Las cimarronas no mueren, nosotras no morimos
Whatever happens, whatever happened / Oh hey / We are deathless / We are deathless.
(Ibeyi, “We Are Deathless”)

Foto por Herminio Rodríguez.
#MeCagoEnLaIsla es la aportación principal del “experto en comunicaciones” Rafael Cerame D’Acosta en el chat de Telegram entre Ricardo Roselló y sus “hermanos” más cercanos. Según reporta El Nuevo Día, Cerame D’Acosta preside RCD International Advisory, compañía que ha devengado $783,400 en 21 contratos con el ahora ex gobierno de Rosselló, de los que $315,000 fueron el resultado directo de contratos otorgados por la Oficina del Gobernador que el pueblo de Puerto Rico acaba de expulsar. Pero estas cantidades de dinero, aunque resulten obscenas, son solo migajas. El escándalo de los #RickyLeaks –que constituye solo la punta del témpano de hielo de la rampante corrupción– involucra, por ejemplo, al menos 50 millones de dólares para uno de los miembros del chat, según reportó el Centro de Periodismo Investigativo el 17 de julio de 2019. La mayoría de los hombres del chat no tenía siquiera posiciones en ninguna oficina pública. Eran cabilderos y “personas de confianza” o “influyentes” que han llevado al extremo el fenómeno neoliberal de la privatización y corporatización de gobiernos supuestamente “democráticos”.
#MeCagoEnLaIsla se utiliza cada vez que el boys’ club de, mayoritariamente, hombres blancos, ricos, soberbios y privilegiados en el chat juzgan paisajes, actos, conductas, expresiones o personas por debajo de sus “estándares,” sobre todo para que Puerto Rico alcance la “estadidad.” El ejemplo más descarnado de la maldición que proclaman contra “la isla” es el momento en que utilizan el hashtag para responder a una foto que el ex gobernador tomó en Cayey de una modesta casa de madera y junto a la que escribió que “así no podía alcanzarse la estadidad.” Sin embargo, quizá comprensiblemente, #MeCagoEnLaIsla, no ha recibido el mismo nivel de atención que el resto de los ataques viciosos, misóginos, homofóbicos y racistas consignados en el chat. Tampoco se ha conectado con el crimen moral más inefable que se comete en el intercambio entre “amigos:” los chistes sobre nuestros miles de cadáveres como resultado de la más absoluta negligencia y abandono por parte de los gobiernos local y federal luego del paso de María. Mas, me parece que, en un sentido profundo, #MeCagoEnLaIsla está íntimamente conectado con el resto de las formas de odio que se revela en el chat, pues reactualiza una antigua y persistente ideología de desprecio contra nuestra geografía insular y arquipelágica. La ideología insularista (el “insularismo”), que fuera originalmente producida e impulsada por los mismos imperios que se construyeron, irónicamente, sobre la sangre y los recursos de los archipiélagos caribeños que desprecian, ha sido consistentemente reproducida por las élites locales de criminales neocoloniales, así como por múltiples sectores de la intelligentsia local, el más conocido de los cuales fue, por supuesto, Antonio Pedreira.
Lo que de primera intención parece un odio fundamentado exclusivamente en modalidades diversas de subjetividad, es, de hecho, mucho más hondo, alcanzando el nivel más elemental: la geología que lenta y consistentemente se transforma para producir nuestro lugar en el mundo. A la sazón del insularismo, cualquier desgracia, injusticia, opresión, falta o crimen que ocurra en las islas de Puerto Rico –incluyendo sus gentes que constituyen el “99%”– se interpreta, no importa cuán absurda e improbable resulte la conexión, como resultado de los accidentes geológicos. He dedicado más de diez años de investigación y escritura a desacreditar dicha noción y, en el presente, trabajo en un proyecto de investigación para demostrar los modos en que ha atentado –y continúa atentando– contra la voluntad e imaginación políticas en Puerto Rico, así como, a mi modo de ver, contra las relaciones urgentes, vitales inescapables de nuestro archipiélago con el resto de la región caribeña para superar la crisis actual.
