«La agonía de la máscara»: un ángulo inesperado de la crisis
La agonía de la máscara, la excelente novela de Félix Córdova Iturregui que lanzó Publicaciones Gaviota, confirma algo en lo que creen quienes leen, estudian o escriben literatura: la inagotable capacidad transformadora de la letra y el carácter sostenidamente renovador del género de la novela. La crisis económica que afecta a nuestro país – causada, como se sabe, por las limitaciones políticas de una colonia, así como por la gestión ineficaz e individualista de partidos y políticos de ambos géneros – ha generado textos literarios que no comulgan con ese déficit y esa bancarrota. Más bien, ha motivado en escritoras y escritores una estupenda capacidad transformadora de las coordenadas sociales. Partiendo de la saludable y relativa autonomía que debe tener la buena literatura – esa misma que se achica y se constriñe cuando está excesivamentre atada a un dogma político, religioso o filosófico – esta novela de Córdova Iturregui trabaja de una manera compleja e innovadora las coordenadas de la crisis puertorriqueña actual sin tener que nombrarla de manera explícita. En lugar de producir un amplio y minucioso cuadro realista de esa crisis, en un giro que desafía nuestras expectativas como lectoras y lectores, su autor traslada la crisis a otro ámbito y a otro registro. En este caso, la crisis se ve inscrita en la banca, uno de los espacios vinculados a la inestabilidad económica más amplia. En su obra, desarrolla una compleja trama de crisis de identidad y descubrimiento del amor, el erotismo y la intimidad en el personaje de Alejandro Amadeo Rosich, miembro de una familia acaudalada que, al acatar un mandato paterno, había abandonado su pasión literaria y poética por el mundo del cálculo y las finanzas bancarias. Conviene recordar que, para los sectores del poder, en el marco de la sociedad y la política neoliberales, el banquero y el empresario constituyen figuras paradigmáticas o ejemplares de nuestros tiempos. Lo interesante es el valioso trabajo que desata Córdova Iturregui a partir de esa figura presuntamente heroica del presente. Destaco, ante todo, el trabajo de imaginación del novelista al crear una figura compleja, no unidimensional, que en buena medida responde a una de las leyes de la ficción literaria: quien entra en ese campo de la imaginación literaria, tiene que estar dispuesto a ser otros y otras en el espacio y el tiempo de la escritura. Y debe cuidar, como lo ha hecho el autor de esta novela, el no convertir a sus personajes en portavoces fieles y maniatados de su propio pensamiento. No son pocos los estudiosos de la novela, entre los cuales se encuentra Mijail Bajtín, que han expuesto que quien quiera escribir una novela compleja necesita deshacerse del deseo de controlar a su universo narrativo y debe distanciarse del intento de que ese mundo se corresponda fielmente con el suyo. Uno de los pocos aspectos que hermanan al autor de esta novela y a su personaje principal es la pasión por la poesía. El resto de la novela es una excelente práctica que desemboca en un mundo posible ficcional, muy bien elaborado y no ajeno a nuestra compleja sociedad puertorriqueña.
Al igual que otras novelas y libros de cuentos de este nuevo siglo, en el dispositivo narrativo de esta novela predominan las narraciones en primera persona: la de Enrique Soltero, un investigador privado contratado por los primos de Alejandro Amadeo Rosich, a quienes perturba la decisión del banquero de dejarle a su ama de llaves, Elvira Fuentes – mujer de extracción popular y campesina – la mansión en la que vivía, así como una cuantiosa cantidad de dinero. La otra narración en primera persona es un manuscrito desordenado de la autoría de Alejandro, al cual le dan orden el investigador privado y la ama de llaves. De manera semejante al encierro y confinamiento de su pasión por la poesía a una excelente biblioteca privada, este manuscrito autobiográfico del bancario es algo que él decide conservar en un armario o closet figurado: en una caja fuerte cuya combinación coincide con un juego ingenioso que se produce a partir de los sonetos de amor de William Shakespeare.
