La única opción es educar para la paz
Ya son bastantes las guerras a las que nos han empujado quienes toman las decisiones muchas veces a espaldas de la gente. Estamos en una batalla constante por una educación de excelencia, por el derecho a las pensiones por las que siempre trabajamos y nos ganamos, en lucha por una alimentación adecuada ya que lo contrario a eso es el hambre o mala nutrición. También luchamos por el derecho a un trabajo digno, por la defensa del ambiente y nuestros recursos naturales, por una vivienda adecuada, por la salud, el acceso a la energía. Estos y otros tantos son parte de lo que llamamos el derecho a la vida. Tales derechos han sido seriamente lesionados ante el rumbo al que se ha empujado al país.
Por eso nos preocupa el insistente planteamiento de utilizar a Puerto Rico como base para atacar al pueblo y al gobierno venezolano. Se ha llegado incluso a afirmar que Puerto Rico sería la sede de un Gobierno Venezolano en el Exilio. Eso implica que dicho gobierno con sede en nuestro país buscaría el reconocimiento internacional como contraparte al gobierno electo por el hermano pueblo de Venezuela que ha pasado por más de 20 procesos eleccionarios en los años recientes. Pero la preocupación mayor es que una acción como esa, donde habría un Gobierno Venezolano reconocido como oficial posiblemente por países aliados a los EE UU y por el propio Estados Unidos, es que desde nuestro país podrían iniciarse ataques y otras acciones propias de una guerra que estamos seguros la inmensa mayoría de la gente no quiere.
En un mundo dirigido por los grandes intereses económicos y donde el gobierno de los EU mantiene gran interés por controlar los recursos inmensos de Venezuela, cualquier acto de guerra respondería a los mencionados intereses. Pero no solo eso, al iniciarse desde Puerto Rico acciones de guerra, convierte a nuestro país en blanco principal ante cualquier respuesta de parte de Venezuela y sus aliados. No es ningún secreto que países aliados de Venezuela han comenzado a desarrollar movimientos ante la inminente guerra de la que Estados Unidos ha hablado docenas de veces. Entre esos aliados hay varias potencias mundiales como Rusia y China cuyo poder bélico es incuestionable.
Por eso nos parece altamente cuestionable la campaña del Gobierno de Puerto Rico, encabezada por el Secretario de Estado Luis G. Rivera Marín y por el propio Ricardo Roselló para convertir a nuestro país en eje de una controversia bélica de alcance internacional. Mucho más si lo contrastamos con su capacidad para mentirle a la gente que solo es superada por su incapacidad para resolver los problemas que nos aquejan, agravados por el paso del huracán María. Su respuesta ante el paso de dicho fenómeno metereológico desenmascara un alto nivel de irresponsabilidad, negligencia y temeridad que raya claramente en conducta criminal. Hechos como la desaparición y robo de furgones que estaban en manos del gobierno que el propio gobierno se niega investigar, la desaparición y manejo de suministros como agua, alimentos, generadores eléctricos, asistencia, la declaración de toques de queda que atentaron contra el sistema de derecho vigente, su incapacidad para restaurar el servicio de energía eléctrica, la mentira intencional e inhumana sobre la cantidad de muertos relacionados con la tormenta con el nombramiento de funcionarios cuyo objetivo era esconder la verdad, la otorgación de contratos que se han ido tragando billones de dólares en ayudas y que han beneficiado a unos cuantos privilegiados, la negativa contumaz a aceptar ayudas de otros países del mundo.
Como si lo anterior no fuera suficiente, ahora mismo está sobre la mesa la ausencia de preparación del país ante la posible ocurrencia de un terremoto donde la mayoría de las estructuras son altamente vulnerables al mismo y donde se afirma que los primeros en afectarse serían nuestros hospitales. Estamos entonces ante un gran peligro ya que además de la evidente negligencia y complicidad ante los efectos del huracán, ante el fracaso del modelo económico que pone toda la crisis sobre los hombros de los más pobres, ante la evidente corrupción y enriquecimiento de los privilegiados de siempre, ahora por virtud de la anunciada guerra contra Venezuela cuya sede estaría en Puerto Rico, seríamos blanco principal de una guerra que para la inmensa mayoría de nuestra gente, no tiene razón de ser. Le corresponde al pueblo venezolano decidir su destino.
Nuestra isla es pequeña, apenas 100 por 35, sobrepoblada a pesar de la pérdida continua de población, no está preparada para resistir fenómenos naturales y enfrentar las consecuencias, tiene un gobierno cuyos niveles de corrupción e incapacidad son hartamente conocidos. Pero entonces esos mismos que han evidenciado su inmensa incapacidad nos quieren convertir en sede principal de una guerra de Estados Unidos contra la patria de Bolívar. En contraposición, los Estados Unidos son casi un continente, tienen bases militares en muchos lugares del mundo, incluyendo varios países de América Latina. Nos preguntamos, ¿cual es la necesidad de convertir nuestro pequeño país ya excesivamente atribulado por los más graves problemas, en sede de una guerra contra un país hermano? El gobierno de Puerto Rico ha dicho que lo hace con el permiso y autorización de los Estados Unidos. En ese sentido, se trataría de una acción a tono con sus intereses pero no con los nuestros, sería otra guerra impuesta a nuestro país.
Sabemos que el sistema educativo y todas las instancias gubernamentales se van a poner al servicio de cualquier escalada bélica como la ya anunciada. Así como hasta ahora el Departamento de Educación ha funcionado al servicio de intereses muy ajenos a nuestro derecho a la educación, no sería de extrañarse que utilizaran nuestras escuelas para justificar la guerra. Los jefes de agencia y el propio gobierno reciben altas sumas de dinero por su lealtad a intereses contrarios a nuestra gente. Son parte del desmantelamiento de nuestro país.
Alguien dijo que en guerra avisada no muere gente, pero si nos llevan directo a la guerra sin dejarnos escapatoria alguna, corremos un alto riesgo. Ni los miembros del gabinete, ni el gobierno, ni al resto de las estructuras de gobierno han demostrado hasta el momento la más mínima preocupación por el bienestar de nuestra gente. En este caso no será diferente. Por eso, como educadores y educadoras, insistimos en una educación para la paz. Es la única opción que tenemos.