En marzo[1] de 2019, visité Aruba para asistir al congreso Island States/Island Territories, donde lxs organizadorxs me solicitaron ofrecer un breve reporte sobre la situación en Puerto Rico tras la temporada de huracanes 2017. En esa ocasión, temblando de dolor, reté el énfasis de otro presentador en la necesidad de mercadear las islas caribeñas como “open for business,” insistiendo en que Puerto Rico estaba “abierto para la justicia.” Precisamente haber estado “abierto para el negocio” a costa de la colosal mentira del “desarrollo” y el “progreso” a lo largo del siglo XX, nos ha traído a la presente crisis humanitaria y fiscal. Procedí entonces a leer lo siguiente:
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Como muchos países en el Sur Global, Puerto Rico sobrevive hoy la desmedida carga de las políticas antidemocráticas propias del capitalismo neoliberal. Como una ideología de privatización, desregulación y deuda en eterno crecimiento, el neoliberalismo es, a la vez, el motor y el propuesto salvador de la crisis contemporánea en Puerto Rico. Mediante la implantación de las así llamadas “medidas de austeridad,” el neoliberalismo alega rescatarnos del colapso fiscal mientras, de hecho, ahonda la tragedia ecológica y ensancha el abismo entre la minoría que controla la mayor parte de la riqueza global y una precarizada mayoría, cuyos cuerpos están cada vez más endeudados, inseguros e imposibilitados de acceder a los recursos más básicos para la vida.
El carácter colonial (“territorial”) de Puerto Rico desde 1898 respecto a los Estados Unidos de América, ha viabilizado la aceleración sin precedentes de dicha dinámica regresiva. Hoy, la expresión más crasa de la subyugación de Puerto Rico es, sin duda, la ley PROMESA, que habilitó la Fiscal Oversight and Management Board (FOMB), o Junta de Control Fiscal.[2] Esta Junta, convertida en el gobierno de facto, cuenta con la complicidad y obediencia de la mayoría de los miembros de las ramas ejecutiva, legislativa y judicial en Puerto Rico, dominadas por el Partido Nuevo Progresista (PNP), baluarte de la anexión de Puerto Rico a Estados Unidos.
La Junta determina las rutas para la “recuperación” de la crisis, toda vez que la continúa ahondando. Esta contradicción queda ampliamente evidenciada al examinar las decisiones tomadas y las medidas impuestas por la Junta desde que fuera constituida en el 2016 por el entonces presidente de EEUU, Barack Obama. Por ejemplo, la Junta ha: (1) liderado el masivo asalto a la Universidad de Puerto Rico, que actualmente experimenta la reducción de un tercio de su presupuesto operacional, el desmantelamiento de su Sistema de Retiro y las alzas desproporcionadas en los costos de educación para estudiantes; (2) tomado medidas para proteger y expandir las exenciones contributivas y los “incentivos” a corporaciones y firmas privadas; (3) promovido, con la colaboración de los funcionarios locales, una “reforma” laboral que devuelve el país a condiciones laborales parecidas a las del siglo XIX; (4) tomado decisiones para debilitar las cooperativas de ahorro y crédito locales en beneficio de la banca comercial; (5) apoyado el desmantelamiento del sistema público de educación primaria y secundaria por medio de la privatización y, en particular, el sistema de escuelas chárter; (6) estimulado la “flexibilización” de legislación ambiental; (7) impulsado esfuerzos en pos de privatizar las pocas corporaciones públicas que quedan en Puerto Rico, tales como la Autoridad de Energía Eléctrica; y (8) diseñado acuerdos con bonistas que someten a las y los puertorriqueños a mayores niveles de endeudamiento (por ej., el recientemente aprobado acuerdo de COFINA).
