Jugar al fútbol sin incitar al ‘pecado’
Hasta ahora no me había enterado que el fútbol puede incitar al pecado. Ni modo que otros deportes también. Eso claro, en la obscena imaginación de los fundamentalistas religiosos. Para ellos el cuerpo de las mujeres ha sido objeto de la biopolítica al menos desde los tiempos de Savonarola, aunque probablemente desde siempre. Lo del fútbol viene a propósito de un reportaje reciente de El País (23/3/12) que informa que la FIFA acaba de autorizar aprueba que las futbolistas musulmanas puedan jugar con una capucha que les tape el cabello y el cuello y a juzgar por la foto que acompaña el artículo, con unos mamelucos amplísimos que cubren todo, todo el cuerpo, sólo quedan fuera las manos, literalmente. Y no es solo el fútbol, en la Arabia Saudí hasta las clases de gimnasia están prohibidas para las mujeres. En ese mismo artículo de acuerdo con Lina al Maeena, capitana y fundadora del Jeddah United, un conjunto saudí de baloncesto femenino entrena y compite en la clandestinidad, y dice: “Nuestros problemas son de dos tipos. Por un lado, ciertos sectores sociales se oponen al deporte femenino, lo critican y atacan a las que lo practican. Por otro, tenemos dificultades técnicas: no se imparte educación física en las escuelas ni hay instalaciones deportivas en las universidades; tenemos escasez de preparadoras, mujeres árbitro y figuras que puedan entrenar y promover la cultura deportiva”. Acá se imparte educación física a pesar de la poca prioridad que se le da en términos académicos y presupuestarios, existen instalaciones deportivas y programas de educación física en las universidades, existen competencias en las que participan hombres y mujeres, pero… no me he encontrado a una sola deportista, a una sola profesora o estudiante de educación física que no se queje del discrimen que aún existe contra las mujeres”.
Curioso, ver que los cuerpos masculinos no incitan al pecado, solo el de las mujeres. No lo entiendo, no es que inciten al pecado los varones guapos con sus uniformes algo escasos de tela si una no cree en el pecado como quien escribe estas letras, pero al erotismo, ni modo. ¿Será que la homosexualidad asusta tanto a los religiosos, tanto a los islámicos como a los crisitianos, que ni se les ocurre pensar que ver el cuerpo masculino les pueda incitar al pecado? ¿Será que el fuego de la gehena asusta tanto a los fundamentalistas que prefieren la represión al erotismo y sus goces? Necesito algún fudamentalista inteligente y educado -¿eso existe?- que me lo explique. Y no se trata solo de los islámicos. Fundamentalistas los hay de todo cuño y en todas las religiones y de largo plazo histórico y todos, toditos les temen a los cuerpos femeninos. Recuerden los versos bíblicos del Génesis: “Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y trájola al hombre” (1:22). Vivieron felices en el Edén originario hasta que la mujer, maldita para el resto de la eternidad, se dejó seducir por la serpiente, desobedeció a Dios y comió y peor, dio de comer a Adán del árbol de la sabiduría, pobrecito, tal parece que no tenía capacidad de juicio propio y la mujer, más astuta, le dijo que comiera y comió. Luego cuando Dios le pide cuentas le dice: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí” (2:12). Como castigo Dios dijo a la mujer: “Multiplicaré en gran manera tus dolores y tus preñeces; con dolor parirás los hijos y a tu marido será tu deseo, y él se enseñoreará de ti” (3:16). Todavía hoy sigue siendo nuestro dueño y señor conforme al antiguo mito hebreo. Las mujeres seguimos pariendo con dolor y los hombres señoreándonos y para colmo se nos considera como culpables de las penas del mundo. Pandora, Parte II. El islam también es patriarcal; según el Corán los hombres son los custodios de las mujeres (capítulo 4, verso 34).
Como todos los textos sagrados de todas las religiones, hay legión de interpretaciones y análisis de las traducciones y no es el lugar para entrar en disquicisiones teológicas de este tipo. Basta con subrayar que hoy día hay una onda fundamentalista bastante generalizada que afecta a las mujeres y a prácticamente todos los aspectos de la vida social, no solo al deporte. Rosemary Radford Ruether plantea que se expresa en el catolicismo y el protestantismo de derecha, en varios fundamentalismos musulmanes y en el judaismo de derecha, particularmente en Israel y hasta en las formas más conservadoras del hinduismo, confucianismo y otras religiones asiáticas. Piensa que todos estos movimientos parecen tener en común un rechazo a la modernidad y esfuerzos por reestablecer el lugar central de la religión en la esfera pública para contrarrestar lo que se interpreta como la maldad secular. (ver: “The War on Women” en Betsy Reed, editora, Nothing Sacred, Women Respond to Religious Fundamentalism and Terror, Nueva York: Thunder´s Mouth Press/Nation Books, 2002.) Sobre el origen de este fundamentalismo hay debate. Karen Armstrong en un ensayo en el mismo texto citado, plantea que no se trata de una vuelta al pasado sino de un fenómeno muy moderno y que todos son inovadores y a menudo radicales en su reinterpretación de las religiones. Todos, claro está, muy críticos de la democracia y el secularismo; Janet Afray, también en ese texto, sugiere que la fuerza del fundamentalismo descansa en la creación de la ilusión de que un regreso a las relaciones tradicionales patriarcales es la solución para los problemas sociales y económicos que se confrontan tanto en Occidente como en las demás sociedades no occidentales en la era del capitalismo tardío. Pero, volvamos brevemente al deporte.
