Mirar a Julia: la vigilancia de estado
Tantos, tantas han mirado a Julia: poetas, artistas gráficos, músicos, compositores, organizaciones cívicas y sindicales, artesanas. Suelen ser miradas que emprenden rumbo desde esa figura icónica que se ha construido. Una de esas miradas se desvía, diverge por sus diferencias respecto a las mencionadas. Para empezar, es un ojo secreto que se ciñe sobre la que era objeto de la mirada en un periodo de su vida. Es también una mirada que no busca crear o imaginar a partir de lo que se mira; ciertamente no es de admiración sino que tiene un propósito muy definido: el de vigilar. Se trata de la vigilancia del estado, la que se consigna en las 91 páginas del expediente que el FBI (Federal Bureau of Investigation) fue acumulando sobre Julia de Burgos desde julio de 1944 hasta 1955, dos años después de su muerte en julio de 1953: 100-HQ-329287.1 El expediente se cierra en febrero de 1955 y aún hasta ese momento el FBI sigue inquiriendo sobre la obra de Julia de Burgos: en la última comunicación que aparece sobre su caso se menciona su muerte y en el párrafo siguiente se escribe que alguien informa (nombre tachado) que se publicó un libro de poemas suyos y que un integrante del Partido Independentista Puertorriqueño lo está distribuyendo en el área de Nueva York. Es como si después de muerta la siguieran vigilando, rastreando la difusión de su obra.
Once años de mirar en secreto, seguirla, indagar, preguntar a vecinos, hurgar en sus idas y venidas, descubrir su historial de estudios, con toda probabilidad interceptar su correspondencia. Una especie de observatorio, en el decir de Foucault en Vigilar y castigar, “miradas que deben ver sin ser vistas” (Foucault 176), un poder permanente y continuo. Leemos ahora, como congelado en el tiempo, fijo en el papel, lleno de tachones, lo que fue un proceso de vigilancia de años, a cuya trama secreta se sumaron al menos unos catorce informantes, entre los que se encontraban vecinos, patronos, el cartero y conocidos (doy por sentado que no eran amigos)2, un acoso que tuvo que ver con sus circunstancias laborales, con pérdida de empleo, de seguro con la dificultad de encontrar trabajo en Nueva York, con proyectos rotos.
Es extraño pensar que, en una escritora cuya vida ha sido tan llevada y traída, sus perfiles biográficos -sobre todo los más recientes- no hagan referencia a un hecho tan fundamental como su vigilancia por parte de las agencias del gobierno de los Estados Unidos. Vanessa Pérez Rosario lo recoge en el capítulo 3 de su libro Becoming Julia de Burgos (Urbana, Chicago, Springfield: University of Illinois Press, 2014), al examinar el trabajo periodístico de la escritora para Pueblos hispanos en el tercer capítulo: la nota 33 remite a la vigilancia del FBI. Ya Lourdes Vázquez en la bibliografía Hablar sobre Julia, publicada en 2002, incluye bajo “Documentos gubernamentales”, la referencia al expediente de la poeta. Este pasa a la categoría de no-clasificado en abril de 1997, según sello que aparece en varias de las páginas del documento. Bajo el “Freedom of Information Act”, que tiene un largo historial de enmiendas, gracias a la tenacidad de muchos y muchas, a la insistencia, se han logrado obtener expedientes de puertorriqueños que el FBI tuvo bajo su mirilla. Aún así las disposiciones resultan muy limitadas pues hay nueve criterios que eximen de entregar información y, como ocurre con este expediente, las copias están llenas de espacios borrados, a veces casi una página entera.