Desde que los huracanes Irma y María dejaran un saldo de inefable devastación tras su paso por el archipiélago en septiembre de 2017, ni la Junta ni el gobierno local se han desviado del plan neoliberal antes descrito. Antes bien, para reconfigurar la economía puertorriqueña de modo que se beneficien aún más los intereses de entidades privadas y extranjeras, la Junta, el gobierno local y sus asesores han capitalizado cínicamente el sufrimiento y el trauma de lxs puertorriqueñxs de a pie –muchxs de las cuales han tenido que salir del país o siguen viviendo bajo toldos azules y sin acceso seguro a servicios básicos– para implantar su plan más agresivamente. Si algo se ha puesto de manifiesto en meses recientes, ha sido la mayor intensificación de la crisis en Puerto Rico como resultado de las políticas descritas y de la capitalización del desastre.[3]
Contra las recrudecidas fuerzas del capital-colonial-patriarcal que examinamos en las primeras dos partes de este ensayo, el Puerto Rico de décadas recientes y, en particular, pos-huracanes de 2017, está reimaginando, fortaleciendo e incluso creando formas de democracia participativa gracias a la labor y compromiso de las y los puertorriqueños que trabajan en sus comunidades con oído en tierra. Múltiples fenómenos confirman el fortalecimiento y la creación de espacios e imaginarios para pensar la descolonización al interior de prácticas de democracia participativa opuestas a las muecas de democracia ofrecidas por los partidos y organizaciones políticas tradicionales. Las soberanías comunitarias –algunas de las cuales se conocen en el ámbito local como formas de “autogestión,” aunque no se reducen a ello– designan una inmensa variedad de prácticas económicas, sociales, políticas y culturales colectivas y comunitarias de auto-organización autónoma que materializan profundas y diversas soberanías en el Puerto Rico contemporáneo.
Tales formas de soberanía –mucho más incluyentes que aquella asociada con el paradigma del estado-nación– constituyen rutas hacia la descolonización de Puerto Rico fuera de los marcos institucionales establecidos, así como de sus plataformas y vicios tradicionales que de tantas maneras han traído al país a la crisis actual y han traicionado a sus comunidades. Las soberanías comunitarias se amplifican a través de redes de solidaridad material y afectiva tejidas a diario al margen de los aparatos gubernamentales locales y federales, así como de las corporaciones multinacionales y firmas de inversionistas que han llegado a controlar la economía dependiente de la colonia puertorriqueña. Asimismo, las soberanías comunitarias cuecen redes solidarias no solo al interior del archipiélago puertorriqueño, sino también con y entre sus abultadas diásporas en los Estados Unidos. Finalmente, el ejercicio de las soberanías comunitarias fomenta cruciales –aun si muchas veces “invisibles”– procesos de agenciamiento y formación políticas dentro y fuera del archipiélago.[4] Entre las formas de soberanía comunitaria más recientes –aunque con una amplia trayectoria histórica en el país de triunfos y legados–, se encuentran las siguientes.
- Las numerosas luchas ecológicas, de larga trayectoria histórica en Puerto Rico, entre las que destacan el rescate comunitario de varias cuerdas de playa en la costa de Carolina que habrían sido “desarrolladas” por el Hotel Marriott, la lucha contra la incineradora de carbón AES en Tallaboa, Peñuelas y la resistencia en Playuela, Aguadilla contra la construcción de un mega resort. Todas han desafiado el desarrollo irresponsable y la grave contaminación impulsadas por corporaciones privadas, al tiempo que se registra en Puerto Rico un alza significativa en proyectos agroecológicos.
- El creciente apoyo ciudadano que, especialmente alrededor del trabajo de Casa Pueblo en Adjuntas e IDEBAJO en la costa sureste, está teniendo la energía solar y limpia, así como su autonomía de corporaciones privadas o privatizadas.
- La fiscalización y oposición robustas a la Junta de Control Fiscal por parte de múltiples organizaciones por la justicia social, tales como JunteGente, ¡Dignidad! y Colectiva Feminista en Construcción.
- El multitudinario apoyo a una auditoría de la deuda transparente, liderada por la ciudadanía y cuyo proceso ajusticiaría a los responsables (esfuerzo impulsado principalmente por el Frente Ciudadano por la Auditoría de la Deuda y por Construyamos Otro Acuerdo.
- La campaña sostenida que culminó en la liberación del prisionero político Óscar López Rivera en 2017.
