La gallina y el grano de trigo y el fracaso de Hacienda
La fábula de la gallina y el grano de trigo parece convertirse en un anacronismo –particularmente, su moraleja–, ante la supuesta reforma contributiva que se pretende imponer en el país.
La gallina encontró un grano de trigo y para sembrarlo solicitó ayuda de los demás animales. “No”, dijo el gallo; “No”, dijo el pato; “No”, dijo la vaca; “No”, dijo el cerdo. Nadie la ayudó y ella sola lo sembró. Al momento de la cosecha solicitó ayuda para cortar los granos. “No” dijeron el gallo, el pato, la vaca y el cerdo. Todavía faltaba trillar los granos, llevarlos al molino, molerlos para hacer la harina, preparar la masa y hornear el pan. A todas estas tareas dijeron “No” los ya citados. La gallina hizo todo el trabajo y cuando sacó el pan calentito del horno, todos quisieron comer. Pero como ninguno de ellos había colaborado, la gallina decidió no darles. Compartió el pan con sus pollitos y “colorín colorado, este cuento se ha acabado”.
El Gobierno de Puerto Rico ha decidido que en lugar de que los individuos y las empresas aporten con una porción de sus ingresos producto de su trabajo a la producción del pan, que será mejor que cada cual compre el pan y quien más pan compre, más aporte. Entonces, ¿le tocará a la familia de cinco hijos aportar más porque comprará más pan? ¿Le tocará entonces comprar menos libretas? No todos estarán de acuerdo en esa apreciación, que hasta simplista puede ser. Pero, el tema que provoca estas letras no es una mirada a la reforma contribut-iva –harto discutida en estos días– sino el fracaso del Departamento de Hacienda en sus funciones de recaudación de fondos por concepto de contribución sobre ingresos.
En el sistema tradicional de contribución sobre ingresos que todos conocemos en Puerto Rico los contribuyentes aportaban al fondo común mediante una porción de su salario, determinada por el Estado. El Departamento de Hacienda emitía las planillas de contribución sobre ingresos que los individuos y las empresas debían someter y en las tablas de contribuciones identificaba la cantidad que debía aportar cada quien, de acuerdo al ingreso declarado. Según el ingreso, así sería su contribución; a mayor ingreso, mayor la contribución. A lo largo del camino, los contribuyentes aportaban a la obra de infraestructura, mejoras capitales, gastos operacionales, sistema de salud, educación, seguridad y a muchos otros renglones que producían beneficios sociales y echaban adelante al país.
Se suponía que cada uno debíamos ser conscientes de nuestra responsabilidad para con el bien común. Que aportáramos sin tratar de engañar, evadir, incumplir, sabiendo que nos convertiríamos en corruptos si engañábamos al sistema. Era el bienestar de la familia grande el que estaba en juego. Pero, los valores del trabajo y de la solidaridad, la justicia social y el compromiso se fueron carcomiendo. Se popularizó el buscar la manera de evadir el compromiso mediante el engaño. Mentir o dejar de reportar ingresos se convirtió en una actividad frecuente. Los especialistas se hicieron cada vez más expertos en hurgar en las disposiciones reglamentarias para tratar de aplicarlas “creativamente” a casos particulares y reclamar exenciones que retaban el decoro y, en muchos de los casos, la ley.
Poco a poco, las administraciones gubernamentales fueron dejando de atender las necesidades del pueblo. Muchos funcionarios entraron en las estadísticas de los casos de corrupción por servirse del pueblo, en lugar de servirlo. La falta de sensibilidad del gobierno en proveer los servicios básicos para sus ciudadanos permitió que quienes se sentían desamparados justificaran no aportar al fondo común o aportar menos de lo que les tocaba, diciendo: “si el gobierno ya no provee esos servicios, ¿por qué debo yo aportar o por qué tengo que aportar la misma cantidad que antes?”. Además, “si la mayoría de los que administran son corruptos, ¿por qué se van a despachar ellos con la cuchara grande y tengo yo que seguir pagándoles sus lujos, sus excesos y sus robos?” “Pues, ¡no!”
