La alfabetización: evoluciones, revoluciones y vestigios
¿Cuándo fue la última vez en que le hicieron falta instrucciones para leer un libro? Si le dan un papel y un lápiz y le piden que escriba un párrafo acerca de algún tema ¿sabe qué hacer? Si está leyendo estas palabras, sospecho que estas actividades se sienten completamente naturales y hasta innatas.
Pero no hay más que observar a jóvenes de edad pre-escolar o conocer adultos analfabetas tratar de leer o escribir para recordar que aprender a hacerlo son actividades profundamente artificiales que necesitan ser enseñadas y reforzadas por años. La alfabetización no es meramente saber leer y escribir: estas destrezas cargan consigo ideologías y cultura, muchas de las cuales están atadas a tecnologías de escritura particulares. Las capacidades de las tecnologías de escritura le dan forma a nuestra propia producción y recepción de la palabra, influenciando valores estéticos y gustos literarios. Según veremos en este artículo, las tecnologías del papel han sido centrales en la formación de sistemas educativos, burocracias, mercados, instituciones y profesiones.
El manuscrito– utilizar instrumentos (lápices, tinta, etc.) para crear marcas en papel (y otras superficies)– es el primero que se enseña a nivel pre-escolar y es uno de los medios más antiguos de escritura. En los comienzos de la escritura en el mundo occidental, solamente las clases religiosas y nobleza tenían acceso a la alfabetización y la escritura estaba dedicada casi exclusivamente a textos legales, históricos y religiosos. La alfabetización cada vez más masiva a partir del Renacimiento contribuyó a la creación de géneros de escritura más personales como la carta, el diario y la poesía lírica entre otros. Al día de hoy, escribir a mano utiliza las tecnologías más simples y económicas, pero es la más limitada en su alcance y velocidad de reproducción. (Ver imagen de escriba medieval en detalle aquí.)
La creación de la imprenta en el 1440 por Johannes Gutenberg transformó la publicación de la escritura al potenciar la reproducción rápida de materiales impresos. Equipado con esta tecnología, Martín Lutero lanzó la Reforma Protestante, promoviendo la traducción y acceso directo al texto de la Biblia, resultando eventualmente en la creación de más de 9,000 denominaciones del cristianismo. La adopción e industrialización de la imprenta, transformó prácticas de gobierno, negocios, investigación y creación literaria produciendo archivos, bibliotecas y mercados basados en la circulación de objetos impresos: libros, revistas, panfletos, informes, tratados, enciclopedias, periódicos y mucho más. (Ver imagen de Biblia de Gutenberg en detalle aquí.)
La literatura según la conocemos se desarrolló en el mundo del manuscrito y la imprenta. Los costos de producción impresa llevaron a la creación de estándares editoriales de escritura y los formatos en que se llevaban al mercado ayudaron a crear géneros de escritura. La novela, por ejemplo, es un género literario idóneo para un mundo alfabetizado masivamente en el cual los libros se pueden crear y publicar económicamente a una escala industrial. La circulación de libros en ámbitos nacionales, regionales e internacionales ayudaron a formar las tradiciones literarias nacionales, creando redes de información e influencia que se ampliaban a la velocidad de los cargamentos de publicaciones transportadas por medios terrestres, marítimos y aéreos. Los estudios universitarios de filología, literatura y leyes se forman en estos contextos, naturalizando la literatura escrita en papel y universalizando sus características y valores estéticos.
Las tecnologías digitales permiten crear, transmitir y reproducir palabras, imágenes, sonido y video a una velocidad, distancia y escala sin precedentes en la historia de la escritura. Las computadoras y el Internet no son una evolución paulatina de las tecnologías de comunicación escrita, sino una revolución que transformará la escritura, la lectura y todo aquello que depende de la palabra. Esto no significa que la escritura como la conocemos desaparecerá– las tecnologías y formatos del pasado siempre mantienen su relevancia– pero ya no tendrán un rol protagónico ni privilegiado como lo han tenido hasta el momento. Las industrias y mercados de la palabra, al igual que la academia, tendrán la transición más difícil ya que las tecnologías digitales rompen los esquemas en los cuales los mercados y tradiciones literarias están basados. El primer cambio radical es a nivel del paradigma de producción, venta y almacenamiento de objetos versus acceso a la obra, como se vió en el mundo de la música.
