Las palabras que dejó María
La fe es esperar
en esta fila
a que la máquina funcione.
—Mara Pastor
En los refugios el tiempo transcurría lento. A veces, no pasaba nada entre ración y ración. Quizás alguna visita de un político o la conversación cotidiana acerca de la ansiedad por el agua, por la luz, por no saber de los seres queridos, por haber perdido todo lo material y tanto de lo emocional. Grupos de artistas comenzaron a visitar, algunos llevaban teatro, otros literatura, música y así. Porque cuando la vida se reduce a sobrevivir, del espíritu también hay que ocuparse. Vivirá sí el cuerpo de pan y agua, pero nuestra esencia necesita algo más.
Y fue ése territorio, el del otro alimento, el de la creatividad, el que llamó la atención de la editora estadounidense Jennifer Acker, de la revista literaria The Common, que dedicó su edición de otoño a Puerto Rico presentando un porfolio en el que fueron publicados textos de ficción, de no ficción y poesía de autores puertorriqueños. Acker visitó la isla y entrevistó, indagó y leyó numerosos libros de autores locales y de la diáspora para armar esta edición.
Voces como Ana María Fuster Lavín, Hugo Ríos Cordero, Tere Dávila, Carina del Valle Schorske, Mara Pastor en traducción de la poeta venezolana María José Giménez, Ricardo Alberto Maldonado, Cezanne Cardona Morales, Samuel Miranda, Mercedes Trelles Hernández, Peggy Robles-Alvarado, Christian Ibarra, Mercedes Trelles Hernández, Adál, Francisco Font Acevedo, Rafael Trelles, Willie Perdomo, Carmen Graciela Díaz, Vanessa Vilches Norat y quien escribe estas líneas, integran la selección de textos sobre Puerto Rico.
Para cada uno la experiencia de la traducción al inglés, o del propio proceso creativo, les permitió procesar lo vivido desde un nuevo lugar. Después de todo, cuando no hay agua, no hay comida, no hay lo esencial, hay que cuestionarse, aunque duela y amargue: ¿para qué la literatura?
“Uno de mis textos es un fragmento de una crónica que escribí del día 29 después del huracán, acerca de una mujer que llegó desorientada por el Parque Luis Muñoz Rivera hacia el Tribunal, murmullando que lo había perdido todo. Se desnudó y arrojó al fango. Una compañera consiguió ropa en una oficina y la vistieron. Luego vi cómo se la llevaba una ambulancia. Refleja ese dolor de habernos quedado desnudos y frágiles, sobre lo que nos queda es unirnos y ayudarnos en lo que sea desde lo cotidiano hasta lo emocional. Mi otro texto en la revista es un cuento gótico post huracán, pues hasta a los seres de la noche les alteró su vida. En ambos hay una necesidad “del otro”, de estar, abrazarnos, unirnos y caminar. El género gótico y la niña vampira, es también una metáfora de lo abandonados, desvalidos e incomprendidos, pero desde nuestra realidad buscamos cómo salir”, describe Ana María Fuster, para quien “La literatura muerde la sensibilidad y jamaquea el silencio. Es nuestro mecanismo más auténtico. Leer, escribir, unirnos y actuar”.
Christian Ibarra, quien es escritor y periodista, trabajó con las editoras la traducción de un texto previo, “porque digiero las cosas a la velocidad del caracol”. Al principio no se dieron cuenta que el cuento tiene lugar en Chile.
“Trata sobre tres amigas que sobreviven la dictadura de Augusto Pinochet y la vejez, en parte gracias al milagro de la amistad que las une. En un principio me pareció curioso que eligiera ese texto, pero más tarde algo me hizo clic. Vivir en una colonia como la nuestra, bajo una Junta de Control Fiscal tiene mucho de dictadura. Y sobrevivir en un país como el nuestro —antes, pero más aún después del huracán María— es una proeza que también es posible en gran medida gracias a la amistad. Porque es una especie de refugio y salvavidas”, reflexiona para quien “leer es vivir dos veces. Cuando un libro, por ejemplo, retrata una guerra, la vivo y regreso ileso. Y ya no soy el mismo. En ese sentido, en cualquier contexto, amplifica nuestra visión de mundo y ayuda a entenderlo y a entendernos mejor”.
