• Columnas
  • Puerto Rico
  • Mundo
  • Cultura
    • Poesía
    • Cine
    • Arte
    • Ficción
    • Letras
    • Podcast
    • Comunicación
    • Historia
    • Deportes
    • Ciencia 26.7 °C
  • ¿Qué Hacer?
  • Archivos

  • Categorías

- Publicidad -
Donar
  • Puerto Rico
  • Mundo
  • Cultura
    • Arte
    • Cine
    • Cómic
    • Podcast
    • Música
    • Poesía
    • Ficción
    • Letras
    • Historia
    • Ciencia 26.7 °C
    • Comunicación
  • Sociedad
    • Ambiente
    • Deportes
    • Economía
    • Educación
    • Derechos Humanos
    • Diáspora
  • ¿Qué Hacer?
  • Columnas
Inicio » Cine

Hillbilly Elegy: pesadumbre

Manuel Martínez MaldonadoManuel Martínez Maldonado Publicado: 4 de diciembre de 2020



No me parece que exagero si digo que la miseria y el descontento familiar son universales y que no conocen barreras sociales ni raciales. Los que leen los periódicos o ven “The Crown” sabrán que hasta reinas, reyes, príncipes y princesas sufren de problemas emocionales, condiciones psiquiátricas e inducidas (por ejemplo, bulimia) rodeados de excesos y riquezas, y con la posibilidad de ocultar sus desdichas del público. La pobreza no es necesariamente la causa de pesadumbre, pues florece también en la abundancia. Igual se encuentra en los áticos majestuosos de la Quinta Avenida o en palacios, que en las casuchas de las colinas de Kentucky. Este filme emocional quiere dar a entender que la pobreza es la causa de todas las violencias y adicciones que aquejan a algunos humanos y que la familia inmediata es tan culpable como la falta de medios económicos.

Un elenco estupendo tiene que bregar con los baches narrativos de un guion tendencioso de Vanessa Taylor basado en el libro homónimo de J. D. Vance (Gabriel Basso, en la película cuando es adulto; Owen Asztalos, cuando es joven). J.D. estudia leyes en Yale y recibe una llamada, inoportuna por varias razones, notificándole que su madre “Bev” (Amy Adams) está en el intensivo en su pueblo natal en lo que se llama ‘Appalachia’ una cadena de montañas de gran extensión que va desde Canadá a Alabama y tiene sus manifestaciones folclóricas más prominentes en West Virginia, Ohio, Kentucky y Tenesí. J.D. está en una cena en un club de Yale donde espera conocer miembros de bufetes importantes para que lo inviten a una entrevista para hacer una escribanía en sus firmas. El joven estudiante está abrumado por los varios tenedores, cuchillos y cucharas que bordean su plato (cliché tonto) y tiene que llamar a su novia Usha (Freida Pinto) para que le diga cuál se usa primero. ¿Si es tan inteligente como para ir a Yale, no puede observar lo que hacen los otros y copiarlo? Para colmo, se enfrasca en una discusión con un abogado que le llama “rednecks” a la gente de Appalachia. ¿Ese fue a Yale? ¿O es sencillamente que todos los blanquitos de las Ivy League son unos pedantes maleducados en el peor sentido de la palabra? (Les puedo dar fe que, por experiencia propia, no todos.) En otra ocasión, J. D., que estudio en Ohio State, no sabe decir “syrup” y es la novia de Yale quien le enseña cómo se dice. ¿Nunca ha estado en los “Waffle House” que abundan en la región donde nació y estudió? (He vivido tanto en Ohio como en Kentucky.) Además, y para sorpresa y sorna de los otros comensales, se declara “familia” del feudo Hatfield–McCoy, una historia verdadera de guerra entre dos familias del área de Kentucky y West Virginia en las que murieron por lo menos una docena de miembros de cada lado. Es folclore del peor tipo. Estas son algunas de las cosas irritantes del guion, pero, calma, hay más.

