Mirar. Contar. Resistir
Estamos solos.
Quizá se trate de un cliché, pero resuena con inquietante fuerza: vivimos tiempos extraños. Nos hemos retraído y encapullado en burbujas construidas desde las redes sociales, tan purificadas, filtradas y curadas que en ellas solo escuchamos, leemos o vemos variaciones mínimas de un solo pensamiento. Nos rodeamos de miles de
amigos virtuales, pero realmente estamos solos, hablamos con ecos de nuestra voz. ¿Quién imaginó que la distopía tomaría esta forma?
La idea de que existe la Verdad es considerada una ingenuidad infantil. El humanismo postmoderno, diseñado por buitres, convenció a sus pupilos de que la Verdad es una construcción, un artificio, y que, por ende, varía según la cabeza que la engendra, a cuyos pies se rinde y en cuyo beneficio trabaja. Este animal se escapó de los confines de la academia y plantó bandera en casi todos los espacios del pensamiento, recientemente convertida en arma por las fuerzas del fascismo estadounidense. Así pues, el mundo de los hechos sucumbe ante los “hechos alternativos”, y la realidad ante el humor de quien la experimenta, aun cuando el enfrentamiento revela la dureza de diamante de aquella. En la unión está la fuerza, parecen decir, pero no hay tal unión, sino reverberaciones de un wishful thinking, y no hay tal fuerza, porque un solo pilote no soporta estructuras.
Enfrentamos un monocultivo intelectual.
Mira a tu alrededor y pregúntate: ¿Acaso no vivimos en un mundo sin asidero? Todo el mundo se considera el centro del universo, protagonista de su propio canal de Youtube, Instagram, Tik Tok, y otras redes fomentan la proliferación de los héroes de la época: los navel gazers. El mundo gira alrededor de sus cuitas, alegrías y enojos, sus sinsabores deben ser los nuestros y su felicidad regocijarnos. “Cuídate tú primero”, no aconsejan de vírgenes playas. Y hemos seguido el consejo. ¿O no se ve? Mira a tu alrededor y corrobora si no es este precisamente un mundo en el que todos cuidan de sí primeros.
Conozco la obra de TIAGO (Richard Santiago) desde hace treinta años. Podría llamarla narrativa; el primer cuadro por el que supe de él nunca lo vi, me lo contaron. El espectador se enfrenta a un lienzo en el que un maleante lo encañona… Alrededor de quien está a punto de matarte se aglomera un grupo de personas, testigos del inminente crimen. Y se ríen. Nunca he visto el cuadro, pero es como si lo hubiera visto, y es ese cuadro que nunca vi el cuadro que fijó mi admiración por este artista. Luego conocí lienzos como “La Biblioteca de Babel”, un ejercicio en desolación; el apocalíptico “Las tres gracias”; el bruegeliano “Blindness” y, mi favorito, “El Cristo de Borikén”, pieza que boricuas del futuro apreciarán con la misma solemnidad con que los de hoy contemplan “El velorio” de Francisco Oller. El realismo pesadillesco de esta serie da paso a lasfragmentaciones geométricas, prismáticas, caleidoscópicas que vemos mucho más tarde en el retrato de Draco Rosa titulada “Trust”, portada de su álbum Mad Love Luxe.
En esta nueva exposición, el maestro TIAGO substituye el caleidoscopio por un muro de pavés, o bloque de cristal. No se vuelve al realismo de “El Cristo de Borikén”, pero tampoco se retoma la explosión astillada de “Trust” en Mad Love Luxe. La particularización y la fragmentación dan paso a la elasticidad y a la torsión. Los objetos representados toman una posición subalterna, se agachan para que resplandezca su identidad en refracción. Esta esla Verdad entrevista desde el mundo, el ideal Platónico espiado desde mi persiana americana.
La tiranía de la realidad (el “desierto de lo real” diría Morpheus en The Matrix) hace resistencia al lienzo, lucha por imponerse. Pero no cuenta con que el artista también tiene una intención, un motivo, una voluntad, y maña para ponerla en acción. El producto no es la expresión artística, sino la batalla por la expresión artística. No hay vencedor ni vencido, todo es guerra, un constante espiar por el ojo de una cerradura. Tal y como Júpiter es casi un sol, la pieza central de la exposición, “La Santísima Tiranidad”, es casi un mural. La invocación religiosa no es gratuita. La religión es posiblemente el pavés maestro, el bloque de cristal a través del cual históricamente hemos sido testigos del espectáculo de lo real. Es el extremo opuesto del post estructuralismo, pues fija las claves mediante las cuales podremos descifrar el mundo cultural y el natural. Pero Richard Santiago no se suscribe tampoco a este campo. TIAGO es un anti-Greco. Su compromiso es científico. Su intención es documentar la percepción, no el mundo percibido. Un artista, a fin de cuentas, busca salir de la cueva, no se conforma con las sombras que se proyectan en la pared.
Pero su compromiso también es político y activista. Existe aquí un comentario, que no un juicio; una acusación, que no un veredicto. Richard pertenece al brazo investigativo de la burocracia del multiverso, esforense, clínico, aunque lo que capture sea increíble o monstruoso.
Las formas de esta exposición revelan el tránsito hacia otras formas. Son pura transición, un fotograma del mundo en su permutación, en su impermanencia. Porque la Verdad sí existe: todo cambia y nada queda y el mundo es siempre, indudablemente, un meteoro en movimiento, un río, una ventolera, una corriente en circuito abierto. Y para darnos cuenta, para realmente tener una experiencia de ella, hay que hacer como TIAGO y prestar atención.