Las riquezas de estas costas
Sobre A toda costa: narrativa puertorriqueña reciente de Mara Pastor.
Organizar una antología no es tarea fácil. Lo digo por experiencia propia. Pero es tarea necesaria, importante, hasta imprescindible. Una antología intenta siempre organizar un conjunto de piezas sueltas que todavía no forman una totalidad; transformarlas en un sistema lógico y representativo, en un sistema que revela y describe una realidad que va más allá de las piezas que la componen. En el caso de las antologías, la suma es siempre más que la totalidad de sus partes porque el resultado último es un nuevo cuadro de esa realidad, un cuadro que presenta una imagen que tiene sentido, un nuevo sentido.Por eso mismo y además, una antología siempre representa un riesgo que se corre quien la compone. Es, sencillamente, una apuesta. Es que quien prepara la antología intenta establecer qué es lo válido, lo importante y lo necesario de esa realidad y en un momento. Pero la necesidad supera el riesgo y por ello hay estudiosos, como ahora Mara Pastor, que deciden enfrentarse a nuestra realidad literaria, seleccionar lo que cree debe sobrevivir, porque es lo mejor, y presentar una visión coherente de esa totalidad.
Casi nunca una antología sale sin un prólogo explicativo donde, al menos, se justifica la selección o se aclara el principio organizativo. Hay al menos dos maneras en que nos podemos acercar a esa tarea necesaria, la del prólogo. Por un lado, hay prólogos que meramente establecen que se hizo una selección porque se consideraba que las piezas incluidas son/eran las representativas del momento o las que representan la realidad literaria que hay /había que preservar. En cambio, hay otros que, sin negar su carácter de apuesta —siempre se apuesta cuando se organiza una antología— deciden usar las piezas que se incluyen para crear un cuadro explicativo de la realidad literaria con que se trabaja y, quizás, ir más allá, a la sociedad misma que las produjo. El primer tipo de prólogo tiende a ser breve porque pone el énfasis en los textos incluidos y no en sí mismo. El segundo, en cambio, tiende a ser más largo porque intenta ofrecer un cuadro explicativo o un conjunto que represente una realidad que va más allá de los textos mismos. En ese segundo caso se usan los textos como piezas o pruebas para explicar el gran cuadro literario y/o social que sirve de base a la antología. Mara Pastor, esencialmente poeta, escogió en este caso la primera ruta. Así lo establece claramente; por ello dice escueta y directamente que “nuestra apuesta es sin duda por el lenguaje” (16).
Esta declaración de la antóloga encierra múltiples e importantes ideas. En primer lugar, establece que no va a intentar crear un gran cuadro explicativo a partir de las piezas narrativas que recoge, que no va a darnos un prólogo del segundo tipo que hemos descrito. Su interés no es el de la historiadora de la literatura —¿por qué estos textos deben aparecer juntos?— ni la de la historiadora social —¿cuál es el cuadro de su sociedad que estos textos ofrecen?—. En segundo lugar, con esta frase, Pastor, también y de manera indirecta, rechaza un sistema organizativo por las llamadas generaciones. (¡Bravo!) Por ello mismo los narradores incluidos se presentan por orden alfabético —de Acevedo a Vilches— y no por fechas de nacimiento. A la vez, Pastor descarta el sambenito de las generaciones al incluir en su antología, por ejemplo, a Marta Aponte Alsina quien había sido descartada de otras que decían rechazar el principio generacional pero que en el fondo lo aceptaban al no incluir a esta importante narradora.
El prólogo de Mara Pastor está estructurado poéticamente a partir de las acepciones de la palabra costa y de las frases hechas a partir de esta palabra. Este es un prólogo profundamente poético, como era de esperarse dada la producción principal de la propia antóloga. (Inspirado por ella, uso la misma palabra para darle título a esta nota.) Dado ese carácter altamente poético del prólogo, hay que leerlo entre líneas para entender claramente los presupuestos que lo forman y determinan la selección de piezas que componen el libro que, sabiamente, no se limita al cuento, sino que incluye también fragmentos de novelas. Esta es una antología de narrativa.
