Johnny Pacheco (Juan Azarías Pacheco Kiniping) falleció el 15 de febrero de 2021. Sin duda fue uno de los grandes fundadores del complejo musical conocido como la “Salsa.” Tal vez una de las piezas emblemáticas de Pacheco y de toda la música de Salsa sea una que grabó en 1974 con Celia Cruz, en el álbum titulado Celia & Johnny.
La canción, titulada Ño Mercedes, fue compuesta por el puertorriqueño Tite Curet Alonso, y lleva ritmo de Bomba Sicá de Puerto Rico. El exitoso número representa la gran fusión musical caribeña que se dio en la ciudad de Nueva York y que produjo el fenómeno de la Salsa: una Bomba puertorriqueña, cantada por una cubana, acompañada por la orquesta de un dominicano.
Pacheco desempeñó un papel central en el desarrollo de la Salsa como músico y como productor de la compañía Fania, que comercializó la música y la extendió por todo el Caribe, Venezuela, Colombia, Panamá y Perú. A pesar de que varios países reclaman la Salsa como música nacional “suya,” la realidad es que desde su origen fue una música híbrida pan-caribeña centrada en la gran metrópoli de Nueva York.
En el Siglo XIX el puertorriqueño Ramón Emeterio Betances y el dominicano Gregorio Luperón habían soñado con la unidad de Cuba, Puerto Rico y República Dominicana en una Confederación Antillana. Este sueño también se reflejó en la ayuda material provista por el general dominicano Luperón a los luchadores anticoloniales cubanos y puertorriqueños. Desde República Dominicana, tras la reconquista de la independencia dominicana en 1863-65, el apoyo de Luperón fue fundamental para consolidar las luchas de independencia en el Grito de Lares en Puerto Rico (1868), y en la Guerra de los 10 Años en Cuba (1868-1878). Luperón y Betances, ambos de herencia afro-antillana, fueron abolicionistas y defensores ante el colonialismo español de la igualdad incondicional de los afrodescendientes en el Caribe. La herencia anticolonial pan-caribeña de Luperón y Betances perduró dentro del Partido Revolucionario Cubano de José Martí, constituído, según dice el artículo primero de sus bases, para lograr, <<con los esfuerzos reunidos de todos los hombres de buena voluntad, la independencia absoluta de la Isla de Cuba, y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico>>. Martí también fue defensor incondicional de la igualdad racial. Entre los destacados luchadores de la Guerra cubana de independencia de 1895-98 están los generales Máximo Gómez (comandante en jefe, dominicano) y Juan Rius Rivera (puertorriqueño).
La herencia pan antillana de los patriotas caribeños del Siglo XIX nunca cuajó, en el sentido de que no se constituyó nunca la soñada Confederación Antillana. El proceso de independencia fue interrumpido por la invasión norteamericana de Cuba y Puerto Rico en 1898, y por la ocupación de República Dominicana por tropas norteamericanas en 1916-1924. En el Siglo XX, las islas continuaron sus rumbos, separadamente. Sin embargo, lo que no se logró en el terreno político sí cuajó en el terreno cultural y musical. La gran expresión pan-antillana del Siglo XX fue la creación de la “Salsa,” fusión caribeña iniciada en el terreno político en el siglo anterior que ahora se consolida desde la gran metrópoli nuevayorkina.
La facilidad con que se juntaron la cubana Celia Cruz y el dominicano Johnny Pacheco, para producir la exitosa Bomba puertorriqueña “Ño Mercedes,” no debe pues sorprender a nadie. Para empezar, el ritmo de Bomba Sicá es muy similar y está emparentado con lo que en Santiago de Cuba se conoce como Tumba Francesa, pariente a su vez del posterior Changüí.Y Pacheco, que se distinguió como músico de los géneros cubanos, ya había grabado su famoso LP de música “cubana,” titulado Pacheco y su Charanga, en 1961.
