Hustlers: Ramona Vega y compañía
La historia está contada por Dorothy, cuyo nombre de escena es “Destiny” (Constance Wu) y que es, uno casi lo adivina, una madre soltera que busca cómo abultar sus ingresos. No es difícil presumir que casi todas las mujeres que toman estos trabajos en antros —una especie de prostitución— tienen problemas similares. Mas la causa principal de su predicamento es la falta de educación, lo que no les permite conseguir un trabajo razonable. Tratan de manejar sus rutinas en el club con trabajos de salario mínimo y, con eso, mantener sus familias. Las únicas “familias” que en realidad conocemos son las de Ramona y Destiny, y, en ambos casos, de forma superficial: tiene hijas, y abuela (Destiny).
La cinematografía de Todd Banhazi es, por supuesto, en el club y está dada a tomas de nalgas y pechos y, a veces, ángulos bastantes cercanos a intimidades. Cuando hay luz, es porque las muchachas están de compras en tiendas caras en Manhattan o en apartamentos lujosos que han adquirido con su dinero sucio. Mientras tanto, los clichés se van acumulando y las escenas se convierten en repeticiones en las que lo único que cambia es el hombre que va a ser timado y lo que están bebiendo. Cuando comienza la parte más perversa del filme—las chicas endrogan los clientes— (se ve en los avances) uno se pregunta qué grado de idiotez hay que tener para caer de “pendtonto” en un lugar como el club. ¿Qué carecen en su psique los hombres que gastan miles de dólares para verle las nalgas a alguien, etc.? La película no toca ningún aspecto interesante de cómo se sienten las mujeres que están condenadas a esa vida impúdica en la que un futuro miserable es la única posibilidad. Peor es que se le rinde demasiada atención a situaciones que conocemos demasiado bien de otras películas. Muchas escenas muestran las muchachas marchando por el bar hacia su víctima como si fueran un ejército de vampiras. Entre ellas hay una que, cuando está en situaciones difíciles, vomita. Pero, ¿la tenemos que ver haciéndolo tantas veces? La película dura 110 minutos y se pudieron haber cortado 25 sin que se perdiera nada. De hecho hay escenas que no tienen nada que ver directamente con el drama de la película.
Lo que hace la cinta interesante es la presencia de J.Lo. La primera vez que vislumbré a esta mujer polifacética como una estupenda actriz fue en Selena (1997), algo que constaté en Out of Sight (1998). Pensé que en el centenario de la invasión norteamericana de nuestra isla, acabábamos de invadir a Hollywood. Esta actriz tiene una capacidad innata para sobresalir en una escena sin hacer intentos de minimizar a las otras actrices. Rodeada de otras hermosuras, la de ella, que es única, sobresale y domina el encuadre. En este filme, de no ser por ella, la empresa habría fracasado completamente. La Ramona Vega de Jennifer López es un personaje que no se olvidará. Si hay razón para ver la cinta, esa es la que es.