Llaman la atención los detalles que apuntan los agentes en el expediente sobre Julia de Burgos: conocen, por ejemplo, los lugares en los que Julia estudió y las materias que estudiaba, tanto en Puerto Rico como en La Habana. Muchos textos biográficos repiten datos erróneos, en tanto el FBI vigilaba minuciosamente y buscaba apoderarse del mayor número posible de referencias: por ejemplo, detalla la dirección de cada lugar en el que la poeta vivió y busca corroborarla indagando con vecinos. Claro está, los agentes también participan de la construcción de lo que llamo historietas, suposiciones hipotéticas a partir de lo que “otros” dicen, sugerencias sobre su estado de salud y su vida privada. Siguen incluso su travesía por diversos hospitales, a fines de la década del cuarenta, en momentos en que Julia no parecía participar en actividades de naturaleza política. No cesa la vigilancia los últimos cuatro años de su vida, en los que su condición física la lleva a hospitales en la ciudad de Nueva York, en los que estuvo recluida en ocasiones por periodos extensos: Mt. Sinai, St. Luke y Goldwater Memorial. Del expediente se desprende claramente que a los récords médicos el FBI tuvo acceso, pues lo mencionan en las páginas finales del documento fotocopiado: indican el momento en que se encuentra en el hospital San Lucas, comentan sobre su enfermedad, exponen cuándo y por qué la trasladarán a otro hospital y consignan su dirección.
La primera entrada del expediente data del 6 de julio de 1944, en Nueva York; se incluye su caso bajo asuntos de seguridad N (en los informes aparece, bajo el tipo de caso, “Security Matter- N”), como parte de la vigilancia sin tregua de líderes y simpatizantes del nacionalismo que llevó a cabo el FBI. Consignan, en el título (Julia de Burgos) bajo “aliases” los nombres con los que solía firmar o representarse: Julia C. Burgos, Julia C. Marin, Mrs. Armand Marin, Mrs. Armando Marin. Julia trabajaba en ese momento en el semanario Pueblos hispanos, en Nueva York, donde comenzó a laborar en el verano de 1943, después de regresar de Cuba. Inicialmente fue redactora y luego pasó a ser la encargada de la sección de cultura. En la junta editora estaba Juan Antonio Corretjer, fundador del periódico; Clemente Soto Vélez ocupaba el cargo de jefe de redacción. Ambos habían estado encarcelados en 1936, acusados de conspiración sediciosa junto a Albizu Campos y otros líderes nacionalistas. Corretjer había sido encarcelado antes, en La Princesa, condenado a un año de prisión por negarse a entregar documentos del Partido Nacionalista. Allí lo visitó Julia y le entregó sus poemas iniciales para que los leyera. Sobre el traslado sigiloso de los nacionalistas a la prisión en Atlanta escribió Burgos el poema “Responso de ocho partidas”.3 Ya en un mes los agentes han recopilado gran cantidad de datos sobre ella: de su trabajo, de sus actividades políticas, de su fecha y lugar de nacimiento.
Uno de los aspectos más sorprendentes del expediente es que se convierte también el FBI en el primer traductor al inglés de la poeta, pues el informe incluye traducciones de poemas que publicó en Pueblos hispanos y en el periódico La Acción en Puerto Rico. Irónicamente se trata de textos poco conocidos por el público, por haber permanecido resguardados en los periódicos en que se publicaron hasta una edición de tirada muy pequeña, de Juan Antonio Rodríguez Pagán, en 19924 y la de Jack Agüeros en 19975 (posteriormente la edición de la obra de Julia de Burgos de La discreta recogió todos los poemas combativos hasta ahora conocidos).6 El interés en la retórica por parte de las agencias de vigilancia, sin embargo, no debe extrañarnos: el manual de la CIA (Agencia Central de Inteligencia) sobre tácticas sicológicas para la guerra de guerrillas incluye en el apéndice un tratado sobre la oratoria (Johnson 529)7, con definiciones y ejemplos de figuras retóricas.
