La gravedad de la imaginación
Para mi hermano, José ¨Quique¨ Rivera.
Hay muchas maneras de presentar lo desconocido. Puede ser lo peligroso o lo prohibido; lo que nos tienta o nos es indiferente; lo que nos amenaza o nos vulnera; el lugar que nos ciega, o hacia donde queremos ir. Pero prefiero hablar ahora de la imaginación como lo que convierte lo desconocido (lo desconocido como lo inarticulable, lo insondable de los universos en que vivimos) en materia amable, dispuesta a ser amada.
Se ama lo que se conoce y se conoce lo que se ama. La cercanía nos enamora y nos acercamos a lo que nos enamora. Y es difícil no amar a lo que hemos dejado acercarse y le hemos abierto nuestros sentidos. Pero si hemos dedicado tanto tiempo y energía de nuestra historia a distanciar estos sentidos, a alejarnos ¨objetivamente¨ de las cosas y a sofocar las voces vivas de lo que nos rodea, es porque nuestro propio organismo gravita, continuamente, en dirección contraria. Porque tendemos a la cercanía y a la empatía, a reconocer en las cosas la misma vida que se mueve en nosotros. La imaginación es el órgano que asegura que mantengamos esta conexión. Que cuando nos acerquemos al límite de lo conocido, cuando alcancemos la frontera de lo que desconocemos y corramos el riesgo de perder la posibilidad de amar, se nos disuelvan de nuevo los horizontes.
La imaginación es el órgano que funde la frontera entre lo conocido y lo desconocido para nivelarnos el terreno. Para que podamos incorporarnos a la existencia en toda su plenitud, sin negarnos a ninguna de sus dimensiones. La imaginación es como el mar: la matriz que llena todos los intersticios entre las tierras conocidas. Lo que rellena los abismos que, de lo contrario, acortarían nuestras existencias. Es el material de los silencios y de la conexión inefable con todo lo que nos rodea. Lo que llamamos ficción, ese producto creativo y creador de la imaginación, es la condensación de esta conexión en una forma comunicable. La ficción es el producto que colapsa las múltiples e insondables dimensiones de la existencia -la diversidad de fuerzas, sensaciones y presencias que nos atraviesan- para hacer su conexión aprehensible y apreciable. En esta fusión, lo desconocido se nos acerca y adquiere un rostro, una forma a la que se pueden abrazar nuestros sentidos. Se transforma en lo que se puede amar.
Ésa es la profunda importancia de la imaginación como fuerza de vida. Tan importante es ella que, aun cuando nos proclamamos al margen, o más allá de ella y sus efectos; cuando nos desentendemos del vínculo y todas sus dimensiones; cuando nos proponemos desconocer y desamar, nuestros cuerpos, esos vehículos a la vez tan testarudos y sutiles de nuestras existencias, nos entregan regular e inevitablemente, indefensos, a esa frontera volátil, pero amable, entre nosotros, lo conocido y lo desconocido. Entonces, nos dormimos y para continuar conociendo y amando, soñamos.