La Salsa, resultado de una mezcla de condimentos musicales, tuvo sus antecedentes en los músicos y públicos bailadores que venían combinando elementos del entramado polirítmico caribeño desde principios del Siglo XX en Nueva York y en las islas. El saxofonista dominicano Enrique “Niño” Durán amenizaba bailes para la comunidad hispana en Nueva York hacia finales de la década de 1920, dirigiendo la orquesta Santo Domingo Serenaders, en la cual tocó por un tiempo el cubano Mario Bauzá, el mismo que algunos años más tarde echara los cimientos del jazz afro-cubano. Casi simultáneamente el boricua Rafael Hernández se hacía cargo de una orquesta de teatro en La Habana, componiendo piezas consideradas en Cuba como representativas de la música nacional cubana, como Óyeme Cachita, y Capullito de Alhelí. Poco después le dedicaba su composición Linda Quisqueya a sus hermanos y hermanas dominicanas. En La Habana de fines de 1940 Myrta Silva primero y Daniel Santos después, dos boricuas de pura cepa, se hacen dueños del público capitalino. El cubano Guillermo Portabales lleva el punto guajiro a Puerto Rico, y se radica en la Isla del Encanto donde compone música jíbara. En la década de 1950 los merengues de Dioris Valladares, v.g. Consígueme eso, y las bombas y plenas de Cortijo y su Combo son números bandera del carnaval de Santiago de Cuba. Y en Nueva York el ajiaco va entrando en vapor para fines de los sesenta. El dominicano Valladares canta con el nuevo sonido nuyorican de la Charanga Duboney de Charlie Palmieri. Hasta que finalmente la salsa llega a su punto en Nueva York cuando Pacheco asume comando musical, junto con los hermanos Palmieri, Willie Colón, Papo Lucca, Barretto, Ricardo Ray, Cheo Feliciano….en fin.
Nueva York se había convertido en un verdadero caldero de cocina musical donde soneros, charangueros, danzoneros, merengueros y jazzistas se mezclaban para tocar, contribuyendo cada uno su talento. Los protagonistas del proceso de formación de la Salsa fueron dominicanos, boricuas, cubiches y no hay que olvidar a los caribeños de Panamá, desde Víctor Paz hasta Rubén Blades.
Un importante chef de esa cocina era el maravilloso ciego Arsenio Rodríguez. Buen ejemplo de cómo se produce el caldo salsoso es la historia que cuenta Johnny Pacheco, famoso por su buen humor, sobre su relación con Arsenio. Cuenta Pacheco:
<<Yo conocí a Arsenio cuando tenía diecinueve años y me pasaba la vida detrás de los músicos cubanos…Cuando aquello él tenía en el bajo a Cuajarón, uno de los mejores bajistas cubanos, y su orquesta sonaba que era una maravilla …Después, cuando yo empecé con mi charanga, él me iba a ver de vez en cuando y decía “Déjame hacer un pellisquito”, y cogía el bajo de la orquesta y ya no había quién se lo quitara en toda la noche>>. *
* Apartes de entrevista con Pacheco en Leonardo Padura, Los rostros de la salsa, Tusquets, 2019, p. 130-131.
Pacheco fue un dominicano que, rodeado de músicos mayormente boricuas, modificó el sonido de la vieja música cubana, y fundó las Estrellas de Fania, buque insignia del nuevo sonido de nuestra sabrosa Salsa. Pacheco sacó el nombre de la casa disquera de un son cubano de Rolando Bolaños de 1962, Fanía funche, que con el tiempo perdió la tilde y devino Fania. Si en “Ño Mercedes” la cubana Celia canta una bomba del boricua Tite Curet Alonso, en la presentación en vivo de “Soy hijo del Siboney” el boricua Pete “El Conde” Rodríguez sonea como nadie en una pieza cubana con la orquesta de Pacheco. Esos son apenas dos de las docenas de ejemplos del “sonido añejo” multinacional de Pacheco. Porque el círculo es grande. Al cumplirse un mes del fallecimiento del maestro Johnny resulta pertinente y oportuno meditar sobre la formación de la gloriosa, indefinible y clásica Salsa que marcó lo mejor de la música bailable del Caribe en las últimas décadas del Siglo XX, y que representó una gran Confederación Antillana del sabor.