Los límites del mundo
Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo.
-Ludwig Wittgenstein
Introducción: La lengua de la Historia
No se puede escribir Historia sin cuento. También me gusta decirlo en inglés: “you can’t write History without story(telling)”. No se puede contar sin entender el lenguaje como un consenso, sin figurar dentro de sus parámetros de tiempo o su estructura gramatical. Hasta cuando se tratan de negar sus elementos se confirman. No se puede hablar sin inventar un sujeto protagónico y sin darle relevancia a un fenómeno tras definir una acción. De hecho, casi todo lo que decimos está obligado a ser parte de la estructura de una inmensa narración genérica en donde describimos gestiones de protagonistas usando la noción inevitable del cambio en su acepción de causa y efecto. Con el lenguaje pensamos y contamos, y los cuentos inventan principios y finales en el universo cerrado del evento que describen, como si con el lenguaje se pudiera detener el tiempo. Juan Bosh, además de político anti Trujillo, fue un excelente escritor dominicano que en su trabajo titulado Apuntes sobre el arte de escribir cuentos, nos explica:El final sorprendente no es una condición imprescindible en el buen cuento. Hay grandes cuentistas, como Antón Chejov, que apenas lo usaron. «A la deriva», de Horacio Quiroga, no lo tiene, y es una pieza magistral. Un final sorprendente impuesto a la fuerza destruye otras buenas condiciones en un cuento. Ahora bien, el cuento debe tener su final natural como debe tener su principio (Bosh n.d.). (Las negritas son mi énfasis).
El lenguaje como proyección del pensamiento permite la ilusión del futuro o la metáfora de la imaginación porque nos hace creer que existe un principio y un final para todo, como parece ocurrir con la vida y la muerte. Jean-Francois Lyotard, un pensador fruto del mayo francés del 1968, que entre otras cosas definió el comunismo y el capitalismo como ideologías apoyadas en los pilares que levantó la tradición judeocristiana, en su breve obra La Condición Posmoderna definió el lenguaje como un juego que se practica desde un contrato entre humanos. Ese contrato y sus reglas permiten que los individuos interactúen entre sí. “Sin reglas no hay juego” (competencia, lucha), decía (Lyotard 1989).
De un lado, sabemos que en realidad las reglas del lenguaje no se inventan sino que se descubren, y solo luego del uso generalizado del mismo, por lo que sería mejor decir que sin juego no tendríamos reglas y mucho menos las escritas. Por ejemplo, la primera gramática española se escribe en el 1771, cuando ya el español llevaba siglos diferenciado del resto de las lenguas romances y “El Quijote de la Mancha” tenía más de 150 años de publicado.
Del otro lado, si vamos más lejos se debe apuntar que el lenguaje en efecto sí tiene reglas antes de usarse pero no las crearon las personas hablando o jugando, sino las leyes de la física, la química y la biología cuando determinaron y moldearon las características de nuestra organización genética. Las condiciones de nuestra identidad biológica permitieron el habla y con el tiempo nos dimos cuenta de que respondía a unas reglas y con esas reglas estamos empezando a descubrir cómo es que pensamos.
Para Lyotard sin embargo, el lenguaje es una receta pluralista y heterogénea sin legitimación per se, porque como Wittgenstein, entendía que era un producto regulado por la cultura en lugar de un reflejo de nuestra herencia biológica y sus leyes. Lyotard consideró como un lastre el que estemos controlados como sociedad por los metarelatos, y entendió que estos eran parte de una fórmula intelectual que nació de la gestión social misma. El pensador francés básicamente notó que nuestra tradición intelectual ha tenido la tendencia a construir ideologías basadas en “grandes relatos” que prometían un fin, como futuro colectivo imaginario y usando estructuras especulativas parecidas al mito y fuera del alcance de la Ciencia, con el objetivo de manejar el presente.
Insisto en Lyotard, porque su observación es elocuente, pero al no tomar en cuenta que el lenguaje podría ser una disposición genética que no controlamos, concluyó que la Historia vista hasta la Modernidad construía metarelatos o metas colectivas, que debían rechazarse, porque reflejaban la filosofía judeocristiana, entre otros productos intelectuales e históricos obsoletos. Con los metarelatos se define literalmente el cambio en la historia desde el control de dios, como en el caso del cristianismo y el dogma del nacionalismo, o desde el deseo de control de los humanos convencidos de que existe un fin en la historia, que se puede alcanzar con la acción premeditada, como en el caso del socialismo o el capitalismo. Los metarelatos son proyectos colectivos que desde un principio buscan un fin imaginario, y sin duda son una muy buena forma de describir el pensamiento histórico que nos ha caracterizado y es una observación muy poderosa.
