Legalizar la marihuana
El próximo martes 2 de noviembre, durante las llamadas mid-term elections en Estados Unidos, los ciudadanos de California, además de elegir a sus representantes al Congreso federal, votarán en un referendum por la Propuesta 19, con el propósito de legalizar el uso del canabis en ese estado. Ante la seria crisis fiscal en la que se encuentra el más poblado de los cincuenta estados, una iniciativa ciudadana ha impulsado una votación entre sus ciudadanos para la legalización del cultivo, la venta y el consumo de marihuana.
Ese mismo día Dakota del Sur y Arizona votarán para aprobar, o no, su uso médico. Mientras que en Oregón se votará para permitir a los agricultores de ese estado vender sus cosechas a los centros donde se dispensa la marihuana para usos médicos. En Puerto Rico también se hace evidente la necesidad de un debate serio sobre cómo regular nuestra sociedad, más acorde a la realidad de estos tiempos.
Un resultado afirmativo en la votación en este referendum californiano, permitiría a los gobiernos de los condados y ciudades del estado cobrar los impuestos que considere prudentes para gravar la actividad productiva y comercial alrededor del canabis, de la misma manera que se hace con las bebidas alcohólicas y los productos derivados del tabaco. Algunas encuestas sitúan en 52% el favor de la opinión pública para la legalización, 42% en contra y 6% de indecisos. Otras invierten las cifras, con un 43% a favor y un 53% en contra.

La legalziación de la marihuana contribuiría a la disminución del narcotráfico. Foto extraída del blog Semillasdemarihuana.com
Son muchos los que están pendientes al resultado de esta votación. En México, por ejemplo, están a la expectativa porque de los resultados de este referéndum, dependerán las acciones del estado mexicano con relación a su política antidrogas. El presidente Felipe Calderón lo expresaba de la siguiente manera. ¿Cómo encarcelar a un campesino mexicano por un cultivo ilegal cuyo consumidor en California lo disfruta bajo el amparo de la ley? México es el mayor productor de la marihuana que se consume en Estados Unidos. Su tráfico genera el 60% de las ganancias de los carteles de droga mexicanos, entre los cuales se disputa una guerra sangrienta por el control de sus mercados. Para los favorecedores de la legalización, ésta sería una estrategia efectiva para minar los ingresos de las organizaciones criminales mexicanas.
La ilegalización de la marihuana, y sus plántulas hermanas, es un hecho relativamente reciente. Tomemos de ejemplo a la planta de cáñamo, cuya prohibición es una de las pruebas de la actitud irracional del estado estadounidense con relación a la marihuana. Esta planta, de la misma especie de la marihuana pero sin las propiedades narcóticas de ésta, fue un cultivo esencial en la historia de la agricultura de Estados Unidos por su virtuosidad. De ésta se derivan múltiples productos (aceites, papel, lubricantes, materiales de construcción, paneles de madera prensada, soga, telas).
Su cultivo no necesita de fertilizantes, ni pesticidas, ni ningún desecho tóxico resulta de su manipulación industrial; contrario a los plásticos derivados del petróleo, el papel hecho de madera o las telas confeccionadas en algodón. Su cultivo era muy preciado durante la época colonial y se aceptaba su cosecha como pago de impuestos. George Washington y Thomas Jefferson la cultivaron con éxito y abundantes ganancias; mientras que Benjamin Franklin estableció una de las primeras fábricas de papel cuya materia prima era el cáñamo. Esto permitió que las colonias continuaran con la impresión de periódicos sin depender de Inglaterra para suplir su necesidad de papel. Muchas medicinas se confeccionaron, con resultados positivos, con los extractos del canabis durante todo el siglo 19.

