Los cien años de Irene Delano
Como es sabido, nace en los Estados Unidos en 1919, pero se cría y hace sus estudios en Canadá. Artista precoz, a los nueve años de edad obtiene el Certificado de Excelencia en piano del Hambourg Conservatory of Music de Toronto y a los dieciocho se gradúa de la Pennsylvania Academy of Fine Arts, tras estudiar pintura por dos años. La mayor parte de su obra, sin embargo, la realiza en Puerto Rico, donde establece su residencia permanente en 1946.
La mudanza de Delano a Puerto Rico, cuando comenzaba a madurar su proyecto artístico, fue decididamente un gran acierto, pues, a diferencia de los Estados Unidos, en Puerto Rico la presencia activa de mujeres en el arte estaba lejos de ser una rareza. La década del cuarenta vio el crecimiento de artistas y promotoras que iniciaron proyectos significativos, entre los cuales cabe recordar: la creación de la División de Artes Plásticas de Ateneo Puertorriqueño por Luisa Géigel Brunet; el Museo de la Escuela Superior Central (después Museo Histórico de Puerto Rico) por Rosa Coll Vidal; la Academia de Arte de Edna Coll; la Escuela de Bellas Artes (calle Cerra en Santurce) por Luisina Ordóñez; y el Departamento de Arte del Instituto Politécnico de San Germán por María Luisa Penne. Integrarse a una nación con mujeres artistas, educadoras y administradoras, facilitó que Delano lograra crear y dirigir un taller de gráfica, compuesto por hombres artistas, todo ello a la corta edad de veintiocho años.
De su biografía, resalta el hecho de que Delano desestimara roles tradicionalmente impuestos a las mujeres, para dedicarse en vez a cumplir su vocación de artista. Para una mujer nacida al filo de los años veinte, es un gesto francamente excepcional posponer la maternidad hasta después de sus treinta y cinco años en aras de desarrollar su taller de gráfica independiente y autosuficiente. Asombra asimismo que para realizar una obra que inevitablemente exige colaboradores, la mayoría de estos fueran hombres, quienes confiaron su trabajo a la dirección y la autoridad de la maestra.
Del exitoso taller independiente que Delano estableciera en su hogar en Río Piedras en 1952 surgió una gran variedad de obra gráfica, tanto comisiones comerciales, como proyectos estrictamente artísticos. Entre estos últimos, sobresale el diseño de libros, en el que descolló con obras que hoy son esenciales al definir nuestro arte. Comprometió su trabajo con un tema único, Puerto Rico, nación de la que se hizo ciudadana por esfuerzo propio. Supo escoger con gran tino a sus colaboradores, entre los cuales se destacan Jack Delano y Lorenzo Homar en el lado gráfico, y Tomás Blanco en el literario.
De la significación que tuvo la literatura de Blanco en el trabajo de Delano da fe el que ésta sea protagonista en seis de sus obras: los portafolios gráficos Plenas (1955) y Felicidades (1955), el diseño para el ballet Sanjuaneras (1959), y los libros Los aguinaldos del Infante (1954), Los cinco sentidos (1955) y Miserere (1959). Aclaremos que Delano no fue la única artista estimulada por la escritura de Blanco. Basados en textos de Blanco, también realizaron obras Carlos Marichal, para el cuento La dragontea (dibujos, 1956); Lorenzo Homar, para los poemas Unicornio en la isla (xilografía, 1965) y Tres estrofas de amor (serigrafías, 1970); Jack Delano, para los poemas Cuatro sones de la tierra (música, 1967) y el cuento Los aguinaldos del Infante (música, 1954, ballet, 1984, y vídeo, 1995); y Gilda Navarra, coreografía sobre la quinta sección de Los cinco sentidos, con música original de Jack Delano (Ballets de San Juan, 1959).
