Knives Out: ¡Blanc de Blanc!
La fiesta es, como suelen ser las celebraciones en familia, un compendio de pequeñas rencillas, momentos alegres, insultos, desafíos y revelaciones. Como sabemos que esto ha de ser un misterio, hay que prestar atención a los que pasa y lo que se dice porque en ello hay pistas a lo que ha de desarrollarse. El adolescente Jaeden es un derechista en botón (es alt-right y detesta a los emigrantes y a los brown; el nieto nazi, le llama el detective estrella de la película). Su padre Richard lo respalda como si fuera la personificación de la democracia y la reencarnación de uno de los padres fundadores. Su tía política Joni los detesta a ambos. Hay celos de todos hacia Walt, porque en él ha recaído la gerencia de la casa editorial que produce los libros de Harlan y es la generadora del dinero que, de una forma u otra, los sostiene a todos.
Todos quieren o dicen querer a Marta Cabrera. Es evidente que Harlan la quiere mucho porque ella lo cuida con esmero, dedicación y conocimiento de lo que hace. Pero no se deciden a saber algo de ella. Dependiendo de quién habla la muchacha es de Uruguay, de Paraguay o de Brasil. En otras palabras latina, y su madre es indocumentada ilegal. Es un tema —la inmigración—que el guión del director Rian Johnson trata de soslayo pero con efectividad y humor. Nada, el día después de la fiesta, el ama de casa Fran, encuentra a Harlan muerto: o se degolló o ha sido degollado. Johnson nos lanza en un misterio “de casa grande” que está repleto de chistes y alusiones cómicas, uno de los mejores aspectos de la película.
La más cómica de las alusiones es a Agatha Christie, a quien Johnson le rinde homenaje, no solo con una trama compleja—pero que tiene solución (hay que estar atento a las pistas)—, sino con la creación del detective privado Benoit Blanc (Daniel Craig), quien, aunque no es belga como su referente Hercule Poirot, tiene un acento que suena a New Orleans o a un sureño americano que es dueño de caballos que corren en el Kentucky Derby. El uso de Craig es un toque de genio porque su presencia y su interpretación le añaden hilaridad a todas las escenas en las que está presente. La primera vez que lo vemos, sentado en la penumbra de un cuarto en que la policía investiga la muerte de Harlan, cuando cree haber oído lo que quiere, toca una nota en el piano que está a su lado: ¡es la nota discordante! Mejor todavía, los testigos lo miran y preguntan “quién es ese tipo”. Uno casi espera que responda: “Bond, James Bond!”. En una escena de persecución de autos, Marta se detiene y se apea del auto a buscar algo y Blanc se queda con sus audífonos puestos haciendo karaoke con su iPhone. Canta la parte de “Losing my mind” de Sondheim que dice “not going right, not going left”, que es más o menos lo que está sucediendo con la investigación en la película y las locuras de la familia.
El mejor chiste, sin embargo, es que Marta Cabrera, el centro de la historia, no puede mentir, porque si lo hace vomita. En un misterio, donde la verdad es tan elusiva como el humo, que un personaje siempre diga la verdad es definitivamente alta parodia. Haber puesto a la actriz, Ana de Armas, a representar a Marta es un logro del director de elencos y de Rian Johnson: es la enfermera que todos quisiéramos tener si la necesitamos. Con este filme espero que se de a conocer y la veamos más a menudo.
La pandilla de actores que laboran en este filme interesante, gracioso y refrescante contribuyen a su éxito con actuaciones a tono con la comedia de errores que yace en su fondo. Como les digo, ahora que Daniel Craig se está poniendo más viejo para estar dando saltos y brincos como Bond, podría hacer una serie con Benoit Blanc como el héroe, desenredando misterios en lugares cerrados y demostrando algo que no sabíamos de él: su habilidad para la comedia. Además, en contraste, y pasándole a Bond, que prefiere los tintos, que beba un vino blanco que lleva su nombre.