- La lucha continua en defensa de la educación pública, accesible y de calidad, tanto a nivel escolar como universitario, por parte de organizaciones tales como la Federación de Maestros y Maestras de Puerto Rico, movimientos estudiantiles y colectivos universitarios docentes como PROTESTAmos y PAReS.
- La proliferación de brigadas y centros comunitarios, llamados Centros de Apoyo Mutuo, entre los que destacan el del Barrio Mariana en Humacao y varios en la zona metropolitana.
- El vibrante resurgimiento del arte, teatro y performance callejeros e independientes, con el trabajo de colectivos artísticos tales como Agua, Sol y Sereno, Papel Machete, Vueltabajo Colectivo y Bemba PR.
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El 25 de julio de 2019, apenas cuatro meses después, cientos de miles de personas de una inmensa diversidad demográfica, subjetiva, ideológica y afectiva han tomado las calles de la capital de Puerto Rico, así como de múltiples ciudades, pueblos y barrios en todo el archipiélago (incluyendo Vieques) y en las diásporas puertorriqueñas a nivel internacional, durante dos semanas consecutivas y consecuentes. El principal reclamo en el que todxs estuvimos de acuerdo fue la renuncia del ahora ex gobernador anexionista, Ricardo Roselló, heredero, dicho sea de paso, de Pedro Roselló, quien gobernara a Puerto Rico entre 1993 y 2001 con el firme estrangulamiento del “giro” neoliberal. Pero muchxs sabemos bien que Roselló es solo el comienzo.
Simultáneamente, diversos sectores de las multitudes en resistencia, sin tradicionales lideratos jerárquicos y masculinistas, exigen mucho más:
- que todas las personas involucradas en esquemas de corrupción –incluyendo “americanos” como Julia Keleher e intereses y corporaciones igualmente “americanos”– sean ajusticiadas y el dinero y recursos robados sean devueltos al pueblo de Puerto Rico;
- que la deuda odiosa se cancele o, mínimamente, se audite en un proceso transparente, dirigido por la ciudadanía (algunxs, yo incluida, exigimos asimismo justicia reparatoria por parte del imperio estadounidense);
- la derogación de la ley PROMESA y, por tanto, la remoción de la Junta de Control Fiscal y un cese inmediato de las medidas de austeridad que se han venido imponiendo durante los últimos tres años;
- que se declare un estado de emergencia por motivo de la violencia de género (exigencia que ha se ha traído a la palestra pública desde hace ya más de un año);
- que se celebren nuevas elecciones de inmediato y/o que organicemos una Asamblea Constituyente nacional (o un pleno nacional, para usar conceptos que debemos a las luchas estudiantiles en la UPR) para construir un nuevo horizonte de país a partir de la multiplicidad de esfuerzos de democracia participativa que se llevan gestando en el país desde hace décadas y, en particular, tras el paso de María, así como de la larga tradición de luchas puertorriqueñas, particularmente encarnadas en los movimientos anticoloniales, estudiantiles, feministas, cuir, antirracistas y ambientalistas.
A la luz de la jornada reciente, cuando nos hemos vuelto capaces de producir la más colosal demostración de poder popular en la historia puertorriqueña, hoy confirmo que atesoramos un amor por la isla aún más intenso, e igualmente antiguo, contrapuesto al odio de la ideología insularista. Este amor nada tiene que ver con nacionalismo “light” ni con campañas turísticas inherentes a la crisis que ha estado viviendo el país. Muchxs han comentado durante las últimas dos semanas que el huracán María y, especialmente, nuestro encuentro cara a cara con la nuda vida y el abandono absoluto del estado y la institucionalidad, nos cambió. Esta apreciación es muy cierta, sin duda, pero también sostengo que hay mucha más densidad histórica, afectiva y política en la transformación que nos ha traído hasta este feliz presente de julio 2019. La densidad a la que me refiero debe entenderse no solo en función del tiempo histórico, sino de un tiempo mucho más prolongado, parecido, de hecho, al tiempo geológico.