De Pueblos hispanos traducen desde “Campo” hasta estrofas de otros poemas, así como párrafos de su artículo “Cultura en función social”. Sobre estas traducciones versa un ensayo de Harris Feinsod (citado en la nota 2), que va desenredando la madeja que construye el traductor o los traductores fantasmas (“ghosttranslators”)8, para quienes los poemas constituyen evidencia empírica de la afiliación social y política que la agencia confirma mediante rumores y vigilancia (Feinsod 110): buscan o crean en ellos la sedición. Alteran palabras en sus traducciones (tradición pasa a ser traición, uno de los ejemplos más memorables), borran las referencias de raza y clase que tienen los vocablos por ella escogidos y los sustituyen por otros, silencian expresiones. No se trata simplemente de errores, hay un patrón que muestra una traducción selectiva, sesgada, en la que también se implica a la poeta por asociación (con el nacionalismo, el comunismo, los movimientos obreros).
Un informante, que catalogan como confiable, hace un recuento de los libros que tenían en el apartamento Julia y su esposo ArmandoMarín: Marxism and the Woman Question, The Secret of Soviet Strength, entre otros, y de varias revistas. Dan cuenta de las editoriales y el país en el que se publican los libros y se llevan un papel con direcciones de varias personas y el recibo de un boleto para asistir, en Madison Square Garden, a una sesión del Partido Comunista de los Estados Unidos. Además de saqueos de esta índole, indagan en lugares en los que trabajó; en la compañía Universal Camera Corporation, en la que estuvo empleada varios meses en 1943, le proveen al agente su historial personal (número de seguro social, nombres que dio como referencias, educación, recuento laboral) así como una descripción física.
Señalan además, muy pronto en el proceso de vigilancia, que examinarán los expedientes de San Juan para obtener información sobre sus relaciones con el Partido Nacionalista de Puerto Rico. Así lo hicieron, como consta del informe que sometió el agente el 25 de julio de 1944. Consignan en él datos generales (fecha y lugar de nacimiento, nombre de los padres, trabajos y publicaciones). Bajo “Actividades subversivas” se incluye un artículo suyo en el periódico La Acción, en el que Julia firma como secretaria del Frente Unido Femenino y la referencia a una reunión que sostuvo, junto a integrantes de un comité, con el senador William H. King para solicitar la excarcelación de Pedro Albizu Campos. Se traducen estrofas de dos poemas suyos que se publicaron en La Acción: “Es nuestra la hora” y “Canto a Aguadilla”.
Washington: el cerco de la ley Hatch
Al mudarse Julia para Wahington en julio de 1944 los ojos del FBI van hacia allá. El propio Edgar Hoover, director de la agencia, quien se caracterizó por su agenda persecutoria de todos los que consideraba “subversivos”,9 le escribe al agente especial a cargo del caso para que en la oficina corroboren la tarjeta de seguridad que han preparado y redacten, sin dilación, una similar para el archivo de seguridad, la cual debe mantenerse al día. La oficina de Washington se designa como la que se encargará del caso. Ahí empieza su nuevo cerco; Francis Briddle, Procurador General de Estado Unidos en ese momento, había decidido que todos los casos de nacionalistas puertorriqueños se le remitieran para él decidir sobre ellos. Briddle había creado, en 1941, una lista de organizaciones que consideraba subversivas, conocida como la lista Briddle: en ella se encuentran, entre otras, organizaciones que defendían los derechos civiles, que estaban en contra de la guerra, otras a favor de la paz, una cooperativa de libros, la liga de escritores americanos. En noviembre de 1944 Hoover le remite a Briddle el informe de los agentes a cargo del caso en Nueva York y en San Juan; le pide que decida él si Burgos se debe investigar bajo la Ley Hatch,10 toda vez que la escritora, expone el director del FBI, ahora empleada de la Oficina de Coordinación de Asuntos Interamericanos en Washington, era miembro del Partido Nacionalista y había participado en programas junto a comunistas de los Estados Unidos. Promulgada con el propósito de evitar actividades políticas “perniciosas” y reprimir la expresión, la Ley Hatch prohibía la participación en actividades políticas a quienes estuvieran empleados por el gobierno de los Estados Unidos. Es este uno de los momentos álgidos del expediente: Briddle, en diciembre de 1944, autoriza a que, de modo inmediato, investiguen a Julia de Burgos bajo la Ley Hatch, sección 9 A.