Uno de esos ejemplos de cómo el gobierno se desentendió de su compromiso corresponde al renglón de la salud. El gobierno dejó de prestar gratuitamente los servicios esenciales de salud en los centros de diagnóstico y tratamiento, así como en los hospitales municipales y regionales o de distrito. Aunque los edificios permanecieron en pie, las funciones fueron privatizadas. Y poco a poco muchos de los edificios también. Se desvaneció el compromiso del gobierno con su pueblo y se menoscabaron derechos humanos. El pueblo no reconoció que tenía un sistema de salud universal de avanzada, en el cual los individuos no pagaban por el acceso a los servicios médicos, porque el derecho a la salud era considerado un derecho humano de facto, aun cuando el Congreso de Estados Unidos lo tachara con toda la Sección 20 del proyecto constitucional que el Gobierno de Puerto Rico sometiera en la década de 1950. Más tarde, un gobernador anexionista tal vez se asustó porque Puerto Rico contaba con un sistema de salud que Estados Unidos podía catalogar como socialista e impuso una tarjetita desfalcada que vino a suplantar ese sistema que proveía en una de las instancias más necesarias para garantizar el más importante de los derechos humanos: el derecho a la vida.
¿Por qué no admite el gobierno el fracaso de las operaciones del sistema contributivo? ¿Por qué empujan el pueblo a pagar por acciones que son de la responsabilidad de las administraciones gubernamentales? ¿Por qué tratan de imponer una reforma contributiva en la que ni siquiera consta un plan articulado, de la cual nadie sabe el porcentaje efectivo que se va a cobrar, nadie sabe qué cantidades serán reembolsadas, y sobre todo, NADIE cree que el Departamento de Hacienda vaya a cumplir con los supuestos reembolsos? ¿Tal vez es una estratagema eleccionaria? ¿Entretener al pueblo con la palabra “reforma”, intentando llegar hasta noviembre de 2016? ¿Y luego qué?
El sistema fracasó. La ineptitud de Hacienda es ampliamente evidente. ¿Cómo es posible que Hacienda no pudiera articular unas tablas con porcentajes apropiados? ¿Cómo es que no puede estimar adecuadamente los ingresos? ¿Cómo es que no puede remitir los reintegros a los contribuyentes a tiempo? ¿Cómo es que no puede detectar a los evasores? ¿Cuántos empleados están asignados a evaluar las posibles evasiones contributivas? ¿Qué procedimientos se usan en esas investigaciones? ¿Las propiedades muebles e inmuebles de lujo son examinadas? ¿Se presta atención a la cantidad de propiedades concentradas bajo un solo individuo? Es más, ¿se hacen esas investigaciones?
Durante mucho tiempo Hacienda no tenía sistemas para contabilizar y comparar los comprobantes de retención de ingresos sometidos por las empresas y por los individuos. No había comunicación entre los sistemas. No podían decir cuáles eran los comprobantes que no tenían. Se supone que tuvieran igual número de comprobantes de retención, tanto para empresas como para individuos. Si una empresa reportaba haber emitido 36 comprobantes, entonces debían tener 36 individuos que debían de haber sometido esos mismos comprobantes con sus planillas. ¿Cómo es que Hacienda no podía parear los comprobantes si tenía tanto los números del seguro social patronal y los de los individuos? ¿Cómo es posible que tampoco pudieran hacerlo con los comprobantes de quienes rinden servicios profesionales? La otra pregunta es ¿se verificaban las cantidades informadas en los comprobantes para saber si correspondían?