Para dar unos ejemplos relevantes, el famoso “Fin de la historia” de Fukuyama, que rumiando a Adam Smith se define con el supuesto equilibrio que promete conseguir la mano invisible del Mercado, y que como Cristo todavía no llega, sería el metarelato del capitalismo. Para Rosa Luxemburgo el fin de la Historia era escoger entre el camino al socialismo (cielo) o a la barbarie (infierno). Para Marx, el fin de las contradicciones o el fin de las luchas de clases, que solo vería el “hombre nuevo” (desde el cielo comunista), sería el cierre de su metarelato. Sin embargo, para el cristianismo, y antes que para todos los demás, la Historia encontraba su fin en la vida eterna del infierno o el paraíso, desde el protagonismo del pueblo escogido por dios. El judeocristianismo visto así, parece ser en nuestra tradición intelectual el metarelato más antiguo.
Como Lyotard, muchos intelectuales han argumentado que el judeocristianismo ha sido una de las influencias más claras sobre el pensamiento occidental porque en todo lo que hacemos se puede notar la huella de la historiografía bíblica. Sin embargo, entiendo que si bien los proyectos hasta la modernidad reflejan la estructura histórica que carga la Biblia desde que se institucionaliza, esa estructura no se origina en la hegemonía del pensamiento judeocristiano y su libro santo, sino que comienza cuando el pensamiento se hizo lenguaje: “cuando el verbo se hizo carne”.
Entiendo que es muy fácil considerar el judeocristianismo como la matriz del pensamiento occidental por su larga vida como poder político, especialmente desde su “reconquista” de Europa tras la expulsión de Moros y Judíos y la colonización de América. Sin duda ha sido una fuerza de perpetuación de poder, propagadora de mentiras, fobias, mitos y conceptos históricos especulativos, pero aún así es ella misma producto del lenguaje y es imposible que sea al revés. La Biblia no impuso en nosotros la idea de principios (génesis) y finales (apocalipsis) ni el protagonismo en la narración con los héroes/mesías o antihéroes/antimesías y que atraviesan todos los relatos y metarelatos que conocemos, sino que si algo, el lenguaje mismo como proyecto genético propuso desde su evolución el modelo historiográfico que exhiben la Biblia y demás cuentos. El lenguaje, como muchas otras cosas que hacemos los humanos, nace del dictado determinante de los genes que filtrado por nuestras circunstancia naturales se convierte en la estructura que sostiene todos nuestros conocimientos. El lenguaje es pensamiento y el pensamiento es producto de la evolución genética. Richard Dawkins, activista antiteísta y uno de los más visibles antropólogos/geneticistas que tenemos, lo resume así:
By dictating the way survival machines and their nervous systems are built, genes exert ultimate power over behaviour. But the moment-to-moment decisions about what to do next are taken by the nervous system. Genes are the primary policy-makers; brains are the executive. But as brains became more highly developed, they took over more and more of the actual policy decisions, using tricks like learning and simulation in doing so (Dawkins, The Selfish Gene 2006, 60).
Escribir de mente
La mayoría de los lenguajes humanos no han variado en sus principios básicos por milenios. Estos nos obligan a transmitir información dentro de unos límites muy restrictivos o si se prefiere, dentro de parámetros muy específicos. Jared Diamond, un geógrafo de UCLA que consiguió narrar la historia humana convincentemente poniendo en un lugar protagónico la geografía y los recursos naturales, en su libro Guns, Germs and Steel, describe el proceso de llevar el lenguaje de su forma oral a su forma escrita de manera tal que consigue ilustrar muy importantes elementos de la condición humana que terminan definiéndonos como a cualquier otro ser vivo condenado a la obediencia del instinto.
Desmond Morris, un zoólogo que estudió al humano en la década de 1960 como se estudiaría a cualquier otro primate, comenta casi 50 años más tarde sobre su libro The Naked Ape, y que fuera en su momento un fenómeno que estremeció la sociedad, lo siguiente:
It caused an outrage because, at the time, it was generally believed that everything human beings do is the result of learning. I argued that a lot of human behaviour is the result of a set of genetic suggestions. Today this view is widely accepted, but not when THE NAKED APE first appeared. Also some people were insulted at being called animals. I saw it differently. For me, to be called an animal was a compliment (más aquí).