En América Latina, la vertiente autoficcional de esas narraciones en primera persona la han cultivado con gran acierto narradores recientes como Alejandro Zambra, Francisco Font Acevedo, Eduardo Lalo y Mauro Libertella, entre otros. A diferencia de esa corriente, la novela de Córdova Iturregui constituye una obra de ficción, pero retiene ese elemento de la primera persona que ayuda a acercar y a crear una ilusión de intimidad entre quien narra y quien lee. Una de las palabras clave en el trabajo de escritura de esta novela es precisamente la intimidad. En ambas narraciones, los personajes exploran ese otro ángulo al que se habían acercado poco. ¿Qué sucede en la vida de un investigador privado cuando comienza a desarrollar lazos afectivos con una mujer a la cual tiene que investigar por un contrato firmado con familiares de un muerto? A esa pregunta se suma otra: ¿Qué acontece en la vida de un banquero maduro, recientemente retirado, cuando, después de vivir una vida regida primordialmente por el cálculo financiero y el mercado, se percata de que se ha enamorado del ama de llaves que cuidó a su madre y ha quedado para atender su casa? Ese cruce de finanzas, mercado y afectividad es una de las intersecciones más creativas y llamativas de esta novela. Se trata de un ángulo inesperado, pues, como se sabe, en una sociedad que sigue un modelo neoliberal, el mercado, y no las relaciones interpersonales íntimas, constituyen el eje de la vida económica diaria. Recuerdo aquí unas palabras del sociólogo mexicano Fernando Escalante Gonzalbo: “El mercado, la idea del mercado…, es la pieza básica del programa neoliberal…el mercado es la condición indispensable de la libertad; el mercado es el mecanismo que hace posible la existencia de los órdenes complejos; el mercado y solo el mercado, permite que la economía funcione de manera eficiente…” (El neoliberalismo, 142). Después de una carrera sumamente exitosa ligada a las finanzas y el mercado, el protagonista de esta novela se desplaza, no solamente de la vida laboral al retiro, sino también al enfrentamiento, sin amortiguadores, con un vacío o déficit existencial que lo acosa en su propia intimidad doméstica.
Ante la frialdad de las transacciones y relaciones del mundo de la banca, de repente Alejandro Amadeo Rosich, desprovisto de las protecciones que acompañan la rutina laboral de ese mundo, se enfrenta al amor, al erotismo y al temor al vacío en el que ha vivido. Aquí se genera otro valioso proceso de ficcionalización: se recurre al procedimiento del doble. En primer lugar, tanto en la vigilia como en el sueño, Alejandro ve o cree ver a un payaso cuyo rostro nunca puede percibir de frente. Solo en un sueño lo puede atisbar de perfil y descubre un hueco en el rostro de esa figura. Se sugiere en el texto un posible vínculo de esa oquedad con el vacío existencial que ha vivido el banquero: ha acumulado dinero y propiedades, pero su vida gris delata un claro déficit de afecto e intimidad. Con el fin de alcanzar y ver el rostro del payaso que lo acosa, el protagonista abandona la comodidad de su hogar y, disfrazándose de otro doble, Nicolás, desemboca en el Fogón de Saturno, un bar de Barrio Obrero. Armado con su nuevo nombre y nueva identidad, traba amistad con un profesor retirado de filosofía que se ha dado a la bebida y a quien conocemos como el Filósofo. Allí se familiariza con el mundo financiero paralelo de la ilegalidad, ya que el bar, además de expender bebidas alcohólicas, se caracteriza por ser lugar de reuniones y transacciones del mundo del narcotráfico. Gracias al diálogo con el Filósofo, Nicolás conoce indirectamente a una serie de figuras del mundo de la ilegalidad, en particular al Lobo Azul. En palabras del Filósofo, ese mundo de la ilegalidad de la droga se concibe como paralelo al de la banca legal: “Acá abajo, en este subsuelo, no existen los mecanismos sutiles para revestir la violencia con las formas jurídicas de la sociedad exterior. Se hace lo mismo que arriba, pero de otra forma. La metodología es mucho más sangrienta” (Córdova Iturregui, 103). Poco después, Alejandro, fuera de su papel de Nicolás, se encuentra con el Lobo Azul a quien presentan sus antiguos compañeros de la banca como un banquero muy prometedor. Además de la crisis existencial por la cual atraviesa, estas dualidades y esta circulación por el mundo de la ilegalidad le otorgan al protagonista una densidad considerable.
Destaca también en La agonía de la mascara el excelente manejo de los diálogos entre los distintos personajes. Se trata de diálogos complejos mediante los cuales los personajes pueden profundizar en la intimidad, ya bien sea la amorosa o la de la amistad en sus distintas variantes. A través de esos diálogos que se insertan en las narraciones en primera persona, se presencia el despertar a la intimidad amorosa de Alejandro con Elvira, así como la frustración y resignación del investigador al percatarse no solo de que no puede resolver el tema para el cual lo contrataron, pues el hacerlo acarrearía traicionar a Elvira, sino que tampoco puede entablar una relación íntima con esa mujer a la cual se siente muy atraído. De igual modo, los diálogos permiten construir a los personajes con una gran autonomía del autor que firma la novela. Contrastan de manera significativa esos diálogos con la tecnología contemporánea de los correos electrónicos, los mensajes de texto a teléfonos inteligentes o no inteligentes, las redes sociales y twitter. A este déficit comunicativo remite Zygmunt Bauman en un ensayo titulado “Privacidad, confidencialidad, intimidad, vínculos humanos y otras víctimas colaterales de la modernidad líquida”: «De las cartas largas, elaboradas y atentas se pasó a los mails; de los breves pero jugosos mails se pasó a los aún más abreviados y simplificados textos de iPhone, así como al “tuiteo”, que no permite más de 140 caracteres” (Bauman, 125). Uno de los muchos méritos de esta novela radica precisamente en el hecho de que en ella está muy presente y se puede disfrutar el casi olvidado arte de la conversación.