La pintura de Ivelisse Jiménez
La pintura de Ivelisse Jiménez se destaca en el panorama del arte local e internacional con una propuesta que va más allá de las tendencias conceptualistas predominantes. Sus coloridos ensamblajes de plásticos policromados semitransparentes nos remiten a los juegos formales de la pintura abstracta modernista, bautizada como pintura “retiniana” por Marcel Duchamp. Sin embargo, la obra de Jiménez no es un complaciente retorno al pasado. La artista interpreta con materiales industriales las lecciones aprendidas de los maestros de la abstracción y las aplica a las estrategias y sensibilidad contemporánea.
Como primer paso Jiménez elimina el bastidor de sus pinturas colgando sus materiales plásticos, unos sobre otros en capas paralelas, negando así la planitud de la pintura abstracta tradicional y presentando ante el espectador un artefacto híbrido cercano a la escultura e incluso a la arquitectura.
El recurso de la transparencia o veladura, tan esencial en la articulación de las obras de los maestros de la abstracción Morris Louis, Hellen Frankentaler y Paul Jenkins, adquiere renovado protagonismo en la obra de Jiménez. Pero esta vez la veladura es creada por medio de la superposición de plásticos semitransparentes de diferentes colores y texturas. Se destaca la delicada transparencia de los plásticos blancos que velan y develan y con misterio y poesía.
La distancia real que separa cada capa de plástico le añade profundidad de campo a las transparencias y posibilita la contemplación dinámica de la pieza que cambia de acuerdo al ángulo de observación. Con esta cualidad cambiante, se introduce el elemento tiempo en la obra , cosa que nos remite al cine como medio que también utiliza la luz filtrada por celuloides policromados.
Por otra parte, el interés por los efectos de la luz, la óptica y los materiales industriales traslúcidos nos recuerdan las investigaciones realizadas por los movimientos del arte cinético y el “Op Art”. Estamos ante una pintura que expande sus límites invadiendo disciplinas vecinas y que se alimenta con inteligencia y originalidad de la tradición.
Ivelisse Jiménez interviene con pintura sus plásticos ya sea para añadir líneas u otros elementos formales o en ocasiones para mancharlos con vigorosas pinceladas. El pigmento aplicado como línea sobre las diversas superficies plásticas es el principal elemento integrador de la obra. Esta integración es un logro importante, sobre todo porque estamos ante una pintura que, a pesar de ser un ente unificado, conserva intacta la individualidad de sus componentes. La tensión dialéctica generada por esta dicotomía entre el todo y las partes enriquece y le otorga fuerza a la obra.
El intenso cromatismo utilizado por la pintora, las misteriosas transparencias y las composiciones clásicas que emplea apoyadas principalmente en el ángulo recto o en el encuentro perpendicular de las formas invitan a una contemplación sosegada. Sin embargo, al emplear deliberadamente una factura de corte decadente en la elaboración de su obra, la artista introduce con eficacia un elemento perturbador que cuestiona la delicada belleza de sus construcciones. Jiménez corta los plásticos y demás materiales que utiliza con aparente descuido, a veces rasgados a mano dando la apariencia de ser retazos o desechos encontrados. También incluye trozos de cinta adhesiva visibles, pedazos de rejillas plásticas y materiales de empaque reciclados. Todos estos elementos están ensamblados en la pared y a veces extendiéndose por el techo con aparente precariedad. El aspecto frágil y efímero del conjunto apunta al gusto contemporáneo por el boceto, la apariencia decadente, la desconfianza en la belleza y el desdén por la perfección técnica.
La obra de Ivelisse Jiménez oscila con la elegancia de un péndulo entre la tradición y la ruptura , entre lo bello y lo decadente, entre lo poético y lo prosaico, entre la integración y la desintegración, entre lo concreto y lo etéreo y entre lo estable y lo precario. Su estructura formal se nutre decididamente de la estética modernista reestableciendo con irónica fragilidad el valor del objeto artístico. Su trabajo es una valiente apuesta por la belleza, contextualizada adecuadamente en la predominante decepción de su tiempo.