Metáfora y símil de la ninfomaníaca de Von Trier
Los primeros cinco minutos de la película carecen de diálogo.
El sonido de la lluvia cayendo sobre concreto y metal. Pantalla en negro. Luego, silencio total. Paredes de ladrillos de un complejo de viviendas, mientras cae una leve nieve. Entonces, el sonido y la imagen se unen: el agua escurriéndose por las paredes, cayendo al suelo y sobre zafacones de metal, un abanico viejo chirrea su corrosión, un hueco en una pared y el viento sopla. Una mujer acostada en el piso, lastimada, sangrando. Tal vez viva, tal vez muerta. Un vecino que va a comprar unas pocas cosas a un colmado y que, al regreso, se percata de la mujer allí tirada.
Solo imágenes y sonidos. Al que admira el cine por su valor de mostrar más que de apalabrar, esto no puede sino cautivarlo. Sin embargo, la película será un ejemplo de ambas vertientes, la visual y la verborreica.
El cineasta danés Lars von Trier nos trae un filme polémico por ciertas escenas sexuales que pueden escandalizar a personas de visión conservadora, pero que, si es que hubiera que justificarlas, hay que decir que no son gratuitas, sino todo lo contrario, son necesarias para su propuesta. Lamentablemente, esto es lo que ha acaparado la atención de la mayoría, aunque no es lo más importante. Claro, ayuda a vender debido a la publicidad, pero desvía la mirada de los serios planteamientos que propone.
La cinta es el relato de una mujer ninfomaníaca, desde niña hasta adulta, un tipo de “bildungroman” dividido en ocho capítulos, pero es también una película de personas, las que pasan por la vida de Joe y los momentos en que Joe pasa por las de ellas, los efectos de las relaciones, de los encuentros y desencuentros, planificados o fortuitos. Es una gran retrospectiva hasta cómo llegó a aquel lugar, tirada en el suelo, llena de sangre y adolorida.
Pero el filme de Von Trier, Nymphomaniac, es también dos películas. No por la división del mismo en Volumen I y Volumen II, que se ha hecho por razones comerciales, sino porque se pueden ver múltiples “parejas” o dúos en sus cuatro horas de duración (la versión que ha salido en los cines de todo el mundo es esta; una versión “uncut” no está disponible por ahora y se dice que tiene cinco horas y media de duración).
Esos conjuntos de dos se repiten desde el comienzo en el alternar entre imagen y sonido, en lo seco y lo mojado, lo que se mueve y lo que permanece quieto, en los dos protagonistas, en sus dos historias, en el que narra y el que escucha. El dúo principal es el de la protagonista, Joe, quien relata su vida, y Seligman, quien escucha, pero que, a su vez, presenta indirectamente la suya. Es un proceso de retroalimentación entre ambos humanos. Dos personajes, dos vidas, un encuentro, dos cambios.
Otra instancia doble es la banda sonora, la muy apropiada alternancia entre el rock (Rammstein, Steppenwolf, Talking Heads, entre otros) y la música clásica europea (Bach, Saint-Saëns, Wagner, por ejemplo).
También se puede ver en las letras del título, si se interpretan más allá de la semántica. La O de NYMPHOMANIAC ha sido sustituida por dos paréntesis ( ). La referencia gráfica a la vagina es obvia. Esos signos quedan justo en el centro de la palabra. La vagina es el centro, en el cuerpo de la mujer y en la película, es la protagonista. “Descubrí mi vagina a los dos años”, comienza Joe su relato.
Ella dice ser un mal ser humano y quiere probarlo con su narración, siendo Seligman y nosotros los que determinemos si la aseveración es o no correcta. Para ello nos ofrece una historia, según sus palabras, “larga y moral”, como la película misma.
El relato de Joe le da pie a Seligman para digresiones sobre diversos temas, sobre todo referencias culturales. Es un diálogo entre lo narrado por Joe y las interpretaciones mayormente artísticas, religiosas y filosóficas de él. Un ejemplo: orgasmos que tienen paralelos con la transfiguración de Cristo y con la historia. Esos paréntesis, lo mismo que el relato de la protagonista y las conversaciones entre los personajes principales, hacen reflexionar al espectador constantemente.
