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(¿) Lo normal (?)

Miguel Ángel Torres AponteMiguel Ángel Torres Aponte Publicado: 12 de junio de 2020



A casi todo el mundo le incomoda dialogar sobre las clases sociales. De los tratos preferenciales, o los sutiles y poéticos mal tratos que coexisten entre todxs nosotrxs. Existen evidentes jerarquizaciones entre ellas, sin embargo, casi todo el mundo rehúye hablar sobre ello. Incluso, existen jerarquizaciones en la médula de cada estrata social, es decir entre los pobres existen los más pobres, los indigentes, el de o la de caserío y barriada o los y las que viven en un estudio pequeño en la parte de atrás de una casa grande de una urbanización cerrada, por mencionar algunos ejemplos. El o la que estudió viniendo de “abajo” simplemente se les dice que se superó, aunque apenas le alcance para sobrevivir; pero se le etiqueta de igual manera con un reconfortante y artificioso: “¡Viste que se puede!”. A los que llamamos ricos también se les etiqueta como personas egoístas, maltratantes, mezquinos o avaros. Usualmente, en nuestra Isla, se les llama “blanquitxs” “riquitillxs”, “guaynabichxs”, etc. El o la que gana $120,000 al año se comparará con el o la que gana $500,000, y dirán que están pelaos’, y así… Pero muy pocas personas se anclan en una conversación casual sobre este asunto. Claro está, que los y las intelectuales podrán citar a Paulette Dieterlen o Zygmunt Bauman, o a casi todos los autores y autoras con mollero teórico con la intención de robustecer la autoridad de sus propios comentarios. Es totalmente válido, por supuesto, siempre y cuando no se estacionen en el acostumbrado juego de elucubraciones y circunloquios academicistas que lo único que busca es ensayar ese juego cerebral para probar quién sabe más que quién.

El capitalismo siempre se ha mordido su propia cola cíclicamente. Siempre termina en un ciclo agónico de apuros estomacales y desastres socioeconómicos, donde el peso de sus propias contradicciones lo coloca en una encrucijada filosófica que termina siendo siempre la crisis de los pobres y de la inacabable lista de marginados por igual. Sin embargo, en este doble encierro (metafórico y físico) no todo el mundo sufre con la misma equivalencia social de igual modo. Aunque la pandemia por el COVID-19 es una fenómeno histórico y global, no todos los ciudadanos y ciudadanas sufren las consecuencias de manera equitativa, por supuesto. Las relativas equivalencias ciudadanas que nos quieren hacer creer las “voces oficiales” de nuestro país no son análogas entre las clases sociales. Por ejemplo, el o la que tiene solvencia económica “cómoda”, con buenos ahorros, inversiones, etc. pueden enviar a su ayudante personal o mucama para que les hagan sus compras, obligándoles a limpiar los artículos y exigirles sus propios procesos de rigor de desinfección. Esa persona, por otro lado, tiene que hacer también sus propias compras para su familia, por lo que estará mas expuesto o expuesta a un potencial contagio con mayor facilidad.

Además, en esta situación, es altamente probable que los cursos o las clases a distancia no se aprovechen de la misma manera que una clase presencial, sobre todo para los más chicos, que necesitan más estímulos sensoriales con todos los tipos de mecanorreceptores. Si los cursos a distancia que han impartido los colegios privados han conllevado un reto doméstico de por sí enorme, entonces el Departamento de Educación Pública debe y está convertido en un laberinto inmutable prácticamente imposible de reconciliar. Sobre todo, porque la mayoría de sus estudiantes provienen de familias de bajos recursos económicos, donde un número considerable de estos hogares tiene acceso limitado o ningún acceso a internet o computadoras, entre otras tantas limitaciones frecuentes y caseras. Si se inventan (improvisadamente como siempre) un sistema nuevo de cursos a distancia, o las prodigiosas alternativas que están proponiendo para las opciones presenciales seguirá siendo igual de desgarradores los resultados académicos y sociales, sobre todo para los estudiantes del sistema público. Entonces, vuelve y brota el rizoma del clasismo sistemático puertorriqueño, pariente cercano del racismo sistémico contra los afroamericanos por parte de uno de uno de los gobiernos más crueles y tontos de toda la historia moderna, explicado de manera expedita en el video “Systemic Racism Explained”: https://youtu.be/YrHIQIO_bdQ.