Los humanos hemos cambiado de ideas a través del tiempo. Cada vez usamos menos la especulación y más los recursos de la ciencia, sin embargo, básicamente hemos usado la lengua, entendida como una herramienta de la misma forma por milenios. El lenguaje es una proyección de la forma misma en que pensamos. Heredamos genéticamente cada una de sus leyes. La estructura neurológica que nos permite asumir la gramática es heredada y la gramática misma está condicionada a nuestras cualidades biológicas. En otras palabras, el pensamiento es producto íntegro de los cuerpos y cuando lo expresamos siempre reflejamos las reglas biológicas que nos definen como especie y el lenguaje no es la excepción. Hasta el conjugar verbos es instintivo y lo notamos cuando los niños pequeños conjugan verbos irregulares como si fueran regulares, por dar un ejemplo.
Aquí antes de continuar quisiera establecer que el lenguaje para efectos de este comentario se debe entender como todo lo que permite la comunicación aún cuando asuma diferentes formas. Entiendo al mismo tiempo la comunicación como los mecanismos naturales que nos permiten intercambiar información, pero desde el interés de persuadir y aquí quiero citar a un titubeante Richard Dawkins cuando dice: “A survival machine may be said to have communicate with another one when it influences its behaviour or the state of its nervous system.” Pero enseguida aclara, “This is not a definition I should like to have to defend for very long, but is good enough for present purposes.” Estoy de acuerdo con la fragilidad de la definición, pero también con su utilidad. Dicho eso continúa Dawkins: “The traditional story of ethologists is that communication signals evolve for the mutual benefit of both sender and recipient” (Dawkins, The Selfish Gene 2006, 63).
El argumento sobre el lenguaje histórico que presento se debe entender además, desde la tesis de que solo existe un lenguaje humano con muchos idiomas, pero también con innumerables expresiones corporales, pictóricas, sonoras, olfativas, matemáticas y emocionales, entre muchas otras. El lenguaje humano es más que nada la estructura biológica general que permite, sostiene y recoge la fórmula de la especie social que somos en todos sus intentos de comunicación. El lenguaje es la expresión del pensamiento individual y colectivo al mismo tiempo y cada humano es como una neurona de un cerebro global. Los contactos entre nosotros facilitan ideas y no requieren ni se valen de solo la lengua hablada o escrita para intercambiar información, pero en todas sus formas de comunicación se expresa en los mismos términos y desde los mismos intereses de supervivencia porque describen, cuentan, cargan con eventos, definen el tiempo, etc. (Bloom, Global Brain: the evoluction of mass mind from the big band to the 21st Century 2000).
El lenguaje es en gran parte una inteligencia que se hereda. Es una capacidad de nuestra constitución de organismo social pero también un límite. Uno de esos límites del lenguaje humano, además de los ya mencionados, es que con él se descubre la mentira, porque es parte de sus propiedades narrativas. La mentira o la ficción, cuando nos consiguen ventajas, se perpetúan, como cualquier otra cualidad genética. En lo demás no nos diferenciamos en lo esencial de las sociedades de hormigas y abejas y cómo ellas tampoco nos damos cuenta de que estamos obedeciendo el instinto hasta cuando mentimos. Esto no significa que no exista la posibilidad del cambio, pues el cambio es la realidad misma, sino que nuestra voluntad, si se probara que existe, dentro del cuerpo compuesto por todos los agentes del cambio, sería una partícula insignificante.
La tendencia a ser bípedos es otra característica que es inherente a nuestra constitución biológica. Es también por instinto que reconocemos algunas cualidades físicas como más atractivas que otras, coincidiendo por ejemplo, lo que la sociedad considera belleza con los gustos que manifiestan los bebés (Morris n.d.) (vea más aquí). El lenguaje es una cualidad biológica e inherente, como las mencionadas anteriormente, y ha conseguido aparecer de forma independiente en múltiples instancias de la historia humana siempre que las circunstancias lo requirieron, igual que todas. Más de una vez culturas separadas por el tiempo y el espacio y sin contacto alguno unas de otras lograron incluso completar el proyecto de expresar de forma escrita algún lenguaje oral. Con el lenguaje escrito y las coincidencias entre sus manifestaciones independientes, tendríamos la evidencia necesaria para empezar a imaginarnos cada vez más como un fenómeno natural con altos niveles de complejidad biológica y cada vez menos, como animales libres del instinto.