Productos derivados de la marihuana. Foto extraída de www.lamarihuana.com
No es hasta la tercera década del pasado siglo que se comienza a mirar con recelo los efectos psicotrópicos de la marihuana. Sin embargo, fue el potencial industrial del cáñamo lo que provocó su prohibición. (No se cuánta coincidencia haya en que el fin de la prohibición del alcohol fuera casi simultáneo con el comienzo de la prohibición del canabis). La división de manufactura de papel de las empresas de William Randolph Hearst, que basaba la producción de papel en madera, y la DuPont Enterprises, que había patentizado el proceso para la fabricación de plástico del petróleo y el carbón, vieron amenazados sus intereses con la presencia de la planta. De ahí que movieran su mollero político para eliminar ese riesgo, cabildeando en el Congreso federal para que se legislara en su contra. En los periódicos de Hearst publicaban noticias sobre hombres negros que violaban a mujeres blancas bajo los pérfidos efectos del canabis y se estigmatizó al mexicano vago por marihuanero, recostado de un cactus bajo la sombra de su sombrero charro.
Para hacer valer la prohibición de las drogas se estableció una agresiva política belicista. En la década del 80 se establece la Guerra contra las Drogas que fue escalando a niveles internacionales durante la década del 90, en particular en Colombia, y en México durante los últimos años.
Las cada vez más dracónicas leyes contra las drogas han limitado los derechos ciudadanos garantizados por la Constitución y la Carta de Derechos, en particular porque prohíbe y penaliza acciones que no restringen, ni lastiman, el derecho de los demás. En esta guerra, que se ha concentrado en las clases bajas estadounidenses, se ha permitido que la policía se meta en nuestras casas o registre vehículos bajo la sospecha de delito, graba conversaciones y confisca propiedades de los acusados —incluso cuando no son culpables, pero la propiedad se mantiene confiscada por las autoridades—. En el caso particular de California, las fuerzas del estado federal han hostigado a los cultivadores, proveedores y consumidores de la marihuana autorizada para fines médicos. Recientemente Obama dio órdenes de desistir con este hostigamiento al establecer una política federal de no intervenir en los estados donde la marihuana es legal para fines médicos.
La persistente política de la Guerra Contra las Droga mantiene a muchas comunidades sitiadas o en estado de emergencia. La Policía invade indiscriminadamente, rompe puertas, y destruye propiedades y muebles sin pedir perdón ni reparar daños. Para muchos niños de esta sociedad guetificada la guerra contra las drogas es su realidad cotidiana. Así, crecen reconociendo el lugar que les corresponde, mientras las opciones se les van cerrando ante los inservibles servicios de educación que provee el mismo estado que los vigila.
Con una reevaluación de la política prohibicionista se reducirían los gastos policíacos, jurídicos y carcelarios destinados a la prevención del delito, su persecución y confinamiento del delincuente. Del mismo modo, se allegan recursos a través del cobro de impuestos a la actividad productiva que genere el cultivo, venta y consumo de la marihuana y sus derivados. Además, habría un estímulo económico resultado del consumo del canabis y la cultura que resulte de estas prácticas. Por otro lado, al sacar a la marihuana de los ambientes de la ilegalidad, muchos de sus consumidores en particular los más jóvenes, evitarían adquirir un récord criminal, lo que les impediría la obtención de becas para estudiar, oportunidades de empleo o préstamos para comprar su casa. Según estadísticas del año 2000 un 20% —más de 700 mil personas— de los confinados en instituciones federales cumplían sentencias por delitos relacionados con la marihuana, la mayoría de ellos por cargos de posesión.
A pesar de 75 años de prohibición de la marihuana en Estados Unidos su consumo ha aumentado en un 50 por ciento (de unos 50 mil a más de 27 millones de personas). Hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados distintos es una de las definiciones de la locura; de hecho, es una de las sentencias con la que advierten a los adictos en las reuniones de Narcóticos Anónimos. ¿Somos una sociedad adicta a la violencia que genera la guerra contra las drogas? ¿O simplemente somos muy miedosos de cambiar nuestras posturas tradicionales por métodos que van acorde a la realidad de estos tiempos ? ¿Por qué una sociedad tan alcoholizada y narcotizada con drogas de prescripción (analgésicos, tranquilizantes, antidepresivos) no puede convivir con la población que prefiere consumir marihuana? No sé, al fin y al cabo, lo más peligroso de la marihuana es ir a buscarla.