Un regreso a lo salvaje
A juicio de la escritora Tere Dávila “un evento como María nos afecta tanto que hay que explorar todas las vías para digerirlo”, dice al referirse al hecho de que su cuento es un relato de horror, de lo paranormal.
“Pasó el huracán y mi patio se infestó de ratas que perdieron sus nidos. Suena horrible, y lo fue. Pero también me dio una perspectiva real sobre lo que no vemos o no queremos ver, lo que se esconde y espera, paciente, y que un día probará ser más resistente que nosotros. En el texto hablo de ejércitos de insectos y roedores que nos vencen en números y que son los verdaderos herederos del planeta. Así mismo, somos parte de ese mundo, compartimos no solo su espacio, sino su ADN. El cuento explora la posibilidad de un regreso a lo salvaje.
Las letras de Francisco Font Acevedo junto a la obra plástica de Rafael Trelles, unidas en el proyecto Santurce: un libro mural, se incorporan en la revista y la resonancia fue natural. “La historia no acaba ni comienza con María: hay preocupaciones, tribulaciones y alegrías que siguen y deben seguir”, observa Font Acevedo acerca de la obra en la que explora el Santurce profundo.
“La literatura sigue haciendo lo que siempre ha hecho: dejar constancia y cuestionarlo todo. Cuándo aquilataremos plenamente lo ocurrido es una pregunta abierta. Creo que sí hay un antes y después de María, y que lo mejor en todas las artes está siempre por venir”, dice.
Paradas y poemas en la gasolinera
La cronista Carmen Graciela Díaz documentó la Parada Puertorriqueña en Nueva York, tras el huracán, desde una mirada cercana. “Cuando pienso en María, pienso en dos huracanes: el huracán físico que atravesó a la isla y, por otro lado, el huracán simbólico que cubrió a Puerto Rico y su diáspora. A María la viví fuera de la isla, con todas las angustias y pérdidas que eso supone… Ser testigo de las banderas vestidas de luto y de tantas formas de solidaridad y protesta de puertorriqueños en la Quinta Avenida de Manhattan me conmovió tanto. Con este texto quise, de algún modo, usar una fiesta de identidad y herencia para subrayar que la diáspora también vivió el huracán y que la solidaridad con la isla es, de veras, una de las manifestaciones más genuinas de ser puertorriqueños, aunque sea desde lejos.
Mara Pastor escribió el primer poema después del huracán, “Después de la tormenta” en una gasolinera. “Los otros dos poemas fueron escritos antes, pero, de alguna manera, a veces pienso que lo que escribí en ese tiempo tiene algo premonitorio, algo que ya intuía que vendría un acontecimiento mayor. Tanto en el poema Falsa heladería como en Orilla natal hay una reflexión constante sobre lo que significa para mí querer (sobre)vivir en esta isla. También, incluyeron un bellísimo ensayo de Carina del Valle Schorske sobre mi último libro, en el que ella habla de la conexión entre la creación poética y mi cuerpo en gestación durante el huracán, lo que marcó hondamente mi manera de sobrellevar ese proceso, pues tenía dos meses de embarazo al momento de la tormenta”, comparte Pastor quien se vuelca al lenguaje a la hora de pensar en el cambio social. “En un país en el que el Gobierno troncha constantemente la posibilidad de que el pueblo se eduque y preserve su cultura, cada libro que se publica es un acto de infinita resistencia”.
La presentación oficial de la colección se llevó a cabo a principios de noviembre en Amherst College, institución que cobija la publicación. El evento se llevó a cabo en un edificio amplio, de techos altos y estructura industrial denominado The Powerhouse. A los asistentes nos explicaron que se llamaba así porque allí estaba ubicado el centro de control de la electricidad del lugar. Allí hubo algo así como una planta eléctrica gigante y allí hablamos de la oscuridad de aquellos días. En todas partes, hay literatura.