La realidad actual en dos exhibiciones asombrosas
Configuraciones y Pareidolia (revelaciones y paranoia)
Aterrizo en Ponce, y luego de descansar una noche, voy a ver la exhibición de dos artistas que se lucen en los vericuetos marginales del arte patrio. Esa línea nos lleva a preguntarnos pero qué no es marginal o marginado en este paraíso perdido, o más bien dañado. ¿Sueno pesimista tan pronto en el primer párrafo? Bueno es que el paseo de mi casa al museo municipal es uno que ya va afirmando una descomposición difícil de reparar o subsanar. Al entrar a la exhibición, las dos muestras, por Robín Alicea y José Á. Vega retratan la patética realidad inmediata desde pensamientos críticos con despliegues de trabajos de profunda mirada al oscuro y opaco presente. Se sostiene la atención del espectador ante dos formas de digerir e interpretar el tiempo que asombra, pues se dice siempre que nuestra realidad boricua no puede involucionar a un estado peor, pero, no hay wepa que me cambie de opinión. Nos sostienen en las experiencias de ver y pensar, los trabajos, los juegos y los manejos formales ejemplares de las exhibiciones de ambos artistas.En la exhibición de José Vega se recogen tantas formas de desarmar la isla de Puerto Rico, como formas geográficas. Hay una perspectiva muy lejana donde la isla es juguete, rompecabezas, escombros, un puñado de tierra fértil, un abismo, un manto de Fema con bolsillos y tantas maneras alternas de despedazarla para reconfigurarla en ánimo de salvamento. Pero el artista no cree en milagros y nos presenta al final un nicho donde una virgen tallada en madera apenas levita sobre una base de latas de salchichas. Al fondo espirales de cobra para espantar mosquitos nos recuerdan las noches pérdidas por el calor y la ausencia de condiciones básicas para echarse a dormir y olvidar la pesadilla de la quiebra y de María.
En otra sala la exhibición de Robín Alicea es un simulacro de montaje de museografía de buen gusto. La distribución de sus pinturas y medios mixtos sobre papel se despliegan por el pequeño salón de manera nítida. Al acercarse a las imágenes vamos reconociendo estampas oscuras desde los cuales entre salpicadas de tintas y suspiros del aerosol van surgiendo cuerpos espectrales. La metamorfosis de cuerpos humanos y animales va asomándose entre efectos de penumbras y destellos cromáticos de acentos fosforescentes. Rostros, dentaduras de colmillos, miradas desorbitadas, piernas varicosas se entretejen con formas vegetales de un paisaje apocalíptico donde no se vislumbra la luz al final del túnel. Esos seres son mitad zombis, mitad ogros y se inspiran en algunas personas desquiciadas y abandonadas que pululan sin destino por las calles.
Vega desde su personal registro gráfico con impresos y construcciones ensambla con madera para reconfigurar la esperanza desde el desmadre de una pesadilla tropical. Robin acude a un despliegue de procesos pictóricos fluidos, acuosos desde los que dibuja rescatando perfiles y retratos de personas que divagan por las sucias calles de un pueblo fantasma que soñó con ser una ciudad mirando al Caribe.
Los dos artistas representan la generación que hereda el tránsito a un milenio que todavía arrastra el discrimen y las luchas de clase, Vega y Robin se acomodan a una realidad que no tiene nada de mágica. El paisaje ensoñado está pintado y cuelga en la pared. Los polvos del Sahara nublan esa imagen romántica. El flamboyán no reluce sus fuegos de verano y la Flaming June prefiere seguir durmiendo ajena a la fealdad inmediata. La fuente de la plaza está seca. Los huesos en el cementerio relucen por los intensos rayos de luz desde las fosas vandalizadas. Cae la noche, el sol se fuga por Buyé y los paseos del tablado siguen rotos. Veinte quioscos compiten para vender frituras frías. La estridencia musical desde los quioscos compite en estímulos de merengues, salsa, bachata y reguetón. Hay que vender, es el verano después de María la tormentosa.
En sus talleres Robin bautiza con aguas rojizas sus monstruos, Vega amasa un poco de tierra y siembra una habichuela sobre un pedazo de madera que representa la Isla. Hay viajes sin pasajes de vuelta, José Vega y Robín Alicea nos invitan al abordaje. La pista de despegue nos espera, en un museo municipal, Ponce es Ponce, aun en las pesadillas y en los solares de escombros. Esos paisajes nuestros de cada día antes y después de la quiebra y de María piden lienzo.
