Living: ¿un corredor sin salida?

Bill Nighy en el papel principal de Living
Los que vieron y recuerdan Ikiru (To Live), el famoso filme de Akira Kurosawa de 1952, sabrán que tanto aquel como este, están basados en “La muerte de Iván Ilich” (1886) de León Tolstoi. En este caso, los productores le han concedido al gran Kazuo Ishiguro (Premio Nobel de Literatura 2017) que adapte el guion al Londres de 1953, y al cinematógrafo Jamie D. Ramsay que recree el ambiente de esa ciudad en aquella época. Con esa ayuda experta, el director Oliver Hermanus narra la historia trágica, a veces agridulce, de Mr. Rodney Williams (Bill Nighy) un burócrata del departamento de Obras Públicas del condado que participa de la ineficiencia de su departamento con gran elegancia. Es una actitud que, aparentemente, exhiben todos los que trabajan en el edificio bajo el mandato inepto del jefe supremo Sir James (Michael Cochrane) quien, presumimos, es director por sus conexiones en el servicio civil del tambaleante imperio.
El principio de la película nos introduce a los subalternos de Williams y descubrimos que, no solo le temen, sino que han aprendido a ser tan inservibles como él. Pasar los problemas de un sitio a otro, de una división a otra, y de escritorio en escritorio, parece ser el cénit de los logros del grupo. A pesar de que admiran a su jefe, no encuentran cómo progresar a acciones que en realidad resuelvan los problemas que les traen los ciudadanos. Un grupo de mujeres que quieren convertir en un parque para los niños del vecindario, el lugar en que una bomba de la Segunda Guerra (en otras palabras ¡de hace siete años!) dejó hecho un escombro, se encuentran dando tumbos entre las divisiones y las secciones del departamento sin conseguir que alguien las oiga y las ayude.
Sin en realidad darse cuenta, Williams es partícipe de esa desfachatez hacia el ciudadano. Él, viudo, tiene además un problema con su hijo y su esposa a quienes lo único que parece interesarles es si han de heredar la casa que comparten. El problema mayor es que Williams enfrenta una enfermedad mortal, situación que no le ha revelado a nadie. El día después que se entera que tiene de 6 a 8 meses de sobrevivencia, se va a pasarlo bien a una ciudad cerca del mar y falta al trabajo, lo que pone en alerta a sus colegas. Cómo esa experiencia comienza a alterar sus automatismo es lo que vamos viendo desarrollarse.
La película examina las luchas de Williams, en sus postrimerías, contra la burocracia y su búsqueda final del significado de su vida.
Como uno de los temas principales de la película, la ineptitud de la burocracia está acentuada y, la seriedad con la que se persigue la ineficiencia como si fuera lo contrario, provoca risa interna en el espectador; es la parte leve de la cinta. Por otro lado los problemas de la vida familiar confirman que Williams tiene dos enfermedades mortales: el cáncer y la vida que lleva. El guion tiene gran fuerza emocional, y nos hace pensar en el abismo que se esconde debajo de nuestro sentido ilusorio de lo que es la vida.
La música original de Emilie Levienaise-Farrouch, intercalada con ofertas de música popular de la época, ayuda a que el tono de la cinta no sea demasiado lúgubre y a veces nos transporta a pensar que, después de todo, Williams tiene momentos de felicidad que sencillamente no nos revela. Eso se hace realidad, a pesar de que no hay posible redención para el personaje, por la actuación sensible, tierna y, a veces, sorprendente de Bill Nighy en el papel principal. Dentro de la rigidez de la manera de ser del personaje, Nighy ha logrado trasmitir los matices emocionales que por tanto tiempo parece haber suprimido Williams. En una estupenda serie de flashbacks nos va dando conocer el hombre a quien la muerte cercana hizo finalmente vivir a plenitud.