Hacia una pedagogía innovadora para la universidad (sic).
El origen de las especies universitarias
El autor comienza describiendo de dónde vienen las actuales instituciones de formación superior. Si bien nacieron en el medioevo, en los últimos tres siglos se fueron perfilando dos tipos ideales de institución universitaria: la de matriz alemana, orientada a la investigación, y la de matriz general, inspirada en el modelo británico, orientada a la transmisión del conocimiento y la formación profesional. En su formulación original, en el modelo alemán-humboldtiano
el objetivo fundamental era el culto a la ciencia.
El modelo británico, que encontró en las universidades británicas de Oxford y Cambridge su expresión más acabada, apuntaba originalmente
a formar ese medio social ideal y elevado para la educación de las clases gobernantes, en el cual la ciencia, como el arte, la religión, la moral, los juegos, todo, tomaba para la mayoría el carácter de uno de tantos elementos que contribuyen a la educación humana.
Evidentemente, ambos modelos han generado también instituciones híbridas, como las universidades de la Ivy League estadounidense, donde la investigación y elitismo conviven en armonía. Ahora bien, según el autor todos estos modelos de universidad están en crisis; por otra parte, también el concepto mismo de “universidad” no lo convence:
El concepto de la Universidad y su fin se halla hoy también en crisis; en parte por la organización, cada vez más diferenciada y compleja, de la enseñanza “técnica” (…) También se halla hoy día en crisis el concepto de la Universidad, muy principalmente por lo que toca a sus fines sociales.
Más adelante el autor es lapidario respecto a cierto tipo de modelo de institución superior:
La Universidad meramente instructiva, como órgano cuya superior función en la sociedad era distribuir mecánicamente una especie de alimento espiritual (…), puede darse ya por moribunda.
Escuelas, colegios, universidades son todavía (…) el santuario del medievalismo, (ya que) miran más bien a conocer lo ya sabido que a hacer nuevos descubrimientos, (por lo que) puede esperarse poco de ellas para una reforma trascendental.
Tomemos por ejemplo los exámenes. Uno de los problemas que aqueja a la universidad es la perversa dinámica que se da entre las evaluaciones y la obtención de títulos. En muchas sociedades prevalece la idea de que la universidad
es una oficina de preparación mecánica a los exámenes, como condición previa para la expedición de certificados, títulos y diplomas.
Según el autor,
los exámenes, concursos y oposiciones parecen inventados por alguno que haya querido más bien atormentar que beneficiar a la humanidad, aplicando aquella filosofía de que todo lo que es desagradable es útil, y que la acumulación (temporal y momentánea) de hechos constituye la verdadera sabiduría (…) El más grande necio puede hacer el mejor examen.
De esta manera
no hay más que una necesidad: ser aprobado, llevarse la nota, el premio, la plaza.
Ante este panorama… ¿qué hacer? A continuación transcribo algunas ideas presentadas por el autor a lo largo de las más de 300 páginas del libro.
Laboratorios
El autor apunta que poco a poco se están desarrollando
laboratorios para el trabajo personal.
En este nuevo contexto
la clase tiende a ser cada vez más un laboratorio para el trabajo personal de los alumnos bajo la dirección del profesor, cambiando el estudiante su función pasiva, de oír y conservar lo que se le da ya hecho, por una labor activa mediante la cual va formando su propio conocimiento de las cosas.
learning by doing
El autor propone pasar de una pedagogía marcada por la pasividad a otra dela participación y el trabajo por proyectos. Para ello propone transformar los métodos de trabajo
en el sentido de una mayor cooperación personal por parte del alumno; si les asociamos el trabajo manual (…) de suerte que el alumno no solo aprenda a conocer sino a hacer, según el principio del learning by doing, entonces entenderemos el enlace entre la educación general y la especial.
Hiperespecialización
De frente a los procesos de especialización, por un lado tan necesarios en un mercado laboral cada vez más atomizado pero que, al mismo tiempo, limitan la perspectiva del sujeto al focalizarlo en una única rama del conocimiento, el autor propone abrir el juego a la transdisciplinariedad. Los estudiantes deberían ser capaces de
participar siempre a la vez, de un modo más o menos intenso, en otras ramas capaces de compensar la preponderancia de la suya, evitando la falta de horizonte de un especialismo inclusivo y manteniendo la conciencia de la solidaridad entre todos los órdenes del conocimiento. Algo de esto se hace en aquellas universidades donde el alumno de una Facultad, escuela, etc. está obligado a cultivar ciertos estudios de otras.
Calidad sobre cantidad
No se puede aprender todo. Una nueva pedagogía universitaria en sintonía con la hiperinformación disponible en las redes digitales debería apostar por
la limitación cuantitativa del saber, en vez del ansia y prurito actual esencialmente memoristas,
y, al mismo tiempo,
privilegiar el carácter científico, y por lo tanto no expositivo sino indagativo (…), tendiendo a la superior cualidad posible del conocimiento, personalmente formado, y no a la mayor cantidad de lo aprendido, dejando las noticias generales y la información sistemática elemental a los manuales.
Debemos ser conscientes de que solo seremos capaces de comprender
solo una parte mínima, infinitesimal, de todo el verdadero saber.
Desde esta perspectiva
la ignorancia es una necesidad, pues no podemos saber cosa alguna sino a condición de ignorar muchas otras. Tener una idea general (aunque sólida) de aquellas partes de la ciencia más lejanas de nuestra especialidad y el conocimiento más profundo posible de lo que toca a esta última, son los dos fines cuya armonía constituye el ideal.
Evolución y complejidad
La educación no es más que evolución, crecimiento intelectual que, como todo en la naturaleza, procede sin interrupción de lo simple a lo complejo.
Aprender a olvidar
El gran secreto de la vida es aprender a olvidar.
Transmedialidad
El mejor método educativo
es el que emplea todos los sentidos.
Cut the crap
Basta de citas y jueguitos discursivos. Hasta aquí llegamos. Las frases que acabo de citar provienen de Pedagogía Universitaria, el maravilloso volumen de Francisco Giner de los Ríos (1839-1915) publicado en la colección de Manuales Gallach en el Año del Señor de 1905.
Sí, las palabras que acabo de citar tienen 113 años.
Se me ocurren varias reflexiones pero creo que estarían de más.
Mejor dejar de hablar o escribir sobre “innovación y universidad” por un buen rato y comenzar a hacer algo, ¿no?