Licorice Pizza y The Lost City
El director y guionista Paul Thomas Anderson es uno de mis cineastas favoritos y, su filme There Will Be Blood, uno de los mejores de lo que va de siglo. Siempre hay en sus cintas algo especial y asombroso, o de una intensidad inesperada que, de primera intención, no parece “cuadrar” con lo que lo precedió. Su cuidadosa selección de los temas que ha de desarrollar es parte del talento que le permite ser novel sin aspavientos y sin obviedades. Al mismo tiempo, guarda unas memorias de sus propias experiencias que encuentran su camino al centro de sus guiones. Uno de sus secretos es colaborar con actores y otros artistas que ya han trabajado con él y, cuando se necesita, ser él mismo su cinematógrafo. Ese es el caso en esta cinta, en la que comparte ese papel con Michaels Bauman.
El cuento que ha elegido esta vez nos conduce por unos recovecos de nuestra memoria que emergen según nos va dando algunas pistas de los personajes, algunos disfrazados, pero obvios; otros con su propio nombre, sus llagas y sus pezuñas. El origen del personaje central es un misterio, pero está basado en alguien real. Gary Valentine (Cooper Hoffman) es un chico de 15 años, gordito y con acné para revelarlo, quien es carismático y emprendedor. Es un negociante dinámico y nada lo detiene de tratar de conseguir lo que desea. Vive en el valle de San Fernando en California, en otras palabras, en Los Ángeles, esa jungla urbana que aún es la ciudad de los sueños. Y soñar es parte de lo que hace Gary. Eso sí, lo que desea lo busca con ahínco. Lo hace cuando ve a Alana Kane (Alana Haim), una ayudante de fotógrafo que le lleva unos años (¡10!) y la invita a salir con él. En su tiempo libre (que es él quien mismo se lo toma), Gary es un actor juvenil y tiene que asistir a una audiciones para una película de Lucy Doolitle (Christine Ebersole; y léase en el personaje, Lucille Ball). Es una regla absoluta que, por ser un adolecente, debe tener chaperona. Como su madre no puede ir, se las agencia para que sea Alana la que lo acompaña.
Sus avances no son correspondidos, pero se desarrolla entre ellos una amistad especial que es la parte tierna y, simultáneamente, graciosa de la película. Su pico dramático, sin embrago, es cuando aparece el futuro compañero de Barbra Streisand, Jon Peters (Bradley Cooper en una actuación hilarante y violenta). Según está representado, Peter era medio loco (aún vive) e incontenible: un chico malo grande que se comportaba como un animal travieso en la jungla donde vivía.
Por su desfachatez, por sus ideas y referencias, la película, que es la primera, tanto de Hoffman (hijo del gran Phillip Seymour Hoffman) como de Alana Haim, es deliciosa. Los dos novatos se pasean por su jungla como si fuera su territorio.
La jungla en la que se pierden Loretta Sage, también conocida como Angela (Sandra Bullock) y Alan Caprison mejor conocido como Dash McMahon (Channing Tatum) es mucho más peligrosa que Los Ángeles, o por lo menos, eso nos quieren hacer creer. Loretta es una escritora que vende libros de romance como si fueran pan caliente y está ya que lo que quisiera es que la aprecien los que escriben literatura serie. Peor es que sus libros se venden más por sus portadas que por lo que cuentan. En ellas aparece, siempre medio desnudo, Dash, quien es una parodia de Fabio, el modelo y “actor” quien en los años 80 apareció sin camisa en la cubierta de libros “románticos” y se hizo famoso. A pesar de eso, Loretta es una investigadora seria de la arqueología, cosas que usa en sus tramas, y ha descubierto parte de una especie de jeroglífico que puede conducir a una remota isla donde está la ciudad perdida y “La corona de Fuego”, que confiere poder y riquezas inimaginables. Un tipo que tiene más dinero que hojas hay en la jungla, pero que quiere más, decide que ella lo puede conducir a donde está la corona. Con el nombre ambiguo de Abigail Fairfax (Daniel Radcliffe, bastante lejos de Harry Potter), el muy bandido rapta a Loretta, pero Dash es testigo del secuestro, y, como está secretamente enamorado de ella, contrata a un miembro de la CIA (Brad Pitt), para ir a rescatarla.
Con ecos de alto volumen de las aventuras de Indiana Jones y de las películas de los 80 de Michael Douglas, Katheleen Turner y Danny de Vito (Romancing the Stone y The Jewel of the Nile), la película es divertida, bastante obvia, pero simpática.