Lecciones del camino
Desde que comencé con una promesa de hacer el Camino de Santiago, mi enfoque de caminar ha sido desde el principio maleable e inquieto. Desde lo divertido de comprar el equipo adecuado y aprender qué botas usar, los kilos que puedo llevar en la mochila y el conocimiento práctico que se pasa de caminante a caminante (porque sí, hay mucha gente que camina calladamente), hasta el añorar en la semana de trabajo ese premio del final de cada vereda – el paisaje accedido. Caminar me ha permitido pensar y a la misma vez solo enfocarme en los gestos corporales simples del momento. Una caída, un mal paso se puede convertir en un tema en una vereda de difícil acceso y cumbres rocosas casi verticales. Aunque planifico la ruta, es poco lo que uno puede controlar. Hay una aceptación, como dice la escritora escocesa Nan Shepherd que “uno entra a la montaña”, uno no la conquista. Yo misma he pensado con mucha dificultad en articular cómo hacer un proyecto cultural y digital a base de mis experiencias en caminar por largas horas.
You’re walking. And you don’t always realize it,
but you’re always falling.
With each step you fall forward slightly.
And then catch yourself from falling.
Over and over, you’re falling.
And then catching yourself from falling.
And this is how you can be walking and falling
at the same time.
-Laurie Anderson

Detrás de mí, el Pico La Morra y el valle Cuchallión de Villasobrada, cerca de Sotres, Asturias, donde se puede apreciar parte de la vereda (centro de la foto hacia la derecha).
Tres lecciones aprendí caminando la Ruta Norte hacia Santiago de Compostela en España… después de todo fueron 110 millas en ocho días, un ascenso de cinco mil pies, y 25 libras amarradas como caracol en mi espalda, que no pasan en vano.
Lección uno- ser alegre. Levantarme no con la actitud de resolver todos los problemas que ha traído esta vida citadina en Puerto Rico. Levantándome con alegría. La humildad no es humillarme sino poner al servicio del otro mis destrezas con alegría. Hay mucha alegría en pasos solitarios y acompañados, pasos lentos y dolorosos, y otros rápidos con mucha urgencia. “Se pasan todo el día paseando, comiendo y durmiendo (los peregrinos). No hacen otra cosa. No trabajan nada”, me decía Dolores riéndose, la dueña de una taberna en un camino rural de Pedrouzo. Me servía una cerveza artesanal de la confección de un amigo. Ella les pide a los peregrinos que le escriban sus deseos en la etiqueta.

Komorebi es la palabra japonesa para describir cuando el sol se filtra a través de los árboles, en un juego entre la luz y las hojas. Saliendo de Baamonde a Miraz, Galicia.
Lección dos- “El silencio no es no hablar sino es cargarlo de sentido. Por lo tanto, si está habitado por un contenido es un silencio valioso”. Es decir, el silencio requiere contexto para dejar de ser mutis. A veces lo mejor es no contestar. Esto me lo dijo el monje y sacerdote Santi en el Monasterio Santa María en Sobrado dos Monxes en Galicia. Lo dijo casualmente mientras él barría frente a la celda que nos asignaron. Me sorprendió lo fácil que acepté su aseveración, sobre todo conociendo lo vocal que he sido en asuntos públicos que me ofenden y reconociendo lo importante de hacer publish los errores y la errancia. Pensé en los indignados… pero también pensé en el incesante ruido del discurso criticón y derrotista. Pensé en lo fútil de los programas políticos de la radio AM que dejé de escuchar este año y a los cuales era adicta. Pensé en la trivialidad presente en las redes sociales. Sí, me vino la imagen del artista Ernesto Pujol, que había sido monje, y sus performances de caminar lento, en silencio, de forma circular.

Subiendo hacia la cumbre de Peña Castil, Asturias, Picos de Europa. La franja gris arriba de la foto es una vereda rocosa, de esta manera se puede apreciar lo alto que estábamos.
Lección tres- La fe y la resiliencia están conectadas. Siendo espiritual pero no dogmática me sorprendió que no había hecho la conexión. La resiliencia en los creativos en los ambientes con altos estresores había sido enfoque de mi investigación doctoral. Pero la corporalidad de caminar, la fatiga física y psicológica que llama como canto de sirena me hizo cuestionar mi decisión continua de dar un paso más. A veces el camino era la mirada micro de la cabeza inclinada hacia el suelo porque levantar y ver la ruta se hacía insoportable. “Un paso más es un paso menos”, me dijo otro caminante que se me fue adelante rápidamente sin mirar para atrás, así es que nunca le vi el rostro. Pensé con mucha admiración en una amiga que a los 53 años emigró sola por la misma razón económica que muchos puertorriqueños y cómo sus caminos eran valientes.
Ahora aquí, esperando mi terapia física para un tendón inflamado en mi talón de Aquiles, otra lección. Es dejar ser, que cada uno tiene su asunto de cómo llevar su camino, aunque a mí me parezca que hay otras formas más efectivas de hacerlo. Estoy dispuesta a compartir trucos, consejos, y conocimiento replicado o adquirido por cuenta propia. Pero entendí que cada uno es responsable de cómo hacer el camino.
“Los caminos no tienen fin, pero nuestros pasos sí”, es un pensamiento escrito en varios lugares hacia Santiago. Aunque poético, no puedo concurrir. Hay caminos que terminan y aún los pasos nuestros siguen.