Lo último en la avenida

Lo último en la avenida
Esa visión de Santurce, que data del 1915, pudo ser vigente cuando nació Kako excepto que contrasta con la imagen provista por Modesto Gotay en su Guía de las calles y callejones de Santurce, también citada en La antología del olvido. En el 1938, a los dos años del nacimiento de Kako, Gotay describía a Santurce como «un barrio disparatado,» lleno de calles mal olientes y mal trazadas, algunas con nombres extranjeros, donde una doña una vez le sacó la lengua para luego atizarle un perro y donde un barbero lo amenazó con degollarlo.
En el mismo año en que Gotay escribió, Gustavo Palés Matos observó que de los dos macelos de San Juan, uno, que bien podría haber sido el del área cercana al Caño Martín Peña, «Es una verdadera gusanera que produce asco a la vista y al olfato menos sensible.» Así que fue en ese ambiente de disparate y asco donde nació Kako, aunque dudo mucho que él se dio por enterado y supongo que la otra mujer que le salió con groserías a Gotay cuando él le preguntó el nombre de una calle, nunca tuvo nada que ver con la familia del timbalero.
Ismael Rivera, que también nació en Santurce pero en 1931, nunca leyó la crónica de Manuel Fernández Juncos del ómnibus del señor Capetillo en la que describe al Santurce de 1928 como un barrio admirable por su parque, sus jardines, y sus deliciosas viviendas. Fernández Juncos ofrece su elogio en contraste con el Santurce del segundo tercio del Siglo XIX, que por una de esas ironías de la crónica histórica, se parece mucho al Santurce descrito por Gotay y Palés Matos en el 1938. Es decir, que el Santurce que éstos describen en 1938 aparece más o menos como el Santurce del Siglo XIX que Fernández Juncos pinta como «un sucio y casi estéril arenal con intermitencias de caños, ciénagas y pequeños montículos que parecían tumores del terreno.»
En el1928, Fernández Juncos coincide con el pensar de Chevremont en 1915, pero es refutado diez años después por Gotay y Palés Matos, como si la copla jibaresca del Siglo XIX, En Cangrejos viví un año/y la jambre me mató…, siguiera vigente en el primer tercio del Siglo XX en ese barrio donde negritos desnudos salían corriendo al ver a un hombre blanco, donde algunos jóvenes se entretenían tirándole piedras a perros famélicos y si alguien les llamaba la atención terminaba siendo apedreado junto con los perros, y donde sus calles disparatadas, algunas «llenas de arena de oleaje, arena nigüera, calles mal olientes, algunas con flor de agua en el mismo medio,» eran el vertedero de primera opción de sus residentes. En el Santurce de 1938 a muchos callejones les llamaban avenidas, pero cuando Rivera publica su disco con Kako en el 1971, la avenida del título de su canción no es como uno de esos callejones.
La avenida de Maelo y Kako parece ser la quinta de Manhattan, donde las dos mujeres que figuran en la carátula del disco, una rubia y otra morena, parecen admirar un gallo de oro en la vitrina que las refleja, espejo que también capta la imagen de un semáforo y lo que parece ser el portal de una Iglesia. Mirando esa imagen se me ocurre que de Santurce a Manhattan, un paso es. A Maelo y a Kako quizás nunca se les ocurrió esa idea pero creo que sus carreras la ilustran perfectamente.
La imágen del disco fue producida por Ely Besalel. Curiosamente él no recibe crédito por ello en la página web de All Music, la cual lista sólo los títulos Vamonos Pa’l Monte y Superimposition de Eddie Palmieri y Presenta a Noraida de Tito Puente, todos publicados en el mismo año en el que Lo último en la avenida sale, con carátulas diseñadas por Besalel. Pues bueno, me place a través de 80grados reconocer lo que All Music ignora en su página, aunque sea, como dicen los gringos, for what it may be worth.
Si la imagen es de la Quinta Avenida o de otra no es lo importante pues el título no se refiere en realidad a ninguna avenida. Ese título sólo sugiere que Ismael y Kako eran la más reciente sensación de la salsa en 1971, lo cual no es cierto dado el caso de que en ese año también salen Picadillo a la criolla de los Lebrón Brothers, En España, de Celia Cruz y Tito Puente, Vámonos pa’l monte de Eddie Palmieri y Abran paso de Larry Harlow con Ismael Miranda. De lo que no hay duda es que el disco estaba de bala y que sigue siendo sensacional. En uno de los versos de la canción homónima de Lo último en la avenida, Maelo nos dice que «la gente grita con fervor, han dado un batazo.» Eso es la pura verdad. Para confirmarlo no hace falta más que escuchar la versión de Maelo y Kako de «El cumbanchero.»
Al final de «Lo último en la avenida» Rivera se lamenta de que el elogio implicado en el título es autoreferencial. «Kako, estamos en un tiempo tan miserable que si uno no se alaba, no hay quien lo alabe,» dice Maelo en el cierre. Palabras proféticas que auguraron el ambiente tardío de la industria discográfica –que se recrea en las mal llamadas redes sociales– en donde todo comienza con el yo, desde la producción hasta el mercadeo y la crítica. De eso se lamentaba poco antes de morir Ray Barretto y eso que él no era ajeno al egocentrismo que suele definir a los artistas de categoría. Yo recuerdo una noche en el Blue Note de Nueva York, cuando después de terminar la presentación de Homage to Art, Barretto hizo el anuncio de rigor de la nueva época presagiada por Rivera, aunque no como una autoalabanza sino como un pitch: «Si quieren una copia del disco, lo tenemos aquí a la venta…» Y después de una pausa imbuida de resignación y desencanto añadió: «I’ve been reduced to peddling my own merchandise.»