¿Por qué esta antología? ¿Qué necesidad hay de ella? Cada cierto número de años —no me atrevo a proponer cifras por no caer en la trampa de la teoría de las generaciones— se hace necesario hacer un inventario de nuestra producción y de tratar de establecer un canon con esas piezas seleccionadas. Pero Pastor va más allá de ese necesario recuento de logros y ese reconocimiento de méritos. Es que nuestras riquezas literarias ameritan su presentación al público en general y, en particular, amerita una presentación a los lectores extranjeros. Pastor aclara que “[e]n este momento, la literatura puertorriqueña es prolífica como un árbol frutal que, ante la posibilidad de morir, a costa de haber perdido todas las hojas, dieron abundantes frutos después de la tormenta.” (16). La selección de textos incluidos claramente evidencia esa riqueza que ella quiere compartir con otros lectores no puertorriqueños: Carlos Fonseca, Ana Teresa Toro, Luis Negrón, Vanessa Vilches, Eduardo Lalo, Cezanne Cardona, Rafael Acevedo, Marta Aponte, Pedro Cabiya, entre otros, son algunos de los narradores aquí incluidos que definitivamente prueban que el árbol de las letras puertorriqueñas no ha muerto y que, al contrario, ofrece ricos frutos que debemos compartir. Con humildad, Pastor, quien ha publicado cuentos y relatos, no incluye un texto suyo en la antología; pudo aparecer. Pero los que sí incluye le dan la razón: la narrativa boricua es rica; las riquezas de estas costas ameritan ser conocidas más allá de ellas.
Un punto de interés sobre la selección hecha por Pastor: la ausencia de escritores puertorriqueños de la llamada diáspora. Fuera de la Isla y en inglés, se ha dado una abundante e importante producción narrativa que hay que reclamar como parte del conjunto mayor que son las letras puertorriqueñas. Escritores como Judith Ortiz Cofer, Ernesto Quiñónez, Pedro Pietri, Piri Thomas y Willie Perdomo, entre otros, han publicado en inglés cuentos y novelas de importancia que hay que incorporar al gran cuadro de la narrativa boricua. Mayra Santos-Febres y Ángel Darío Carrero así lo hicieron cuando publicaron En el ojo del huracán: nueva antología de narradores puertorriqueños (2011), antología que tiene serias fallas pero que sí tiene una visión menos insular que esta al incluir textos narrativos de boricuas que escriben en inglés. Pero creo que hay que recordar que A toda costa… se publica en México, lo que quizás pueda explicar la ausencia de estos textos de la diáspora.
El mismo dato —la publicación del libro en México— nos haría pensar que el prólogo ideal para esta antología sería uno que explicara más detalladamente el contexto literario y social en que se produce esta rica narrativa. Un prólogo de esa índole les serviría a los lectores no familiarizados con nuestras letras e historia el entender mejor las obras incluidas. Pero, como señalaba, Pastor opta por otra apuesta; apuesta por la calidad de los textos mismos y, por ello, le corta vuelo a su prólogo que se convierte en una hermosa metáfora y no en un texto académico explicativo.
Y yo apuesto por Pastor porque, como ella, creo que vivimos en un momento muy fecundo y valioso en nuestra narrativa; pero no dejo de preguntarme qué pensarán los lectores mexicanos, pongamos por caso, al leer los textos incluidos en esta antología, los textos mismos, sin una guía que los encamine en su lectura. Ello me hace pensar en una hipotética reseña mexicana de A toda costa… ¿La hay? ¿La habrá? Ese comentario del libro nos haría constatar la posibilidad de ganar con la apuesta de la antóloga.
Quizás esa hipotética e inexistente reseña mexicana —y no esta mía, concreta y boricua— sea la que más revele sobre la efectividad de esta antología. A pesar de la ausencia de ese imaginario y deseado comentario no puertorriqueño, a pesar de la ausencia de un prólogo explicativo, a pesar de los grandes riesgos de la apuesta de Pastor, le doy la bienvenida a esta antología que vuelve a confirmar que estas costas narrativas son ricas por su creatividad. Así lo confirman los textos aquí incluidos.