Esta sección del expediente, la investigación, se divide en cuatro partes, con un total de18 páginas, en las que se vuelve a hacer un recuento de la historia personal de la poeta y se exponen las bases para investigarla: sus simpatías por el Partido Nacionalista y por el comunismo. En los resultados de la investigación, la parte III, que ocupan varias páginas (3-10), se cita su poema “Canción a Albizu Campos”, traducido; se traduce “Canción a los pueblos de América y del mundo” y parte de su ensayo “Cultura en función social”. Se dan detalles sobre Juan Antonio Corretjer y Albizu Campos, con el propósito de mostrar la vinculación de Burgos con el nacionalismo; se citan varios informantes. La cuarta parte (unas siete páginas), transcribe el interrogatorio que le hizo un agente especial el 28 de febrero de 1945, texto que Julia corrige y firma al día siguiente como Julia B. Marín. Las preguntas constituyen un ejercicio de poder, con miras a mostrar su relación con el Partido Nacionalista. Indagan sobre su pertenencia como miembro de este o del Partido Comunista o si ha contribuido con dinero a estas entidades. Concluye la sección con una lista de trece informantes confidenciales (todos borrados). La vigilancia tiene la función de excluir del cuerpo social y este caso lo muestra claramente. El informe se entrega en abril y en mayo ya el director de la Oficina de Asuntos Interamericanos ha decidido despedirla con fecha de efectividad de ese mismo mes.
Cuando leemos la correspondencia de Julia a su hermana Consuelo, publicada recientemente por la editorial Folium (Cartas a Consuelo, 2014), sabemos de su decisión de abandonar Washington y regresar a Nueva York pero no encontramos referencias a los hechos relacionados con el interrogatorio y despido. Ya en una carta del 12 de marzo de 1945 (posterior al interrogatorio), le escribe: “Puede ser que vengamos a trabajar acá dentro de poco” (187). El “acá” es Nueva York, a donde había llegado desde Puerto Rico, a petición suya, su hermana Angelina. Parece ser que ya contemplaba la posibilidad de que la decisión fuera separarla de su empleo, por lo que considera la posibilidad de regresar a su ámbito neoyorquino. Debía tener motivos para no mencionar el interrogatorio y el despido. Si Julia desconocía que el FBI andaba tras su rumbo, después de Washington no podía albergar duda alguna, pues quedaba clarísimo que habían indagado en lo que escribía desde muy joven, en sus publicaciones, en sus amistades, en su participación en actos políticos y culturales y en actividades del Partido Nacionalista. Tiene que haber considerado que su correspondencia también podía estar incluida en el proceso de vigilancia. Sabía ella que Consuelo participaba en actividades del Partido Comunista en Puerto Rico, que era redactora de Brazos, publicación del Partido Comunista Puertorriqueño, que estaba presente en las luchas sindicales, por lo que no querría implicarla en la situación: de seguro le quedaba claro ahora que también Consuelo podía ser objeto de vigilancia.11 Con toda probabilidad evitaba también preocupar a su familia, que se encontraba en situación precaria y a quien Julia, en consulta con Consuelo, busca cómo ayudar y le envía dinero de lo poco que recibía. Ahora quedaba desempleada y con pocas probabilidades de conseguir un trabajo, dada la vigilancia por parte de las agencias de seguridad.