La historia humana está llena de ejemplos en los cuales individuos que no tuvieron contacto alguno entre ellos llegaron a las mismas conclusiones frente a problemas equivalentes. Desde la domesticación de animales hasta la agricultura, desde la construcción de viviendas hasta los conceptos matemáticos, muchos descubrimientos humanos han ocurrido más de una vez y de forma independiente. Esas coincidencias ilustran los principios biológicos del pensamiento humano y aunque podríamos sentarnos a medir las diferencias entre todas las formas culturales conocidas, hacerlo sería ocultar la contundencia de las similitudes y por consecuencia cegarnos, ante nuestra propia identidad. Imaginando a los primeros escribas decía Jared Diamond:
…they had to figure out how to decompose a continuos utterance into speech units, regardless of whether those units were taken as words, syllables, or phonemes…
Somehow, the first scribes solve all those problems, without having in front of them any example of the final result to guide their efforts. That task was evidently so difficult that there have been only a few occasions in history when people invented writting entirely on their own. The two indisputably independent inventions of writting were achived by the Sumerians of Mesopotamia somewhat before 3000 b.c. and by Mexicans Indians before 600 b.c.; Egyptian writting of 3000 b.c. and Chinese writting (by 1300 b.c.) may also have arisen independently (Diamond, Jared. 218).
El ejercicio de escribir consiguió asentar los lenguajes pero también perpetuar la estructura de pensamiento que los creó y eso sería una de las conclusiones más importantes. Los lenguajes escritos se consolidan con el acto de ilustrarse de tres formas generales: 1. Usando alfabetos y sus fonemas (básico en muchos idiomas modernos); 2. Se construyen usando logogramas (como los lenguajes chinos, japoneses y los jeroglíficos egipcios, mayas y sumerios); y 3. Se hacen a partir de silabarios, como los lenguajes de casi toda la Grecia antigua. Se debe aclarar además, que en cada versión de lenguaje escrito se pueden encontrar manifestaciones de las tres formas de ilustración mencionadas (Diamond 215-220).
El lenguaje escrito, si bien se puede definir como parte de una fórmula humana general en donde se necesitaron condiciones materiales precisas, como la precondición de que fuera útil y necesario escribir, se mantiene incólume como herramienta porque su estructura describe tanto la cultura que la inventa, como la condición natural de la especie. El lenguaje escrito ocurre en varias ocasiones de forma autónoma y repitiendo elementos de su estructura porque todo apunta a que es una fórmula genética que se manifiesta ante condiciones precisas, independientemente de que estemos conscientes de ella o no.
Hablar de mente
Álex Grijelmo explicando la forma en que se puede leer al humano como organismo histórico usando el idioma escribe: “Diez siglos de historia tiene la lengua española, y de ellos en los dos últimos (desde 1815 exactamente) han permanecido inalteradas en líneas generales las normas de la ortografía (Grijelmo n.d., 97)”. Con la ortografía nos estamos refiriendo a un elemento tardío de los lenguajes, dado que existe la lengua oral mucho antes que la escrita, pero aprovecho para resaltar que algunos expertos consideran que el español tiene más de mil años. Siendo flexibles, en términos generales y en sus más grandes rasgos, se podría decir que el español podría tener su larga vida. No obstante, me parece importante aclarar que sería muy difícil entender hoy a un hispano hablante de hace 500 años.
Aún así el español, como la inmensa mayoría de los lenguajes, tiene una estructura básica que no ha cambiado. Si un idioma milenario puede tener una ortografía y una gramática descifrada, documentada y consistente por siglos, entonces, su ley de comunicación tuvo que existir por milenios y su estructura narrativa tendría que ser tan antigua como el pensamiento mismo. Por eso Foucault aclara:
[…] words have been allotted the task and the power of ‘representing thought’. But representing in this case does not mean translating, giving a visible version of, fabricating a material double that will be able, on the external surface of the body, to reproduce thought in its exactitude. Representing must be understood in the strict sense: language represents thought as thought represents itself (Foucault 1994, 78).