La película explora la creación y la interpretación de los relatos, la comprensión del otro; indaga al narrador y al lector o espectador, su relación; lo que es la verdad, lo que es la mentira, el uso de ambas. En un momento, la historia contada por Joe es cuestionada por Seligman. Sin embargo, como dice Joe, y esto aplica a todo texto y chiste: “¿Cómo se puede sacar más de la historia escuchada o leída, creyéndola o no creyéndola?” Joe es una especie de Verbal Kint, tomando de lo que ve o escucha a su alrededor para presentar su historia.
“La sexualidad es la fuerza más poderosa en los humanos”, dice Joe. Es este uno de los temas principales: sus complejidades, su naturalidad o su creación social, las reacciones propias y ajenas a la misma, lo que es clasificado como normal o diferente y cómo se ve lo que no encaja en la norma, cómo se reacciona ante esto. Lo anterior queda ejemplificado en una de las escenas de mayor contenido de la película, cuando Joe se rebela contra los grupos de ayuda a los llamados “adictos sexuales”, que lo que buscan es suprimir esa sexualidad distinta. La líder es, según Joe, “la policía moral de la sociedad, cuya tarea es borrar su obscenidad de la superficie de la tierra, para que la burguesía no se sienta enferma”. En otra instancia y con la misma fuerza, ella se opone a la supresión de las palabras. Su elección al decir que ella no es una “adicta sexual” sino que es una ninfomaníaca es una muestra del poder y la importancia de las palabras: “La sociedad demuestra su impotencia en la cara de un problema concreto al remover palabras del lenguaje”. Lo mismo se podría decir de esas imágenes de contenido sexualmente explícito que vemos a través de todo el filme. Además, en cuanto a sexualidad, no hay inocentes, aunque tratemos de contener esos deseos, esas particularidades. Joe lo sabe cuando dice que “no hay persona sin mancha” en cuanto a gustos sexuales, como lo deja explicitado en la escena del pedófilo reprimido.
Aunque el tema del amor está presente en la hermosa relación de Joe con su padre y el simbolismo de los árboles, este aspecto se muestra, casi exclusivamente, centrado en las relaciones de pareja. Su amiga B le dice en un comienzo que la clave para el sexo es el amor, pero ella descarta esa posibilidad. Más tarde, Joe encuentra el amor, pero teniendo sexo con ese hombre, pierde el placer, la sensibilidad vaginal. Deja ese camino y va en búsqueda de recuperar, a través del medio que fuere, su antiguo sentir. Hasta que se vuelve a encontrar con aquel hombre en medio de un triángulo relacional. En el momento en que los sentimientos intervinieron por su pasado amor y por su actual compañera, sufrió las consecuencias que la llevaron a estar tirada en el suelo.
Von Trier nos había dado, hasta el momento, dos trilogías, la de Europa y la de América (a la que le falta la tercera parte). Ahora, Nymphomaniac completa la trilogía de la depresión, junto a la magnífica Antichrist y Melancholia. ¿Por qué de la depresión? A pesar de su liberación y de estar acompañada constantemente, Joe es aquejada por la soledad y el malestar, está en una búsqueda constante.
Los nombres de los personajes son relevantes. Joe es un nombre común que casi exclusivamente se utiliza para hombres, lo que puede interpretarse como que el comportamiento de ella es el usual en muchos hombres, pero que, como dice Seligman, a ellos no se les condena como se hace con las mujeres. Por su parte, Seligman, que significa “el feliz”, es también el apellido del psicólogo de lo que se ha llamado psicología positiva, además de ser de origen judío, al igual que el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud. De hecho, la relación entre Joe y Seligman asemeja la de paciente y médico. Ella narra y él escucha, da opiniones o interpretaciones y hace preguntas. Ella está acostada la mayor parte del tiempo y él sentado en frente. Ella mantiene, en ocasiones, una postura un tanto arrogante o manifiesta que él no la comprende, mientras en otras le da la razón; él es comprensivo, no juzga, desea que ella sea sincera y pide disculpas cuando ella se incomoda. El nombre de ella es usual, sin mayor significado, el de él es extraño y propio para la interpretación. La mayoría de los demás personajes son nombrados con letras. Por ejemplo, la amiga de Joe desde la infancia es B. Esto denota el segundo plano en el que están, al servicio de la narradora y su historia, y la posible protección de sus identidades.