En este contexto adquieren otro significado las palabras de una de sus cartas, del 14 de mayo de 1945, en la que anuncia el regreso a Nueva York: “Estoy loca por encontrarme de nuevo en mi segunda casa… después de pasar casi un año de vaciedad en esta capital del silencio. Será como salir de un supremo silencio que nos tiene amarradas las manos y los ojos y los dientes y el espíritu” (192). Sus palabras, aunque no hablan directamente, sugieren el silencio de la represión de la voz, de ese mundo en que percibe, en la enumeración contundente, cuerpo y espíritu inmovilizados, amordazados. Casi un mes después escribe más claramente, aunque sin mencionar los hechos (por lo que sospecho es posible Consuelo conociera las razones de su partida de Washington): “Me honra y me satisface que mientras el Gobierno de este país me repudia por luchar por el bienestar de la humanidad, incluyendo su propio pueblo, mi gente puertorriqueña me distinga y me proteja espiritual y materialmente. Esa cobija del alma es mi fortaleza y la suprema orden para seguir luchando” (193). Es uno de esos momentos en que, como señala Lena Burgos-Lafuente en el prólogo a Cartas a Consuelo, la carta “dice más mucho más que lo que dice, que cada frase o cada anécdota no vale por lo que denota sino por sus ecos, sus resonancias” (xxiii).
Muchas preguntas surgen a partir del expediente del FBI. ¿Qué comunicación tendrían los agentes con el personal de los hospitales en los que estuvo recluida? ¿Se entrevistarían con los médicos? ¿Cómo incidiría este hecho sobre su tratamiento médico? Ya varios investigadores e investigadoras han señalado el hecho de que Julia participó en un programa médico experimental y las interrogantes que surgen en torno a este hecho: Grisselle Merced Hernández en Cartas viajeras, en la sección “La ciudad hospital: centro de experimentación humana” (168-182); Jesús Dávila en el artículo reproducido en elpostantillano el 29 de julio de 2014, “La muerte de Julia de Burgos y el gobierno de E.E.U.U.”; Vivian Auffant Vázquez en “Julia de Burgos en Nueva York: miradas de vida”, en el número que la revista Magisterio dedicó a la escritora en octubre de 2014 (39-55). ¿Se obtendrán alguna vez sus expedientes médicos? ¿Se sabrán los resultados y la naturaleza del tratamiento experimental al que se sometió? ¿Podremos alguna vez ver el expediente del FBI íntegro, sin las tachaduras que eliden información? ¿Nos enteraremos de los nombres de agentes, informantes y chotas? ¿Habrá más documentos sobre ella? ¿Cómo afectó la saga del FBI su búsqueda de empleo? ¿Qué impacto tendría en su ánimo?
La agencia continuó su saga vigilante sobre Julia de Burgos después de esta abandonar Washington. Es el propio J.E. Hoover quien interviene nuevamente. En memorando de febrero de 1949, escribe a la oficina de Nueva York recordándoles que no se han recibido más informes desde el del agente especial en Wahington, en 1945. Da instrucciones para que sometan un informe que exponga las actividades recientes que tengan que ver con el Partido Comunista y grupos relacionados y para que revisen la tarjeta de seguridad (“security index card”). Ya en un mes, tras intentar varias direcciones, la han localizado; el agente expone que es paciente del hospital Mount Sinai y que, según el expediente del hospital, está en la sección H, en donde se encuentra en tratamiento para cirrosis. En julio someten un informe extenso; un dato curioso: en el título del informe explican que han corregido el nombre, que de ahora en adelante será Julia de Burgos, por ser este el nombre con el que la conocen en el Partido Nacionalista de Puerto Rico “and among Spanish speaking people in this country and Latin America”. Se expone claramente en la narración del informe el acceso a los expedientes médicos por parte del agente: escribe que la darán de alta la primera semana de julio (1949), cuando la trasladarán al Goldwater Memorial Hospital, en Welfare Island. Provee incluso el motivo del traslado: allí se llevan a cabo experimentos de investigación sobre la cirrosis del hígado y se estima que su caso tiene suficiente interés para garantizar amplia investigación. El acceso del agente (o los agentes) a los expedientes médicos empañan aún más toda la maraña de la vigilancia del FBI. ¿Cómo afectaría, en el ambiente represivo de la época, el trato y el tratamiento que se le dio a Julia de Burgos en los hospitales el saber que se trataba de una puertorriqueña sujeta a un sistema de vigilancia poderosísimo? ¿Qué efecto tendría sobre el manejo del tratamiento experimental al que se sometió?