La industria de la música se ha enfrentado al reto de cómo vender acceso a una obra musical de manera en que pueda competir contra la circulación ilegal de copias digitales. Inicialmente el enfoque fue en replicar el modelo de la venta de CDs pero a través de tiendas digitales como iTunes y el Google Play Store. Poco a poco, las ganancias del artista han migrado de estar basadas en volúmenes de ventas de álbumes musicales a una reducción en ese plano y un reenfoque en las experiencias únicas que proveen los conciertos en vivo. Hay grupos que ponen sus producciones enteras gratuitamente en YouTube (aunque con anuncios) para promocionar su música y mejorar sus ventas de taquillas en conciertos, los cuales son muy favorecidos por la llamada generación milenial. También se ha visto que el álbum no tiene el mismo valor para las nuevas generaciones como el acceso a la música mediante servicios de suscripción como Pandora, Spotify y iTunes Radio. Estos cambios en la industria musical, hábitos de consumo y producción artística no han visto un paralelo en la industria del libro, en parte porque la palabra escrita para ambientes digitales rompe más esquemas que la música.
El mundo de la palabra escrita tomó unos pasos inmediatos en la dirección de las tecnologías digitales, pero han sido pasos muy conservadores: los procesadores de palabras, la digitalización y los libros electrónicos (o e-books). Estos son todos ejemplos de lo que Jay Edgar Bolter y Richard Grusin llaman “remediation”: la representación de un medio preexistente en otro. Al igual que las primeras películas grabaron producciones teatrales antes de desarrollar su propio vocabulario cinematográfico, los procesadores de palabras, la digitalización y los e-books son representaciones del libro en los medios digitales. La digitalización de libros y publicaciones antiguas juegan un papel importante en las bibliotecas y archivos ya que esto permite proveer acceso a materiales impresos que se pueden simultáneamente conservar mejor mientras se aumenta su acceso y circulación.
Pero las casas publicadoras no han trascendido la imprenta significativamente. Los formatos de publicación y herramientas que ofrecen los lectores Kindle, Nook, iBook y los archivos PDF (Portable Document Format), obedecen la misma lógica y diseño que los libros, con algunas mejoras, como son los diccionarios integrados y el poder cambiar el color del “papel” y la “tinta” o el tamaño de las letras. Amazon ha desarrollado sus dispositivos de lectura (y no olvidemos: tiendas) Kindle hasta crear una pantalla tan cómoda para leer y económica en consumo de batería que le dan nombres como “paperwhite” o “e-ink”. Los “e-books” son importantes como una extensión del mercado del libro hacia la venta de libros en formatos digitales y como transición para generaciones adiestradas con y nostálgicas por el libro.
Pero en mi opinión, los e-books son como las rueditas estabilizadoras que se le ponen a las bicicletas para gente que está aprendiendo a correrlas: ayudan, pero eventualmente hay que quitarlas para poder usar bien la bicicleta. Las tecnologías digitales nos ofrecen herramientas muy poderosas para producir obras literarias mucho más versátiles que lo que las tecnologías de impresión permiten. ¿Por qué limitarnos a los esquemas, géneros y paradigmas desarrollados para el libro cuando podemos lograr mucho más?
Es por esto que el estudio la literatura electrónica es esencial. En ella se vislumbra el futuro de la palabra en los medios digitales. Mi próximo artículo discutirá varios esquemas desarrollados por la cultura del libro que la literatura electrónica rompe con el fin de mostrar límites que mucha gente ni percibe ni reta porque hemos naturalizado las tecnologías de escritura sobre papel. Para que vaya pensando al respecto le doy una tarea: lea el poema “Taroko Gorge” completo y comente acerca de algunos de los paradigmas que Nick Montfort rompe con este poema electrónico inspirado en un viaje por el Parque del Gran Cañón del Taroko en Taiwan.
Se dará cuenta de que es hora de quitar las rueditas estabilizadoras de su bicicleta y aprender a correrla mejor.