La educación real y virtual
Hace par de semanas, fui a Alterra, un café local que frecuento regularmente. Saludé a dos de los jóvenes que trabajan allí, quienes estaban en medio de una conversación sobre sus vidas. La chica le dijo al muchacho: “¿Puedes creer que luego de habernos graduado con un bachillerato seamos empleados de un café?”. Ella me mira y me pregunta: “¿Para qué vale estudiar un bachillerato en una universidad si no hay trabajos disponibles?”. Sin pensarlo dos veces le contesté: “¡Para que no sean personas arrogantes e ignorantes como Sarah Palin y Scott Walker!”. Más que nada, buscaba ser gracioso con mi respuesta. Sin embargo, me di cuenta inmediatamente que había algo de verdad en lo que les había dicho. Estas figuras políticas han hecho claro en varios de sus discursos que están en contra de posiciones que demuestren un grado de complejidad e intelectualidad que vaya más allá de lo trivial y lo ordinario. Ambos utilizan una retórica basada en el mito de la vida sencilla basada en valores de pueblo pequeño (small town values) para disfrazar sus prejuicios e inconsciencia sobre grupos y culturas diferentes a los de ellos. Esta retórica también invoca un pasado remoto donde reinaba la homogeneidad –sobre todo en lo referente a raza, etnia, y nacionalidad– elemento que hacía la vida más fácil y simple. Para mi, continuar estudiando luego de la escuela superior en una institución universitaria constituye una de las maneras efectivas y placenteras para combatir este tipo de pensamiento reaccionario. Acudir a un centro de enseñanza superior con diversas facultades representa una oportunidad vital para adquirir tanto conocimientos valiosos como experiencias de vida que nos ayuden a entender el mundo en que vivimos de una manera más concreta y abarcadora. [Dicho sea de paso, Walker ha proclamado orgullosamente que nunca terminó sus estudios universitarios y que ello no le impidió ser exitoso en los negocios o la política. Este es el tipo de mentalidad que caracteriza a este Gobernador que busca sin descanso alguno eliminar la educación pública del estado de Wisconsin.]
La educación formal universitaria no es la única manera disponible para fomentar el adiestramiento de las mentes y el desarrollo de ideas —por algo Antonio Gramsci propuso el concepto de los intelectuales orgánicos para hablar de las personas que experimentan un proceso de concienciación por medio de sus experiencias vividas, sobre todo si las mismas están vinculadas a la opresión y la explotación. Las universidades, sin embargo, juegan un papel fundamental al facilitar el intercambio de conocimientos, posturas y experiencias en un espacio comunitario habitado por estudiantes, profesores y trabajadores que, idealmente, representan la diversidad existente en nuestras sociedades. De esta forma, la concentración de grupos diversos en los centros docentes superiores ofrece la posibilidad de promover diálogos heterogéneos entre miembros de los diferentes estratos sociales. Desafortunadamente, estar en una universidad no garantiza necesariamente que una persona expanda su visión del mundo más allá de lo que ya conoce (o cree conocer). Muchas veces, por más estimulante, retante y progresista que el medio ambiente universitario pueda ser, el mismo no afecta a parte de los miembros de la población estudiantil. Un ejemplo infame lo es el vídeo “Asians in the Library” creado por la estudiante de ciencia política de UCLA, Alexandra Wallace. El mismo demuestra que hasta en una institución de renombre como UCLA, donde se promueve un ambiente y un currículo multicultural e internacional, algunos estudiantes no están dispuestos a abrir sus mentes en torno a otros saberes y visiones del mundo, sobre todo en lo que se refiere a conocer y respetar la diversidad cultural.
La inmediatez provista por la red informática mundial hizo que este vídeo despreciable se convirtiese en un fenómeno viral que produjo muchas respuestas agudas e ingeniosas (Ching Chong! Asians in the library song, vea el video). Las reacciones individuales y de distintos grupos hacia la estupidez de Wallace fueron tan intensas, que esta joven decidió abandonar sus estudios en UCLA, aun cuando la institución optó por no disciplinar a esta estudiante subgraduada (Student Quits At U.C.L.A. Over Rant, lea el artículo en The New York Times). Aunque es imporante que hayan habido respuestas creativas en el mismo foro utilizado por Wallace, YouTube, siento que estos diálogos también deben darse en contextos reales como la universidad, ya sea en el salón de clase, o en otro tipo de foro educativo general como los famosos teach-ins. Una de las paradojas pedagógicas más retantes que enfrentamos actualmente gira en torno a la relación tensa y compleja que existe entre los mundos reales y virtuales que muchos habitamos. ¿Por qué en este momento supramediático en el que hay un (aparente) acceso ilimitado e instantáneo a cualquier tipo de información continúan existiendo tantos conceptos erróneos y perjudiciales? Por un lado, la inmediatez y el acceso no garantizan que lo que se encuentre sea información veraz y útil. Hay que aprender a crear filtros para discernir cual tipo de información es confiable y cual no. Por otro lado, tener a la mano datos, noticias y documentos sin ningún contexto específico o razonado puede fácilmente dar paso a la confusión y la desinformación. Es por esto que todavía creo que el aprendizaje es más efectivo y significativo si el mismo se da directamente entre estudiantes y maestros.