En el diseño de los libros Los aguinaldos del Infante, Los cinco sentidos y Miserere, Delano asume un incomparable refinamiento, en plena sintonía con la prosa de Blanco. Los primeros dos de estos son ya clásicos de nuestra literatura y artes plásticas. El tercero, Miserere, es menos conocido, no por ello menos relevante. Se trata de un pequeño cuaderno en el que Blanco, a partir de siete aguafuertes del francés Georges Rouault, medita en torno a la condición humana tras los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial y el genocidio atómico en Hiroshima y Nagasaki. Blanco dialoga cómodamente con el pensamiento existencialista de la posguerra, en una lúcida aportación puertorriqueña a los debates intelectuales de las grandes capitales. Todas las ilustraciones para Miserere son de Rouault, y Delano las trata con la debida reverencia al diagramar el cuaderno de tal modo que la reducción de las imágenes no las desmerece y su posicionamiento en página permite que conserven el impacto original. Es un diseño atento tanto al contenido de la obra de Rouault como al de la de Blanco. El resultado es una obra modélica, realizada desde la certeza de que será ignorada por el público y destinada a algún archivo manchada con hongo, pero completada con la urgencia de proclamar que no nos dejamos. (Arte puertorriqueño, pues.)
También clásicos son los diseños de Delano (realizados en colaboración con Jack) para Stupid Peter and Other Tales (1970), The Emperor’s New Clothes (1971), y The Conquest and Settlement of the Island of Boriquen or Puerto Rico (1975). (Los últimos dos, junto a Los aguinaldos del Infante, se presentaron en la exposición del centenario de Jack Delano en el Museo de Arte de Ponce, 2014-15.) Durante ese mismo periodo 1970-1982, y de su última producción, se destacan varios libros realizados para la Editorial de la Universidad de Puerto Rico y el Instituto de Cultura Puertorriqueña, así como el diseño de un cuaderno dirigido a las escuelas públicas, Mujeres de Puerto Rico (Isabel Picó, editora, 1980). El cuaderno, con ilustraciones de Jack Delano y Poli Marichal, es una importantísima iniciativa del Centro de Investigaciones Sociales de la UPR para establecer la presencia de la mujer en los currículos de Estudios Sociales e Historia de las escuelas públicas, con la presentación de temas diversos: la mujer taína, la mujer bajo la colonia española, y biografías de Celestina Cordero, Mariana Bracetti, Luisa Capetillo, Juana Colón, Ana Roqué de Duprey, Sylvia Rexach, Julia de Burgos, entre otras. En el cuaderno se distinguen las ilustraciones de Poli Marichal, quien provee un mordaz comentario sobre la situación de la mujer en la sociedad puertorriqueña, al reemplazar la figura del maestro Rafael Cordero con la de su hermana, la maestra Celestina Cordero, en el mismo espacio pintado por Francisco Oller en 1890-92.
La consideración que a través de los años ha ganado el arte de Delano se afirma en el hecho de que la exposición del centenario es la tercera retrospectiva de la artista que se realiza, proeza solamente superada en las artes puertorriqueñas por José Campeche. Es una de nuestras artistas más reconocidas, cuya obra ha merecido tres catálogos con amplias bibliografías (MHAA, 1981; LCDL, 1988, 2019). Además, su arte ha sido imprescindible en exposiciones y publicaciones tales como El cartel en Puerto Rico 1946-1985 (MHAA, 1985), Jack Delano 100 (MAP, 2014), y figura prominentemente en el significativo estudio El cartel de Puerto Rico (ICP, 2003) de Teresa Tió, quien ha sido la más consecuente estudiosa de su obra. Delano ostenta logros inigualables y su obra ha gozado de una excepcional presencia: miles de copias de sus carteles y folletos para la DIVEDCO se distribuyeron por todo Puerto Rico; de su tarjeta de Navidad para la UNICEF (1964) se imprimieron tres millones, setecientas cincuenta mil copias, lo cual la convierte en la imagen de arte puertorriqueño más difundida en el planeta; entre los premios recibidos, su libro The Emperor’s New Clothes fue seleccionado en 1971 como uno de los mejores libros para niños de todo el mundo por el Museo Klingspor de las Artes Modernas Internacionales del Libro, Tipografía y Caligrafía de Offenbach am Main, Alemania. Pocos artistas puertorriqueños, si alguno, han tenido tal estimación y visibilidad, tanto en Puerto Rico como en el extranjero: de Río Piedras para el mundo.