En Puerto Rico sí hemos superado aquellos años en que Germán Rieckehoff despotricaba contra la participación de las mujeres en el deporte y no entendía por qué Rebeca Colberg quería hacer el ridículo participando en los juegos Centroamericanos y del Caribe. Recordemos que no solo fue sino que regresó medallista. Mucho que nuestras deportistas han tenido que luchar por hacerse del lugar que merecen en el deporte nacional. ¿Resueltos los problemas? Ni modo. Todavía hay entrenadores que ven las deportistas como candidatas a la esclavitud sexual, al hostigamiento, no ven como abuso esta forma de ejercer su dominio y poder en el deporte. Muchas personas siguen dividiendo los deportes en términos del género, unos como el tenis, la gimnasia y la natación los pueden practicar las mujeres, los demás son masculinos y a las mujeres que los practican las tildan de lesbianas. Siguen operando los viejos estereotipos y prejuicios, como contra el embarazo. A la única medallista en arco y flecha no la dejaron competir en los Panamericanos porque estaba embarazada. Y a veces el prejuicio se expresa con la otra cara de la moneda como el caso de las baloncelistas a quienes se les acortó el pantaloncito de su uniforme para los juegos de la Liga Atlética Interuniversitaria (LAI). Hay que estar a tono con el mercado farandulero. La otra cara de la moneda fundamentalista: las nalgas y piernas de las mujeres venden. Bellas pueden serlo, claro, pero ¿por eso se han de utilizar para aumentar ratings?
Y no solo en el deporte vemos señales del -¿nuevo/viejo?- fundamentalismo. La campaña primarista en los EEUU y ahora la presidencial ya se ha denominado en los medios como una batalla contra las mujeres. Y con alguna razón. Recientemente nada menos que el Presidente del Comité Republicano Nacional comparó a las mujeres con las orugas. La prensa informa cómo los traficantes de mujeres usan las escuelas superiores públicas en la ciudad de Nueva York como centros de reclutamiento. Un legislador del estado de Georgia en un debate sobre el aborto nos comparó con las vacas y cerdas de su finca y quizá lo más ridículo pero no por ello menos amenazante, ha sido la ley ya firmada por la gobernadora Jan Brewer en el estado de Arizona, que establece que el principio del embarazo es dos semanas antes de la concepción pues a las mujeres embarazadas hay que comenzar a contarles el periodo de gestación el primer día de su último período menstrual. El poder legislativo frente a la ciencia para acortar el periodo legítimo para abortar y en este caso, para colmo, la firma que legitima esta imbecilidad es de una mujer. El Vaticano y la jerarquía eclesiástica católica anda en las mismas. Valen como ejemplos la arremetida del obispo de Alcalá de Henares, España, contra la homosexualidad comparándola con la prostitución y asegurando que es una enfermedad y el Vaticano despotricando contra curas y monjas que insisten en el sacedorcio femenino. Es que precisamente es en torno a los derechos reproductivos y sexuales que se libran las batallas más intensas hoy día. Es la sede del poder donde más temen los hombres perder su dominio.
Karen Amstrong experta inglesa en asuntos religiosos advierte que el fundamentalismo no va a desaparecer, que forma parte del mundo moderno y es una realidad que tendremos que aprender a afrontar. Señala que: “La historia nos enseña que esta forma de religiosidad no desaparece por más que nos empeñemos en hacer como si no existiera. Ya antes del 11 de septiembre era patente que deberíamos aprender a descifrar el imaginario fundamentalista si queríamos entender lo que intentaban expresar los integristas de las tres religiones, porque esos movimientos revelaban una angustia y una inquietud que ninguna sociedad podía pasar por alto sin riesgos. Esta tarea se ha vuelto, ahora, más necesaria que nunca”. (Karen Amstrong. Los orígenes del fundamentalismo en el judaísmo, el cristianismo y el islam, Barcelona: Tusquets, 2004) Vale su advertencia y sugerencia para los próximas olimpiadas de verano londinenses y para cada una de esas propuestas políticas fundamentalistas que se debaten y a veces aprueban en nuestros parlamentos y legislaturas que tanto se vanaglorian de su democracia. La democracia y el estado secular tienen que ser para todos, incluyendo a las mujeres y hemos de hacer valer este principio.