In the Heights: ¡bailemos!

Luego de varios intentos, el musical se ha convertido en película que, por la pandemia, es ahora cuando llega a los cines, pero que también se puede ver en HBO. Miranda fue uno de los productores y hace breves apariciones como el piragüero, con su usual encanto y con barriga (¿los millone$?). Miranda, por supuesto, también compuso la música. Jon Chu, el director, se unió a Christopher Scott, el coreógrafo, para crear una serie de bailes espectaculares que, para mí, son lo mejor del filme. A eso hay que añadirle la brillante edición de Myron Kerstein que le da a la película la velocidad que requiere para salir del embrollo que resulta ser muchas veces el guion, escrito por Quiara Alegría Hudes, quien también escribió la historia para la obra teatral. Alegría Hudes, quien es dramaturga, se ciñe a la idea que ser latino en Nueva York no equivale a los patrones que existían en los años cincuenta del siglo pasado y concentra en la vida y las tribulaciones de una clase media baja que ha luchado por crear su sitial en un país extraño donde, en particular los que proceden del Caribe, hay que vérselas con el frío del invierno, el calor pegajoso del verano y la incomprensión de su cultura. Y, aunque el tema es tratado de lejitos, el prejuicio.
Es un logro del guion que se aleja de los estereotipos del emigrante pobre: las drogas, la violencia, las gangas, el abuso de la policía, etc., porque la intención, lo que interesa, es cómo se han adaptado a la vida nueva los latinos que han llegado a la Gran Manzana y, al mismo tiempo, sin recurrir a los extremos, cómo la gentrificación de los distintos barrios les va arrancando nuevamente de raíces que pensaron serían más duraderas. Además, las historias de los personajes son las que uno más o menos considera que han de afligir a cualquiera, sea latino o no, si respira y vive: Desencantos amorosos, pugnas entre padres e hijos que al fin y al cabo son triviales, el cariño que se desarrolla por la proximidad vecinal, etc.
En un vecindario de Washington Heights en Nueva York, una comunidad principalmente dominicana, todos buscan mejorar sus posiciones sociales (entiéndase su situación económica) y, al mismo tiempo, seguir en comunicación estrecha con los vecinos de “casi toda una vida”. Las tramas se desarrollan en caminos que hemos recorrido y que podemos predecir a dónde conducen. Muchas veces son caminos bastante sentimentales y obvios, pero cuando creemos que se está amelcochando demasiado, la música explota con ritmos caribeños que invitan a bailar. Y esa palabra hoy día significa habilidades físicas impensadas. Los cientos de bailarines que participan auguran que en Broadway habrá que asegurarse que hay cuotas para los no latinos que acuden a las audiciones para obras musicales.
Si es cierto que la coreografía de Christopher Scott es espectacular, estuvo ayudado por un pelotón de coreógrafos que se encargaron de partes de esa labor, y por lo que le antecedió. La relación con Jerome Robbins y, por lo tanto, con “West Side Story” está presente, como también lo está el Bob Fosse de “All That Jazz”. Un baile en una piscina es, como dicen en Castilla “over the top” y se remonta con admiración y sin vergüenza alguna al Busby Berkeley de los años treinta del pasado siglo con movimientos del siglo XXI. La escena deja a uno estupefacto por su precisión, su belleza y la capacidad del director y coreógrafo de asegurarse de que nadie se ahogara. (Hubo un momento en que pensé que tal cosa había sucedido.) También, en una escena romántica entre Nina Rosario (Leslie Grace) y Benny (Corey Hawkins) se rinde homenaje al gran Fred Astaire quien, en “Royal Wedding” (1951) bailó en las paredes y en el techo. Ellos bailan en la pared de su edificio de apartamentos como si fueran a volar al Bronx.
Un baile, según la abuela canta, que es una amalgama de nostalgia y pérdida, se desarrolla en el metro y nos va llevando por los subterráneos de la ciudad recordándonos de la fe y el deseo de algunos de alcanzar un estado de paz en “el más allá”. Yo, que he visto los mejores musicales (con pocas excepciones) de Broadway desde 1957 para acá, les puedo decir que jamás he visto un número musical como este. Es, junto a los que he mencionado, una obra maestra de por sí.
Se destacan en el reparto Olga Merediz como «Abuela» Claudia, Jimmy Smits como Kevin Rosario, el papá de Nina; Melissa Barrera como Vanessa Morales y, en cameo breve, Marc Anthony como Gapo de la Vega, que parece, desaliñado y envejecido, que aún está sangrando por la herida que le dejó JLo cuando se fue con el pelotero. Weird!