 de enero de 1937; 180):
Creo que siempre supiste que en mí hay una gran dificultad, muy grande, para exteriorizar los sentimientos y eso puede explicar muchas cosas ingratas. En la literatura italiana han escrito que, si Cerdeña es una isla, todo sardo es una isla dentro de una isla y recuerdo un artículo muy cómico de un escritor del Giornale d/Italia que en 1920 trataba así de explicar mis tendencias intelectuales y políticas. Pero quizás haya un poco de verdad, cuanto baste para poner el acento (en verdad poner el acento no es poco, pero no quiero ponerme a analizar: diré el “acento gramatical” y tú podrás divertirte de corazón y admirar mi modestia caprichosa).
Hay en los escritos e ideas de Gramsci pistas de sus experiencias en Cerdeña, vivencias marcadas por las historias ambientales y ecológicas del lugar, incluyendo la explotación de sus recursos naturales. Cerdeña fue una zona periférica explotada por su posición estratégica en el oeste del Mediterráneo, así como por su riqueza mineral y depósitos de plomo, zinc, estaño y plata. Gramsci, como demuestra una de sus cartas, en la que relata un cuento sardo a su hijo Delio, estaba muy consciente de esas historias y de las consecuencias ecológicas y ambientales de esa explotación, entre estas la deforestación de la isla. Me refiero a la carta del 1ero de junio de 1931 a Giulia, en la que Gramsci comentaba el interés de su hijo por los cuentos del poeta ruso Alexander Pushkin, quien fue enaltecido y celebrado por los estalinistas. Para Gramsci, este poeta, o más bien su uso por los soviéticos, “consolidó las fuerzas populares,” unificándolas. Esa carta confirma que como plantea Almeida algunas de la nociones y conceptos teóricos más ricos de Gramsci en sus Cuadernos son muchas veces confirmadas o validadas de manera directa o indirecta en sus cartas. Para Almeida: “Las Cartas, en ocasiones, ayudan a dar mayor fijeza o consistencia a algunos de los planteamientos teórico-políticos de Gramsci más importantes, como por ejemplo su concepción de la hegemonía y del estado en sentido ampliado, igual con su concepción de los intelectuales en sentido orgánicos (41).” Lo mismo ocurre con sus nociones acerca de nuestras relaciones con la naturaleza en la mencionada carta.
En la carta Gramsci le pide a su esposa que le relate a Delio el cuento “El Ratón y la Montaña.” En el cuento un ratón bebe la leche de un vaso. Pero un infante llora exasperado porque ahora ya no tiene nada que comer. El ratón apenado decide ir a buscar la leche para el niño. Le pide leche a la cabra, que para dársela le dice que necesita hierba. El ratón le pide hierba al campo, pero este, árido, le pide agua. El ratón le pide entonces agua a la fuente, que para dar agua necesita que la arreglen, pues había sido destruida por la guerra. El ratón fue entonces donde el albañil que le pidió piedras, las que este le pidió a la montaña, que había sido deforestada. El ratón le prometió entonces a la montaña que, si el niño recibía su leche, el niño volvería eventualmente a poblar la montaña de árboles. La montaña le proveyó las piedras al ratón. Eventualmente el niño haría lo que prometió el ratón, restauraría el medioambiente. Como narró el propio Gramsci refiriéndose al niño: “Crece, planta los árboles, todo cambia; desaparecen los huesos de la montaña bajo el nievo humus, la precipitación atmosférica se hace regular porque los árboles mantienen el vapor e impiden que los torrentes devasten la llanura, etc. En fin, el ratón crea una verdadera piatilietca. Es un cuento propio de un pueblo arruinado por la deforestación.” (131)
Piatilietca se refiere al plan quinquenal ruso, por lo que el ratón era socialista. El cuento convierte a Gramsci en un precursor del ecosocialismo, no sólo porque revela su conciencia de los problemas ambientales, como la deforestación, o porque integra nociones ecológicas, las relaciones humanas con elementos bióticos y abióticos, sino además porque integra la protección y restauración ambiental, como la reforestación, a la planificación económica socialista. Para Gramsci esta planificación implicaba la resolución del antagonismo histórico entre la humanidad y la naturaleza, sin que esto requiriera negar la apropiación humana de la naturaleza en la historia, y su unión por medio del trabajo y la tecnología. Se trataba de una concepción alternativa del mundo, crítica, por supuesto, de la relación capitalista con la naturaleza, una relación de explotación continua del medioambiente y sus recursos.