El expediente de Julia debe verse en el contexto de la represión de la época: el furor anticomunista y la prohibición del nacionalismo, en el caso de las y los puertorriqueños, el desarrollo de sistemas de vigilancia así como los experimentos médicos a los que sometieron a miles de pacientes. Remito a un ejemplo: Eileen Welsome, periodista que trabajaba para The Albuquerque Tribune, en Nuevo México, descubrió e investigó cómo, en el periodo de la llamada guerra fría, el gobierno expuso secretamente a miles de persona a envenenamiento con radiación. La población incluyó pacientes pero también huérfanos y presos. Escribió una serie de tres artículos, en 1993, que la hicieron merecedora del Premio Pulitzer. Seis años después publicó el libro The Plutonium Files: America´s Secret Medical Experiments in Cold War (New York: Dial Press, 1999), que expone los experimentos de radiación llevados a cabo.12
Parafraseo las palabras escritas por Ana Lydia Vega en una de las escenas finales de “El baúl de Miss Florence”, hermoso texto sobre historia y memoria: ¿Quién desenterrará mi trunca historia…y le pondrá palabras? El expediente del FBI abre un abanico de posibilidades para investigar sobre un periodo del quehacer y la vida de Julia de Burgos –sus vivencias en Nueva York y de manera breve en Washington -que recién empieza a estudiarse. Queda como documento para mirar a Julia desde otros ángulos, para ver las dificultades por las que pasó (y no por motivos amorosos), para indagar en las grietas de nuestra memoria, para saber.
Unos versos de Julia de Burgos se cuelan entre estas letras. Pertenecen al poema “Sombras”, y muestran ese gusto por la antítesis propio de su primera época, “forma que asume esta voz para registrar las violentas polarizaciones que caracterizan la época”, en palabras de Áurea María Sotomayor(68).13 El camino, metáfora común en la obra de Julia de Burgos, se define como rumbo certero frente a una realidad que se opone a la voz poética, representada esta oposición en las miradas que se vuelcan sobre el sujeto:
Al llegarme a la calle que da hasta el infinito
asaltaron mi rostro muchos ojos hambrientos.
Los ojos (“ojos hambrientos”, “ojos enmarcados en furia”, “fila de ciegos”) son una fuerza que ataca a la persona poética, que pretende atajarla. En lucha con ellos la voz se reafirma en su viajar, en su silencio; se enfrenta a las miradas que pasan a ser “fieras pasiones” y “sombras”:
Yo seguí hacia adelante mi emoción y mis ojos,
y me fui transformando en un hondo silencio…
Pueden fieras pasiones hacer ruido en mi viaje:
¡son sombras que no aciertan las luces de mi gesto!
Desconocía la escritora que, en su biografía, se enfrentaría a ojos que la mirarían sigilosamente, enmarcados en la furia de la ablación de la voz (las agencias de vigilancia del estado) o en la del control del cuerpo (el personal médico, la institución hospitalaria). Ya desde temprano en su quehacer literario representó las miradas que se le oponían como ruido, alteración del silencio o sombras que no logran dar con lo cierto ni borrar el gesto propio.