En realidad Maelo ni inventó ni presagió la práctica de la autoproclamación de mérito o grandeza que es característica en la Salsa desde antes que fuera Salsa. Pero su lamento es quizás único por sugerir a la altura de 1971 que de ahí en adelante lo último en la avenida iba a ser determinado por la capacidad de un cualquiera de autogenerar un tráfico masivo de atención a su producto, lo que ahora se conoce sin la más mínima ironía como to go viral. Por supuesto, Maelo no era un cualquiera, lo cual me parece innecesario aclarar, pero lo hago para adelantarme a un posible ataque.
Es importante decir que aunque Maelo hace la declaración de mérito, en realidad él es sólo el transmisor de un reconocimiento expresado por otro, el compositor de la canción, que es Francisco Cabrera. Esto es algo que no entienden los que dicen que la Salsa es a veces un vehículo de narcisismo artístico. Es cierto que es común escuchar canciones donde los músicos y cantantes se tiran flores a sí mismos, pero por lo general se trata de homenajes hechos por otros que los homenajeados articulan. Es decir, el compositor tira la pelota y el músico o el cantante da el batazo. Y hablando de batazos, da la casualidad de que hay otro Francisco Cabrera que es un pelotero dominicano de las grandes ligas. Ese dio batazos literales con los Blue Jays de Toronto, los Bravos de Atlanta, y por un año con la Onda Azul Orix de la prefectura de Hyõgo en el Japón. ¿Estaba Cabrera el compositor canalizando a su tocayo pelotero cuando usó la metáfora del batazo? Quién sabe. Se trata de una coincidencia interesante pero no tanto como para aceptar el dictum de Debbie Harry de que «accidents never happen.»
En «Lo último en la avenida» hay otra referencia de lo más interesante. Ismael y Kako no sólo han dado un batazo, en una clara alusión a la tradición beisbolística de los pueblos del Caribe, dentro de la cual surge el famoso equipo Cangrejeros de Santurce, equipo que reivindica la imagen positiva del vecindario del timbalero y del cantante, sino que además, ellos están por el libro. Esa frase, que en su equivalente anglosajón –to be by the book– connota fidelidad, seguir instrucciones, no desviarse del camino trazado, en esta canción aparenta tener un doble sentido: Ismael y Kako se han mantenido fieles a la tradición musical que les ampara pero a la misma vez se han alejado, produciendo algo nuevo que equivale a un batazo. Maelo no usa la palabra jonrón pero por la calidad del disco uno puede imaginarse que el batazo bota la bola del parque.
¿Y que significa todo esto? Pues que para ser innovador hay que conocer y hasta mantener un vínculo significativo con el pasado. Pensando en Marx cuando dice let the dead bury their dead, lo que él sugiere, creo yo, es que la tarea de los vivos es recordar a los muertos. En la vida hay que criticarlo todo para que el pasado no nos abacore, pero hay que hacerlo como los puercoespines hacen el amor: con cuidado. Y eso significa que, como Marx indica, la resurrección de los muertos debe servir la causa del futuro en vez de ser la parodia del pretérito. Yo me atrevo a decir que con su disco eso es lo que hacen Ismael y Kako.
Estar por el libro es también estar en el pináculo de una práctica cualesquiera. Es decir, Ismael y Kako están por el libro porque son geniales y en muchos sentidos son lo máximo, una bomba, o como dirían mis estudiantes dope. Lo interesante de esta alusión es que un género musical de carácter popular y hasta cierto punto inculto en un sentido formal, use como marco de referencia para evaluarse, tanto a sí mismo como por otros, el libro, esa extraordinaria invención humana que hoy día es amenazada por la propia civilización que ha creado. Bueno, la amenaza no es que el libro vaya a desaparecer sino que cambie de tal forma que la invención original sea irreconocible.
¿Llegaremos al punto en que al alabar a un músico o cantante digamos que están por el Kindle? Por el momento es mejor no pensar en eso y seguir escuchando a Ismael y Kako, recordándolos como lo que son: genios santurcinos, hijos del vecindario de mi infancia, del Santurce que hoy es una comunidad donde no existen macelos malolientes y agusanados, donde la gente ya no tiene necesidad de botar la basura en la calle (aunque algunos todavía lo hagan), pero tienen que tolerar el brutalismo del tren urbano; Santurce, un vecindario repleto de tantas ausencias como de familiaridades, desde donde Ismael y Kako, paragones de musicalidad e ingenio, se lanzaron a la fama y quienes desde el más allá nos trazan una ruta para el futuro a base de un record musical impecable. Es bueno recordarlos de la manera sugerida por Marx.
El Santurce de Chevremont, Gotay, Palés Matos y Fernández Juncos ya no existe. Desde que el gobierno arrasó con el Fanguito, el Santurce que yo conocí es más ausencia que familiaridad. Kako e Ismael siempre serán parte de las buenas memorias de mi vecindario. Eso no lo cambia nadie. Ese es a la vez mi anuncio, mi modificación de las crónicas existentes, mi ajuste de cuentas. Para mí, ellos siguen siendo lo último en la avenida o el callejón, según sea el caso.