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Inicio » Cine

Malcolm and Marie: el secreto en la música

Manuel Martínez MaldonadoManuel Martínez Maldonado Publicado: 12 de marzo de 2021



Malcolm (John David Washington) regresa a su casa con su novia Marie (Zendaya) de la premier de su película. Está contento, pero ansioso. Los críticos que se le acercaron después de terminada la proyección han hecho comentarios favorables, pero él quiere ver lo que dicen sus reseñas. De todos modos, pone la música en su sistema y baila como si fuera un Fred Astaire moderno: tiene pasos de Michael Jackson y algunos de la coreografía que se ve ahora en Broadway. Lo hace porque anticipa buenas reseñas basándose en la reacción altamente emocional al filme de parte de la audiencia. La cámara, que fotografía en blanco y negro (el excelente camarógrafo Marcel Rév), lo “ve” desde afuera, a través del cristal de la ventana. Estamos, en parte, como voyeurs y vemos que no todo anda bien en la lujosa y arquitectónicamente especial (la película se filmó en la “Casa Oruga”, en Carmel). El estilo es modernista y la estructura está integrada al paisaje. Cuando la situación se complica, los dos personajes salen de la casa y se convierten en parte de la naturaleza.

Marie no está muy contenta. Cuando Malcolm le pregunta por qué, evade muchas cosas que se van revelando, pero insiste que la cinta está basada en su vida: una actriz joven que estuvo adicta a las drogas y, sin embargo, él no le dio ningún crédito en su discurso en la premier. Él lo niega. Dice que el personaje es una amalgama de muchas mujeres que ha conocido y las va mencionando en un tono parcialmente burlón que ofende a Marie. Ella se ríe de él porque relata que estuvo en un motel en el que la bañera era en forma de corazón. Nos reímos de su burla porque a la verdad es kitsch del más bajo nivel. Peor aún es cuando él le reclama que ella tiene celos de la actriz que representó a Imani en el filme y que lo único de ella que tiene el personaje es su desesperanza. La esgrima verbal que se desarrolla es efectiva desde el punto de vista dramático: se mantiene en tema y ninguno de los dos se desvía del asunto principal que es en realidad su relación. Qué es lo que ha de suceder entre ellos es en realidad el motivo de la discusión y sus desavenencias.

Cuando por fin salen las primeras críticas, que Malcolm lee en línea, despotrica contra ellas. En particular la que escribió la mujer que mejores comentarios le hizo en la premier y a quien se refiere desde el principio como “la mujer blanca”. La acusa de politizar la película, a la que él (dice) evitó que tuviera ni la más mínima inclinación de esa naturaleza (algo bien difícil de alcanzar). Eso a pesar de que la crítica ha sido laudatoria. Se enardece que los hombres que han escrito sobre su filme no pueden olvidarse de que es negro y que solo lo quieren comparar con Spike Lee y Barry Jenkins. Aunque admira a los dos cineastas, da un resumen de los directores consagrados que consiguieron representar su época y sus problemas y eran blancos. La diatriba de Malcolm es uno de los momentos cumbre de la película y un logro del guionista.

Sam Levinson, el director-guionista del filme usa la música de formas sorprendentes. Aunque se la atribuye en los créditos a “Labrinth” (el músico inglés Timothy Lee McKenzie) en un segmento en el que Marie está contando sus desgracias y como, en parte, Malcolm la rescató de la adicción y la prostitución, la música (en un arreglo sublime) es la de “Flor de azalea”, del mexicano Manuel Esperón. Como algunos recordarán su comienzo dice:

Como espuma que inerte lleva el caudaloso río
Flor de azálea, la vida en su avalancha te arrastró
Pero al salvarte, hallar pudiste protección y abrigo
Donde curar tu corazón herido por el dolor.

Es evidente que el señor Levinson sabe lo que hace: la canción resume lo que Marie está contando. Por supuesto, si alguien no conoce la canción, no se dará cuenta de este momento espectacular. Muestra, sin embargo, que a Levinson lo que le importa es su satisfacción como artista que descubre la canción perfecta para el momento adecuado. Es el tipo de secreto que distingue el verdadero creador del que cita por el hecho de hacerlo y tiene poco que decir.

No queda, sin embargo, ninguna duda que la película es un triunfo para los dos actores. Washington, el hijo de Denzel, ha mostrado que ha heredado talento de su padre y el papel le queda pintado. Soberbio, egocéntrico, pero amoroso, despectivo contra los que cree que no entienden su obra, sus momentos de ternura y de acercamiento a las necesidades de Marie, son intensos y de una sinceridad dramática que nos conmueve. El contra punto perfecto lo hace la bellísima Zendaya, como Marie. La joven cantante muestra una combinación de vulnerabilidad y fortaleza que muestra que, de forma importante, es contraria, pero el reto perfecto para la personalidad de Malcolm. Su escena cumbre, en la que tiene un papel secundario un cuchillo que mete miedo, es una joya. No dejen de ver la pareja dispareja más impresionante desde Martha y George.

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Manuel Martínez Maldonado
Autores

Manuel Martínez Maldonado

Nació en Yauco, Puerto Rico. Fue crítico de cine de Caribbean Business, El Reportero, y El Mundo en San Juan de 1978 a 1989, Sus poemas y ensayos han aparecido en Yunque, Revista de la Universidad de Puerto Rico, Caribán, Mairena, Pharos, Linden Lane, Resonancias, la Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, y Hotel Abismo Primer premio de poesía José Gautier Benítez de la Facultad de Estudios Generales en 1955; primera mención de poesía en el Festival de Navidad del Ateneo de Puerto Rico en 1956 y 1982. Autor de los poemarios La Voz Sostenida (Mairena), 1984; Palm Beach Blues (Editorial Cultural), 1985; Por Amor al Arte (Playor),1989; y Hotel María, 1999, finalista del Premio Gastón Baquero (Verbum, Madrid); Novela de Mediodía, 2003 (Editorial Cultural/ Verbum). Es autor de las novelas, Isla Verde o el Chevy Azul (Verbum) 1999; El Vuelo del Dragón (Terranova) 2012; Del color de la muerte (Publicaciones Gaviota) 2014; Solo la muerte tiene permanencia (Verbum) 2014. Es Premio Nacional de Novela 2013 del Instituto de Cultura Puertorriqueña por El imperialista ausente (2014).

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