 

La familia Vance tiene muchos secretos que se van descubriendo en retrospecciones. Mamaw (Glenn Close) la abuela de J.D., ha luchado contra viento y marea para ayudar a sostener la familia que incluye a su marido, Papaw (Bo Hopkins) —un borracho abusador— y, por épocas, a Bev. Sirve de soporte también a su nieta Lindsay, la hermana de J.D., que a veces tiene que intervenir en los desaciertos de su madre. Una que cambia de novio como de ropa (uno de los misterios del guion es que no estamos seguros de quién es el padre de J.D.) y cuyos elegidos propician sus vicios e irresponsabilidades. Bev es enfermera, lo que le permite robarse las medicinas que la tienen adicta. (¿No se darían cuenta de su problema los médicos de la unidad de diálisis donde trabaja?)

El que el libro en que se basó el guion sea una “memoria” del autor, no hace que todo sea cierto ni verídico. Entiendo perfectamente que la guionista tiene que proveerle al director (Ron Howard) material dramático para que la cinta tenga enganche y no nos aburra, pero debe haber respeto por la inteligencia de los que ven. ¿En patines por los pasillos del hospital? ¿Ocurrió? ¿Y? La idea perniciosa de la violencia que el filme ata a la pobreza me parece en parte cierta. Hemos tenido evidencia abundante de ello en la época trumpista viendo las hazañas de personas de poca educación listas para blandir armas, asesinar con ellas y atacar con su vehículo a los que piensan distinto a ellos. Pero ¿no vimos también dos ricos (uno abogado) apuntarle armas a un grupo que manifestaba su descontento sobre el uso de mascarillas para la pandemia? Mas, la forma en que el filme evoluciona produce más pesadumbre que satisfacción por el rescate de un ser humano.

Lo mejor de la cinta, por mucho, son las actuaciones. Los principales son todos muy buenos, pero, por la naturaleza de su complejidad y las oportunidades dramáticas, Amy Adams es la ganadora. Entre la madre cariñosa y la hija agradecida, hay episodios de inestabilidad y locura que establecen la pena que sienten por un ser querido los que la rodean. Es la razón principal para ver la película.

Print Friendly, PDF & Email


- Publicidad -


Manuel Martínez Maldonado
Autores

Manuel Martínez Maldonado

Nació en Yauco, Puerto Rico. Fue crítico de cine de Caribbean Business, El Reportero, y El Mundo en San Juan de 1978 a 1989, Sus poemas y ensayos han aparecido en Yunque, Revista de la Universidad de Puerto Rico, Caribán, Mairena, Pharos, Linden Lane, Resonancias, la Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, y Hotel Abismo Primer premio de poesía José Gautier Benítez de la Facultad de Estudios Generales en 1955; primera mención de poesía en el Festival de Navidad del Ateneo de Puerto Rico en 1956 y 1982. Autor de los poemarios La Voz Sostenida (Mairena), 1984; Palm Beach Blues (Editorial Cultural), 1985; Por Amor al Arte (Playor),1989; y Hotel María, 1999, finalista del Premio Gastón Baquero (Verbum, Madrid); Novela de Mediodía, 2003 (Editorial Cultural/ Verbum). Es autor de las novelas, Isla Verde o el Chevy Azul (Verbum) 1999; El Vuelo del Dragón (Terranova) 2012; Del color de la muerte (Publicaciones Gaviota) 2014; Solo la muerte tiene permanencia (Verbum) 2014. Es Premio Nacional de Novela 2013 del Instituto de Cultura Puertorriqueña por El imperialista ausente (2014).

Lo último en la avenida
Próximo

Lo último en la avenida

  • en portada

    Comité-MINP: humana otredad en la izquierda niuyoriqueña de los 70

    Maximiliano Dueñas Guzmán
  • Cine

    • Let Them All Talk: de eso se trata
      15 de enero de 2021
    • The Prom: declaración
      3 de enero de 2021
    • Uncle Frank: regreso
      18 de diciembre de 2020

  • publicidad

  • Poesía

    • Carolina
      15 de enero de 2021
    • Teach me how to die, María
      4 de diciembre de 2020
    • Mártires
      14 de noviembre de 2020



Suscríbete a nuestro newsletter


  • DONACIONES
  • RED DE APOYO
  • SOMOS
    • ¿para qué?
80grados.net está disponible bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento-No comercial 3.0 Puerto Rico. El reconocimiento debe ser a 80grados.net y a cada autor en particular.
Presione enter/return para comenzar la búsqueda