Creo que nuestro luminoso presente y la toma del futuro para formas radicales de democracia participativa y de construcción arquipelágica, son el resultado de una historia común en toda la región caribeña: la historia del cimarronaje, de la resistencia y de la supervivencia que viaja y nos unifica, como Brathwaite famosamente declaró, submarinamente. Honramos hoy los corales submarinos hechos de los cuerpos de nuestrxs esclavizadxs, nuestrxs migrantes, nuestrxs empobrecidxs, nuestras mujeres, nuestros rarxs, nuestrxs desposeídxs, nuestrxs soñadorxs de libertad. En y a través de ellxs, nosotrxs, Antillanxs, isleñxs, pueblos caribeños, estamos en pie. Las cimarronas no mueren. Nosotras no morimos.*
*Publicado originalmente en Ahora la turba.
Referencias
[1] Este texto fue originalmente escrito y divulgado en redes en inglés el 17 de julio de 2019, con el objetivo de lograr alcance y difusión de la lucha en el archipiélago puertorriqueño en el Caribe anglófono y en las diásporas. En los días subsiguientes, Annie Paul lo publicó en su bitácora Active Voice en Jamaica: https://anniepaul.net/2019/07/20/the-maroons-are-deathless-we-are-deathless/ y Marisol LeBrón hizo posible su publicación en The Abusable Past: https://www.radicalhistoryreview.org/abusablepast/?p=3145. He actualizado el texto para su publicación en español tras la renuncia de Ricardo Roselló la noche del 24 de julio. Sueño con publicarlo también en francés, holandés y los criollos caribeños. Cualquier colaboración solidaria al respecto de su traducción será muy agradecida. Puede escribirme a [email protected].
[2] Véase el exhaustivo análisis de la ley PROMESA que ofrece María de los Ángeles Trigo en su libro Los Estados Unidos y la PROMESA para Puerto Rico: un análisis de la ley para la supervision, administración y estabilidad económica de Puerto Rico (América en Libros, 2017).
[3] De la robusta documentación sobre estos asuntos, destaco las siguientes referencias: Joseph Stiglitz y Martín Guzmán, “From Bad to Worse for Puerto Rico” (https://www.project-syndicate.org/commentary/puerto-rico-debt-plan-deep-depression-by-joseph-e–stiglitz-and-martin-guzman-2017-02#comments); Evaluz Cotto Quijano, “How the Triple Tax Exemption on Puerto Rico’s Bonds Financed Its Territorial Status –and Helped Spark Its Debt Crisis” (https://promarket.org/triple-tax-exemption-puerto-ricos-bonds-financed-territorial-status-helped-spark-debt-crisis/); José Caraballo Cueto, sus columnas en el periódico El Nuevo Día, tales como “¿Qué causó la crisis de deuda?” (https://www.elnuevodia.com/opinion/columnas/ quecausolacrisisdedeuda-columna-2434509/); Ariadna Godreau-Aubert, Las propias: apuntes para una pedagogía de las endeudadas (Editora Educación Emergente, 2018); el trabajo del periodista investigativo David Begnaud y del Centro de Periodismo Investigativo sobre el agravamiento de la crisis después de María; Naomi Klein, The Battle for Paradise; Anayra Santory Jorge, Nada es igual: bocetos del país que nos acontece (Editora Educación Emergente, 2018); el trabajo de Yarimar Bonilla, especialmente, su columna, “Trump’s False Claims about Puerto Rico Are Insulting. But They Reveal a Deeper Truth” (https://www.washingtonpost.com/outlook/2018/09/14/trumps-false-claims-about-puerto-rico-are-insulting-they-reveal-deeper-truth/?noredirect=on&utm_term=.889fcc7ab85b) y la plataforma Puerto Rico Syllabus at https://puertoricosyllabus.com; la reciente columna “When Disaster Comes for the University of Puerto Rico” de Rima Brusi, Isar Godreau y Yarimar Bonilla (https://www.thenation.com/article/when-disaster-capitalism-comes-for-the-university-of-puerto-rico/); y el número especial “Crisis” de la revista Voces del Caribe, de próxima publicación, editado por José Atiles, Jeffrey Herlihy y esta servidora.
[4] Para más información sobre soberanías comunitarias actuales en Puerto Rico, visite la Red de apoyo mutuo de Puerto Rico en https://redapoyomutuo.org.