Parecerá raro que haga esta declaración sobre la enseñanza cara a cara pero la misma responde a las posturas que han convertido la enseñanza online en una solución general a muchos de los problemas que enfrentan las instituciones universitarias. De más está decir que hay razones válidas para la adopción parcial de la enseñanza online: la falta de espacio donde reunir clases, los problemas de estacionamiento que se pueden mejorar si menos personas manejan sus automóviles al campus, los conflictos que muchos estudiantes tienen entre las clases ofrecidas y sus horarios de trabajo fuera del campus, entre otras. No obstante, la razón principal para esta movida es económica. ¡Las clases online le permiten a la universidad no sólo aumentar el número de estudiantes matriculados en sus clases (los cuales no tienen que estar físicamente presentes en la institución, la ciudad, el estado o incluso el país), sino también cobrar una cuota adicional de $275 por clase! Puedo dar fe que la mayoría de estos cursos son diseñados siguiendo las normas de rigor y calidad usadas para sus contrapartes tradicionales. Sin embargo, la interacción con los estudiantes por medio de plataformas como D2L o Blackboard nunca tiene el candor, la intensidad o la espontaneidad que se genera en un salón de clases típico. Para mí, las conversaciones y los intercambios de ideas con los estudiantes durante los reuniones de una clase es el momento cuando la enseñanza se hace viva y transforma tanto a maestros como estudiantes.
Quiero hacer claro que estas ideas que estoy exponiendo sobre la enseñanza online no se entiendan como un tipo de tecnofobia. Es vital entender e integrar apropiada y responsablemente las nuevas tecnologías en nuestras vidas y profesiones. Como bien nos recuerda Walter Benjamin en su ensayo “The Work of Art in the Age of Mechanical Reproduction”, tanto nuestras subjetividades como nuestras percepciones del mundo se transforman con las tecnologías y los cambios técnicos que experimentan nuestras sociedades. Sin embargo, tenemos que tener muy presente que estas tecnologías no son una panacea que aliviará los males que afectan a nuestro mundo. Las mismas son instrumentos que nos permiten establecer vínculos así como aprehender nuestras realidades de maneras diferentes y particulares.
Un ejemplo de la creación de vínculos en función de mejorar la enseñanza en nuestro país es la Red de Educadores Puertorriqueños. Esta es una red social y educativa que promueve la integración de las nuevas tecnologías y las herramientas de la web 2.0 a la educación general. Por medio de conferencias y proyectos educativos, RED fomenta destrezas de capacitación técnica y digital en Puerto Rico. Quisiera resaltar la labor encomiable que Jeannete Delgado ha realizado dentro de este grupo. Ella ha logrado organizar talleres y otras actividades gracias a su carisma y su ardua labor.
La conceptualización de nuestro mundo dentro de la ubicuidad mediática ha tomado forma mediante un proyecto intelectual novel llamado las humanidades digitales (Digital Humanities). Este nuevo campo intenta repensar cuál es el papel que las humanidades en general deben desempeñar en el contexto contemporáneo donde nuestro diario vivir se erige por medio de experiencias que oscilan entre la relación de lo real y lo virtual. A la misma vez busca promover y apoyar tanto la investigación como la enseñanza digital en las artes y las disciplinas de las humanidades. Esta es un área que debemos desarrollar para así continuar insistiendo en que las humanidades sean disciplinas académicas, innovadoras y excitantes. Afortunadamente, tengo muchos colegas cercanos que trabajan en este campo de investigación con los cuales desarrollamos una nueva especialización doctoral enfocada en cine, televisión y culturas digitales. A digital makeover for humanities, University of Wisconsin-Milwaukee.
Terminaré esta corta columna retomando la conversación que tuve con los jóvenes del café. Siempre debemos contestar un sí categórico a la pregunta, ¿vale la pena estudiar un bachillerato aun cuando no hayan trabajos disponibles? La educación universitaria no debe entenderse exclusivamente desde el punto de vista pragmático ligado a obtener un empleo. Sé que esto puede sonar utópico y hasta descabellado, sobre todo en un contexto capitalista donde el dinero y la movilidad social son dos de las razones principales que motivan muchas de las acciones que ocurren en nuestro diario vivir. Como propone Terry Eagleton en su ensayo “¿Desaparecerán las humanidades de las universidades?” , una educación superior integral debe proveer una multiplicidad de perspectivas disciplinarias que vayan más allá de lo que ofrecen las instituciones de formación técnica o los institutos de investigación empresarial. Una educación universitaria debe expandir las mentes de las personas para que las mismas puedan entender mejor y más responsablemente el mundo que habitan así como cuál es –o debe ser– su lugar en el mismo. Podemos complementar esta educación con las herramientas que nos proveen las nuevas tecnologías –como muy bien nos demuestra este proyecto estimulante llamado 80grados– pero no debemos sustituirla totalmente por ellas.