Tenemos un gobierno que funcionalmente no existe. Aquí, detrás de mi computadora, puedo estar teorizando y denunciando creativamente muchos maleficios gubernamentales sin más. Sin embargo, el huracán María y los recientes terremotos nos han enseñado que es la organización comunitaria la que define nuestro tesón y valentía a la hora de actuar para el orden y el beneficio común. Gracias a nuestro irónico exceso de traumáticas experiencias, no podemos esperar una respuesta honesta y transparente de ningún gobierno electo para una ayuda seria, eso ya debemos entenderlo. Los que somos padres y madres de menores tenemos la situación todavía más complicada, y ni hablar de las familias uniparentales. Ahora no hay campamentos, muchos y muchas están desempleadxs y utilizando los últimos cartuchos de estabilidad económica, pedagógica y psicológica con nuestros niñxs. Nos hemos acostumbrado demasiado a unas comodidades que el sistema económico actual ha cimentado como necesidades fundamentales y necesarias. Por otro lado, estoy viendo con entusiasmo a vecinxs haciendo huertos caseros y organizando actividades con los niños y niñas del vecindario. Utilicemos la voluntad, el conocimiento o la especialización de cada cual para empinar el verano de nuestros críos. Quizá no de manera “normal”, sino creativa; que es, probablemente, mucho más productivo que los tratos, a veces genéricos, de muchos campamentos. No todo se resuelve con dinero. El amor no se demuestra únicamente con la inversión de capital en la educación y las actividades “extracurriculares”. ¿Cliché? Pero cierto. No nos podemos aburbujar en el cautiverio, que ya empieza a tornarse demasiado sospechoso. Claro, todavía queda el paradigma de las clases o cursos a distancia el próximo agosto o la alternativa del “interlocking”, y quién o quiénes se quedarán con los niñxs si ambos tutores trabajan o, si no tienen solvencia económica suficiente para contratar un tutor o tutora, o cuidador. Y de harto sabemos, que la dichosa soga se deshilacha siempre por el mismo puto sitio.

Los “pobres” a menudo se ven forzados a cruzar fronteras y a veces llegan hasta el límite de lo legal o lo rebasan para poder sobrevivir cuando el gobierno es evidentemente opresor. Es innegable que este cuatrienio gubernamental ha sido uno de los más ineficientes, crueles y mortíferos de nuestra historia reciente. Yo, en lo personal, estoy muy deseoso de ver esta nueva realidad de la cual medio mundo está hablando. ¿Cuál será? ¿Ir a Plaza las Américas sin cita previa? ¿Enfrascarse nuevamente en el acostumbrado “tapón”? ¿Ir al cine a distraerse un ratito? ¿Flexibilizar el toque de queda? Me pregunto: ¿alguna vez hemos tenido una nueva realidad, o una realidad relativamente normal? Si la realidad de nosotrxs siempre ha sido la misma: sobrevivir y luchar por los siglos de los siglos y, si lo tenemos que seguir haciendo, pues lo haremos. Por supuesto que, Las Real Housewifes de Miramar y sus Husbands que interpreta Teatro Breve pensarán y vivirán en su propia y estable normalidad, como siempre.

Se me ocurre algo: ¡Cuando esto se acabe, deberíamos festejar al unísono con la canción de Joan Manuel Serrat, Fiesta!

Dale…

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Miguel Ángel Torres Aponte
Autores

Miguel Ángel Torres Aponte

Artista plástico, poeta y baterista, (Ponce). Obtiene un bachillerato de la Escuela de Artes Plásticas y Diseño de Puerto Rico (escultura y pintura) y una maestría en Estudios Culturales Puertorriqueños y Caribeños del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, especializándose en la obra de Luis Llorens Torres. Certificado por el Smithsonian Institution (Museum Studies) Washington D.C.: “Merging Conservation with Fabrication” y “Management of Museum Collection”. Certificado por la American Alliance of Museum (AMM), Boston Massachusetts: “Exhibition Design and Collection Management”. Certificado por el Instituto Latinoamericano de Museos (ILAM): “Diseño y montaje de Exposiciones” (Taller virtual). Certificado en “Edición y Artes Editoriales” de la División de Educación Continua y Estudios Profesionales (DECEP) de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Ha exhibido en las principales salas del país. Su trabajo plástico se encuentra en colecciones privadas, en Puerto Rico y el exterior; el Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico y el Museo de Arte de Caguas. Ha colaborado como columnista en el periódico El Nuevo Día, en varias revistas académicas, en la revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña y en la enciclopedia de Puerto Rico en línea (enciclopediapr.org). Su obra poética ha sido premiada y publicada en varios certámenes antológicos de poesía nacionales e internacionales. Sus exhibiciones individuales son Metapinturas (2002), El triunfo del desespero (2007) y Residuos de la memoria (2018). Su participación en la escena artística local ha sido frugal pero constante, haciendo de él un artista escurridizo mas no trivial. Trabaja en el Museo de Arte de Puerto Rico desde el 2000 como Preparador de Exhibiciones.

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