Robin Alicea y José Vega son artistas multidisciplinarios que participan en proyectos de teatro y música experimental. Sostienen su participación con el colectivo Matotumba y otros juntes. Se han presentado en diversos escenarios de la cultura alternativa en San Juan, Mayagüez, Ponce, Miami y en varias ciudades en México.
ROBIN ALICEA
Ponce, Puerto Rico, 1980
Sus primeros estudios artísticos los lleva a cabo bajo la tutela del artista plástico José Balay. Realiza además cursos en Fotografía en el Centro Sor Isolina Ferré en la Playa de Ponce. En 2004 obtiene un Bachillerato en Educación en Arte de la Universidad Interamericana, Recinto de San Germán. En sus años de estudio en San Germán, desarrolla el proyecto de arte sonoro “Shhh”, conocido más adelante como “Pprs” (poesía, performance, ruido, sarcasmo) junto al artista José Á. Vega. Para 2001, Robin Alicea, con su proyecto de arte sonoro, comienza a colaborar con Matotumba, proyecto multidisciplinario dirigido por los artistas Milton Malavé y Jorge Martínez Picó. Estas colaboraciones lograron que actualmente Robin Alicea forme parte del colectivo, que junto a éstos, desde el 2005 han realizado intercambios culturales en México, España y Estados Unidos.
Ha participado de exhibiciones tanto colectivas como individuales en Puerto Rico y a nivel internacional, entre ellas “Los muertos de siempre” (arte sonoro y audiovisual), “Antesala” (arte gráfico) y “Amalgama” (arte gráfico). En diciembre de 2017 participó de la residencia de artista con el proyecto “Dystrópical” junto a Matotumba, durante el Miami Art Week que presenta Mana Contemporary Art. Con su proyecto de arte sonoro y audiovisual ha colaborado con artistas como Jorge Castro, Cornucopia, Teófilo Torres, Vueltabajo Colectivo y Casa Múcaro. Además de sus proyectos multidisciplinarios, Robin Alicea lleva 15 años como ayudante en el taller del artista Antonio Martorell. Tanto Martorell como el profesor y artista Jaime Carrero han sido de gran influencia en su trayectoria artística.
JOSÉ Á. VEGA
Ponce, Puerto Rico, 1982
Sus primeros estudios artísticos los comenzó a los seis años de edad. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de Ponce desde los diez años. En 2001 comenzó estudios en Escultura en la Escuela de Artes Plásticas de Puerto Rico. Además de la pintura y escultura, José Á. Vega ha trabajado otros medios como el performance, el grabado, la experimentación sonora y muralismo.
Desde el año 2005 realiza intercambios culturales hacia distintos estados de México, donde ofrece talleres de arte sonoro, performance y arte gráfico. Para el año 2009 comienza a trabajar junto al artista multidisciplinario Robin Alicea el proyecto de arte sonoro “Pprs” (poesía, performance, ruido, sarcasmo). En 2010 se une a colaborar con Matotumba, proyecto multidisciplinario dirigido por los artistas Milton Malavé y Jorge Martínez Picó. Junto a Matotumba ha presentado sus proyectos en países como México, España y Estados Unidos. José Á. Vega ha participado de exhibiciones colectivas e individuales tanto local como internacionalmente, entre ellas en el Museo de San Juan, Museo Dr. Pío López Martínez, UPR Cayey, Museo Las Américas, Museo de Historia, Antropología y Arte, UPR Río Piedras, Mana Contemporary Art en Miami, La Siempre Habana en México y La Embajada Alemana en España. Ha realizado murales en Ponce, entre ellos “Güelcom tu our tropical colony”, como parte del proyecto Ponce Renace, mural ubicado en la avenida Hostos; y, “Esperando el regreso del progreso en los tiempos del retroceso”, como parte del Proyecto Ponce es Ley, mural ubicado en la calle Cristina. En diciembre de 2017 participó de la residencia de artista con el proyecto “Dystrópical” junto a Matotumba, durante el Miami Art Week que presenta Mana Contemporary Art. Desde el 2010, José Á. Vega trabaja como asistente en el Taller de la Playa de Antonio Martorell, artista que influye también en su trabajo gráfico.