Para Gramsci, las relaciones humanas con la naturaleza, mediante las cuales la naturaleza y la humanidad se transforman mutuamente, siempre están implicadas en el desarrollo de una concepción del mundo. Esto implica un rechazo al dualismo humano-naturaleza, lo que es cónsono con la perspectiva de Marx con respecto a la formación y desarrollo de la conciencia. Se trata de una perspectiva que elabora y extiende el materialismo práctico de Marx. En efecto, los paralelos de las ideas de Gramsci acerca de la naturaleza con las de Marx y Engels en La Ideología Alemana y las de Marx en Las Tesis sobre Feuerbach, o con el materialismo práctico de Marx en general, son notables. Para Gramsci, como para Marx, fue en el contexto de las relaciones humanas con la naturaleza, en el contexto de lo que Enrique Dussel llama la “espiral productiva,” o de la trans-formación de la naturaleza mediante el trabajo y la tecnología, que se inició el proceso histórico mediante el cual la humanidad logró una conciencia de sí misma y de sus complejas relaciones con el mundo. Gramsci extendió las ideas de Marx, evitando como este la dualidad que implica la rígida distinción y oposición entre la naturaleza y la sociedad, una dualidad que Gramsci criticó en Georg Lukács. También evitaba la idea, propuesta por Frederick Engels, de una dialéctica en la naturaleza, inherente a esta.
Es posible, como lo hizo Fontana, concluir que Gramsci proponía la dominación de la naturaleza, aunque se tratase de una dominación más racional y consciente de los limites ecológicos y ambientales. Para él, el ecosocialismo de Gramsci no negaba la libertad o autodeterminación humana, importantes para el intelectual sardo, pero reconocía la importancia de la auto imposición de límites, de la moderación en nuestras relaciones con la naturaleza. Sin embargo, para Alex Loftus, y me uno a este, hay razones para pensar que la dominación de la naturaleza no era la intención de Gramsci. Según este, Gramsci, cónsono con su perspectiva no dualista, más bien nos exhortaba a reconocer la coproducción mutua de los humanos y la naturaleza, su unidad diferenciada. Desde la perspectiva marxista, y como señalaron Marx y Engels en La Ideología Alemana “. . .los hombres que desarrollan su producción material y su trato material cambian también, al cambiar esta realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento.” En cualquier caso, y como advirtió Fontana, los problemas socio-ecológicos de hoy quizás puedan inducir una reevaluación de la obra de Gramsci que la vincule a las luchas políticas y sociales de hoy respecto al medioambiente.
El pensamiento gramsciano, como notó Almeida, sigue vigente y debemos volver a este, re-tornar a Gramsci. Prefiero “re-tornar” porque aparte de regresar a algo esta palabra implica también “volver a torcer algo,” así como reanudar, restituir, reponer, revolver, porfiar, reproducir, renovar, y hasta cambiar. Todo eso debemos hacer con la obra de Gramsci, en particular si queremos enfrentar los grandes retos medioambientales del presente, las consecuencias nefastas del capitaloceno. Enfrentar esos retos requiere que cuestionemos la hegemonía neoliberal y capitalista desde cualquier grieta o rendija en el bloque hegemónico. Nos requiere, como hubiese aconsejado Gramsci, construir un nuevo bloque, instituido sobre las bases de una nueva y más justa y liberadora concepción del mundo, una que incluya nuevas relaciones humanas con la naturaleza, y que promueva, por supuesto, la justicia ambiental.