Por su compromiso con nuestra colectividad, Delano inició proyectos importantes que posteriormente crecieron en manos de otros artistas puertorriqueños. Trabajó para varias organizaciones e instituciones tales como el Taller de Gráfica de Parques y Recreos, División de Educación para la Comunidad, La Fortaleza y Gobernador de Puerto Rico, el Departamento de Educación, el Instituto de Cultura Puertorriqueña, la Editorial de la Universidad de Puerto Rico. Sin excepción, hoy estas instituciones están o desaparecidas o heridas de muerte. Este hecho constituye una de las lecciones más importantes que podemos derivar de la obra de Delano. Es la demostración de que aquello que se hace dentro de las instituciones coloniales carece de futuro. O para decirlo en puertorriqueño: no se puede “trabajar para el inglés”.
Entre las obras tempranas de Delano, se conservan siete hojas con ilustraciones de señales de mano utilizadas por trabajadores ferroviarios, realizadas como suplemento a la documentación fotográfica de Jack Delano del transporte ferroviario en el medio oeste y sudoeste de Estados Unidos, durante el invierno de 1942-43 (Col. Biblioteca del Congreso, EEUU). Son apuntes que rebasan su propósito puramente utilitario y complementario, con una gran atención a los detalles, un sentido de responsabilidad hacia los otros y el pleno respeto a los trabajadores y a su labor, todo ello unido a una frescura visual que siempre definió su obra. Esas cualidades, presentes en estos modestos dibujos de una veinteañera, florecerán en Puerto Rico tras el contacto con una cultura e historia que Delano se esforzará en fortalecer y festejar en el arte que aquí hace.
La profunda estima hacia los trabajadores es posiblemente uno de los rasgos primordiales de nuestra artista quien, no olvidemos, estaba orgullosa de su fecha de nacimiento, 1 de mayo, Día Internacional de los Trabajadores. En el documental Un impulso insurreccional: la plástica puertorriqueña de los cincuenta (1993) de Ramón Almodóvar, Jack Delano rememora, en una entrevista, las actitudes de Irene hacia quienes laboraban con ella durante sus años en la DIVEDCO:
Irene estaba medio loca, creía que todo el mundo tenía aptitud y talento artístico y quería que todo el mundo pintara. Entonces, insistió en que durante las horas de trabajo, todo el mundo pasara un ratito pintando. Proveyó pintura y materiales, y hasta los muchachos más humildes que estaban limpiando…pues esos empezaron a pintar.
Necesario es reconocer que esa postura que Jack, con humor, distingue respecto a su compañera, recorre toda su obra de forma definitoria. Delano mantuvo su arte ajeno a necesidades personales, para dirigirlo únicamente hacia la utilidad colectiva.
La imagen de Puerto Rico que Irene Delano nos regaló es hoy invitación para continuar su trabajo. Quien visite la exposición en La Casa del Libro verá un retrato completo de una nación coherente: colectividad nuestra que se manifiesta a pesar de la habitual traición de sus clases dirigentes. Celebramos hoy los cien años de una artista exitosa que nos legó un modelo indispensable de compromiso y una confianza absoluta en el poder del arte puertorriqueño como espacio de libertad.
Irene Delano en su centenario se presenta en el Museo Biblioteca La Casa del Libro, ubicado en 255 Calle del Cristo, Viejo San Juan. Abierto de martes a sábado, de 11:00 a.m. a 5:00 p.m. Domingo y lunes cerrado. La contribución de entrada es $2.50 para estudiantes, maestros y personas sobre 65 años, y $4.50 para público general. El catálogo ilustrado de la exposición incluye escritos de Karen Cana Cruz, Laura Delano y Nelson Rivera, además de una cronología y bibliografía selecta.