- Mi agradecimiento a la profesora Lena Burgos Lafuente, quien me hizo llegar copia del expediente del FBI. Burgos Lafuente escribió el prólogo a la edición de la correspondencia de Julia de Burgos a su hermana Consuelo y fue la editora invitada del número de la revista Centro dedicado a Julia de Burgos (XXI,II Fall 2014), para el cual escribió el ensayo introductorio (“Untendered Eyes: Literary Politics of Julia de Burgos-Introducción”). Cito en varios momentos de este número especial como Centro. [↩]
- Así lo expone Harris Feinsod en un ensayo, incluido en el número de Centro, sobre la lectura y las traducciones que de poemas de Julia de Burgos hizo el FBI (“Between Dissidence and Good Neighbor Diplomacy: Reading Julia de Burgos with the FBI”), 103 [↩]
- “Responso de ocho partidas”, se publicó en el periódico La Acción (10 de julio de 1937, 33). Varios de los poemas combativos o de referentes políticos de este periodo inicial de la poeta salieron en este periódico. El FBI se encargó de buscarlos. [↩]
- La hora tricolor. Cantos políticos y revolucionarios de Julia de Burgos. Humacao: Cundiamor, 1992 [↩]
- Song of the Simple Truth /Canción de la verdad sencilla. The Complete Poems /Obra poética completa, compiled and translated by Jack Agüeros. Willimantic, Ct.: Curbstone Press [↩]
- Obra poética II, ed. Juan Varela Portas. Madrid: Ediciones de la Discreta, 2009. Los poemas políticos se agrupan en una sección y al final se provee la información sobre lugar y fecha de publicación [↩]
- Barbara Johnson en “Apostrophe, Animation, and Abortion”, The Lyric Theory Reader, ed. V. Jackson y Y, Prins (Baltimore: John Hopkins University Press, 2014) explica que se trata de un manual diseñado para organizar una campaña maquiavélica de propaganda, adoctrinamiento e infiltración en Nicaragua. [↩]
- El término “ghosttranslator” lo crea Feinsod a partir de los lectores fantasmas del libro de William Maxwell, F.B. Eyes: How Edgar Hoover´s Ghostreaders Framed African American Literature, quien explica que el FBI debe considerarse un crítico influyente olvidado de la literatura afroamericana. [↩]
- Edgar Hoover dirigió el FBI cerca de cincuenta años. Pasó gran parte de su carrera recopilando información sobre “subversivos”: Martin Luther King estuvo entre sus perseguidos, así como otros líderes del movimiento de derechos civiles. Charles Chaplin y Marilyn Monroe engrosan algunos de los archivos más extensos: ella por su matrimonio con Arthur Miller, a quien consideraba “comunista”; Chaplin por su supuesto comunismo. Fue el primero en contratar universitarios como agentes: químicos, especialistas en informática, grafólogos, entre ellos. (lavanguardia.com/hemeroteca/20120502/54287252961/expediente-hoover-los-secretos-mejor-guardados-del-amo-del-fbi-html/). [↩]
- La ley Hatch, de 1939, se denomina oficialmente “An Act to Prevent Pernicious Political Activities”. Se ha enmendado en varias ocasiones, la más reciente enmienda es de 2012; su constitucionalidad se ha cuestionado pero en dos ocasiones el Tribunal Supremo de los Estados Unidos la reiteró. En 1939 las prohibiciones para los empleados federales incluían ser miembro del Partido Comunista o de cualquier organización que buscara derrocar el sistema de gobierno de los Estados Unidos; por eso la insistencia en preguntarle a Julia, en el interrogatorio, si es miembro del Partido Nacionalista, si ha contribuido con dinero al Partido Nacionalista, si ha participado en actividades del Partido Comunista. [↩]
- Consuelo Burgos estaba casada con Juan Sáez Corales, fundador del Partido Comunista Puertorriqueño y secretario general de la Confederación General de Trabajadores. Ambos publicaron artículos en Pueblos hispanos. [↩]
- Los experimentos con plutonio se mantuvieron en secreto hasta 1994 cuando el presidente Bill Clinton decidió que los expedientes relacionados con los experimentos de radiación quedaran disponibles. De acuerdo al New York Times unas 16,000 personas sufrieron los experimentos con radiación. Albizu Campos estuvo entre los 16,000, si bien en su caso no se trataba de experimentación sino de un modo de tortura. [↩]
- “El delito de Julia, la outsider”, Centro. [↩]