Homenaje a Gilda o lista de utilería
Sacamos los libretos, y página por página fuimos anotando los elementos que necesitamos para este loco y atropellado experimento de por fin atreverse, que hemos titulado Santa Bárbara es una femme fatale. En un acto que, ahora en retrospectiva, me parece cuasi febril, terminamos con aproximadamente cuarenta y dos ítems. Me fui muy contenta a casa, sintiéndome que era dueña de una pequeña victoria, que el ímpetu que habíamos puesto en hacer esa lista en un ambiente tan poco ortodoxo era un diminuto testamento de las ganas de hacer y de vivir. Y entonces me puse a pensar en la vida, y descubrí por qué el homenaje a Gilda me había entristecido tanto.
Y es que, esas butacas y ese escenario, llenos de gente que quiero, respeto, admiro, correligionarios, gente de la misma generación, vacas sagradas a los que puedo llamar amigos, rivales de técnica y teoría teatral con los que discutir con respeto y perspicacia es un lujo, esas butacas y ese escenario albergaban una clase abandonada a su suerte. Pensé que lo próximo sería decir, como en el medioevo, que estaba prohibido enterrarnos en terreno sagrado. Porque nos patean. Como a la maestra que despidieron de una escuela de bellas artes. O aquellos que se van a estudiar para devolverle algo al país, y se topan con esterilidad y rechazo.
Y sí, sé que Puerto Rico está en crisis, y que en todos los gremios ocurre lo mismo, pero yo sé más del mío, sé de su dolor y de su desesperanza. Sin embargo la tristeza me duró poco, porque, también pensando en el homenaje, comprendí que no había porqué desesperanzarse. Que la lista de utilería era precisamente eso: un testimonio de esperanza. Que los compañeros reunidos para homenajear a Gilda, tan nostálgicos por momentos, tan risueños en otros, tan orgullosos de haber sido no sólo discípulos de esta mujer sino discípulos de la universidad, del arte, de las tablas de ese escenario, esas personas, son unos maestros de la imaginación, del aguante, de la técnica, y sobre todo del amor a su prójimo. Y que somos nosotros los encargados de sacar esto a flote; con nuestras locuras respectivas, con nuestros experimentos incomprendidos, con nuestra esperanza inconmensurable, con nuestras voces, con nuestros cuerpos. Y recordé que somos grandes, que siempre lo hemos sido y que podemos con todo, incluso con la muerte.