Las actuaciones son, en su mayoría, excelentes y cuentan con una plétora de actores conocidos en el cine comercial. Mas se debe destacar el trabajo de dos, un veterano y una novata. Por un lado, Stellan Skarsgård le brinda humanidad y fragilidad, especialmente con sus ojos, a Seligman, un personaje que podría haber caído en lo superfluo o hasta aburrido. Por su parte, Stacy Martin da vida a la joven Joe, mostrando vulnerabilidad y seguridad a un mismo tiempo, algo difícil de lograr.
El filme está lleno de símiles y metáforas relacionados con la pesca, con la música polifónica de Bach, con felinos, con caminatas, con animales enjaulados. Todo para buscar definir o aproximarse a lo que es el humano y su sexualidad, la soledad, los porqués y lo que lo mueve. Sin embargo, hay que decir que funciona mejor cuando muestra que cuando dice, cuando vemos a través de imágenes las referencias (metáfora) que cuando un personaje las explica (símil). El uso del narrador, aunque está presente en muchísimas películas, es más cercano a la novela y el cuento que al cine, en el cual puede funcionar, pero cuando se sobreusa puede resultar pesado y hacer pensar al espectador que la obra funcionaria mejor como literatura que como cine.
En cuanto a la forma, además del inicio ya descrito y los narradores, Von Trier utiliza otros recursos. En ocasiones hace uso de signos, letras, dibujos e imágenes en la pantalla, sobrepuestos la mayoría de las ocasiones a distintas escenas que seguían en movimiento o paralelamente para mostrar lo que se dice. En este renglón, resalta el momento en que divide la pantalla en tres partes, que van acorde con tres personajes y tres voces musicales. El uso de la cámara en mano y la fotografía detallista, en algunas ocasiones en blanco y negro, deja ver tiros amplios de espacios interiores y exteriores, pero, sobre todo, de rostros: sonrisas, miradas y ceños volubles. Esa mirada también se enfoca y se acerca a objetos de cierto significado: un anzuelo, un equipo de audio, una pintura; y a fluidos corporales que se ven a través de los rayos de luz natural o artificial: un hilo de saliva que conecta una lengua con un pezón, una gota de semen en la comisura de una boca. Por su parte, cabe destacar el sonido natural que domina: de los pasos de zapatos por el cemento o la madera, de objetos sobre superficies, del viento entre ramas frondosas.
Las dos películas que menciono al comienzo terminan por afectar la totalidad de la experiencia cinematográfica. Durante las primeras dos horas o cinco capítulos, la película fluye mejor a través de su propuesta y sus recursos. Sin embargo, la pesadez de la constante narración se vuelve mayor en las últimas dos horas, además de que las acciones de Joe dejan de sorprender y terminan pareciendo un catálogo de todas las actividades sexuales posibles.
Concluido el relato, un poco de sol -apenas unos rayos sobre un muro-, se ve por la ventana, afuera del apartamento de Seligman. Eso es todo. Es el nuevo comienzo, es el nuevo final. Esta también es una posible metáfora del filme como totalidad, unas luces dentro de la sombra que domina.
En la escena final, la película, que pudo haber funcionado mejor mostrando que diciendo, termina tergiversando a sus protagonistas en unas acciones que parecen impuestas por las ideas del autor más que por lo que eran sus personajes. Termina siendo inverosímil e inconsistente con sus caracteres. Esta es una de las fallas que queda para que el público juzgue, al igual que al relato de Joe, lo mismo que al filme en su totalidad.
Nymphomaniac puede causar fascinación en algunos, repulsión a otros. Varios hallarán fragmentos rescatables de una obra desigual. Eso sí, no dejará al que la observe, indiferente.