Cuando entendemos que el lenguaje representa el pensamiento, podemos encontrar en él las reglas naturales para narrar el cambio, pero de igual forma los límites de sus principios generales y los nuestros como especie. Por ejemplo, el pensamiento como lenguaje condiciona nuestras expresiones a la acción de un sujeto en el tiempo y por eso estamos obligados a narrar usando nombres (presentes o no) y verbos. Esta estructura ha construido desde sus principios todo lo que llamamos conocimiento y se refleja en nuestra cultura y evidencia nuestros cambios. Grijelmo señala respecto al español:
La h, la be alta y baja (o b y v), la q y la k, la c… nos evocan el origen de las palabras, de las células de este ser vivo que es el idioma. En las letras tenemos los genes de cada idea. Gracias a ellas nuestra intuición de hablantes puede relacionar vocablos y conceptos entre sí; y, precisamente, observar cómo ha evolucionado nuestra lengua en su camino lleno de siglos (Grijelmo n.d., 77).
El lenguaje mismo es parte de la Evolución, y que lo sea es a su vez evidencia de la evolución de nuestra inteligencia. Sin embargo, desde que pensamos, somos, y desde que somos, hablamos, y desde entonces hemos hablado más o menos de la misma forma aunque se hayan usado miles de diferentes sistemas de comunicación derivados de los primeros. Hablar desde acciones cerradas, con finales y principios y todo sazonado con la sobre-simplificación del cambio en su fórmula de causa y efecto, así como la gestión inevitable del protagonismo, fue determinado por la forma que aprehendemos la naturaleza.
Sin embargo, el lenguaje al convertirse en herramienta útil perpetúa la estructura del pensamiento que lo generó. Podemos reconocer cómo cambiamos leyéndonos, pero si bien cambiamos los significados y los significantes que archivamos, seguimos organizando los archivos de la misma forma y evitando cambios profundos, porque con el lenguaje hemos congelado el pensamiento. Muchas veces las leyes del lenguaje nos ciegan como especie ante las ideas que no respondan a esos principios básicos al punto, según Foucault, de que ignoramos por mucho tiempo como Cultura, el hecho de que los mecanismos del lenguaje son el pensamiento mismo.
The language of the Classical age is much closer to the tought it is charged with expresing than is generally supposed; but it is not parallel to it; it is caught in the grid of thought, woven into the very fabric it is unrolling. It is not an exterior effect of thought, but thougt itself. And, because of this, it makes itself invisible, or almost so (Foucault 1994, 78).
El lenguaje evoluciona como expresión del pensamiento y por lo tanto, el humano como especie ha encontrado en el lenguaje un recurso para verse como podría verse en la variabilidad de los genes. Por lo tanto, la cultura sostenida por las posibilidades del lenguaje, debe verse igual que este como parte integral del cuerpo y no como un habitante de algún cielo o mundo de ideas. Heredamos físicamente tanto la habilidad para hablar, como los elementos culturales que el lenguaje crea. Respondemos al instinto cuando construimos lenguajes, pero también cuando los lenguajes transforman la Cultura y esta luego a nuestros mapas genéticos.
Poder ver los límites de nuestro pensamiento, dado los límites del lenguaje social heredado, es en sí mismo un hecho histórico relativamente reciente que responde a nuestra trayectoria evolutiva. No hubiéramos podido reconocer los limites del lenguaje antes y esto nos hace ambicionar nuevas formas de comunicación y entendimiento que superen la percepción narrativa, porque el lenguaje entre otras cosas, puede convertir la ficción en realidad y la realidad en ficción y aquí entiendo como realidad todo lo que toca la Ciencia y ficción como lo que incluye a la mentira.
De un lado, vale aclarar, que ya existen lenguajes alternativos como el álgebra y el cálculo, por decir los primeros que se me ocurren, que si bien no son populares o emocionales, ya ayudan a plantear ideas a un nivel que la comunicación verbal no permitía. No pienso que estemos totalmente ciegos a otras formas de transmitir información pero sí entiendo que existe con la investigación genética un recurso adicional, no verbal o simbólico, capaz de redefinir no solo la forma en que transmitimos información, sino incluso sería capaz de llevarnos a un nuevo nivel de comunicación histórica que nos ilustre la ley tras las acciones, que no nos deje abandonar la ficción, pero nos ayude a evitar la especulación y la mentira. Y claro, aclaro que entiendo la mentira como la ficción que sea contraria al interés de preservarnos la vida y no como una camisa de fuerza moral.
En conclusión, nosotros como humanos no nos parecemos a nuestros ancestros y mucho menos a los primeros primates o mamíferos. Sin embargo, venimos de esa trayectoria. Somos solo una expresión de entre millones que tiene la materia orgánica y la única cosa que nos une al pasado remoto son los genes. La Historia que hable de ellos contará mejor que nada todo lo que significa nuestra vida.
Referencias
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