Facilitar los formularios tampoco ha sido un renglón en el que Hacienda se haya distinguido. Por el contrario. Las planillas de Hacienda no las entiende más de la mitad de la población. Y mucho menos los anejos. ¿Por qué la planilla corta nunca es corta? ¿Cuántos funcionarios asigna Hacienda para evaluar, revisar y corregir las planillas recibidas? ¿Por qué tantas planillas son devueltas con “error matemático”? ¿Es un subterfugio para ganar tiempo e imponer multas y recargos? ¿Hasta cuándo el contribuyente cargará con la culpa y los errores del gobierno? ¿Por qué tiene el contribuyente que cargar con la culpa de la ineficiencia e ineficacia de Hacienda? Esto es parecido a la situación de los salideros de agua de la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados, que pierde más de la mitad del agua que produce, debido a la falta de mantenimiento a la infraestructura y otra lista de renglones. Por cierto, ¿sabía usted que toda agua producida, aunque no sea distribuida, es facturada a los abonados? Todos pagamos por la ineficiencia del sistema.
Hacienda no recauda porque, entre otras cosas, no ha podido establecer la infraestructura debida, no pone a comunicar los sistemas de información, no tiene suficientes empleados y sobre todo, falta una gerencia ágil, tecnológica y gerencialmente competente y capaz. Si han sido ellos mismos quienes no pudieron operar adecuadamente, ¿cómo es que ellos son parte de los arquitectos del nuevo sistema que se propone? Por supuesto que se declararán inocentes de toda culpa. Y por encima de todo, se niegan a aceptar su responsabilidad en el descalabro.
Se perjudica el valor de la solidaridad cuando no todos aportan al fondo común. Cierto que hay quienes no ganan suficiente. Pero no se debe estimular que los individuos no aporten nada y esperen recibir un cheque del gobierno “reembolsándoles” alguna cantidad de su pago del IVA que se pretende imponer a la brava. Mantener a la población expectante de un cheque del gobierno es insertar al pueblo en otro esquema mental de dependencia. ¿Hasta cuándo? La cohesión social se afecta cuando se desvincula a los individuos de una responsabilidad, que aunque sea mínima, debe existir, así fuere un dólar por individuo. Una revisión adecuada de las tablas y un plan de trabajo con nuevos mecanismos debería de haber podido ser articulado, en lugar de seguir operando poniendo parches al sistema. Me pregunto si entre los especialistas de nivel intermedio en Hacienda hay propuestas o sugerencias que se han hecho a la alta gerencia para corregir y mejorar el sistema y estas no han sido atendidas o han sido desechadas por tal vez no ser “políticamente correctas”. No dudo que hay empleados competentes en el Departamento y tal vez sus manos están atadas.
La visión del gobierno permanece enfocada en el consumo y en los individuos. ¿Por qué el gobierno se desentiende de considerar a las corporaciones foráneas y no quiere aumentar el porcentaje del impuesto que les corresponde pagar? ¿Por qué tiene que ir contra los individuos? ¿Por qué el gobierno no enfoca sus programas en una visión que estimule la Producción, el Ahorro y la Inversión? ¿Por qué el gobierno no recurre a los académicos, a sus universidades para contar con especialistas que puedan aportar ideas y sugerir mecanismos que puedan ser considerados y que sirvan para examinar alternativas ajenas a las tradicionales o políticamente correctas? Esta última sugerencia es una constante que alguien muy certeramente suele reiterarme cuando entramos en los análisis sobre la situación del país.
Si todos contribuimos al fondo común de Puerto Rico, entonces todos podremos disfrutar de los beneficios que como sociedad corresponde; compartir el pan recién horneado entre todos, porque todos hemos aportado al proceso. Hay casos especiales en los cuales alguna porción de la población tenga condiciones particulares de enfermedad, incapacidad u otras que no les permitan desempeñarse y figurar en la fuerza trabajadora del país. A todos los demás nos toca trabajar en la siembra de los granos, cortarlos, trillarlos, llevarlos al molino, molerlos para hacer la harina, preparar la masa y hornear el pan. Sería una estampa muy digna, la de estar compartiendo una hogaza de pan recién horneada, producto de nuestro esfuerzo. Y si la cosecha hubiese resultado productiva, posiblemente, además de la taza de café –que no puede faltar– también tengamos mantequilla para embadurnar el pan.
*Ilustraciones de Carolina Radice.